Veo con sorpresa como la película Hostel encabeza las recaudaciones usacas de esta semana, la de su estreno. Parece que va a ser cosa productiva para Quentin Tarantino (productor) y Eli Roth (director). Puede ver la peli en Sitges y redacté una reseña breve y apresurada (je, me parece que ya dije esto ayer) y salí encantado, pero me consta que casi y fuí el único, al menos por lo que allí hablé (leer leí poco). Yo no sé, pero una cosa tan burra, tan gratuitamente violenta (al menos en la premiere uncut de Sitges, que no sé si la habrán tocado mucho) y de estética, a ratos, tan de subproducto italiano, me alegró la noche. Empieza mediocre y con un look de bajo presupuesto que espanta, en su parte central es como un tebeo snuff de Miguel Angel Martín pero sin la pulcritud gráfica de éste sino todo lo contrario, y al final acaba como un thriller que mezcla ese gusto cinematográfico por las huidas y persecuciones en trenes y estaciones con los efectos especiales a lo Gino De Rossi. Que ahora sea un éxito en la América de Bush quizá sea cosa del marketing y el sello de Tarantino, pero oigan, teniendo presente las numerosas teorías (a las que me mayormente me apunto) que vinculan las edades de oro del horror a contextos políticos concretos, y el éxito de determinadas películas o modas temáticas del género a lo mismo, pero más en concreto, pues coño, que si las tengo presentes será que hay cierto un contexto violento y paranoico en la sociedad borderline. No digo nada nuevo.
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