
Y llegó la hora la última Palma de Oro de Cannes; y me ofrece justo lo que esperaba: aburrimiento. No voy a discutir sus cualidades, seguramente es poética y hermosa, con ese canto a la vida y la muerte con fantasmas en la Tailandia rural. Pero yo no puedo evitar dar cabezada tras cabezada mientras Apichatpong sostiene la quietud del plano con tesón. Demasiado contemplativo, aunque sean las doce del mediodía y entre fresco a la sala, el cansancio de Sitges 2010 pasa factura y al final, a la hora y cuarto de proyección, me levanto y salgo de la sala. En el exterior luce el sol.