31.3.05

B-ART



Semana árdua en temas de tiempo libre, y más si ando perdiendo el tiempo por foros y listas de correo. Bueno, aprovecho para recuperar tras unas semanas la sección que precisamente nació tanto para cubrir huecos con posts rapiditos como para adornar visualmente este blog ausente con cartelitos de esos que me gustan. Como el que les cuelgo hoy. Ghost in the invisible bikini. Evocador y hermoso título para esta producción de la AIP de 1966. Debo reconocer que hasta hace un par de días desconocía la existencia de este filme. Cuenta con la presencia de Boris Karloff, Basil Rathbone y la reaparecida Nancy Sinatra, nada menos. Imagino que debe tratarse de la típica comedia sixties tontorrona que mezcla adolescentes californianos, playas, música compuesta por Les Baxter y esos experiemntos visuales pre-psicodélicos a los que eran tan aficionados en las producciones de Samuel Z. Arkoff y James H. Nicholson, especialmente si fotografiaba Stanley Cortez. Que sea un año posterior a Dr. Goldfoot and the Bikini Machine no es una casualidad. De hecho, mi admirado Mario Bava dirigió una secuela de ésta, Dr. Goldfoot and the Girl Bombs e incluso un producto televisivo The Wild Weird World of Dr. Goldfoot. Las tres con Vincent Price encarnando al Doctor que da título a la saga. Los carteles también eran bonitos.

Simpsonario (CXXXIX)

Clausen, Alf

Compositor especializado en música para cine y televisión.
"Asistimos a un pase previo del episodio y luego hablamos de qué música se necesita y dónde se queda corta. Clausen nos da sus ideas, lo que le gustaría hacer, y normalmente da en la diana". (Carl Krogen, Productor)
"Es un esfuerzo hecho en conjunto. Miro la escena y luego evalúo las observaciones hechas durante la spotting session. Entonces intento componer una pieza musical que concuerde emotivamente con lo que me han pedido. Una vez resuelta la idea general del estilo musical, los detalles técnicos se separan desde el principio. Algunas veces sencillamente vienen y me dicen: sabemos que aquí tendría que haber música. Haz algo". (Alf Clausen)

30.3.05

ABSENCITO VERSUS EASTWOOD

El domingo doña absenta y yo fuimos al cine. Puede que a ustedes les parezca la actividad más normal del mundo pero para la familia ausente no es así. Absencito, que es un primor y un magnífico orador monosilábico (especialmente si se le pregunta qué hace un babau), ya gatea e incluso consigue ponerse de pié unos instantes si tiene donde agarrarse. Sería (es) muy divertido si no fuera porque exige recorrer el suelo aproximadamente 14 horas al día. Es un ultracuerpo dulce que te señala con el dedo y emite un gritito normalmente agradable hasta que entra en modo taladro. Comienza a interactuar con el mundo a gritos, que es como se interactua con el mundo, con el inconveniente de que de momento el mundo somos sus padres. En definitiva, que nuestro tiempo se reduce a marchas forzadas y nos imposibilita muchas cosas, entre ellas ir al cine. Este blog ausente también se va a ver afectado a corto plazo. Es impepinable.

Las abuelas están para algo, sí, pero a menudo cuando colocamos a la criatura nuestro primer impulso es estirarnos en el sofá. El domingo no fue así. Aprovechamos la vacacional estancia costera para acercarnos a una sala y visionar Million Dollar Baby, el oscarizado último Eastwood. Qué cosa esa de la butaca, los trailers previos, el no saber colocar mis piés y olvidarse de apagar el móvil.

La película está muy bien, claro. Emociona en ambas partes y la química entre Clint y Morgan Freeman es importante. A mí es que me gusta mucho el señor Eastwood. Me ha gustado toda la vida. Películas como El fuera de la Ley o Infierno de cobardes siempre me han parecido la hostia y se encuentran en lo más alto de mis preferencias zinéfilas. Las mamé, una y otra vez, en los cines de programa doble que eran alimento para mi espíritu. Nada tienen que envidiar, ambos filmes, a los del venerado Eastwood actual. Luego está Sin Perdón, que me parece una joya incomensurable. La escena en que los dos ex pistoleros asesinos sufren y les cuesta horrores disparar sobre un tio cagando me parece de una humanidad tremenda. Es como la escena de Uno de los nuestros (sí, ya, es de Scorsese) en que preparan la salsa de los espaguetis en prisión y cortan el ajo finísimo. El tipo de escena que se queda grabada por siempre en mi maltrecha memoria. Million Dollar Baby no ralla a tan alto nivel pero es que eso es pedir mucho. Reconozco que yo soy un poco bruto y un poco básico a veces. Las hostias que suelta la Hilary Swank en su ascenso hacia la cumbre fueron los momentos en que más disfruté. También es cierto, y, ojo, pequeño espoiler hasta final de párrafo, que el Eastwood de hace veinte años nos hubiera dedicado un final memorable de venganza para con la Osa Azul. El entrenador tomando justicia por mandato divino para regocijo de las masas a las que pertenezco. Que es un poco lo que hace Morgan Freeman cuando le atiza el puñetazo al negro que está machando al bueno de Peligro, gran personaje secundario, por cierto, de aquellos que engrandecen un guión.

Como ven, he nombrado la palabra espoiler. Con Million Dallar Baby he tenido el sexto sentido muy atento y casi me he librado de que me estropearan la película. Digo casi porque cuando te dicen “ojo que no te chafen el final” ya sabes que algo pasa y mi cerebro inquieto es incapaz de dejar de hacer cábalas. Pero nada grave, al fin y al cabo. Me pasa incluso con las películas que ni tienen giro, ni sorpresa, ni nada. Normalmente las resoluciones más estrafalarias pasan por mi mente. Tenía un familiar, un tipo sobradamente peculiar, al que le gustaba entrar a las películas cuando éstas ya llevaban media hora comenzadas. Decía que así le sorprendían más. E intentaba imaginar la media hora inicial. Luego, cuando las volvía a ver íntegras, decía que esa media hora siempre era muy decepcionante. Que los principios que imaginaba eran mucho mejores. Que es lo que suele pasar siempre pero al revés. Con los finales. Qué gran tipo mi tío.

Clint Eastwood es junto a John Carpenter el último reducto del cine clásico. Cuando hablo de cine clásico hablo de la forma visual con que se narra la película. En estos tiempos de manierismo visual exacerbado hacer películas en las que la presencia de la cámara pasa desapercivida resulta hasta rompedor. Qué cosas. La venganza de la gramática invisible. Otra cosa que me gusta del señor Eastwood es esa parte oscura de su filmografía. La existencia de filmes como Firefox o Duro de pelar y su secuela son las que le hacen más grande y más maestro.

Esta tarde, por cierto, absencito ha vuelto a estar colocado externamente un par de horas. Podríamos haber aprovechado e ir al cine de nuevo. Life Aquatic es la película que más me atrae en estos momentos. Pero... ¿saben una cosa?. Al final nos hemos tumbado en el sofá. Poco rato. La cuna debía ser sometida a bricolages varios para evitar el salto al vacio con nocturnidad y alevosía. Qué textos más tontos me salen cuando me pongo tierno hablando de Clint Eastwood.

