2.11.12

CRÓNICAS DE SITGES 2012 (XXIX): DRACULA 3D


Ay, querido Argento, con lo que tú has sido. No negaré que produce cierta tristeza ver tan clara la decadencia de un maestro del género, autor de más de una obra maestra y de un montón de títulos clásicos, un renovador y una influencia clave dentro del cine de terror de las últimas décadas. El declive de Dario Argento deja en evidencia el fin de la vieja industria del cine de género y bajo presupuesto europeo, una máquina cuyo funcionamiento continuo ya era por sí misma un apoyo, un cimiento sobre el que construir edificios fílmicos compactos pese a estar destinados al extrarradio. También hay cierta poética en el declive de Argento, la poética de quien niega el presente y el futuro y que sigue ahí, pese a todo, dispuesto a rodar lo que sea, cuando sea, como sea, por pura necesidad. La insurgencia del adicto a la mirada. Argento sigue haciendo películas porque sabe que si se detiene está muerto, y por seguir vivo pacta con el diablo del cine y paga el precio del subproducto. Su versión 3D de Dracula lo es, un subproducto en régimen de coproducción europea con el euro bajo mínimos. También hay algo hermoso en ello, un deseo utópico de supervivencia, una condición de monstruo solitario que antaño era legión y hoy sólo leyenda. El Dracula 3D de Argento es mala, es imposible negarlo, pero despierta cariño, simpatía y ternura. La ternura del fan, incapaz de decir nada malo pese al deambular de los actores, con ese Thomas Kretschmann pasado de rosca gótica en el papel de conde o un Rutger Hauer haciendo de Van Helsing decrépito. Es imposible decir nada porque pervive en ella esa teta gratuita que hoy tanto encontramos a faltar. La teta gratuita y también impúdica de Asia Argento y de Miriam Giovanetti. Es imposible el degüello pese a sus decorados de cartón piedra porque sabemos que en el fondo son metáfora de una Europa que se nos cae a pedazos. De hecho, incluso puede decirse que hay cierto encanto en su uso del 3D, con unos planos que parecen sacados de dioramas infantiles, de esos cuentos ilustrados para niños que se despliegan al abrir y extender sus páginas. Un 3D de cartón troquelado y cuento viejo. Pero vamos, cómo se puede decir nada malo de una película en la que Drácula entra en casa de Mina convertido en una mantis gigante. Ante como esta sólo cabe el aplauso y el respeto. El elogio a la locura.

Nota al margen: la sesión se abrió con la entrega de un premio honorífico al productor, Enrique Cerezo, un acto cargado de bizarría celtibérica que permitió, por una vez, el sano engoliramiento del público del Auditorio.

1 comentario:

Nikolai dijo...

Me parece excelente tu análisis.