16.11.08
PRESIDENTIAL POP (XVI): EL CANDIDATO JAPO-AMERICANO
Me comenta un amigo que Eagle, la Forja de un presidente de Kaiji Kawaguchi (Glénat, 2008) le parece demasiado superficial. No estoy de acuerdo, el discurso político USA destinado a las masas siempre es superficial en su portada, un discurso de grandes palabras y metáforas destinado a devoradores de fast food. Hay que escarbar y arañar para ver tras el cristal y descubrir las intrigas palaciegas propias de un gran imperio. Y los tiros de Eagle van por ese camino, al menos es lo que intuyo tras la lectura de un primer volumen que me ha dejado con hambre: soy un adicto a las luchas por el poder. Pero vayamos por partes.
En 1998 el mangaka Keiji Kawaguchi proponía una idea ciertamente arriesgada: un congresista demócrata de ascendiente japonés, Kenneth Yamoaka, se postulaba en las primarias de su partido como candidato a la presidencia. La idea de alguien que no fuera wasp metido en tales bretes sonaba entonces, ciertamente, a chino (o japonés, si soy preciso). Pero miren, diez años más tarde, como está la cosa. No es el único paralelismo con Obama que descubrirán. A los Americanos no debió parecerles mal el retrato de la carrera presidencial que les llegaba desde Japón: Eagle fue nominado en su momento a cinco Premios Eisner, aunque no se llevara ninguno. Y no se puede negar que Glénat ha sido hábil publicando este manga justo ahora: es evidente que se ha convertido en el tebeo mediático de las últimas semanas y el título estrella del pasado Saló del Manga, al menos entre los no otakus.
Una de las cosas que me ha gustado de Eagle es algo que ya apuntaba Álvaro Pons en su reseña de hace unos días: el afán didáctico, que yo veo más como un muy buen trabajo de documentación por parte del autor, utilizado sin chirridos para que la historia funcione y entretenga. Porque de eso se trata, de explicar la historia de ese candidato de rasgos orientales y de todas las intrigas que se disparan en una lucha de este tipo, sin olvidar las familiares (que ahí va a haber rayos y truenos, que lo veo venir).
Narrado desde el punto de vista de un joven periodista japonés que ejerce de protagonista casi involuntario de la historia, el recurso permite que el verdadero amo de la función, el político, crezca como personaje: está por ver si es el astuto y ambicioso hijo de puta que todos esperamos o guarda un buen corazón. Para triunfar en la política a gran escala me temo que lo primero es más importante. Y Kawaguchi parece tirar por lo verosímil... de momento.
Desde la perspectiva del Presidential pOp, me encanta ver esos detalles para la galería mediática y los discursos grandilocuentes de ideas mínimalistas, listas para ser lanzadas y digeridas de inmediato por los votantes; y esa trastienda de traiciones, amarguras, navajazos, filtraciones a los medios y dedos que hurgan en las debilidades del rival para hacerlas aflorar en público. Por cierto, aviso para lectores despistados: Albert Noah, el principal rival en las primarias demócratas, no es otra cosa que un claro y evidente trasunto de Al Gore. Y para no tan despistados: el interesantísimo personaje de George Tuck, asesor taimado y astuto, también tiene un evidente precedente real: Dick Tuck.
En anteriores entregas de esta serie...
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