29.3.05

Simpsonario (CXXXVIII)

Clan familiar

Un elemento muy interesante de los Simpson es que hace pasar por transgresor un comportamiento que, en cambio y más allá de todo anticonformismo, respeta los principios más sólidos y tradicionales del clan familiar, entendido éste como ámbito de apego recíproco entre sus miembros: de grandes a pequeños, entre padres e hijos. Detrás del aparente odio o de los momentáneos ataques de ira se esconde en cambio un amor eterno, sólido, infinito. Podría decirse que para los autores el clan familiar (y especialmente la familia Simpson) es el único lugar, la única institución, capaz de crear un muro contra el exasperante contexto social. El clan familiar es el ámbito mágico en el que todos los problemas se resuelven y donde todavía el orden se restablece; sin embargo, para llegar al habitual happy end el clan familiar organiza unos líos tremendos.

28.3.05

Anoche vi una película



Blancos camisones. Licor de melocotón. A las chicas les gusta. Nihilismo puberescente. Un armario repleto de tampax. Frialdad gélida. Hacer el amor en el tejado, con cualquiera. Distantes. Monóxido de carbono. Vouyerismo imberbe. La espesa humareda de los vinilos de Kiss en la hoguera. Palidez. Obviamente, doctor, usted nunca ha sido una chica de trece años. Strange Magic de la ELO. Una fiesta de máscaras de gas. Níveas bragitas. Asfixia. Ponche de frutas. Adolescentes rubias y fantasmales. Olmos enfermos. Cecilia, Lux, Bonnie, Mary y Therese. Vestales de un irreal estilo de vida americano. Con la cabeza en el horno. Hoy hemos comido pizza congelada. Efebos. Pasteles envenenados; a mi abuela de 86 años les encantaban los dulces. Se comió tres pedazos. Extirpar emociones. Doncellas malsanas. El rey y la reina del baile del instituto. Postales marianas. Pureza enfermiza. Huelga de enterradores. Grupos de terapia. Mucha gente no probará nunca ese tipo de amor. Revistas de moda. Sopor. Las chicas de enfrente. Memorabilia de adolescentes muertas. Socorro: mandar bobo. Prisioneras de la edad del pavo. Vírgenes suicidas.

27.3.05

"Ahhhhh-ooooooo!" (zombies contra el nazismo)



No hay mucho que decir. La recuperación con ánimo enciclopédico de todo filme que tenga que ver con la querida (por estos lares) temática zombi tiene estas cosas. El zombi moderno, canibal, violento y social, nació con La noche de los muertos vivientes de George Romero. Hasta esa fecha el muerto viviente no era uno de los monstruos estrella aunque películas las hubo. Alguna hasta destacable. No es el caso de The Revenge of the zombies.

El zombie clásico traslada al cine el mito del vudú haitiano, conocido en los EE.UU gracias a que fue exportado a Louisina por esclavos. Venenos naturales, ritos paganos y serviles cadáveres sacados de la tumba. Exotismo y pantanos fantasmagóricos. The Revenge of the zombies es una muy modesta serie B de 1943 protagonizada por John Carredine. El inicio es prometedor y con atmósfera. Noche tormentosa y cadáveres saliendo de sus tumbas. Desgraciadamente enseguida se dispersa con toques de humor y un argumento detectivesco harto destrempado mientras el bueno de Carredine nos ofrece un par de potentes miradas perversas y poco más.

Les diría que el argumento tiene su originalidad sino fuera porque dos años antes la misma productora había estrenado otro filme, King of the zombies, con el mismo planteamiento. Carredine es un Mad doctor de origen alemán. Habita en los pantanos de Lousiana y está fabricando un ejército de zombis para los nazis. No duda en utilizar a su esposa recién muerta para perfeccionar la fórmula. El hermano de ésta y un detectiva sospechan de que algo raro pasa. Al final, los zombis serán muertos vivientes pero con principios democráticos y acabarán atacando a su creador.



Así que una virtud, la trama militar bizarra, ya había sido utilizada un par de años antes. La atmósofera, también. Los aciertos visuales de zombis escualidos y mortecinas damás de blanco vagando por los pantanos ya se habían visto en la bonita I walked with a zombie de Turneur, estrenada con éxito poco antes. ¿Qué queda pues? El ulular con el que se despierta a los muertos. "Ahhhhh-ooooooo!" Tiene su gracia. La mayor desgracia es el humor encarnado en el chofer negro. Un gordinflón de ojos saltones y comportamiento infantil. Hacer reir a la chiquillada en un contexto de cine fantástico. Descompensa en exceso. De todas formas, en una cinta con tintes propagandísticos antinazis tiene su gracia, muy de la sociedad borderline, la inclusión de humor burdo y racista: el negro es el bobo, el tonto, objeto de la risa. Poca cosa para esta modesta, digna pero rutinaria y aburridota serie B de las de antes. Y una moraleja, en caso de que usted planee conquistar el mundo: no haga que sus zombies registren a sus prisioneros, están alelados y les dejaran encima todo tipo de utensilios. Mejor regístrelos usted mismo.

26.3.05

GO! BABY, GO!



"Damas y Caballeros... bienvenidos a la violencia.
De palabra y de acción... porque la violencia puede manifestarte de muchos aspectos... Aunque su preferido es el sexo.
La violencia devora todo lo que toca. Su apetito casi nunca está satisfecho, sin importar lo que destruya también crea y trabaja.
Examinemos esta nueva y maligna creación con el aspecto de un cuerpo femenino...
La dulzura y el perfume de la feminidad son por fuera brillantes y lustrosos. El cuerpo dócil y flexible... ¡ Pero atención... no bajen la guardia !
Esta especie causa estragos sola o en grupos. Sin importar el lugar, el momento, ni a quien. ¿Quienes son ellas? ¿Secretarias? ¿Recepcionistas? ¿bailarinas de un club?"



Las verticales frecuencias de audio desaparecen mientras se inicia el ritmo ejecutado por The Bostweeds. Sicalipsis frenética y garagera. Rock’n’roll. Las go-go dancers, también pecaminosas, se contornean y menean sus caderas. A golpes y en contrapicado. Como puñetazos. El montaje es veloz, afilado. Vemos a las bailarinas, vemos los jukebox, volvemos a las bailarinas. Escuchamos el tremendo tema musical (que tan bien recuperaron The Cramps). Olor a hembra. Y entonces llegamos a los rostros desencajados de los espectadores. Y sus voces guarras. ¡Go, Baby! ¡Go! ¡Harder! ¡Faster! La sucesión de imagenes es aún más frenética y veloz en una espiral malsana. Voluptuosas stripers, jukebox, rostros desencajados, voces enfebrecidas. Y entonces la vemos, a Tura Santanta, sonriendo como una malnacida al mando de su bólido. Por el desierto. Tras ella dos vehículos más. Dos jamonas más. Haji y Lori Williams. A toda velocidad. Coches, mujeres, sexo, violencia.



Los minutos iniciales de Faster, Pussycat! Kill! Kill! son de lo más intenso que puede uno echarse a la cara. Cuando hace cinco meses publicaba en este blog ausente el abezetadario póstumo les decía que mi intención era seguir viendo películas del genial Russ Meyer. He tardado un poco. Sí. Ustedes disculpen. Yo me lo pierdo.

El espectador español, al recordar el cine de Meyer piensa en las alocadas sagas de las supervixens. El universo meyeriano de bustos dominantes y machos dominados está ahí en todo su esplendor, pero con sentido del humor. Al espectador español le escatimaron el Meyer de los 60. Algunos han definido esas películas como melodramas góticos. Lo cierto es que el socarrón sentido del humor meyeriano es dificil de vislumbrar en esa época, sumergido, enterrado en el desierto. En blanco y negro.



