16.12.06

LA REVANCHA ITALOZETOSA DEL CORTA Y PEGA, CON JAMONA Y DINOSAURIOS

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La muy desconocida La Regina di Pianeta Dinosauro (Edward Klosowicz, 1972) es uno de esos ejemplos que conmueve y altera las entrañas de todo adicto a la zinefagia. Un ejemplo de desvergonzado corta y pega (a la altura de Tomas Tang o del cine otomano), aprovechamiento de todo lo que caiga en las manos de sus apandadores realizadores y apelaciones al bajo instinto a la manera mediterránea, con claros acercamientos al ya inminente gore inmundo de saldo y al softcore mal rodado de tetitas y zooms. Al fin y al cabo, en algunos momentos se perfila como claro precedente del cine de zombis y caníbales que han hecho famoso el pais de los macarrones. Pero antes mejor les cuento una bonita historia introductoria.

En 1962 el soviético Pavel Klushantsev rodaba una hermosa cinta de ciencia ficción llamada Planeta Bur. El avispado Roger Corman compraba al poco los derechos, pero en vez de doblarla y estrenarla decidió aprovechar el metraje. Parte fue a parar a la estupenda Queen of Blood, parte fue usada en Voyage to the Prehistoric Planet y, finalmente, encargó a Peter Bodganovich el rodaje de nuevas escenas y un nuevo montaje para convertirla en Planet of the Prehistoric Women. Bodganovich explicaba que a Corman le preocupaba la no presencia de mujeres en el reparto original, así que le propuso que fuera a una cercana playa californiana a rodar escenas con chicas ligeras de ropa. El bueno de Peter contrató in situ algunas drogadictas que frecuentaban la desértica playa propuesta y las pseudo disfrazó de sirenas para que simularan rezar a un pterodáctilo o comunicarse telepáticamente con la protagonista propuesta, Mamie Van Doren.

La historia acabaría aquí ya de manera lo suficientemente hermosa para que algún día me ponga las pilas y les prepare una potente comparativa entre las tres, pero a ello hay que sumar uno de esos extraños requiebros tan propios de la coolzetosidad. Supongo que el dicho de quien roba al ladrón debe tener versión italiana, poque otro avispado productor decidió, ni corto ni perezoso, reutilizar metraje de los corta y pegas cormanianos para construir una tan romántica como paupérrima película que acabó perdida en algún cajón por pura verguenza y que tengo entendido que sólo llegó a distribuirse en algunos países del Tercer Mundo, cine de barrio españoles incluidos, aunque con tijeras.

El productor era Federico Verdirosi, miembro de una curiosa y pajera familia: sus dos hermanas, Franca y Bianca, trabajaron como maquilladoras en diversos en diversos subproductos (por ejemplo, la española La Orgía de los muertos o la zafia La última orgía de la Gestapo) y la segunda incluso hizo de actriz de reparto en filmes como Pianeta Venere (que habrá que ver si también tiene despieces como el que aquí les relato) además de protagonizar esta Regina di Pianeta Dinosauro con el seudónimo de Bianca Lucio. Por cierto, Federico Verdirosi aparece acreditado como James de la Rosa de la misma manera que el escaso reparto italiano tiene todo sus nombres cambiados, excepto el español Miguel López, secundario ignoto de algunos eurowesterns almerienses, normalmente haciendo bulto como bandolero mexicano.

La Regina di Pianeta Dinosauro es un filme más que entretenido si uno supera la barrera del insulto a la inteligencia. El guión es el clásico ejemplo de pote de pegamento: tenemos cosas que hay que ensamblar de alguna manera mínimamente coherente. Piensen ustedes que además de los fragmentos de Planet Burg encontrarán algunos aceptables efectos de stop Motion de origen polaco traídos bajo el brazo por su director, un tal Edward Klosowicz (aquí reconvertido en Sadowski), un animador venido del Este que seguramente regresó a su país y a sus finales koniec tras tamaña experiencia en las fauces del capitalismo. Incluso más: la mayor parte del vestuario estaba alquilado de saldos de algún peplum de Maciste (aunque Riley Howard, el hormonado protagonista masculino, tiene unas cualidades actorales tan ínfimas que ni siquiera da el pego como émulo primitivo de los machotes con sandalias).

Aún así, la película está llena de detalles que conmueven al avezado zeta hunter, como la presencia de zombis zarrapastrosos (en la que quizá sea la mejor escena) que resucitan de sus tumbas con esos colores y nieblas tan propios del cine pulp italiano; referencias al universo lovecraftiano con un inombrable ente abstracto (y nunca mejor dicho) sobre el que gira el confuso y mal explicado climax final, y que el espectador debe casi imaginar ya que sólo podemos ver fragmentado: un par de tentáculos que ni siquiera son de plexiglás (más bien parecen retales de saco mal cosidos rellenos de espuma y con algún primitivo mecanismo rígido en su interior) y un enorme ojo de plastico que, sencillamente, provoca la risa inmediata. Otro detalle a tener en cuenta, además del par de escenas de softcore playero (bueno, mejor decir "de charca", rodadas con demasiados matos delante de la cámara) y el reencuentro con las drogadictas contratadas por Bodganovich (en serio, Verdirosi las ensambló de nuevo adorando a un pterodáctilo), es la presencia de caníbales y de una de las primeras escenas de destripamiento gore del cine italiano. Lo cual no es moco de pavo en términos de historiografía del cine de derribo. Lástima que se trate de un filme tan ignoto y de casi imposible recuperación por motivos obvios.


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