24.6.06

EL GUATEQUE DE LAS SINCRONÍAS

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"No es casualidad que el fumador de maría suela referirse a su estado neuronal cuando está drogado, colocado (high, space-out), con expresiones que sugieren que está fuera o más allá de nuestro espacio convencional. La superación de las orientaciones gravitacional, digital, lineal, dualista, aristotélica, newtoniana, euclídea y planetaria (circuitos I a IV) forma parte, desde la perspectiva evolutiva, de ls preparativos neuronales para la inevitable emigración de nuestro planeta, que ahora empieza. Esto explica por qué tantos fumadores son forofos de Star Trek y expertos en ciencia ficción."

"Sigo viviendo en el país de Jung. Ayer enciendo la televisión y me sale el anuncio de la película Aereopuerto 77. Empieza con un operador de radar anunciando: El vuelo 23 ha sufrido un accidente en el Triángulo de las Bermudas".

(Extractos de El Martillo Cósmico I: El último secreto de los Illuminati de Robert Anton Wilson)

No hace demasiado que les reseñaba por aquí La Tierra Trema, primera entrega de la trilogía de Robert Anton Wilson (RAW) conocida como Crónica Histórica de los Illuminati. Al poco tiempo se reeditaba en nuestro país la primera entrega de Cosmic Trigger, El Martillo Cósmico (Palmyra Libros, 2006), y yo me sumergía en sus páginas. Han tenido por aquí dos post procedentes de la lectura: las sincronías del autor con Uri Geller y las experiencias trance de Tesla.

Si lo de La Tierra trema, a tenor de lo leído, es una novela dedicada a reconstruir la génesis de los illuminati y su influencia en la Revolución Francesa y la independencia norteamericana, El Martillo Cósmico es otra cosa muy diferente y, de hecho, tremendamente compleja de describir.Eso sí, su lectura me ha parecido apasionante y, sobre todo, estimulante. Pero que muy estimulante. Y eso, que disparen mi imaginación, es algo que no tiene precio.

Podría definir este libro I, El último secreto de los Illuminati, como una autobiografía de RAW, concentrada en poco más de una (agitada) década (1963-1976 aprox) y centrada en un mogollón de experiencias sincrónicas que le llevan a hablar de la reprogramación neuronal del ser humano a través de las drogas, de la emigración a otros planetas, de contactos con la estrella Sirio, de conspiranoias políticas, de paranoias alrededor del número 23, de sociedades secretas, de la (meta) física cuántica, de la alteración de la consciencia como método para atravesar barreras extradimensionales, de la inmortalidad. RAW agita con pasión y de manera torrencial un montón de referencias contraculturales, científicas, místicas y pop. Las figuras e ideas de gente como Timothy Leary, Gurdjieff o Aleister Crowley son constantes, pero también las referencias a Star Trek (es genial, por ejemplo, cuando considera a Mr. Spock como una moderna encarnación del duendecillo chamánico Mescalito).

Y es ahí, en esa mezcla a menudo alucinada, donde está la clave del asunto, lo que distancia a RAW de los charlatanes: el sentido del humor. A menudo uno no sabe si habla en serio o se ríe de todo, pero lo va colando sin descanso y consigue un tono inigualable. Además, es un sentido del humor que comienza por donde debe, por uno mismo. RAW se autodescribre como un poliedro de personalidades: el pobre iluso, el chamán, el escéptico, el inocente (al que le meten un par de buenos goles: a Uri Geller me remito) y encima decora el libro con deliciosas ilustraciones psicodélicas. Yo es que he disfrutado mucho con este libro, y aún hoy lo sigo disfrutando porque sigue dentro de mi cerebro. Lo dije antes: estimulante y sugerente como pocos.

Y para acabar, una pequeña, diminuta, sincronía. Habrá otra en el futuro, advierto. Acabé la apasionante lectura de la primera entrega de El Martillo Cósmico hace más de un mes, pero por una cosa u otra no encontraba el momento para escribir la reseña. El jueves por la tarde me puse a escanear la portada y una de las ilustraciones dispuesto a finiquitar el tema. En eso andaba, digitalizando, cuando recibí un msm de mi admirado Lord Sark: la segunda entrega, Con los pies en la Tierra, ya está a la venta. Ni que decir que ya está en mis manos.


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