Tura Santana y sus amigas son chicas malas. De hecho, son las Chicas Malas. Bad Girls. Por la noche trabajan de bailarinas de striptease. Por el día recorren el desierto en sus bólidos. Se pelean entre ellas. Retan al chico bueno. Lo ejecutan sin contemplaciones. Secuestran a su novia, una dulce conejita siempre en biquini. Ellas, en contraste, visten cuero negro. Son más altas, estilizadas, voluptuosas. Tura Santana es como una villana de tebeo. Con un escote vampirellesco y guantes negros. Turgencia morena y malvada. Pulp. Conocen la existencia de un viejo impedido que vive en el desierto, ocultando miles de dólares. Acompañado de sus dos hijos: El Vegetal, una estúpida masa de músculos, y un acomplejado don nadie. Tiranía en silla de ruedas. Allí acuden dispuestas a hacerse con el tesoro. Matar, robar, dominar al macho.



- “Nunca has golpeado a nadie. No eres mi tipo. Eres un buen chico americano: Seguridad desde el primer momento.”
- “¿Qué intentas demostrar?”
- “Nunca demuestro nada, lo hago.”

Pervertir el sueño americano desde los autocines. Como decía la introducción en off: violencia de palabra y de acción. Y de ideas, añado. La hembra como ente dominador. Tura Santana se enfrenta a los hombres a hostias. Con mortales golpes de judo. Lanza cuchillos. Utiliza su deportivo como extensión (fálica) de su cuerpo. Atropella sin miramientos. Disfruta con ello. Y va soltando frases. Secas. Duras. De antologia. El feminismo como reverso oscuro. El hombre objeto convertido en un maciste semental, rubio y subnormal. Y mucha ambiguedad. Haji es lesbiana y está enamorada de Tura. ¿Porqué secuestran a la jovencita del biquini y la llevan drogada y amordazada a su lado? Luego la usarán, sí, porque al viejo de la silla de ruedas le van las jovencitas. Se intuye el deseo febril, el objeto, pero no su culmen. Eso está en elipsis. ¿Maltrato de la fémina débil y humillación ante la fuerte? Y luego están los trenes. Como en la hipérbole de Hitchcock. Pasan a toda velocidad cuando el macho está cachondo. Pero al impotente lo sumergen en llantos.

- “Bebamos por los trenes. Son grandes, rápidos, fuertes y hacen mucho ruido”.



Tan sólo un apunte, final. Volviendo a ver esta esplendorosa y contundente muestra de violencia meyeriana en blanco y negro tuve muchos ecos de La Matanza de Texas de Tobe Hopper. Sillas de ruedas, extrañas familias que viven en el desierto, viejos decrépitos, hijos subnormales, placer por tener una víctima joven al alcance, muchachas en biquini corriendo asustadas por la América Profunda. En aquella el american way of life se destroza con sierras mecánicas. En ésta con Tura Santana. Creo que la segunda entraña más peligro.

25.3.05

FREE REDNECK CINEMA (CON ZOMBIS)



No soy, para nada, un experto en el cine de Fred Olen Ray. Al contrario. Le he visionado muy poco y casual. De hecho, su cine me interesa más bien poco pese a su total adscripción a esa serie Zeta a la que tanto aprecio tengo. Pero claro, una de las (muchas) temáticas prioritarias de este Blog Ausente es el cine de zombis, aunque entre Godzillas, chinos y luchadores enmascarados pueda parecer algo relegada. No es así y de ahí sacrificar 74 minutos del Viernes Santo de 2005 con un subproducto de la categoría de Alien Dead. Por cierto, para un mejor conociemiento del cine casposo (y creo que aquí sí puedo utilizar este adjetivo que no me gusta un pelo) les remito a este post del señor REFO.



A lo que iba, la película. Uno de sus primeros largometrajes. Un meteorito ha caído en los pantanos (o mejor ¿charcas?) de Lousiana. Lo del meteorito nos lo escatiman, por cierto. Primero lo explica, de manera harto confusa, un viejo. Luego, hacia el final, en un pavoroso (de malo) flashback. ¿Cómo recreas la caida de un meteorito en un filme sin presupuesto? Fácil. Una mujer levanta la mano hacia el cielo y le metes un filtro rojo a la tipa. Y ya está. El cine es más fácil de lo que parece. Si Alien, la de Scott, era un éxito un año antes, ruedas una pauperrima cinta de zombis white trash y la titulas Alien Dead. Ese es el cine de Fred Olen Ray. El meteorito convierte a gente en zombis. ¿A quienes? Ni idea, pero desde entonces pululan por el lago, de manera submarina, salen por los alrededores y se comen a la gente y se beben la sangre. O algo así.



Eso es Alien Dead. Cuatro pueblerinos asustados investigando el caso del lago sin caimanes pero con gente muerta al son de música country y pretendidos sonidos futuristas e inquietantes basados en alguien que sopla por un tubo. El sherif es un manta inutil, Buster Crabbe nada menos, el Flash Gordon de los seriales de los años 30. El resto del reparto, tan pésimo como ignoto. Y la dirección, buff. Fred Olen Ray despide la década de los 70 con cine que nace ya viejo. En los interiores la cámara no se mueve. Se planta ahí en medio sin ningún criterio estético y se suelta a los actores, provistos de diálogos mongoloides, para que deambulen como puedan y consuman minutos como sea. Da igual que de vez en cuando miren a la cámara, o le den la espalda. Cine sin criterio. Cine libre. Una bandera, una mesa y cuatro sillas es la comisaria, sin bandera una casa, con un microscopio... un laboratorio.



Y luego, los exteriores. Cuatro tipos mal pintados que salen de la charca y atacan a las numerosas chicas que por ahí pululan y se bañan solitarias. Una teta es una teta. Todo hay que decirlo, las escenas de zombis acuáticos emergiendo del pantano algo bello tienen pese al feismo que todo lo envuelve en esta película de orgullosa serie zeta. No sé el qué, pero algo. La forma en que atacan a la gente y que ésta, pese a tener un un hacha, o un rifle, se limitan a poner cara de terror y quedarse paralizados en tomas de ojo de pez tiene una especie de gracia y encanto triste. Pero es bazofia pura y yo la degluto sin criterio. Para que se hagan una idea, una vez has reunido un grupo de personajes con los que centrar algo la acción en su huida de los zombis, los metes en un camión, a diez minutos del final, y les regalas a los espectadores cinco (¡5!) minutos de planos del vehiculo por carreteras secundarias mientras, en off, escuchas sus diálogos (mongoloides). “Qué hacemos, vayamos a Georgia, porque estos zombis de dónde salen, no lo sé, patatín, patatán” para al final masacrarlos en un anticlimático predesenlace con sacrificios inútiles y bombas molotov que no explotan. Y luego un final estúpido, burdo, que nada resuelve. Se acabó el dinero. Ah! ¿Pero había dinero? Quizás no había nada, tan sólo el impulso de rodar... algo, y luego acabarlo, de alguna forma. En una línea invisible y (a)estilística que nos lleva al peor Jesús Franco, al peor cine italiano de subgeneros. Al peor... algo. 74 minutos de Viernes Santo que yo he sacrificado para purgar los pecados del cine de zombis. El domingo resucito y Santas Pascuas.

