23.3.05

GODZILLA ROCKS LOBSTER



Continuo repasando de manera ordenada la saga del Godzilla clásico. Al delirio space opera que era Los monstruos invaden la Tierra siguió la pintoresca y entretenida Los monstruos del Mar (Gojira, Ebirâ, Mosura: Nankai no daiketto ; Godzilla versus the Sea monster). Les explico un poco el argumento y luego paso a comentar detalles, que son muchos.



La cosa da inicio con un pescador atontao que busca a su hermano perdido. Necesita un barco y para ello acude a un maratón de baile que ofrece, como regalo, un velero. No ganará (servirá para ver unos cuantos japos bailando el bugaloo) pero conocerá un par de estudiantes imbéciles. Acaban, no se muy bien como, en un velero en el que se ha refugiado un ladrón de guante blanco experto en abrir cajas fuertes. Papel hecho a medida del gran Akira Takarada en su última aportación a la saga. La peli es de monstruos, por lo que les acabará atacando la pinza de lo que parece ser una langosta gigante y acaban de naufragos en un isla.



Allí descubriran que se oculta una secreta organización de aires filocomunistas. Red Bambú se llama. Secuestra nativos de la cercana Isla Infante (sí, la de Mothra) y los tienen esclavizados fabricando bombas atómicas hasta que palman por la radioactividad. No pueden huir porque la propietaria de la pinza, langosta gigante llamada Ebirah, ronda por la costa sembrando el terror. A los barcos de la siniestra organización no los ataca porque disponen de un polvo amarillo repelente. Así que el ladrón, armado de una ganzua que todo lo abre, los tres imbéciles que le acompañan y una nativa, la preciosa Kumi Mizuno, pondrán en jaque a la organización haciendo de las suyas. Para ello contarán con la inestimable ayuda de Godzilla, que andaba sobando en lo profundo de una gruta de la isla, que como es lógico se enfrantará a la langosta en un par de descacharrantes duelos. Tampoco debemos obviar la presencia final de Mothra y las aelinas (lógico si tenemos en cuenta que se escuestraba a los simpre sufridos habitantes de la isla Infante) e incluso la aparición de una ridícula águila gigante. Bien. Sinopsis manufacturada rapidito y con pocos espoilers. Ahora tocan un montón de detalles con nombre propio.



Jun Fukuda. El director. Esta es su primera película de la saga. A partir de este momento se convierte en el realizador habitual, todo y que Honda aún regresará en tres ocasiones más a la saga clásica. Está claro que Fukuda es un artesano muchísimo más plano que su predecesor, y tiene muy mala fama ya que en su haber se cuentan algunas de las más ridículas aventuras del saurio radioactivo. Fukuda representa la decadencia e infantilización definitiva del personaje, es cierto, pero también es justo remarcar que tanto Los Monstruos del Mar como El hijo de Godzilla, con sus defectos en comparación con la vistosidad y gloria inmediatamente anterior, son películas dignas y, sobre todo, muy divertidas. Del tema de los colores (una obsesión por mi parte) nada digo porque la copia que tengo, procedente de uno de los pocos pases televisivos del filme y que es la misma que circulaba en vhs en los 80, es un penoso pan and scan que recorta el formato original (con lo chulo que es el tohoscope) y palidece los colores. Una pena.

King Kong. Sí, el mítico gorila gigante. ¿Qué pinta citarlo? Bien. Veamos. En realidad Los monstruos del mar era un guión pensado para ser protagonizado por King Kong. El éxito de King Kong contra Godzilla aún se arrastraba en medio mundo y los poseedores de los derechos querían una nueva entrega nipona. Había un problema: exigían a Honda tras la cámara. No podía ser: éste se encontraba en pleno rodaje de la estupenda La batalla de los simios gigantes. Así que los americanos decidieron esperar o así al maestro, que acabaría rodando la encantadora King Kong se escapa al año siguiente. El guión sería otro, así que la Toho optó por reciclar el viejo convirtiéndolo en una película de Godzilla. Este detalle explica algunas cosas del filme que no acaban de cuadrar con el Godzilla que llevábamos visto hasta el momento. Una es el interés que le despierta la nativa jamona, a la que arrincona y observa al más puro Kong Style cuando a Godzilla básicamente no le interesan los humanos. La otra sería la forma en que le despiertan del profundo sueño: haciéndole llegar los rayos de una tormenta mediante un pararrayos casero. No es la forma ideal de despertarle, recordemos que le repele la electricidad. A quien le gustaba la electricidad y le incrementaba la fuerza era a la versión nipona de King Kong. Otro detalle: hacia el final se enfrenta a Mothra aunque la polilla rehuye la batalla y prefiere ir a lo que ha venido: rescatar nativos. No tiene mucho sentido si pensamos que ambos seres se conocen y, de hecho, forman parte de los “buenos”.


