10.8.06

LA PELUDA ESPINILLA TEEN QUE CAMBIÓ HOLLYWOOD

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1. La Briosa intro para una piedra filosofal de la Pop Culture
La Historia de la humanidad nunca estará lo suficientemente agradecida a la American International Pictures (AIP). Y en términos de Cultura Pop... ¡Qué decir! No sería lo mismo. Es como si... si... Marvel Comics, CaradeCuero o los zombis caníbales no hubieran existido. Supongo que pueden hacerse a la idea. Y sepan una cosa: no estoy exagerando ni un ápice. En 1956 James H. Nicholson y Samuel Z. Arkoff unían sus esfuerzos en aras de crear el más importante emporio productor y/o distribuidor de series bé (y zeta) de los siguientes veinticinco años. Las blaxploitations más míticas, Roger Corman (y sus ahijados), los modestos terrores espaciales Edward L. Cahn, los gigantismos y enanismos de Bert I. Gordon... y las producciones de Herman Cohen. Ahí quería yo llegar, a Herman Cohen, un visionario a quien tanto le debió la AIP en sus inicios. Él fue quien dió con la piedra filosofal que iba a cambiar, como lo leen, la historia del cine: I Was A Teenage Werewolf (usease, Yo Fuí un Hombre Lobo Adolescente).


2. Aquello que la Gente Olvida Demasiado Rapido
Si han leído ustedes Easy Riders, Raging Bulls: How the Sex-Drugs-and-Rock 'N' Roll Generation Saved Hollywood de Peter Biskind (aquí editado bajo el horroroso título de Moteros tranquilos, Toros Salvajes: La Generación que cambió Hollywood) sabrán que filmes como Easy Rider o Tiburón cambiarón el Hollywood Clásico. No voy a ser yo quien contradiga ese libro (que además está muy bien, háganle un tiento si pueden), pero me temo que si tiene un fallo, o más que fallo... vacío, es la falta de referencia al contexto anterior y al punto de partida generacional. No es que pase casi de puntillas sobre la figura de Roger Corman (y eso que la mayoría de cineastas sobre los que gira el texto se criaron bajo su cobijo), no. Es que no menta I Was a Teenage Werewolf y eso que fue la madre del cordero. La peliculilla de serie bé Que Cambió Hollywood. Y, por tanto, su productor y coguionista, Mr. Cohen, fue un visionario, un genio, uno de esos hombres hechos a sí mismos que idolatran en los EEUU pero que en este caso está injustamente olvidado.


3. Lo que realmente Quieren los Alegres Muchachos del Autocine
La AIP inició su andadura con It Conquered the World (Roger Corman, 1956), aunque el indescriptible bichejo que asustaba a Beverly Garland no puede decirse que sirviera para dar el gran campanazo, no. Pero este no tardó nada en llegar y fue, precisamente nuestro hombre lobo juvenil. Y a partir de ahí todo es historia. ¿Por qué? Fácil, la clave no está en el "werewolf" del título sino en lo que le precede, el "teenage", el adolescente. Mr. Cohen tuvo la acertadísima visión de que con la llegada de la televisión los adultos nos íbamos a quedar espanchurrados en el sofá viéndo la Caja Tonta y que iban a ser ellos los jóvenes, el público del futuro. Y menudos jóvenes: los primeros jóvenes de la historia. Los hijos del átomo que engendraron el rock'n'roll.



La vista también estaba puesta en Rebelde sin Causa, claro, pero Herman Cohen fue lo suficientemente listo para ver que todo ese melodrama existencial lastraba la película de Nicholas Ray. Había que despojarla de esos ticks adultos que, no nos engañemos, la hacían interesante para chiquillas enamoradas de James Dean y algún que otro jovencillo afeminado, pero no para el muchachote de la High School que era, al fin y al cabo, quien conducía el coche hacia el autocine y pagaba las palomitas. Ese muchachote de incipiente tupé y primeros Lucky Strike necesitaba básicamente dos cosas:
a/ un protagonista algo más real e inmediato (y menos amanerado y llorón) que Jim Stark con el que identificarse, aunque fuera de manera alegórica;
b/ que la jovencita que acababa de recoger se le arrimara lo suficiente, era el justo pago por haber tenido que pasar a saludar a los padres y haber tenido que apoquinar con los 50 centavos del batido.



Y la respuesta no era otra que el olvidado cine de terror, pero ojo, un cine de terror pensado exclusivamente para consumo adolescente. Y dió en el clavo. La película se convirtió en el gran éxito sorpresa de ese verano, un rompetaquillas multiplicó con varios ceros la inversión, llenó los bolsillos de Nicholson y Arkoff y les dio un camino a seguir: cine para consumo masivo de teens en los cines de doble sesión y los autocines de pueblo. En el éxito influirían también ese hermoso título en primera persona que "Tito" Jim Nicholson se sacó de la chistera, reminiscente de los titulares sensacionalistas a lo National Enquirer y de los proscritos tebeos de miedo de la EC y de la Atlas, o el hecho de que la película fuera recibida con garras y uñas por parte de diferentes sectores de la Sociedad Borderline, acusándola de fomentar la delicuencia juvenil cuando no era, precisamente, un artefacto peligroso (al menos no por que mostraba aunque sí por lo significaría con el tiempo).