HIJA DE VENGANZAS PRETÉRITAS



Hace pocos días reseñaba en este Blog Ausente el dosier que sobre cine oriental de sables incluye Dirigido Por. Autodelimitándose a una parte del género de las artes marciales, los sables, les decía que era un error obviar los chambaras o películas de samurais de serie B. El error alcanza el estatus de lo imperdonable tras visionar por segunda vez la magnífica, absorbente, Lady Snowblood (1972). Que sea, al mismo tiempo, referente básico, casí total y absoluto, de Kill Bill tampoco debe servir para menospreciarla. No es un filme destacable por estar en lo alto del juego de referencias tarantiniano, es un filme destacable por sí mismo, por sus imágenes, por sus silencios (tremendos) y por llevar las historias de venganza a un límite casi nihilista, salvaje y cruel para con la protagonista que la lleva a cabo. Como mucho, podemos agradecer a Kill Bill que haya servido para reivindicar y reeditar el filme (siempre allende nuestras fronteras, claro). Por otro lado, si ayer comentaba que el gran acierto de Las 36 cámaras de Shaolín era que ponía en segundo plano el argumento vengativo, con Lady Snowblood pasa todo lo contrario. Lo coloca delante, en los morros del espectador y sin darle asideros, haciéndole difícil un mínimo de piedad y practicando una extraña y melancólica poesía de la violencia. Hipnótica.

La película explica la historia de la Dama de la Nieve. Nacida en prisión y huérfana desde el primer instante de su vida. Con una maldición en su espíritu, su existencia sólo tiene una razón de ser, la venganza para con aquellos que mataron a su padre y luego violaron a su madre. Ésta inició la ejecución y la niña la continuara tras recibir una educación como samurai. O mejor, ronin que nunca tuvo amo con vida, en un contexto de transición política y económica que la convierte aún más en una especie de fantasma viviente. Un hermoso ángel (de blanco pero siempre manchado de sangre) consumido por una maldición desde el momento de nacer. El odio de la madre se transmite a ella desde el parto inicial, y en su interior habita y consume. La película, así, plasma la ejecución de los cuatro culpables, uno a uno, hasta llegar a un desenlace triste, melancólico y coherente. Y la falta de asideros y coartadas morales es evidente desde que una de las personas a las que quitar la vida, no la tiene en espíritu, el villano se transforma en víctima. Un pobre hombre ahora retirado y arruinado, un ser triste que vive acompañado y engañado por su hija, que hace ver que vende por los pueblos los artilugios de pesca que éste fabrica cuando en realidad se dedica a la prostitución. Lady Snowblood salvará la vida del humillado padre sencillamente porque ha de ser ella quien lo ejecute. La piedad del espectador no es para con la heroína (mejor hablar de antiheroina) sino para con su víctima, antaño malnacido y ahora un alma en pena. La crueldad y la inexistencia de concesiones es una constante del filme y de la venganza que se lleva a cabo.



Es un chambara violento. Las escenas y coreografías de lucha estan sábiamente mesuradas. Las películas japonesas son muy diferentes de los wuxias chinos. El buen samurai jamás llega a desenfundar del todo su katana (aquí oculta en una femenina sombrilla del mismo modo que Zatoichi la ocultaba en su bastón de ciego). Son peleas rápidas y secas, de pocos movimientos, con la sangre brotando a chorros mientras los miembros amputados se arrejuntan por los suelos, y en esa sinfonía de la violencia, que incluso, en su parte final, utiliza la música clásica como fondo musical, la figura de la actriz Meiko Kaji como bello y hermoso icono de la violencia de serie b nipona. Cuánto odio triste imprime en su mirada.



Les decía que Kill Bill toma como referente Lady Snowblood. Referente incontestable y generoso. Hay mucho de una en la otra. La devoción tarantiniana es casi mariana (por decir, ya que estamos en estas fechas sacras). Formal y argumental. Lady Snowblood se estructura en capítulos. Cada uno de ellos dedicado a una ejecución. Con constantes saltos en el tiempo. El flashback como unidad métrica decimal. Kill Bill es la historia de una madre en busca de venganza, Lady Snowblood la de una hija. Que la persona a matar sea madre (Vernita Green) no exime, tampoco que sea padre. Y que los vástagos cobren futura venganza es algo que en ambas se intuye, con más claridad en el precendente nipón.



No son las únicas referencias claras de un filme a otro. Qué va. El plano subjetivo de presentación de los verdugos sobre los que cumplir venganza es el mismo. Hasta se escriben sus nombres en pantalla. Que la madre de Lady Snowblood liquide a uno de sus violadores de idéntica forma que una adolescente O-Ren Ishii en la escena de animación del Volumem Uno es otra. Atravesando el cuerpo del amante asesino. Curiosamente, Lady Snowblood también tiene un flashaback similar, dibujado, aunque con ilustraciones, sin movimiento. Tarantino, pero, no oculta sus deudas. Al contrario. El tema principal de Lady Snowblood (que tiene una estupenda banda sonora, ya que estamos), Flowers of carnage, cantado por la misma Meiko Kaji, es el que cierra el Volumen Uno. Y luego, claro, está la nieve y la sangre. A mi juicio, Kill Bill era un peliculón. Lady Snowblood otro. Tuvo, por cierto, una secuela a priori imposible. Próximamente en este blog ausete.

24.3.05

SHAOLIN IT’S ON MY MIND (zunda zunda)



Wow. Un día más tarde de lo previsto. Las 36 cámaras de Shaolin. Uno de los grandes clásicos del cine de artes marciales de todos los tiempos. Por fin en mi retina. Vayamos por partes.

El kung-fu emergió del templo de Shaolín, donde era practicado por monjes budistas. Cuenta la leyenda que uno de esos monjes salió del templo para enseñar las técnicas, no sólo de lucha, al pueblo llano y así ayudar a éste a salir de la tiranía manchú. Esa es la historia que cuenta la película. No es la primera vez que se llevaba al cine. Tengo por casa una copia televisiva de Las artes marciales de Shaolin, realizada por el maestro Chang Cheh cuatro años antes. Tampoco sería la última. Lo que sí fue: uno de los últimos grandes clásicos de la Shaw Brothers (que anadaba un poco de capa caida a esas alturas, desde los Five Venoms que no tenía un gran éxito) y del kung-fu de la vieja escuela, génesis de numerosas secuelas. La película también conoció el éxito en los EEUU pese a ser rebautizada como Shaolin Master Killer, un título del todo horroroso si tenemos en cuenta que supone una enorme traición a sus planteamientos. Las palabras Shaolin y Killer jamás pueden ir juntas.

La película cuenta la historia de un joven que ve masacrada su familia y amigos. Convertido en fugitivo acabará llegando al templo de Shaolín, donde aprenderá las artes marciales mediante el paso por las 35 cámaras en las que se basa su enseñanza. Alcanzado el estatus de maestro, decidirá bajar de la montaña y extender sus conocimientos, ayudando así a la gente humilde a librarse de la tiranía manchú.

La película, dirigida por el maestro Liu Chia Lang es todo un espectáculo. Liu era, de hecho, un experto en el kung-fú de Shaolin y es fiel a su espíritu. La otra gran baza es el protagonismo de Gordon Liu, en su primer gran papel. Liu no sólo es todo lo ágil y atlético que se requiere, también es un buen actor. Su personaje evoluciona. De joven atontado a rebelde en busca de venganza y de ahí a tranquilo monje shaolín. Hay mucho de matiz actoral en sus miradas y gestos. Tristeza, humor, calma, empeño. Quizá por ello, y por respeto, lo recuperó Tarantino para Kill Bill con dos papeles: el de jefe de los 88 Maníacos y el de Tai-Pei el instructor de La Novia. La sociedad Liu Chia Lang - Gordon Liu continuaría con un buen montón de títulos, todos recomendables.



