6.9.10

SE BUSCA: SPEEDY GONZALEZ. PREFERIBLEMENTE MUERTO


Una de las pocas cosas que me sacan de quicio sucede cuando los Baby Looney Tunes aparecen en la pantalla del televisor. Ese efecto de rabia no se produce ante la versión edulcorada de unos personajes maravillosos, eso es un mal menor; por experiencia sé que los niños pequeños tardan en comprender las joyas animadas de la Warner y puedo entender la maniobra para aproximarlos a los más pequeños.

No. Mi reacción de cabreo se produce ante la ausencia de quien fuera, en la edad de oro de los cartoons de la Warner (es decir, en las décadas de los 50s y 60s) el tercer personaje más popular tras Bugs Bunny y el Pato Lucas: Speedy Gonzalez. El ratón más rápido de México ha sido casi exterminado por la tiranía de la corrección y el rodillo de los contenidos templados. Ha desaparecido de los canales temáticos (Cartoon Network y Nickelodeon lo han eliminado voluntariamente de su programación, por ejemplo), de la mayoría de dividís recopilatorios y hasta es complicado seguirle el rastro por las redes p2p.

Con Speedy Gonzalez se acumulan varias cosas mal vistas hoy en día, y que dan miedo a los emporios del audivisual. Por un lado su carácter de estereotipo racial. Por mucho que posea un poder (la velocidad), valentía y un noble concepto de la justicia (hasta el punto de que tiene una clara lectura como un superhéroe que defiende a sus compadres del acecho de gatos), no deja de ser un icono tópico que habla un paródico spanglish (por otro lado de lo más gozoso, recomiendo mucho la versión original) y viste a la manera tradicional (curioso detalle: cuando un traje folklórico o regional va ligado a una raza corre el riesgo de convertir a su portador en un incómodo y temido arquetipo).


Pero la condición actual de proscrito de Speedy Gonzalez (Gonzales en el original) no es sólo una cuestión de apariencia. Aquí les dejo su segunda aparición (primera por lo que hace a su diseño definitivo) en el episodio de Merry Melodies de 1955 titulado únicamente con el nombre del personaje y ganador de un Oscar a mejor corto animado.


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No hay que ser demasiado avispado para leer el incómodo subtexto: un grupo de ratones mexicanos muertos de hambre cruzan la frontera para robar queso de la fábrica que hay al otro lado de la alambrada. Allí les espera Silvestre, que los liquida sin contemplaciones; los sombreros sin propietario se van acumulando hasta que uno de los hambrientos mexicanos recuerda la existencia de Speedy Gonzalez, un ratón capaz de cruzar la frontera todas las veces que haga falta para alimentar a sus compadres y, de paso, dejar en evidencia al guardián fronterizo. ¿En serio algún mexicano puede verse ofendido con un argumento como este? ¿No sería más propia la ofensa por el otro lado, equiparando la política de inmigración estadounidense con un perdedor como Silvestre? Por cierto: gatos y ratones como metáfora social, Maus no descubrió nada.


Otro detalle interesante del episodio es el diálogo inicial entre ratones que sirve para explicar la llegada del heroico roedor: “No os preocupéis, Speedy Gonzalez está enamorado de mi hermana”, a lo que se replica “Speedy Gonzalez está enamorado de todas nuestras hermanas”. Esa es otra cosa que se deduce de sus episodios: el ratón más rápido de México es un ligón mujeriego, lo cual nos lleva a otro arquetipo: el del latin lover. De hecho, este diálogo sobre las hermanas es recurrente. En West Of The Pesos se repite, substituyendo enamorado (in love) por visita (visit). Speedy Gonzalez visita a todas las hermanas de Guadalajara, a eso se le llama promiscuidad.


Por cierto, en este episodio el ratón mexicano de la Warner vuelve a cruzar la frontera, pero no parar robar queso sino para rescatar algunos compadres secuestrados por una multinacional (la ACME) que los utiliza como conejillos de indias en sus experimentos. Menuda metáfora. Y una nueva muestra de que las propiedades ofensivas de Speedy no apuntan al arquetipo racial mexicano. Silvestre vuelve a ser el guardián de la fontera, y del laboratorio.


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Lo de Speedy Gonzalez como latin lover promiscuo puede ser un contenido poco apropiado para los niños del siglo XXI, pero había más. También es cierto que los dibujos animados de la Warner, en su edad de oro, no iban destinados a la televisión infantil, sino como complemento a la exhibición cinematográfica en salas, e incluían generosos niveles de lectura porque su público mayoritario era adulto, o casi.


Uno de esos contenidos peligrosos, por ser guiño a un mal hábito, son las conocidas referencias a la marihuana a través de la canción La Cucaracha, que como saben en su versión original no censurada, no puede caminar, porque le falta, porque no tiene, marihuana que fumar. Una se produce en el minuto 04:37 del episodio Gonzales Tamales. La historia, por cierto, explica como los ratones, hartos de que Speedy les levante las novias, contratan a Silvestre para que elimine al competidor.


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La otra que tengo detectada se produce en el episodio Mexican Boarders (minuto 02:28 ) y la canta el primo de Speedy, Lento Rodriguez, un ratón tan parsimonioso como rápido es Speedy. La entonación de Lento (Slowpoke en el original) añade toneladas de sentido a la referencia drogota, a aquello que los viejos hippies llamaban el muermo. Por cierto, en el minuto 00:57 podemos ver a Silvestre tragando anfetaminas.


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Otro mal hábito presente en los cartoons de Speedy Gonzalez es el consumo de alcohol, concretamente tequila a espuertas. En el episodio Tobasco Road (aquí traducido como Por un trago de Tequila), sus amigos Pablo y Fernando, completamente ebrios tras una fiesta, recorren el pueblo buscando pelea con los gatos.


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Arquetipos raciales, levantamiento de novias, menciones a drogas y alcohol e incómodas referencias al problema fronterizo hacen de Speedy Gonzalez un personaje peligroso, y explican su lenta erradicación del ficcionario Warner. En el episodio Mexicali Shmoes (pueden verlo aquí, de momento) Manuel y José, dos pussygatos, comentan que para atrapar a Speedy Gonzalez es necesario usar el cerebro (You don’t catch heem with the feets, you got to catch heem with ze brains). Se equivocaban: lo necesario para tenerlo quieto y sin molestar eran grandes dosis de estupidez.





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