15.8.05

VIÑETAS DE LOS BALCANES : Los cómics sobre el conflicto de la antigua Yugoslavia (Parte Uno)



“¿Y esto? Son comic-books...”
No se ría, es protección añadida. Dos o tres ejemplares paran una bala o un trozo de metralla
Un doctor del Hospital de Dobrinja a Ervin Rustemagic (Fax From Sarajevo)

Antes de empezar conviene indicar que no es este texto un detallado análisis de los sucesos históricos. Los hechos los encontrarán mucho mejor explicados en algunas de las obras que aquí se comentan y, sobre todo, encontrarán los sentimientos generados por una tragedia bélica fraticida. También deseo que la pasión que siento por un medio, el cómic, sirva de excusa de la tragedia. Por mucho que la respuesta de muchos al conocer de qué iba este artículo haya sido: “Ah, pero... ¿Hay cómics sobre eso?”. Y tanto que los hay, y, encima, todos destacables; pero eso no significa que se pretenda reivindicar la historieta en última instancia. Preferiríamos que no existieran esos buenos tebeos a cambio de que la guerra de Bosnia tampoco.

La existencia de cómics que versen sobre las violentas guerras de secesión en la que fuera la república federal yugoslava y sus terribles consecuencias en la población civil (da igual el bando) no son una anécdota en medio de la industria del cómic. Existe toda una tradición de historietas que hablan de la vida y las miserias del ser humano, de la guerra, de la crueldad. Algunos ejemplos clásicos o recientes: el premio Pulitzer Maus de Art Spiegelman (sobre el holocausto judío), Paracuellos de Carlos Gimenez (los orfanatos de la posguerra española), Persépolis de Marjane Satrapi (la revolución islámica iraní) o el Hiroshima de Keiji Nakazawa. Tampoco debemos olvidar que cualquier tipo de cómic (o película, o libro) contiene varios niveles de lectura y lo que en apariencia es mero entretenimiento puede tener un enorme interés (sociológico, político, cultural). En términos históricos y sociales hasta el Sargento Furia y sus Comandos Aulladores tienen su interés.

Pese a ello, lo cierto es que son unos cuantos los títulos que nos transportan a los horrores de la limpieza étnica y la violencia entre vecinos que se produjo a lo largo de la década de los 90 en el corazón de Europa. ¿Por qué esta profusión?. No sirve que la zona fuera un buen marco para la aventura (la Sildavia de Tintín, la Latveria de la Marvel). Es anecdótico. En esta riqueza de títulos confluyen, al menos, dos factores: la existencia de una cultura historietística en la zona y la proximidad, no sólo geográfica.

Bombardeos invisibles de la OTAN, cientos de miles de refugiados, dictadores dementes, avances del ejército, explosiones, propaganda, mentiras... ¡Hey! ¡Que alguien me despierte! ¡Yo lo único que quiero es sentarme a dibujar mis patéticos tebeillos!”
Aleksandar Zograf (Como fui bombardeado por el mundo libre)

Acomodados en nuestro sillón del privilegio económico los desarrollados países vecinos habíamos olvidado que esa zona había sido punto de encuentro de etnias, nacionalismos y religiones. El nuevo mapa tras la Segunda Guerra Mundial distrajo nuestra atención hacia otras zonas y olvidamos las disputas entre chetniks (nacionalistas serbios), ustachis (fascistas croatas), partisanos, musulmanes. Pensábamos, como buen aparte de su población, que la nueva Yugoslavia que dejaba Tito había sido un modelo válido para pacificar la zona. A principios de la década de los 80 tenían una aparente apertura democrática, una economía que permitía la existencia de una clase media como la nuestra (consumismo, televisión, fútbol, música pop), rivalizaban con España como potencia turística, y hasta se celebraban en 1984 unas Olimpiadas de Invierno en Sarajevo. Así, la cercanía física lo era también social, mental. Los yugoslavos tocaban con las manos la comodidad occidental cuando se abrió la caja de los trueno secesionista y tras la guerra serbocroata estalló la guerra en Bosnia oriental y los demonios de la sinrazón y el exterminio camparon sus anchas. Mientras, nosotros, sentados en nuestro sofá, ni reaccionábamos ni protestábamos a nuestros inermes líderes por la matanza de inocentes. Y eso que el horror no provenía de un exótico país con el que no se tenían demasiados vínculos culturales, e incluso atacaba el más sagrado de nuestros valores (y defectos): la comodidad. Nuestros vecinos de escalera pueden pelearse todo lo que quieran pero en silencio; una forma de vida ideal; pero las guerras nunca son silenciosas. Los más comprometidos, inquietos o informados protestaron. Algunos de ellos expresando su ira en un tebeo.



Continua en Parte Dos

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