La película parte del argumento más clásico del cine de artes marciales: la venganza. Su gran virtud es que llegado a un punto este leitmotiv reiterado hasta la saciedad cambia hacia la instrucción y el aprendizaje. Y lo que en un principio puede parecer poco atractivo, esa parte central de tantas películas de chinos, aquí se convierte en lo mejor de la función. A niveles emocionantes, todo hay que decirlo. El paso por las 35 cámaras es la estrella. El disfrute. Y el descubrimiento del protagonista de sus aptitudes para el arte marcial. Su crecimiento al amparo de los maestros shaolines. Las pruebas a ir superando. Al final, la venganza ya no es tan importante y, de hecho, el enfrentamiento contra el villano manchú de turno resulta hasta anticlimático. Creo que es algo voluntario. Un nuevo signo de respeto del realizador. En una película sobre Shaolín la venganza no puede ser el tema principal ni ofrecer ese placer al espectador con su resolución. El lider de los villanos, por cierto, es Lo Lieh, antaño sufrido héroe de Chang Cheh (acostumbrado a pasarlas muy putas) en plena transición o proceso para convertirse en uno de los malos clásicos del cine de Hong Kong.

Técnicamente la peli también es exquisita, dentro de su modestia. Desde lar elaboradas coreografías, siempre realistas: olvídense de cables y demás efectos, al colorido majestuoso y un espectacular uso del shawscope. En ese sentido un disfrute para los sentidos. También en términos de vestuario. Por cierto, los manchús deberían ser muy malos, al fin y al cabo nos hemos acostumbrado a verlos, los aficionados, convertidos en esos simpáticos vampiros saltarines que tanta gracia me hacen. En definitiva, que Las 36 cámaras de Shaolin me hizo pasar un gran rato. La edición de Manga, por cierto, estupenda. Una pena que las ventas no acompañaran y la colección dedicada a los Shaw Brothers haya quedado en un limbo de mierda.

BARTOLA



En unas horas parto hacia la costa, a desconectar de la urbe que me acoje. Advierto, pero, que en el chalé(t) que tan poco frecuento ultimamente dispongo de ordenador, conexión y, especialmente, tiempo, por lo que este Blog Ausente no debería verse muy afectado. Al menos esa es mi intención. Seguir posteando. Estoy enganchado.

Simpsonario (CXXXVII)

Cine

En una serie que hace de la referencialidad una de sus grandes virtudes, es lógico (y necesario) que el mundo del Séptimo Arte forme parte de este juego de adivinanzas, homenajes, guiños y parodias. De hecho, las referencias cinematográficas son casi constantes en todos los episodios y se pueden contar por cientos en el conjunto de la serie. Algunas son claras y diáfanas: el episodio Dos docenas y un galgo remite, en su totalidad, al clásico de Disney 101 dálmatas. Otras son breves, que desafían la memoria de los más cinéfilos y pueden conllevar otro tipo de nivel de lectura de la serie: la búsqueda y captura del guiño escondido, oculto. Un ejemplo: cuando Bart construye un prototipo de coche de carreras y decide bautizarlo como Lil’ Lightin’ (Pequeño Rayo en la versión española). El detalle no tendría ninguna relevancia sino fuera porque este es el mismo nombre con el que John Travolta bautiza su coche en Grease. El guiño/homenaje resulta así tan evidente como oculto: sólo los que recuerden este detalle concreto de la película se percatarán de su existencia. Este ejemplo proviene del episodio Sábados de Trueno y sirve, también, para ilustrar otra modalidad de referencia cinéfila: aquella que aparece en el título; en este caso resulta bastante evidente que se juega con Días de Trueno, la célebre película protagonizada por Tom Cruise y que inspira, en parte, el argumento: las carreras de bólidos (aunque en este caso sean de madera y estén pilotados por niños). El nivel de referencialidad no es sólo múltiple, sino también variado. Sin movernos de episodio: cuando Bart y Nelson compiten, éste último utiliza unas ruedas trucadas que destrozan las del adversario, tal y como sucedía en la célebre carrera de cuádrigas de la mítica Ben-Hur.

Otro episodio muy útil para constatar la riqueza y variedad de las referencias a clásicos del cine es Director encantador, en el que en muy pocos minutos se rinde homenaje seguido a cuatro películas diferentes: Homer imagina viajar al futuro para buscarle un novio a su cuñada Selma y se encuentra con el futuro descrito en Terminator; Skinner exclama “mañana será otro día de colegio”, parafraseando una célebre frase de Lo que el viento se llevó (“mañana será otro día”); cuando Skinner sube a Patty por las escaleras del campanario, la escena remite primero a El jorobado de Notre Dame y, una vez arriba, las referencias al final de Vértigo de Hitchcock son claras.

Otra variedad referencial de la serie es aquella que prescinde de las imágenes cinematográficas y desafía la memoria auditiva del espectador jugando con las bandas sonoras de otras películas. En algunos casos el juego es fácil: en Pinta con grandeza Homer se ve obligado a hacer ejercicio y la música que suena de fondo es la de Rocky. En otros se exige mayor cultura cinematográfica: en El flameado de Moe Bart es perseguido por un grupo de exaltadas muchachas al ritmo de la música procedente de Con la muerte en los talones de Alfred Hitchcock.

Mención especial merecen los tradicionales especiales de Halloween; se produce uno por temporada y todos se agrupan bajo el título La Casa-árbol del terror. El cine condiciona totalmente la trama en sí misma de los diversos subepisodios que componen cada uno de estos especiales. Así, por ejemplo, en La casa-árbol del terror I los filmes a los que remiten las historias son cinco: El exorcista, Poltergeist, Terror en Amityville, Psicosis y La caída de la casa Usher.

Como se puede apreciar, el nivel de referencialidad cinematográfica es aplastante e impide, por su extensión y dificultad, un completo listado de homenajes y parodias que supondría un exhaustivo repaso a la historia del cine. De todas formas, este simpsonario incluye registros dedicados a aquellos cineastas (Hitchcock, Kubrick) o películas (Lo que el viento se llevó) a los que Groening recurre con mayor frecuencia.

23.3.05

GODZILLA ROCKS LOBSTER



Continuo repasando de manera ordenada la saga del Godzilla clásico. Al delirio space opera que era Los monstruos invaden la Tierra siguió la pintoresca y entretenida Los monstruos del Mar (Gojira, Ebirâ, Mosura: Nankai no daiketto ; Godzilla versus the Sea monster). Les explico un poco el argumento y luego paso a comentar detalles, que son muchos.



La cosa da inicio con un pescador atontao que busca a su hermano perdido. Necesita un barco y para ello acude a un maratón de baile que ofrece, como regalo, un velero. No ganará (servirá para ver unos cuantos japos bailando el bugaloo) pero conocerá un par de estudiantes imbéciles. Acaban, no se muy bien como, en un velero en el que se ha refugiado un ladrón de guante blanco experto en abrir cajas fuertes. Papel hecho a medida del gran Akira Takarada en su última aportación a la saga. La peli es de monstruos, por lo que les acabará atacando la pinza de lo que parece ser una langosta gigante y acaban de naufragos en un isla.



