20.12.04

MEMORIAS DE UN FRANCOTIRADOR

Parece mentira. Antes del advenimiento de absencito, un libro de unas trescientas páginas me duraba, de media, de una semana a diez días. E inmediatamente era sustituido por otro. Casi sin descanso. El viernes terminé la lectura de las Memorias del Tío Jess (Aguilar, 2004). Un libro ameno y de lectura fácil que me ha acompañado casi durante 4 meses. Mis ritmos, definitivamente, han cambiado.

La autobiografía del pintoresco cineasta Jesús Franco. Nada menos. Vaya por delante que me han producido una cierta decepción. Y vaya por detrás que no es un mal libro cuando uno constata definitivamente que va por otros derroteros bastante alejados del aficionado al bajo presupuesto. Es decir, que quien vaya buscando conocer de primera mano la aventura cinéfaga (y nunca mejor dicho) del director de Necronomicon, se topará más bien con una reconstrucción biográfica de la España de posguerra. No exenta de interés, por eso. Y bien escrita, a mi juicio. Sin florituras pero directa, ágil, que se lee sin esfuerzos.

El Tío Jess dedica la mayor parte de las páginas a rememorar su juventud y a describir lo que en el fondo me ha parecido que podríamos llamar, con mucha cautela, pre-contracultura española. Me explico, ya que hablar de contracultura en la España de los 40-50 es bastante aberrante. Por eso ese PREfijo. Pero es lo que pensaba al leer todas esas tímidas e inocentes aventuras del joven e inquito músico amateur de jazz y chachachá que se escapa por las noches y recorre un Madrid subterráneo que malvive pese al régimen. Eso, la pasión por la música y muchas de las anécdotas son lo mejor del libro. Y el enorme resentimiento del autor hacia la dictadura en general y hacia la censura en particular es una de las conclusiones claras. El Tío Jess hizo el cine que hizo ¿porque quiso o porque no tuvo más remedio? Una mezcla de las dos cosas variable según la etapa.

Ya que he tocado el meollo del asunto. El cine. El lector encontrará en el libro principalmente el fervor de una rata de filmoteca emigrada a París y las impresiones de primera mano sobre Welles, Bardem y Berlanga. Y es que Jesús Franco se muestra bastante esquivo a la hora de hablar sobre su extensa y dispar filmografía. Apenas unos pocos títulos y algunos comentarios sobre erotismo y pornografía. Así, resulta curioso encontrar mínimas o inexistentes referencias a sus filmes con Soledad Miranda, la experiencia de adaptar el Drácula de Stoker, la fascinación por el personaje de Orloff. O su participación peterlórrica en esa obra maestra del cine español que es El extraño viaje, sin ir más lejos.

Uno se queda con las ganas de saber más sobre esa extraña adicción al cine. A rodar sin descanso. A acabar un filme y continuar con dos a la vez. Al recurso del engaño para seguir filmando, sin parar, con su "compañía estable de actores". Aprovechando esto y aquello. Hacer cine como pulsión vital, a menudo desentendiéndose del resultado (y del espectador). Ese es el Jesús Franco del que me gusta leer o hablar (incluso más que ver muchas de sus películas, ojo). Un conocido que trabajaba en un hotel de la costa catalana me explicaba que el Tio Jess, en los 80, estuvo allí hospedado durante más de un año. Aprovechó las estancias y alrededores para filmar un par de películas. Una de ellas hasta ambientada en el Caribe. Mi amigo, de hecho, incluso participó de extra en ellas, que si ahora el botones que abre la puerta, que si luego llevas un paquete. Y de pronto, un buen día, ni rastro. Sin pagar algunos meses. Dejando olvidadas algunas bobinas. Con los bártulos a otra parte. A seguir filmando. Como sea. Como los Desperados.

Ese es el Jess que más me fascina pero del que hay poco en sus memorias. Si buscan a ese Jess, léanlas (claro, es su relato y ayuda mucho a conocerlo) pero compleméntenlo, entre otros, con el texto y la entrevista incluidos en Cine Fantástico y de Terror Español 1900-1983 (Semana de cine Fantástico y de Terror de San Sebastian de 1999) y con Jesus Franco, Francotirador del cine Español (DeZine nº 4, 1991).

Por cierto, al margen y para acabar. Resulta curioso el uso abusivo que del término casposo se hace en el libro. A menudo leo o escucho vincular lo casposo con el cine de Jesús Franco. No sé. Yo creo que la caspa mediática es una cosa más vinculada al cine de los Pajares y Esteso, por ejemplo, que al cine como pulsión vital (por malo que sea) del Tío Jess. Quizás pretenda, a fuerza de utilizar el adjetivo, gastarlo. O que, si todo es casposo, nada lo es.

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