Godzilla in love

Continuidad. Ya intuida con el tema de Mothra de hace un momento. Pero recordemos que ésta, la continuidad de un filme al siguiente, ya había tambaleado en la anterior entrega, ambientada en un hipotético año 2000 futuro. Por cierto, la polilla aparece en su aspecto de polilla. Desde Godzilla contra los monstruos que no la veíamos así sino en su forma de oruga. Y las Aelitas ya no son el duo pop The Peanuts sino dos suplementes bastante más feas, cosa que no impide la inclusión de un sempiterno número musical.

Nuevo escenario. Ya sea por la procedencia kingkonesca del guión o porque en la Toho seguían queriendo hacer con cada película de Godzilla algo diferente a la anterior la cosa está en que es la primera vez que se aleja al gran saurio del contexto de destrozo urbano que le era típico y afín hasta el momento. La acción se desarrolla en una remota isla del pacífico. No hay rascacielos que tumbar aunque sí una central nuclear. También es cierto que los recortes presupuestarios ayudaron a alejar a Godzilla de maquetas más laboriosas.



Los Malos. Una siniestra organización denominada, como ya dije, Red Bambú. Toda ella destila un aroma a Spectra bondiana de tres al cuarto. AL mando un tipo tuerto muy chungo y cruel. Que un grupo de inútiles liderados por un ladrón de guante blanco, que utilizan falsos matojos para moverse libremente por la isla y que luego campan a sus anchas por el secreto recinto no dice gran cosa de ellos. Que tengan a Godzilla de vecino roncante sin saberlo tampoco.



La Banda Sonora. De la misma forma que no tenemos a Honda tras la cámara, tampoco el gran Akira Ifukube se encarga de la música. El sustituto es Masaru Sato, que ya había compuesta el score de Godzilla Contraataca (el único título hasta este que no estaba dirigido por Honda, precisamente). El tono de las películas de Godzilla ya no era el mismo y ambas composiciones son bien diferentes. Si en aquella seguía con solemnidad el camino trazado por las fastuosas orquestaciones militares de Ifukube, ahora entrega un delirio pop que a ratos recuerda un Spaguetti western primigenio (cuando se produce el primer enfrentamiento con Ebirah), a Henry Mancini o a las sintonias de Batman o James Bond. Y mejor correr un tupido velo sobre la tonada lounge pop estridente que acompaña el ataque de los aviones de Red Bambú contra Godzilla.

Ebirah. La langosta gigante es un monstruo estupendo. El par de escenas con la pinza surgiendo en la noche, en medio de la tormenta, atacando a los protagonistas son bastante majas y evocadoras. El detalle de ver como atrapa a dos pescadores, los ensarta y se los zampa es toda una cruel novedad a estas alturas de la saga.



Sastreria monstruosa. Hay un detalle tremendamente pavoroso. Impropio. Fatal. Al tipo que va dentro le va grande el traje. Y se nota. Pliegues por aquí, arrugas por allá, boñigos por acullá. Si el espectador se percata del detalle, cagada. Toda la magia a tomar por el culo.

El águila. Aparece un momento para atacar a Godzilla. De hecho es una escena bastante konguiana ya que el ataque distrae al saurio y la nativa jamona puede escapar de sus garras. A lo que iba: el águila en si es de pena. El peor bichejo aparecido hasta la fecha. Se dedica a dar unos cuantos picotazos hasta que Godzilla le suelta un rayo radiactivo y la chamusca. Pero ya les digo que de diseño y movimientos es penosa.



Las peleas. El par de enfrentamientos entre Godzilla y Ebirah no están nada mal. Aunque también es verdad que haber visto el filme recortado y no en el scope original hace dificil juzgarlas. El Gran G. se dedica a su deporte favorito, el lanzamiento de piedras, degenerando entonces el combate en un extraño partido de tenis por parte de Ebirah y su pinza, al que Godzilla responde a cabezazos.



Cosas nunca vistas. Tres detalles novedosos para terminar. La película incluye escenas submarinas de combate entre Godzilla y la langosta. No está de más recordar que nuestro saurio favorito es anfibio. También incluye, en un plano desde le punto de vista de la nativa jamona, de Godzilla acercándose a la muchacha. Un primerísimo primer plano del monstruo inédito hasta la fecha y, sin duda y de nuevo, de ascendencia konguiana. Lo he puesto un poco más arriba ya que es impagable. Finalmente, si en la anterior película teníamos a Godzilla celebrando su victoria con su célebre danza a saltitos, en esta ocasión, tras derrotar al águila, el monstruo se rascará la nariz con un movimiento que recuerda sobremanera al de Vicki el Vikingo.



Curiosos títulos guiris. Si buscan imágenes o carteles por ahí se percatarán que la versión alemana bautizaba a Godzilla como Frankenstein. Los italianos, tan raros ellos, optaban por convertirlo en King Kong y, de hecho, algunos carteles de la película presentan al mono gigante. El inocente espectador pagaría la entrada y descubriría que, en realidad, el mono es un reptil.



Y eso es todo por hoy. Las aventuras de Godzilla continuaran en El hijo de Godzilla. Próximamente en este Blog Ausente.

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