Allí descubriran que se oculta una secreta organización de aires filocomunistas. Red Bambú se llama. Secuestra nativos de la cercana Isla Infante (sí, la de Mothra) y los tienen esclavizados fabricando bombas atómicas hasta que palman por la radioactividad. No pueden huir porque la propietaria de la pinza, langosta gigante llamada Ebirah, ronda por la costa sembrando el terror. A los barcos de la siniestra organización no los ataca porque disponen de un polvo amarillo repelente. Así que el ladrón, armado de una ganzua que todo lo abre, los tres imbéciles que le acompañan y una nativa, la preciosa Kumi Mizuno, pondrán en jaque a la organización haciendo de las suyas. Para ello contarán con la inestimable ayuda de Godzilla, que andaba sobando en lo profundo de una gruta de la isla, que como es lógico se enfrantará a la langosta en un par de descacharrantes duelos. Tampoco debemos obviar la presencia final de Mothra y las aelinas (lógico si tenemos en cuenta que se escuestraba a los simpre sufridos habitantes de la isla Infante) e incluso la aparición de una ridícula águila gigante. Bien. Sinopsis manufacturada rapidito y con pocos espoilers. Ahora tocan un montón de detalles con nombre propio.



Jun Fukuda. El director. Esta es su primera película de la saga. A partir de este momento se convierte en el realizador habitual, todo y que Honda aún regresará en tres ocasiones más a la saga clásica. Está claro que Fukuda es un artesano muchísimo más plano que su predecesor, y tiene muy mala fama ya que en su haber se cuentan algunas de las más ridículas aventuras del saurio radioactivo. Fukuda representa la decadencia e infantilización definitiva del personaje, es cierto, pero también es justo remarcar que tanto Los Monstruos del Mar como El hijo de Godzilla, con sus defectos en comparación con la vistosidad y gloria inmediatamente anterior, son películas dignas y, sobre todo, muy divertidas. Del tema de los colores (una obsesión por mi parte) nada digo porque la copia que tengo, procedente de uno de los pocos pases televisivos del filme y que es la misma que circulaba en vhs en los 80, es un penoso pan and scan que recorta el formato original (con lo chulo que es el tohoscope) y palidece los colores. Una pena.

King Kong. Sí, el mítico gorila gigante. ¿Qué pinta citarlo? Bien. Veamos. En realidad Los monstruos del mar era un guión pensado para ser protagonizado por King Kong. El éxito de King Kong contra Godzilla aún se arrastraba en medio mundo y los poseedores de los derechos querían una nueva entrega nipona. Había un problema: exigían a Honda tras la cámara. No podía ser: éste se encontraba en pleno rodaje de la estupenda La batalla de los simios gigantes. Así que los americanos decidieron esperar o así al maestro, que acabaría rodando la encantadora King Kong se escapa al año siguiente. El guión sería otro, así que la Toho optó por reciclar el viejo convirtiéndolo en una película de Godzilla. Este detalle explica algunas cosas del filme que no acaban de cuadrar con el Godzilla que llevábamos visto hasta el momento. Una es el interés que le despierta la nativa jamona, a la que arrincona y observa al más puro Kong Style cuando a Godzilla básicamente no le interesan los humanos. La otra sería la forma en que le despiertan del profundo sueño: haciéndole llegar los rayos de una tormenta mediante un pararrayos casero. No es la forma ideal de despertarle, recordemos que le repele la electricidad. A quien le gustaba la electricidad y le incrementaba la fuerza era a la versión nipona de King Kong. Otro detalle: hacia el final se enfrenta a Mothra aunque la polilla rehuye la batalla y prefiere ir a lo que ha venido: rescatar nativos. No tiene mucho sentido si pensamos que ambos seres se conocen y, de hecho, forman parte de los “buenos”.


Godzilla in love

Continuidad. Ya intuida con el tema de Mothra de hace un momento. Pero recordemos que ésta, la continuidad de un filme al siguiente, ya había tambaleado en la anterior entrega, ambientada en un hipotético año 2000 futuro. Por cierto, la polilla aparece en su aspecto de polilla. Desde Godzilla contra los monstruos que no la veíamos así sino en su forma de oruga. Y las Aelitas ya no son el duo pop The Peanuts sino dos suplementes bastante más feas, cosa que no impide la inclusión de un sempiterno número musical.

Nuevo escenario. Ya sea por la procedencia kingkonesca del guión o porque en la Toho seguían queriendo hacer con cada película de Godzilla algo diferente a la anterior la cosa está en que es la primera vez que se aleja al gran saurio del contexto de destrozo urbano que le era típico y afín hasta el momento. La acción se desarrolla en una remota isla del pacífico. No hay rascacielos que tumbar aunque sí una central nuclear. También es cierto que los recortes presupuestarios ayudaron a alejar a Godzilla de maquetas más laboriosas.



Los Malos. Una siniestra organización denominada, como ya dije, Red Bambú. Toda ella destila un aroma a Spectra bondiana de tres al cuarto. AL mando un tipo tuerto muy chungo y cruel. Que un grupo de inútiles liderados por un ladrón de guante blanco, que utilizan falsos matojos para moverse libremente por la isla y que luego campan a sus anchas por el secreto recinto no dice gran cosa de ellos. Que tengan a Godzilla de vecino roncante sin saberlo tampoco.



La Banda Sonora. De la misma forma que no tenemos a Honda tras la cámara, tampoco el gran Akira Ifukube se encarga de la música. El sustituto es Masaru Sato, que ya había compuesta el score de Godzilla Contraataca (el único título hasta este que no estaba dirigido por Honda, precisamente). El tono de las películas de Godzilla ya no era el mismo y ambas composiciones son bien diferentes. Si en aquella seguía con solemnidad el camino trazado por las fastuosas orquestaciones militares de Ifukube, ahora entrega un delirio pop que a ratos recuerda un Spaguetti western primigenio (cuando se produce el primer enfrentamiento con Ebirah), a Henry Mancini o a las sintonias de Batman o James Bond. Y mejor correr un tupido velo sobre la tonada lounge pop estridente que acompaña el ataque de los aviones de Red Bambú contra Godzilla.

Ebirah. La langosta gigante es un monstruo estupendo. El par de escenas con la pinza surgiendo en la noche, en medio de la tormenta, atacando a los protagonistas son bastante majas y evocadoras. El detalle de ver como atrapa a dos pescadores, los ensarta y se los zampa es toda una cruel novedad a estas alturas de la saga.



Sastreria monstruosa. Hay un detalle tremendamente pavoroso. Impropio. Fatal. Al tipo que va dentro le va grande el traje. Y se nota. Pliegues por aquí, arrugas por allá, boñigos por acullá. Si el espectador se percata del detalle, cagada. Toda la magia a tomar por el culo.

El águila. Aparece un momento para atacar a Godzilla. De hecho es una escena bastante konguiana ya que el ataque distrae al saurio y la nativa jamona puede escapar de sus garras. A lo que iba: el águila en si es de pena. El peor bichejo aparecido hasta la fecha. Se dedica a dar unos cuantos picotazos hasta que Godzilla le suelta un rayo radiactivo y la chamusca. Pero ya les digo que de diseño y movimientos es penosa.



Las peleas. El par de enfrentamientos entre Godzilla y Ebirah no están nada mal. Aunque también es verdad que haber visto el filme recortado y no en el scope original hace dificil juzgarlas. El Gran G. se dedica a su deporte favorito, el lanzamiento de piedras, degenerando entonces el combate en un extraño partido de tenis por parte de Ebirah y su pinza, al que Godzilla responde a cabezazos.



