18.1.05

9,5 EN LA ESCALA FRIKER DE LO PAJERO



Quería intercalar otras pelis entre mi revisión godzillesca. Más que nada para no cansarles a ustedes y no dar una imagen exclusivamente kaiju simpsoniana a los nuevos visitantes (hola). El universo pajero es, pero, caprichoso y para desintoxicar de monstruos japoneses le toca el turno ¡a un desmelene japonés en toda regla de un director recientemente vinculado al saurio! Este es el tipo de cosas que hacen revolverse en su butaca de cinefilítico al bueno de Spaulding y su tendencia a la gastrointeritis oriental.

La película a la que me refiero, y que registra los altos niveles a los que hago referencia en el título del post, es el Versus de Ryuhei Kitamura. Las razones por las que se puede considerar sin temor como uno de los sumum del cine pajero reciente son claras y evidentes si les digo que su epicentro son zombis, samurais y yakuzas, muy juntos y muy revueltos. Ahí es nada. Y no son, ni mucho menos, los únicos elementos, como leerán luego. Kitamura está ahora de actualidad por diversos motivos. El primero es que se puede encontrar en alquiler su reciente Azumi, una de samurais adolescentes de la que mayormente todo el mundo me habla bien (y que tengo aquí a mi lado para visionar espero que sin demasiada dilación). La segunda es porque Kitamura, aunque me dicen que sus siguientes pelis (Alive, Aragami) bajaban el tono friki-delirante de ésta , ha sido el encargado de realizar la última entrega de Godzilla, Godzilla Final Wars , la que celebra ese cincuenta cumpleaños tan cacareado en este blog ausente. Debo reconocer que pese a ser paciente mi curiosidad por el resultado es elevada. Y respecto al filme que nos ocupa, que pude ver por vez primera en un pase de Sitges de hace algunos años repleto de bullicio y algarabía, la revisé hace escasos días porque tuve visitas en casa y era óptima para un visionado sin criterio ni demasiada atención.



Versus tiene una introducción en la que nos muestra un samurai enfrentado a un grupo de zombis que acaba sucumbiendo ante una especie de brujo. Enseguida saltamos en el tiempo para situarnos en la actualidad. Un par de presidiarios fugados se encuentra con un grupo de pintorescos yakuzas y su rehén, una muchacha virginal vestida entéramente de blanco. A las primeras de cambio se lía la cosa a tiros. Ya tenemos el primer cadáver. Un cadáver que inmediatamente resucita. Ahora ya tenemos al primer zombi. Y es que resulta que la acción se situa en un bosque maldito en el que los muertos resucitan. Para complicar la cosa resulta que es un bosque en el que los yakuzas acostumbran a enterrar a sus víctimas. Así que ya tenemos un montón de zombis, un preso fugado que adopta el rol de héroe protector de la doncella, un grupo de violentos yakuzas, un yakuza tonto, muchos tiros, mucho gore (generoso en despiece y amputaciones, con bastantes perforaciones y cámaras subjetivas desde las entrañas de muertos agujereados a bocajarro y hasta puños que atraviesan cráneos y se quedan con los globos oculares en la mano), mucha violencia gratuita (es evidente), bastante sentido del humor (que bascula del negro típico del gore al tontorrón propiamente oriental, especialmente por lo que hace al yakuza tonto) y mucho desmelene sónico y visual. Al grupo habrá que sumar un par de policias tontos y, obviamente, al auténtico villano de la función: el brujo del prólogo. Y es que la película gira, hacia la mitad del metraje, hacia el conflicto mágico entre fuerzas del mal y del bien y tiene un epílogo final la mar de divertido que nos muestra que ese enfrentamiento es circular en el tiempo. No tiene fin.



La película tiene numerosas virtudes,pero también sus defectos. El principal es que dura demasiado. Para lo pajera que es las dos horas son un poco excesivas. Y más al ritmo desquiciado que imprime desde el principio. Aunque también es cierto que por eso mismo la peli es una fiesta. Por otro lado, a Kitumara le apetece demasiado epatar visualmente y dejar su sello de director moderno. Hay, pues, un exceso de posturitas y estética cool (a veces a lo Matrix, a veces a lo Tarantino) y la cámara está todo el rato dando vueltas y colocándose en los sitios más inesperados. También es cierto que tiene su gracia y que algunos (bastantes) pasajes están conseguidos. Todo eso acompañado de un chunda chunda techno ambient que pega con las imágenes y que consigue sus mejores momentos cuando introduce elementos tradicionales en el machambrado sónico que acompanya, y bien, la acción frenética.



La película tiene un montón de referentes pajeros. A las ya citadas de Matrix y Tarantino hay que añadir el spaguetti western, los Evil Dead de Sam Raimi, el Bad Taste de Peter Jackson y la acción propia del cine de Hong Kong, con sus efectos de cable y sus coreografías, algo que no es habitual en el cine japonés, más contenido en este aspecto por lo que respecta al chambara o género de samurais (que también está presente, y mucho). En definitiva, un genuino desmelene oriental, excesivo pero fráncamente divertido, que hará las delicias del pajero sin criterio con ganas de fiesta y del estudioso del tema zombi y de sus variaciones cinéfagas. A mi me encanta, por cierto. Al fin y al cabo formo parte de ambos colectivos. Y en Sitges aplaudí a rabiar.

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