El investigador Ronald Calais nos habla en ese boletín de un excavador de túneles que, mientras trabajaba bajo tierra en 1770, oyó un sonido rugiente tras una gran piedra plana. Curioso, arrancó la piedra con el pico y una palanca, quedando muy asombrado al ver tras ella una escalinata, de piedra muy pulimentada, que se hundía en las profundidades de la tierra.
Creyendo haber hallado una vieja tumba, el trabajador comenzó a bajar por las escaleras, ya haciéndose ilusiones acerca de los tesoros que quizá fuera a hallar. Pero, de pronto, los escalones desembocaron en una gran caverna de piedra, repleta de enormes máquinas.
El trabajador estaba contemplando asombrado el interior de aquella caverna, tan bien iluminada, cuando vio como se le acercaba, apresuradamente, un extraño personaje vestido con ropas raras y con la cabeza cubierta con una capucha. El desconocido llevaba en alto una especie de bastón y el trabajador huyó aterrorizado, no atreviéndose jamás a regresar al lugar o revelar donde estaba exactamente situado.
Igualmente, Calais relata en el boletín lo sucedido a los mineros de carbón David Fellin y Henry Thorne que, tras lograr escapar de un derrumbamiento en la mina en que trabajaban, situada en Pennsylvania, Estados Unidos, hablaron de una enorme puerta iluminada por una luz azul. Los dos mineros afirmaron que habían visto abrirse la puerta y podido contemplar, tras ella, a un grupo de hombres ataviados con “extraños conjuntos”, de pie, sobre una bella escalinata de marmol.
Leído en la sección Extraño e Inexplicable de la revista Mata Ratos (núm. 249, 15 de abril de 1973). Es curioso que la búqueda en Google sobre el mencionado boletín psi únicamente da como resultados precisamente aquellos que se refieren a la historia aquí relatada. Por cierto, en 1770 no había pulps, creo, pero resulta obvio que la revolución industrial los pedía a gritos.