Cosas nunca vistas. Tres detalles novedosos para terminar. La película incluye escenas submarinas de combate entre Godzilla y la langosta. No está de más recordar que nuestro saurio favorito es anfibio. También incluye, en un plano desde le punto de vista de la nativa jamona, de Godzilla acercándose a la muchacha. Un primerísimo primer plano del monstruo inédito hasta la fecha y, sin duda y de nuevo, de ascendencia konguiana. Lo he puesto un poco más arriba ya que es impagable. Finalmente, si en la anterior película teníamos a Godzilla celebrando su victoria con su célebre danza a saltitos, en esta ocasión, tras derrotar al águila, el monstruo se rascará la nariz con un movimiento que recuerda sobremanera al de Vicki el Vikingo.



Curiosos títulos guiris. Si buscan imágenes o carteles por ahí se percatarán que la versión alemana bautizaba a Godzilla como Frankenstein. Los italianos, tan raros ellos, optaban por convertirlo en King Kong y, de hecho, algunos carteles de la película presentan al mono gigante. El inocente espectador pagaría la entrada y descubriría que, en realidad, el mono es un reptil.



Y eso es todo por hoy. Las aventuras de Godzilla continuaran en El hijo de Godzilla. Próximamente en este Blog Ausente.

Simpsonario (CXXXVI)

Cimientos

Los de casa Simpson se desmoronan de improviso, transformando el hogar en una especie de torre de Pisa inclinada, hasta el punto de atraer montones de visitantes.

DALE AL SUPR Y LLÁMAME TONTO



Tenemos a absencito de vacaciones en la costa con la abuela. A ratos se le encuentra a faltar, pero poder ver una película entera y sin interrupciones tiene su aquel. Mi intención era regalarme un visionado de Las 36 cámaras de Shaolin, célebre masterpiece marcial que aún no he podido disfrutar. Pero claro, no estoy solo y, de hecho, los viernes y sábados, a eso de las once de la noche, suelo regalarme visionados en soledad, así que era justo darle a doña absenta la elección de filme. Olvídate de mí. El irrisorio título español de la estupenda Eternal Sunshine of the Spotless Mind.

Come ven, he dicho “estupenda”. Osea que sí, que me ha gustado, que la considero una buena película. No es más de lo mismo y el deseo de ser originales y asumir ciertos riesgos por parte de sus creadores, Gondry y Kaufman, se salda con la siempre difícil victoria. No es cosa fácil. La historia del cine está llena de fallidos ejercicios de estilo a los que loar intenciones y maldecir resultados. Aquí no pasa. O al menos no me pasa a mí. También les diré, y quizá les sorprenda, que es mi primer acercamiento a los guiones del señor Philip Kaufman. Nada había visto aún pero seguro que más veré. A saber cuándo, eso sí. Me gusta el hecho de que por una vez el artificio sirva a la historia, y no al revés.

Tampoco me apetece hablar o reflexionar más sobre la película. Están todos muy bien, especialmente Jim Carrey, lo cual a estas alturas ya no es sorpresa ni nada, si alguna vez lo fue. Quizá haya algún exceso hacia el final, pero bien, ni molesta ni desluce. Como comedia romántica, que es un género que tiene más problemas que otros para atraparme, funciona y es real. Es una historia de amor y pareja de verdad, nada de esas bobadas rosas que tanto me incomodan. Y luego está el hecho que buena parte transcurra en el interior del cerebro humano. En la memoria, tan cercana al mundo onírico. La duda dickiana sobre la realidad de la realidad es más grande trasladada al recuerdo. La mente humana tiene una capacidad enorme para perfeccionar el pasado. Por eso en el presente (del filme) se quiere borrar lo reciente y, una vez sumergidos en el recuerdo, se desea su permanencia. También hay mucho de sueño lúcido. Por cierto, me encanta el personaje de Elijah Wood. Menudo hijo de puta. Ayer hablábamos del uso del hipnotismo para ligar. Pues recurrir al recuerdo ajeno no es moco de pavo.

Simpsonario (CXXXV)

Ciencia-ficción

Futurama es Ciencia-ficción; en Los Simpson hay ciencia ficción; de todas formas los Simpson se seguirán emitiendo dentro de mil años. Con episodios originales” (Matt Groening).

22.3.05

YO TAMBIÉN QUIERO UN HYPNO-COIN



C. Rancio. Siempre C. Rancio. El hombre se ha destapado como un indispensable link hunter en la brutto lista. En otro día nos descubría Hypnosis In Media. Bonita web dedicada a rescatar la visión pop que del mundo de la hipnosis han dado los tebeos, el cine, la televisión o el merchandaising pajero. La cosa, como entenderán, da para mucho. Por recomendárles algo así directamente les aconsejo que no se pierdan la sección dedicada a los advertisements plagada de anuncios publicitarios de los más variados objetos para hipnotizar.



Es muy útil esto de poder robar la voluntad de las personas. Las posibilidades laborales, sexuales o simplemente sociales del asunto sin duda no se escapan a ninguno de ustedes. Por eso, el hypno coin me parece un invento cómodo y genial. La clásica espiral hipnótica a tamaño bolsillo. La sacas de la manga en un momento de despiste y, zás, el mundo en tus manos. Bueno, el mundo si se es un poco ambicioso. Seguro que habrá quien se conforme con abducir hembras de buen ver, aunque también es cierto que la movilidad física de un hipnotizado nunca se ha caracterizado por la agilidad y sincronía de movimientos. Como recurso para fiestas tampoco está mal. Siempre hay algún cejijunto voluntario para una ridícula regresión. Y, por supuesto, para descubrir secretos jamás revelados en boca del culpable. La información es poder. Como el tema me ha encantado, he buscado un poquito, dando con esta otra página que también recorre el mundo de la memorabilia y los objetos paracientíficos (o no) para la fabricación de durmientes. Las Gafas hipnóticas, por ejemplo, resultan una idea brillante aunque seguramente poco discreta. Y peligrosa si uno se propone andar por la calle con ellas puestas.



Desde Drácula a Fu-Manchú, son muchos los villanos que han utilizado la hipnosis para llegar a dominar el mundo y/o ejercer maldades. Algunos tan sólo necesitan del poder de su mirada. Entes poderosos pocos dados al fracaso. Y luego, claro, una larga lista de fracasados. Cuando no se es sobrehumano se está más cerca del fallo humano. Es de cajón. Y más cuando se depende de objetos y utensilios. De entre todos ellos, por aquello del gadget hermoso a localizar, y como colofón a este breve texto, nada mejor que rememorar la figura marveliana del Jefe de Pista, el líder del Circo del Crimen. Su sombrero de copa es un artilugio mítico y facil de construir. Una simple espiral (de venta en las mejores tiendas del ramo) con motor incorporado y oculto en el sombrero, que al ser de copa tiene espacio en su interior. Complicado no es, de la misma manera que su facilidad es proporcional a la posibilidad de fracaso. El jefe de pista nunca fue un triunfador. Siempre hay superhéroes ciegos sobre los que no surje efecto. O el hecho de enfrentarse a La Masa armado con un sombrero hipnótico resulta ciertamente temerario. Nadie es perfecto.

Simpsonario (CXXXIV)

Chiste

Adoro la idea de poder incluir chistes que los niños no llegan a entender y de los que más adelante podrán disfrutar a un nivel completamente diferente”. (Matt Groening).

Festejos (IV)



Pues sí, amigos. Hacía semanas que no dedicaba ningún post a festejar momentos y hechos indispensables de la Historia Pajera de la Humanidad. No siempre hay tiempo. No siempre hay algo que verdaderamente merezca la pena. Pero hoy sí, amiguitos. Hoy ese protohombre multimedia que es William Shatner cumple 74 años y desde luego que en este Blog Ausente no podemos dejar de felicitarle con la alegría y desparpajo que nos caracteriza.



