19.4.05

EL DOLOR



No es este un post sobre ese cine que tanto me gusta. Tampoco sobre tebeos, ilustración pulp o festejos bizarros. Ni siquiera sobre la sociedad borderline. Es un post sobre mis dolores de cabeza porque a veces explicar las cosas sienta bien como descarga. Tampoco pretendo, ni mucho menos, que se apiaden de mí o me den ánimos. Hay cosas peores y lo mío, aunque doloroso, no es mortal que se sepa. Y si escribo sobre ello es porque en estos momentos me apetece el ejercicio patético de la autocompasión.

Padezco lo que clínicamente se denomina migrañas de racimo o cluster headache. Es un tipo muy poco habitual de migrañas (un 1% he leído por ahí) que sólo afecta varones. Al parecer está catalogada como una de las enfermedades más dolorosas que se pueden tener, pero esto del dolor es tan subjetivo. Uno no sabe qué el confín del dolor puede ser superado hasta que se supera. Soporto perfectamente el de muelas o el de oido porque sé que hay algo peor: mis migrañas. Pero hay cosas sin duda más dañinas. Y cosas con las que te mueres o que invalidan para siempre. Así que procuro quejarme poco y aguantarme bastante.

Antaño eran conocidas como “las del suicida” porque al parecer más de uno se arrojaba al vacio en plena crisis. Yo no he llegado a tal extremo, claro, si no no estaría aquí escribiendo. Pero las paso putas. La cosa al parecer tiene que ver con que se me descontrola el hipotálamo y segrego más serotonina, provocando una inflamación de los vasos sanguineos del craneo y ese dolor lo transmite el nervio trigémino a todo el lado izquierdo de mi cabeza. El ojo, dentro del ojo, frente, sien, oido, muelas y garganta. También siento náuseas, vómitos, diarreas, ventosidades, lacrimeo, obturación de las fosas nasales, fotofobia y la sensación de escuchar cualquier sonido lejano en plan daredevil, con la diferencia que implica una nueva punzada de dolor.



El otro día me decía el neurólogo que tengo la “migraña perfecta”. Valiente mérito, digo yo. Para una cosa que tengo perfecta y es ésta. Al parecer la cosa no está aún muy estudiada pero sí hay tratamientos que han mejorado mi calidad de vida. Aunque antes prefiero comentar la extraña precisión matemática de mis dolores hemicraneales. Cada 18-20 meses (ya les digo que con puntualidad británica) entro en crisis o racha (de ahí lo de racimo) durante dos meses. En esos dos meses tengo dos o tres crisis diarias, con una tregua cada seis días que dura 24 horas. Las crisis diarias se producen a eso de las 17-18 de la tarde, a las doce de la noche y a las cinco-seis de la mañana y consisten en hora y media de un intenso e imparable dolor. Según pasan las semanas me desespero, siendo un pez que se muerde la cola ya que me provaca aún más dolor. Insisto en que la precisión es matemática y que desde hace cinco días estoy en fase álgida total. También es señal de que la cosa llega a su fin.

La primera semana de marzo empezaron los dolores, como ya sabía desde agosto del 2004. Es cuestión de contar los meses. Las próximas serán en octubre del 2006. Primero me sometí al tratamiento con corticoides, que las eliminan rápidamente, aunque diez días después de acabado el tratamiento regresan. Pero con la tontería me ahorro un par de semanas de dolor. Mientras tanto también sigo un tratamiento paralelo con verapamilo, que es una cosa para el corazón que regula el flujo sanguineo. Y cuando el dolor es insoportable una inyección subcutánea de sumatriptan (carísima, 10 euros la inyección con el descuento de la Seguridad Social). Llevó dos semanas a chute diario y aún así sólo puedo acudir a él una vez al día, con lo que ahora, en fase álgida de 3 crisis diarias las otras me las como. El domingo por la noche a las cuatro de la mañana estaba llorando tirado en el pasillo de casa, presionando el lado izquierdo de mi cara contra el suelo. Ayer fui feliz porque a las cinco de la tarde me libré de ellas y pude hacer la siesta. A las doce de la noche han regresado (a los diez minutos de dormir, lo habitual) y me inyectaba. A los diez minutos el alivio pero a las cinco de la mañana de nuevo el dolor. Y aquí estoy, en casa, sin ir a trabajar por segundo día consecutivo y bastante grogui, aunque a ratos me encuentro de puta madre (por eso puedo seguir posteando y tal). Hace cosa de año y medio conocí a un tipo que también las sufría. Las mismas. Las de racimo. Me explicó que a él le venían con cadencia anual y que le duraban seis meses. Joder. Puedo considerarme un tipo afortunado. A mi sólo me perforan la cuenca ocular en setenta ocasiones durante hora y media cada dos años.