25.1.07

MIRANDO DIVIDÍS EN LA MASIÓN AUSENTE

Ya saben ustedes que la actualidad cinematográfica es una imposibilidad ausente y que tan sólo mis fugas al Festival de Sitges (2004, 2005 y 2006) me permiten escarceos con ese tipo de crónicas. No sólo eso, la recuperación regular de filmes recientes en cómodos visionados domésticos es también compleja. Pero a veces sí es posible, como en los últimos días, en los que han caído tres y sobre las cuales querría dejar por aquí algunos fugaces comentarios antes de que pase el tiempo y me olvide de ellas, y siendo consciente de que en algunos casos me remito a filmes que ya han sido deglutidos y defecados por la voracidad de lo inmediato propio del consumo cultural de la sociedad borderline.

A. Las Colinas Tienen Ojos.

Jo. Que disfrute, oigan. Qué bien nos lo pasamos doña absenta y yo. Es lógico: mutantes caníbales. ¡Qué más podemos pedir! Como remake me resulta soberbio, fiel a la columna vertebral y sábiamente enriquecido. Un extrañísimo caso: probablemente supera a la original. Lo cierto es que esa, la de Wes Craven de 1977, la tengo muy olvidada. La recuerdo como un entretenimiento sin más y una exploit de La Matanza de Texas que a media película transmutaba al setentero género de la ultra violencia vengativa. Eso sí, con la simpática presencia del bueno de Michael Berryman como el caníbal Pluto. No sé por qué cojones siempre recuerdo más la secuela del '85, un producto ciertamente... eu... decepcionante como poco, con aquellas carreras de motocrós y aquel boogie descapotable al que se le guiña el ojo en el estupendo remake del francés Alexander Aja que nos ocupa. Además, la de ahora tiene esos detallitos majotes de sociedad borderline, como el diálogo sobre la afición estadounidense por las armas, la consideración del demócrata como un mindundi o el uso violento del banderín de las barras y estrellas. Por no hablar de la subversión del habitual encontronazo entre adolescentes y serial killers por una lucha de familias en pos de la supervivencia; o ese hermoso escenario que es el pueblo abandonado plagado de maniquíes testadores de Atómica, un tema estética e intelectualmente tan querido en esta casa, ahí, quietecitos, mirando televisiones en sus habitaciones retro. Sí. Una linda película que recomiendo de manera entusiasta y en la que sólo me sobra la presencia de Caperucita Roja.


Bé. Batman Begins.

Pues sí, el reseteo del Hombre Murciélago a cargo del hábil Christopher Nolan tras la bonitas películas de Burton y la posterior explotación homoerótica que había dejado al personaje en un brete cinematográfico. Vaya por delante que a mí el Batman en movimiento que verdaderamente me desbarra y maravilla es el televisivo de los 60. Tanta hermosura PoP concentrada es/era una borrachera para los sentidos. Ya de entrada les digo que la primera media hora nos aburrió cosa mala. En parte influye el hecho de que Ra's Al Ghul nunca ha sido un personaje que me haga tilín y al que, en realidad, nunca he entendido como contrapartida de Batman. Sï, vale, los viejos comics de Neal Adams eran muy bonitos y aquella trilogía de álbumes de los 80 (La Hija del Deminio, La Novia del Demonio y tal, ya no recuerdo los títulos de memoria y no me apetece levantarme a consultarlos) tenían su gracia, eran entretenimientos eficientes y fumanchunescos. Pero yo a Batman lo relaciono con villanos enajenados. Por eso, sin duda, la presencia del Espantapájaros es de lo mejor del filme (junto con el espectacular reparto, muy bien aprovechado). Bueno, a lo que iba, que la primera media hora me resultó un sopor pero luego remonta la mar de bien. Curioso: que sea la enésima revisión de sus orígenes y el primer contacto de Gotham con su enmascarado vigilante lo que realmente funciona del filme es una virtud que no hay que obviar. Como tampoco hay que hacerlo con ese bonito batmovil todoterreno y tuneado que se han sacado de la manga.


Cé. La Venganza de los Sith

Supongo que como ejemplo de mi vida ajena a la actualidad cinematográfica es más que válido. A estas alturas visionando por primera vez la entrega estrella de la segunda trilogía galáctica de Lucas. Pues miren, es lo que hay. Y eso que el factor nostalgia en este caso es importante para mí. Ví Star Wars en su estreno, con once años, y pese a ser un niño criado, por motivos familiares, en el interior de un cine de barrio, aquello fue un verdadero impacto. La ví mil veces, me leís los tebeos, la adaptación novelada, disfruté los exploits y acabé por acudir a la primera sesión del estreno de El Imperio Contraataca. Y en cambio, luego acabo viendo la cuadratura del círculo jedi casi porque no hay más remedio y debía verla, como había hecho y más o menos disfrutado de las anteriores. Y sí, claro, mola. Es interesante porque es una película cuyo argumento avanza de manera matemática. Uno ya sabe los componentes de la ecuación, el resultado y tan sólo hay que ver cómo se despeja la ecuación. Lo bueno es que la visión es agradable, es como contemplar como avanza una de esos complejas y barrocas construcciones con fichas de dominó. Parte fundamental de las virtudes del filme es que está dedicado por entero a un villano, y eso es algo que en la Mansión Ausente siempre aplaudimos. De hecho, creo que ya va siendo hora de dejarse de adaptaciones superheroicas y entrar de lleno en el mucho más hermoso terreno del Mal Enajenado. ¿Para cuando una adaptación fílmica de la biografía de Lex Luthor? ¿Y un filme sosbre los alegres muchachos y muchachas nazis de HYDRA?. Sí, ese es el camino correcto que nadie recorrerá en el Hollywood actual.



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