William Shatner no sólo es uno de los mitos vivientes de la historia de la televisión. No sólo es un icono pop gracias a su papel de Capitán Kirk en la mítica saga Star Trek. Shatner es mucho más que eso. Es el prototipo de artista total para el siglo XXI. El hombre orquesta multimedia. El Leonardo da Vinci de la Sociedad Borderline. Vegetariano de pro siempre dispuesto a prestar su imagen de salud rolliza en beneficio de la causa lechuguina. Guionista y director forjado en la televisión que dio el salto a la gran pantalla con un hito del cine fantacientífico con enjundia: Star Trek V La última frontera. Pero claro, estos detalles por sí solos no bastan para comprender la enormidad de su figura. Hay más.

Su faceta como escritor también debe ser tenida en cuenta. Son varias las novelas que sobre Star Trek ha escrito. No sólo eso. Del todo creación personal es TekWar, saga fantacientífica que él mismo se ha encargado de llevar a la pequeña pantalla. Y luego, claro, lo mejor para el final: su exitosa carrera como cantautor. Mítico es el album conceptual que editó en 1968, The Transformed Man. En palabras de Paul McCarthy "su versión de Lucy in the sky with Diamonds es tan mala que es genial". Mucho hay de envidia por verse superado en tamaña afirmación del ex-beatle. Hace bien poco que William regresó al terreno musical, aunque sus audiodiscos recitando aventuras de Star Trek siguen siendo joyas a perseguir por los fans. Que son muchos. No es extraño que la devoción a su figura, con el tiempo, se haya convertido en un auténtico culto religioso: la shatnerología. El hecho de que nuestro hombre naciera el mismo día en que, unas pocas décadas antes, los hermanos Lumiere hicieran el primer pase público de su invento puede parecer una casualidad pero probablemento no lo sea. ¡Felicidades William!

Simpsonario (CXXXIII)

“Chicos no amenazadores”

Denominación o cabecera de una revista ojeada por Lisa en un par de episodios; cuando inventan los nombres de los más variados productos, los autores de los Simpson se divierten parodiando la, a menudo, absurda, ridícula y sensacionalista terminología con que la sociedad americana enfatiza muchos productos.

21.3.05

SETAS



Inoshiro Honda pasara a la historia y será recordado como el director de las mejores películas de Godzilla. Cosa ésta, si siguen este Blog Ausente ya lo sabrán, que me parece grande. Hay unas cuantas joyas, la mayoría comentadas por aquí a estas alturas (y por desgracia para mi futuro reseñador godzillesco). Pero Honda no sólo hizo Godzillas. De hecho, no sólo hizo películas de monstruos gigantes (al margen de Godzilla tiene unas cuantas de maravillosas), también hizo ciencia ficción pulp (les recomiendo, fervorosamente, The Mysterians o Atoragon). De hecho, en los sesenta Honda estaba en estado de gracia (con alguna excepción hacia el final). También tiene un poco conocido ciclo de varias películas sobre mutaciones. Tan sólo he visto una de ellas. Una maravilla. Matango.



Más conocida internacionalmente con el bizarro título Attack of the mushroom people (es decir, El ataque de los hombres hongo), Matango es un ejemplar cuento de horror. A Honda se le recuerda pulp pero en la vertiente más pop y space opera del asunto, pero aquí demuestra que podía perfectamente acercarse al género terrorífico en su vertiente de cuento de horror siniestro y sugerente. De hecho, esa misma atmósfera la recuperó, al final de sus días, rodando para los Sueños de su amigo Kurosawa un tenebroso desfile de soldados resucitados de enorme plasticidad. Y es que en tema de atmósferas, colores y demás emociones visuales Honda era un auténtico genio. Luego muchos se llenan la boca loando a los Mizoguchis, Ozus y demás (que sí, que vale) y pasan por alto la figura de un realizador mucho más popular, “el de los Godzillas”.

Ya les digo que como cuento de terror clásico Matango es de sobresaliente. E incluso diría que va más allá del género, pudiendo servir como parábola potente en segunda lectura. En primera, ya digo, cuento de horror del de toda la vida. Por tanto, y en mi opinión (siempre modesta), una extraña y muy desconocida perla a recuperar y reivindicar.

Narrada en un largo flashback por el único superviviente, explica la historia de siete naufragos (cinco hombres y dos mujeres) de un lujoso velero que van a parar a una extraña isla. No hay presencia animal. No hay comida. Casi no hay agua potable. En el fondo del mar se aprecia que es una especie de cementerio de barcos. En la playa, de hecho, un extraño navio repleto de mohos multicolores. Rojos, verdes, azules. Colores Honda. La historia es asfixiante. Los siete supervivientes cada vez se llevan peor. Rencillas por el lideraje, por la comida, por las mujeres. Y en la isla setas. Extrañas setas. Y misteriosas presencias pútridas y húmedas que espían. Y el hambre impulsará a algunos a comer de esas setas.



Inspirada en un cuento de William Hope Hodgson, Los náufragos de las tiniblas, no sé hasta que punto dado que no he tenido el gusto de leerlo, no sorprende entonces el aire tremendamente lovecraftiano que envuelve todo el filme. De hecho, una mirada a la desigual relación entre el genial escritor de Providence y el mundo del cine no debería pasar por alto este título. El océano como ente oscuro y ominoso, la humedad sobrecargada que todo lo cubre, el moho pútrido, las criaturas deformadas y aborrecibles que habitan la isla, el pesimismo. Son muchos los elementos que, creo, remiten a HP Lovecraft y al círculo de escritores de horror pulp que le eran estilísticamente afines y de los que WH Hodgson era referente inmediato.



Insisto en que como historia de horror clásica es modélica. La narración en flashback por un superviviente (que oculta una carga, claro, no les digo más), la tormenta ominosa, la isla misteriosa, el navío fantasma (y qué navio, señores, embarrancado en la playa, una imagen espeluznante, sobrecogedora). Elementos para un buen cuento de miedo. Pero hay más. Quien come las setas se convierte en un monstruo. Mushroom people. Seres viscosos que acechan en la oscuridad. Y que quieren atraer al resto. Formar parte de una nueva comunidad viscosa y feliz. Compartir la eucaristía lisérgica. Hay también mucho de La invasión de los ladrones de Cuerpos. También de vampirización. A ello hay que sumar el carácter agrio de los personajes. Se hace muy difícil sentir simpatía por sus claustrofóbicas personalidades. Nadie es del todo bueno. Ni del todo malo. Seres humanos débiles en una isla nicho poblada por hongos primigenios. El millonario egoista, el profesor tímido y retraido, el marinero ruín, la estarlete que juega y domina con su sensualidad. Y, acechando, la felicidad y el placer hedonista en un jardín poblado de setas mutantes sobre las que abandonarse. O la frase final del narrador, colofón ideal para un cuento de miedo no exento de cierto romanticismo maldito.



Un peliculón, en definitiva, jamás estrenado ni editado en nuestro país que he podido recuperar gracias a cierto animal que últimamente no para de darme alegrías. Reconozco, pese a mi entusiasmo, que tampoco es que sea un filme perfecto. Los monstruos hongo del final pueden parecer un tanto envejecidos, ya saben, cartón piedra. Pero el clima conseguido hasta ese momento salva la función incluso para el espectador moderno acostumbrado a presencias digitalmente pulidas. Estoy convencido. Por cierto, remirando por la red he visto que hay hasta merchandaising de tan extraños seres.