James Wan saltó a la fama con Saw, un entretenido artificio sobre psicópatas. Ahora regresa con una historia de fantasmas y muñecos de ventrilocuo más clásica pero igualmente entretenida. Como muy de la Warren y de serie bé ochentera; además, en esta ocasión el giro final se huele a la legua. Yo parto de la base que toda película de miedo con muñecos de ventrílocuo por en medio merece la pena por definición. La regla se sigue cumpliendo.
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