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4. La Invasión de los Adolescentes Mutantes del Espacio Exterior
Al hombre lobo adolescente le siguieron un Frankenstein y un cavernícola adolescentes. Y si no hubo un vampiro fue porque quizá el concepto era demasiado sexual para la época y el público objetivo, por lo que se optó por llamarla Blood of Dracula, aunque el concepto era el mismo. Y luego vinieron las surferas películas de Frankie Avalon en la playa, las de motoristas rebeldes y un sinfín de filmes en los que el adolescente se enfrentaba al terror en todas sus formas y que aún hoy en día se siguen haciendo y estrenando como churros (eso sí, con carteles y títulos mucho más feos y clónicos). Y si no estaban protagonizados por ellos, es inevitable la escena en que un par haciendo manitas son asaltados por la cosa/espectro/psicópata/bestia/mutante/alienígena de turno. ¿Entienden ahora porqué nuestro Hombre Lobo Adolescente cambió Hollywood? Yo creo que está claro.

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Bueno, y dicho todo esto queda la película. Hay que despojarla de toda esa aura que inspiró una bella canción de los Cramps y que se ha convertido en uno de los grandes títulos de culto de la Pop Culture con mayúsculas. Y si la desnudamos... ¿Qué nos queda? Pues una entretenida peliculilla de serie bé, arquetípica por necesidad, en la que destaca uno Mad Doctors de lo más memorables en su delirio científico-pajero teórico, curiosas variaciones respecto a la licantropía clásica de la Universal, una estupenda escena de horror, detalles paranoicos y, por supuesto, la recreación del grupo de teenagers cincuenteros en la que destaca el torturado muchacho en la edad pavo protagonista, encarnado nada más y nada menos que por un jovencísimo Michael Landon. Así que vayamos por partes.

5. El Chico de las hormonas alteradas.
Tony Rivers es un chico problemático. Siempre embutido en la cazadora del equipo de beísbol del instituto, se lía a hostias a las primeras de cambio. De hecho la peli empieza con una pelea de patio de colegio y la reprimenda del sheriff de la zona. La idea del coche patrulla irrumpiendo en la High School para detener una reyerta entre un par de estudiantes me parece bella, por cierto. Tony Rivers está en la Edad del Pavo y aún así no debería Ser Como Es. Tiene una bonita novia de familia decente y acomodada, y organiza unos estupendos guateques en una casa abandonada, cosa que le da cierto estatus. Y aún así, siempre responde airadamente, responde con violencia a cualquier provocación, no aguanta una broma (y eso que el las hace de más pesadas) y en casa arroja botellas de leche contra la pared a las primeras de cambio. Quizá, como dice su viudo padre, la causa está en la falta de una madre "un chico de esa edad la necesita" pero el caso es que todos: el paternal comisario, la novia bobalicona, los amigos del cole le dicen lo mismo: vete a ver al psiquiatra, que en el pueblo hay uno de muy bueno y muy moderno que "Usa la hipnosis". Como es lógico, primero responde mal a la propuesta, pero la fuerza de las circunstancias le acaban por convencer. Su objetivo será "adaptarse".



6. El Científico Pajero que Droga e Hipnotiza por tu bien (y el mío)
He aquí al genuino must de la función: el Doctor Alfred Brandon (estupendamente encarnado por Whit Bissell). La llegada a la consulta de un muchachote la mar de sano físicamente y de instintos violentos desata su pasión pajera. Es el Conejillo de Indias ideal para sus experimentos. La idea que quiere llevar a la práctica es tan sencilla como sicotrónica: mediante sesiones de hipnosis y la inyección continuada de la droga conocida como escopolamina o burundanga provocará una regresión en el chaval al estado más primitivo del ser humano. Dejo la finalidad subyacente de todo el experimento en los propios labios del siquiatra: "La Humanidad está en camino de destruirse a sí misma. La única esperanza que le queda a la raza humana es regresar a su estadio primitivo. Al punto de partida para volver a empezar de nuevo. ¿Y qué significa el sacrificio de una vida comparada con tamaño triunfo?" Hay que decir que la película está plagada de diálogos memorables y este es sólo uno, pero no me negarán que la idea es tan descabellada que sólo puede proceder de una serie bé. Para acabar con el más que previsible fin atómico de la humanidad lo mejor es regresar a "ese remanso de paz y de progreso científico" que era la Edad de Bronce. Si luego tenemos en cuenta que el estado regresivo propio del ser humano es convertirse en un hombre lobo pues... eu... ejem.






