16.7.07

EL HOLOCAUSTO POP


"Estoy de acuerdo con el culto a lo políticamente correcto en muchos temas. De hecho, sólo discrepo de quienes patrocinan esta actitud en que no me gusta su intolerancia, sus métodos fascistas, el que hayan introducido el lavado de cerebro maoísta en nuestro mundo académico, su absoluta falta de humor, sus constantes agresiones al sentido común, su voluntad de destruir nuestra Constitución y su escasa humanidad. Aparte de estas pequeñeces, su idea no me parece demasiado mala."
Robert Anton Wilson; El Martillo Cósmico III: Mi vida después de la Muerte.

Leo que la Comisión británica para la Igualdad Racial quiere prohibir la venta de Tintín en el Congo, la pésima segunda entrega del famoso reportero belga. Estas maniobras de lo políticamente correcto resultan tan cansinas como estúpidas, además de estériles en lo que pretenden. Vale, quizá consigan prohibirlo (aunque de momento parece que sólo han hecho que aumentar sus ventas), pero entiendan: toda la cultura pop, absolutamente toda, es políticamente incorrecta y merecería ser prohibida siguiendo esos criterios tan cortos de miras arraigados en la profunda idocia de la sociedad borderline. La maldad oriental de Fu-Manchú (de muy británico origen y justificativa de las poco explicadas Guerras del Opio), la agresión sexual como leit motiv del melodrama, la idealización gráfica del héroe como macho caucásico, el amigo negro del bueno, el caníbal amazónico, la heroína delectamente torturada o como jamona ligera de ropa, la homosexualidad reprimida como explicación del psicópata pulp, la pelea de hembras en el barro, la novia del bueno, el cruel apache corta cabelleras, el deforme como objeto de burla, el mejicano traicionero, el monstruo como ente aniquilable por su anormalidad ...


La cultura pOp se cimenta en terrenos de escasa moralidad y ahí está su grandeza. La cultura pOp no busca agradar por sus buenos sentimientos sino por los bajos instintos que definen al ser humano. Somos así, y si oímos un frenazo o una discusión enseguida nos paramos a mirar qué pasa. La cultura pOp es sólo un espejo y romperlo es algo que sólo corresponde a la bruja mala de Blancanieves (y los Siete Enanitos, no lo olviden: también debería prohibirse). La Comisión británica para la Igualdad Racial es la bruja y su prohibición la manzana envenenada. Pero el deseado Holocausto de la Cultura pOp es en realidad una tarea imposible porque siempre llegará una dominatrix nazi para besar al populacho y despertarlo de la sandez borderline.



En realidad estas maniobras nunca buscan moldear un futuro mejor sino borrar un pasado del que avergonzarse. Tintín el el Congo, esa argumentalmente pésima muestra de línea clara europea, no es otra cosa que la impecable plasmación gráfica del colonialismo belga de entreguerras, culpable de uno de los mayores genocidios de la historia de la humanidad. ¿Qué se pretende intentando borrar las manifestaciones de la cultura pOp al respecto? ¿Hacernos realmente mejores o guardar el polvo bajo la alfombra? En realidad, es una maniobra mucho más mezquina que idealizar un mundo en el que los negros son tontos e inferiores: pretenden seguir manteniendo la primacía del hombre blanco falseando el pasado. Si prohibimos Tintín en el Congo borraremos de la historia que algún día fuimos descaradamente malos. ¿Alguien imagina la prohibición de El Nacimiento de una Nación de Griffith por justificar el Ku Klux Klan? ¿O de Metrópolis de Lang por representar metafóricamente el ideario nacionalsocialista en el que gran capital y proletariado se unen para derrotar al pérfido judío? Pues que empiecen por ahí si tienen huevos.

De hecho, eliminar el icono del negrito tontorrón ha acabado por resultar racialmente nefasto. Dediqué buena parte de mi larguísimo estudio sobre el Superhéroe Negro (Black Super Power, más de 36.000 palabras al respecto que pueden encontrar en los Mondo Brutto 35 y 36) a explicar precisamente el tránsito de ese inocente icono racista a otro mucho peor: el del iracundo negro cabreado. Creo que lo explicaré rápido acudiendo a un ejemplo (que también utilizó RAW para explicar otro caso parecido hablando del feminismo en su tercera entrega del Martillo Cósmico): Rodney King, el negro salvajemente apaleado por policías de Los Ángeles cuya posterior absolución judicial (pese a las esclarecedoras imágenes) provocó la más tremenda black riot reciente. ¿Se imaginan esa misma sentencia judicial si el icono pop del negro siguiera siendo el del negrito tonto? No, porque el negrito tonto enternece a los jurados. Y es que la memez de lo políticamente coorecto es lo que tiene: que acaba resultando aún más perversa.

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