20.6.05

ROGER CORMAN SE SUBE A LA NOSTROMO



En la prehistoria de este Blog Ausente analizaba la enorme deuda de Alien con tres películas de serie B: Terror en el espacio, It! The Terror from beyond the Space y Queen of Blood. Para cerrar el círculo, de manera romántica, justa y coherente, la obra maestra de Ridley Scott generó a su vez una generosa cantidad de exploitations, de películas de bajo presupuesto alegremente dispuestas a chupar del bote del alienígena chungo y monstruoso. Y como no podía ser de otra manera, ya puestos en los terrenos de la serie B sin prejuicios, el bueno de Roger Corman también se puso manos a la obra. Este fin de semana he tenido la oportunidad de pasármelo pipa con una de sus producciones “alienadas” para la New World, la entretenida La Galaxia del Terror.

La cosa es lo que es, un producto descarado plagado de actores de saldo y rostros televisivos, apañados efectos especiales (que incluyen algunas escenas de stop-motion), bonitos decorados tenebrosos (el diseño de producción es nada menos que obra de James Cameron) que luego, claro, fueron reutilizados por Corman en otra película (Forbidden World), gore festivo, alguna teta, momentos antológicos y un final metafísico bastante imbécil. La película remite sin pudor a Alien pero también a Terror en el espacio y a la entrañable Planeta Prohibido.

En un futuro lejano sin determinad, el jefe de los humanos, un tal “Amo” al que no se le ve la cara porque le reluce con un áurea colorada, envía una nave a investigar una extraña pirámide alienígena localizada en un desértico, oscuro y abrupto planeta. La tripulación es todo lo pintoresca que requiere un producto de estas características. A saber. Tenemos al héroe, Eddie Albert luciendo un tremendo look ochentas con bigote incluido; un exótico guerrero místico especialista en arrojar extrañas y afiladas estrellas de cristal encarnado por el bueno de Sid Haig; una astronauta claustrofóbica (que ya les vale) y otra que siente aversión por los gusanos; un paranoico de gatillo fácil que es una de las pocas aparicones delante de las cámaras de Zalman King, futuro productor de exitosos engendros softcores como Nueve Semanas y Media; un sospechoso cocinero (Ray Walston, el de Mi marciano favorito); una dura capitana traumatizada por ser la única superviviente de una masacre galáctica; un rubito cobarde y atontado; un comandante prejubilado; y luego tenemos al bueno de Robert Englund, que, por cierto, en un momento dado del filme se enfrentará a una especie de reverso tenebroso de sí mismo que remite, claramente, a su futuro y célebre Freddie Krugger.



La película, en su falta total de pretensiones y pese al final metafísico para listillos, es un buen ejemplo de serie B digna que declara la guerra al aburrimiento. Todo pasa muy deprisa en su devenir de body count, los astronautas van cayendo, poco a poco y de uno en uno según avanzan por el interior de la bizarra pirámide, atacados por un buen montón de monstruos diversos y pintorescos. Y en ese devenir nos regala, además de un grupo de zombis hacia el final y un cartel ciertamente hermoso, unas cuantas escenas de antología, entre ellas la amputación de un brazo poseído, un destripamiento, una desfiguración causada por la falta de presión y, por encima de todo, la violación de una de las astronautas a cargo de una enorme, viscosa y babeabte oruga gigante. Acabado el acto sexual le sorberá el cerebro. Qué bonita es la serie B.

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