7. La Licantropia es una cosa que se puede encoger y a largar
Pues eso. Un Hombre Lobo. Nuestro pobre adolescente torturado hace caso a sus amistades y se tumba en el diván de un psiquiatra para tratar de adaptarse y vencer sus impulsos violentos y se acaba convirtiendo en un hombre lobo. Como lo leen. Dentro de los cánones pop de la licantropía, que eran los trazados por la Universal en su saga protagonizada por el bueno de Lon Chaney Jr., la película supone tanto un continuismo como una ruptura. Continuismo por lo que hace al maquillaje (bastante majo, hay que decirlo), los andares (enfundados, eso sí, en la chaqueta típica del bachiller usaca), a las típicas escenas del hombre lobo apartando matojos para vigilar a la víctima y, especialmente, al carácter trágico de la maldición. Si has pillado la licantropía te vas a joder hasta la muerte. El señor de la limpieza de la comisaría, de origen centroeuropeo, lo tiene muy claro y aporta ese toque de "la gitana que explica lo que está pasando". El carácter rupturista está en el carácter científico de la licantropia y en que ésta se despoja de sus elementos sobrenaturales. Aquí no hay luna llena ni nocturnidad y lo que dispara la transformación es el sonido del despertador que utiliza el siquiatra para sacar a su conejillo de indias (guinea pig en el original) del trance. El problema es que cosas que hagan "riiing" las hay en otros lugares: la campana del fin de clase, los teléfonos. Y ya la tenemos liada.





8. Pánico en el Instituto

Ya he dicho antes que la peli tiene al menos un par de escenas estupendas. Será cosa de atribuírselo a su director, Gene Fowler Jr.. Una de ellas es el ataque a una rolliza (para los estándares) atleta de las paralelas en el gimnasio de la escuela. La escena consigue inquietar de inicio por la presencia de una profesora con pinta de institutriz a lo Rotenmeyer que le da cierto aire lésbico y por la actividad vouyerística de nuestro licántropo. Y entonces, mecachis, suena la campana del instituto. El asedio de la chica y la huida del hombre lobo creando el pánico entre los estudiantes, a plena luz del día, es una buena escena de cine de terror.





9. Los años de la Paranoia Pura
Otra escena que me gusta mucho es la paranoia que sufre el muchacho en el pueblo de al lado. Verán ustedes, huye allí porque todo el mundo sabe que es el hombre lobo. Cosa lógica si no te quitas nunca la chaqueta que es el símbolo de tu identidad teen. Así que acaba vagando por el pueblo vecino. Allí vivirá una experiencia paranoica muy propia de la cultura pop de la época (comunistas, bombas, tya saben). Todo el mundo le mira, le observa. Y si encima eres un adolescente con problemas que sobrepasan el acne y la alteración hormonal, pues imagínense. Es el tipo de alegoría que debía causar sensación en los muchachos del autocine de la época.

10. Los Hijos del Átomo y del Sueño Americano vienen cagando leches
Otro de los must de la película es tan estético como sociológico. Es un retrato in situ de la juventud de la época, que fue la primera juventud pop de la sociedad borderline. Los chicos que escuchaban a Elvis, cuidaban su tupe y su actitud de rebelde generacional. En la película están los chicos del autocine, por lo que la identificación era inmediata. Vale, los de la pantalla eran más inocentes, más bobos... pero eran ellos. Eso le otorga a la película un valor de retrato sociológico importante. Y lugo está la fiesta en la casa abandonada. De refrescos y patatas fritas que a partir de entonces vamos a ver repetida mil veces. En esa fiesta se ejecuta un arriesgadísimo ejercicio en términos de verosimilitud, nada menos que un tremebundo número musical, el Eeny Meeny Miney Moe. Y no precisamente de rock, que hubiera estado muy mal visto, perturbador, pero seguramente rozando la permisibilidad borderline de 1957. Por si les apetece el dato, el rock and roll sonó por primera vez en la pantalla grande en Semilla de Maldad y el comité del senado norteamericano la consideró película muy perjudicial para la juventud de la época, por lo que sólo podían verla los mayores de 18 años, así que no era oportuno dañar la distribución de nuestro Hombre Lobo favorito.



11. Y para acabar... ¡Michael Landon!
Pues sí. Pese a ir de clon de James Dean, el primer papel protagonista de Michael Landon le encumbró. Hay que decir que no lo hace nada mal y como licántropo da el pego. Dos años más tarde iniciaría su exitosa carrera como bestia televisiva encarnando al Pequeño Joe Catwright de Bonanza. Luego vendría La Casa de la Pradera y Autopista hacia el cielo. Por cierto, detalle curioso, fue en esa última serie que Landon, en un especial de Halloween, recuperaría metraje de I was a teenage werewolf y volvería a convertirse en hombre lobo. No llegué a verlo pero es un detalle.



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