17.9.11

LA SUPERHEMBRA ES UNA ENFERMERA NEGRA Y CABREADA


Me pongo Coffy (Jack Hill, 1973) porque debo refrescar en poco tiempo cuantas más blaxploitation mejor. Esta es, sin duda, de las mejores y más icónicas muestras del subgénero, que además sirvió para encumbrar a su reina, una Pam Grier que se había estrenado en Russ Meyer por robustos y evidentes motivos. Grier no es mi tipo, lo reconozco, pero no puedo ponerle ninguna pega. La heroína blaxploitation debía ser ella, la única superhembra capaz de hacer sombra al repertorio de fortachones machomen afroamericanos que invadieron los cines de barrio de principios de los 70.

Lo que me sorprende al ver hoy Coffy es su tremenda incorrección política, algo que me hace disfrutar tanto como lamentar tiempos pretéritos en el que el derribo (de convenciones) era genuinamente pOp por pOpular. La película es tan explosiva en ese aspecto que me sumerge en un misterio cinéfilo: su estreno en España. La duda viene al imaginar la de cortes que debió sufrir en su momento por las escenas de sexo, que aunque no explícito son sudorosas, muestran las ubres descomunales de la Reina o detalles tan subidos de tono como el momento en que la protagonista derrama champán francés sobre el miembro viril de su amante y se lanza a saborear el resultado al fuego de una chimenea (véanla en la central de tutubos). También el doblaje debió ser domado y sometido, ya que el original es generoso en frases soeces de esas que en los actuales EEUU condenan en EEUU a una película a una calificación difícil de llevar.

Y aquí surge mi duda, porque nada indica que la película se estrenara en España en los 70. No hay carteles en Todocolección que lo verifiquen, no consta en la base de datos del ministerio, no hay rastro en la hemeroteca de La Vanguardia. Pero lo fue. Puedo certificarlo porque yo la vi, de pequeño, en el cine de la esquina, que se llamaba cine Adriano y hoy es un parking de automóviles. Y puedo certificarlo por una de aquellas escenas irrepetibles que uno guarda en su memoria para siempre; aquella en la que la protagonista intuye la pelea entre féminas que se avecina y coloca cuchillas de afeitar en su peinado afro, para que cuando la rival la agarre de los pelos se lleve una sorpresa (véanla en la central de Tutubos. Una escena que se grabó a fuego en mi juvenil cerebro y que, curiosamente, durante años vinculé a Cleopatra Jones, otro mito blaxploitation (nota al pie: de hecho, Coffy nació para rivalizar con Cleopatra en las taquillas de Harlem), hasta que descubrí que no. Así que ahí tienen planteada esa duda cinéfaga: ¿por qué no encuentro rastros del estreno en cines españoles de Coffy cuando sé que yo la vi en uno de ellos?


Y dicho, esto, ya no sé qué más añadir respecto a este peliculón de tiempos pasados con enfermeras que se lanzan a luchar contra la droga desde el primer minuto del filme armadas con escopetas de cañones recortados. Eso es tremendo porque la película empieza así, con la heroína liquidando camellos para vengar la mortal adicción de su hermanita. Y es tremendo porque implica una carencia absoluta de progresión vengativa, aquella con la que empatizar por la vía chunga. Aquí hay venganza desde el primer minuto y eso despoja de ambigüedades, de moral ya ni hablamos. Coffy, además, se presta al sexo para alcanzar su fin, que no es otro que exterminar a todos los culpables de llenar Harlem de heroína. Policías tan irlandeses como corruptos, mafiosos italianos y políticos negros que hablan de liberar a sus hermanos pero que ponen la mano ante el narcotráfico. En la escena final, de hecho, hay toda una lucha sibilina entre superhembra enamorada y machismo mesmerizante. Por el camino también tenemos lesbianas orondas que protegen a yonquis chivatas (grandiosa la sorpresa lésbica que obliga a Coffy a defenderse con una botella rota) y a Sid Haig haciendo de memorable sicario.

Se acusó a la blaxploitation de ser serie b producida por blancos para consumo de negros que daba una imagen dudosa de éstos. Desde el punto de vista sociológico me resulta más interesante la concepción de la heroína (siempre en contraste con el macho man) como proletaria de los servicios sociales y de armas tomar.

Trailer: