"El retrato real que surge de Enid Blyton es el de una persona bastante desagradable e infeliz, que vendía una imagen de gran cariño hacia la infancia pero que se enfurecía cuando los niños de los vecinos hacían jaleo jugando y encerraba a sus propias hijas para que no molestaran en sus tea parties. "Mi madre era arrogante, insegura y sin el menor rastro de instinto maternal", ha dicho de ella su hija Imogen, que, es cierto, nunca fue la favorita (lo era la otra, Gillian, ya fallecida). Su sexualidad presenta tintes complejos: hay testimonios de visitantes que la encontraron jugando al tenis desnuda (no consta cómo iba el rival), parece que fue repetidamente adúltera y hasta tuvo una relación lésbica con la nanny y amiga Dorothy Richards, según sugiere Ida Crowe."
Además, los malos eran extranjeros, no se levantaba de la mesa cuando hablaban bien de Hitler y creó un mundo infantil y juvenil en el que las figuras paternas sencillamente no existían. Todo eso comenta
Jacinto Antón en este atículo, al que llego a través de un tuit de
Javi de Rios. Aunque hace décadas que no releo la obra de Blyton (en el recuerdo, coincido con Antón respecto a la serie
Aventura en), no tengo ninguna duda respecto a su alineación junto a las huestes del M.A.L. La primera novela que leí, con siete años, fue
Los siete secretos y el misterio del collar. Me la regaló el día de mi primera comunión la criada argentina de mi abuelo, ante la puerta de cuya habitación hacían cola, por la noche, mia bueo, mis tíos e incluso mi padre. Ahora todo cuadra.