Baño de masas, o mejor, de frikis y pajeros, para Mr. Tarantino, productor de la segunda película del realizador de Cabin Fever, filme éste que tengo pendiente de visión por casa. Supongo que a estas alturas no tardaré demasiado ya que Hostel me hizo pasar un agradable rato lleno de buenos sentimientos. Jé.
Película gore sin complejos, de explícita violencia, uno saca una idea clara tras su visión: ir a practicar el turismo sexual por los países del Este no es una buena idea. Y así lo sufren en sus carnes (y nunca mejor dicho) tres jóvenes turistas norteamericanos. No es una película sutil ni sibarita. No es la violencia de factura exquisita de Park Chan-Wook. No. Hostel hunde sus raices en, por ejemplo, el instinto malsano de Lucio Fulci. E imagino que en algunos aspectos argumentales y estéticos puede hacer las delicias de alguien como Satanasito.
Tarantino y Roth, jaleados por un público entregado (pese al tremendo retraso acumulado), presentaron la película en Sitges. De madrugada y a modo exclusivo, con una Director's Cut sin los cortes que a buen seguro ejercerá la censura norteamericana. Y es que el filme se complace de manera burra (muy burra) en mostrar violencia física porque sí, sin coartadas. Como motivo central. Sangre y amputaciones a medio camino entre el humor macabro y cierta tensión ambiental. Sin florituras argumentales o estéticas. A mi me gustó bastante, pero me consta que pertenezco al sector más entusiasta. Un apunte final: flota en algunos momentos la sombra de de Ibañez Serrador y su ¿Quien puede matar a un niño?
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