16.10.08

DROGAÍNA PRESIDENCIAL


Uno de los mejores momentos de Gonzo, The Life and Work of Dr. Hunter S. Thompson, tiene que ver con las primarias del partido demócrata de 1972. Thompson las cubrió para Rolling Stone y tomó claro partido por George McGovern (a la postre candidato final y posiblemente el candidato más de izquierdas de la historia del Imperio). Las primarias, y la posterior carrera hacia la presidencia, se narran en Fear and Loathing: On the Campaign Trail '72, desgraciadamente inédito en castellano. Pero a lo que iba, uno de los contrincantes demócratas en las primarias era Edmund Muskie, el “Hombre de Maine”, de entrada el candidato mejor situado y que despertaba numerosas simpatías entre los republicanos; su campaña, pero, fue declinando según pasaban las semanas, y su imagen se vio cada vez más alterada. En este contexto, el Dr. Hunter S. Thompson escribió el artículo que a continuación les reproduzco. La traducción es mía (y, por tanto, libre, apresurada y con errores) y he añadido notas ausentes entre paréntesis para mayor comprensión contextual de la historia.




Poco se ha escrito sobre el Efecto Ibogaína como factor importante en la campaña presidencial, pero en Wisconsin, hacia el final de las primarias -aproximadamente una semana antes del voto- se filtró que algunos consejeros de Muskie habían contratado a un médico brasileño para, según se dice, tratar al candidato "con una especie de extraña droga", sin que nadie de la prensa se hubiera enterado.

Era conocido que durante semanas Humphrey (candidato demócrata de 1968, que hizo tándem presidencial con Muskie) había usado una exótica variedad de speed conocida como Wallot... y durante mucho tiempo se susurró que Muskie había estado metiéndose algo muy fuerte, pero era difícil tomar la conversación en serio hasta que me enteré de la existencia del misterioso médico brasileño. Era la clave.

Inmediatamente reconocí el Efecto Ibogaína en la llorosa interrupción de Muskie en New Hampshire, en las ilusiones e ideas alteradas que caracterizaron su campaña en Florida, y, finalmente, en la rabia total que le dominó en Wisconsin.

No había ninguna duda: El Hombre de Maine había estado tomando dosis masivas de ibogaína como último recurso. La única pregunta que queda es “¿Desde cuándo lo hace?" Nadie podrá responderme, y fui incapaz de preguntárselo personalmente al candidato porque he sido excluido permanentemente de la campaña de Muskie desde el incidente en el "Sunshine Special" de Florida... que ahora cobra mucho más sentido. Muskie siempre se sintió muy orgulloso de su trato con quienes le llevaban la contraria; con frecuencia los desafiaba, les llamaba para que se acercaran al estrado, delante de grandes multitudes, y forzaba a los pobres bastardos a discutir con él bajo el resplandor de los focos de la televisión.

Pero nada de eso sucedió en Florida. Cuando la llorera le agarró las piernas suplicando ginebra (se refiere a la emotiva respuesta del candidato ante los rumores sobre el alcoholismo de su esposa), el Gran Ed se hizo pedazos... y la prensa comenzó a especular si el (agresivo) estilo de sus campañas de 1968 y 1970 no sería impostado. Se hizo notorio que, entre otras cosas, había desarrollado una tendencia a mover los ojos caóticamente durante las entrevistas de televisión, que sus propuestas políticas se fragmentaban de manera extraña, y que ni siquiera sus consejeros más cercanos podían predecir en qué momento se sumergiría en una espiral de balbuceos rabiosos y nerviosismo neocomatoso.

En restrospectiva, sin embargo, es fácil ver las razones que llevaron a Muskie a desplomarse en el estrado de la estación de tren de Miami. Allí estaba, entranado en un mal viaje de ibogaína, cuando de repente se enfrentó a una muchedumbre malhumorada con una especie de gruñido loco mientras sus piernas se movían frenéticamente, gritando que él era "el único Demócrata que puede golpear a Nixon".

Es completamente concebible -dados los conocidos efectos de la ibogaína- que el cerebro de Muskie quedara paralizado por alucinaciones durante unos instantes; que mirara a aquella muchedumbre y viera monstruos reptilianos en vez de gente, y que su mente se rompiera completamente cuando notó que algo grande y viscoso le agarraba las piernas. Sólo queda especular sobre todo esto: aquellos que están en posición de saber la verdad rechazan con rotundidad hacer cualquier comentario sobre los rumores que implican al Senador con desastrosos experimentos con ibogaína. Traté de localizar al doctor brasileño durante las primarias de Milwaukee, pero durante mis pesquisas se largó. Uno de los tontos a sueldo de su cuartel general en el Milwaukee's Holiday Inn me explicó que un hombre con la pinta de ser quien buscaba se había largado por la puerta de atrás para subir a un autobús con destino Chicago. No pude confirmarlo.
Sorprendentemente, teniendo en cuenta la trayectoria de Hunter S. Thompson, su sicodélico y demoledor artículo cobró la suficiente fuerza para rematar la imagen de un Muskie que ya andaba tocado. Meses después, el periodista gonzo fue invitado a un late-show televisivo. El presentador le preguntó cómo había sido capaz de inventarse algo así.
No fue una invención. Me limité a informar de la existencia del rumor, un rumor que yo mismo había comenzado. Soy un periodista muy riguroso.

Mad doctor preparando un combinado de ibogaína

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