26.10.12
CRÓNICAS DE SITGES 2012 (XXVII): BERBERIAN SOUND STUDIO
A ver, tan sólo un detalle que lo dice todo: a la hora de proyección me di cuenta de que estaba gozando de esta película literalmente con la boca abierta. Deslumbrado, y no tanto por la imagen sino por el sonido, porque una de las muchas decisiones de riesgo es esa, que tan peculiar homenaje al cine italiano de subgénero y locura arrincone el poder de lo visual y acuda a los otros sentidos. Berberian sound Studio es la historia de un apocado técnico de sonido británico, especializado en sonorizar documentales rupestres de la campiña inglesa, que viaja a Italia para trabajar en una película de terror de serie bé, una película de ese periodo sin igual en el que el cine italiano se avivó a sí mismo en un torbellino de abyección y locura, a menudo con la simple excusa de hacer caja y llamar al instinto primario con picaresca mediterránea. Como fan de ese cine me maravillo de esta película extraña en la que un pobre inglés se ve obligado a sonorizar torturas vaginales con hierros candentes mientras la mano enguantada del giallo, esa mano que empuñaba cuchillos, sube volúmenes y ajusta canales de audio. Tratar al giallo como sonido y no como imagen es un atrevimiento sin igual, y más cuando se hace sin concesiones, sin caer en la tentación de que veamos la otra película sino siempre las sandías y hortalizas que simularán cerebros y cuerpos desmembrados y a las secretas reinas del grito y el recitado satánico. Es una película extraña, sí, pero ahí estaba yo maravillado. Una película que no lo explica todo y que deja cosas por ahí flotando, con un dibujo malsano de la industria italiana más abisal (aquella capaz de facturar filmes como Riti, magie nere e segrete orge nel trecento), la atmósfera kafkiana de la productora y la bruma que envuelve la verdadera situación del protagonista, nunca aclarada. Berberian Sound Studio es una especie de Arrebato (esa obra maestra) con espíritu británico y tentación eurotrash. Un viaje a la abducción del horror por parte de un espectador que primero no entiende, luego rechaza y que al final abraza la propuesta del subzine y la lleva a la práctica haciendo uso de su especialidad, el sonido. Lástima que no todo el mundo disfrutara con ella tanto como yo, quizá porque las expectativas estaban muy altas.
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