23.3.05

DALE AL SUPR Y LLÁMAME TONTO



Tenemos a absencito de vacaciones en la costa con la abuela. A ratos se le encuentra a faltar, pero poder ver una película entera y sin interrupciones tiene su aquel. Mi intención era regalarme un visionado de Las 36 cámaras de Shaolin, célebre masterpiece marcial que aún no he podido disfrutar. Pero claro, no estoy solo y, de hecho, los viernes y sábados, a eso de las once de la noche, suelo regalarme visionados en soledad, así que era justo darle a doña absenta la elección de filme. Olvídate de mí. El irrisorio título español de la estupenda Eternal Sunshine of the Spotless Mind.

Come ven, he dicho “estupenda”. Osea que sí, que me ha gustado, que la considero una buena película. No es más de lo mismo y el deseo de ser originales y asumir ciertos riesgos por parte de sus creadores, Gondry y Kaufman, se salda con la siempre difícil victoria. No es cosa fácil. La historia del cine está llena de fallidos ejercicios de estilo a los que loar intenciones y maldecir resultados. Aquí no pasa. O al menos no me pasa a mí. También les diré, y quizá les sorprenda, que es mi primer acercamiento a los guiones del señor Philip Kaufman. Nada había visto aún pero seguro que más veré. A saber cuándo, eso sí. Me gusta el hecho de que por una vez el artificio sirva a la historia, y no al revés.

Tampoco me apetece hablar o reflexionar más sobre la película. Están todos muy bien, especialmente Jim Carrey, lo cual a estas alturas ya no es sorpresa ni nada, si alguna vez lo fue. Quizá haya algún exceso hacia el final, pero bien, ni molesta ni desluce. Como comedia romántica, que es un género que tiene más problemas que otros para atraparme, funciona y es real. Es una historia de amor y pareja de verdad, nada de esas bobadas rosas que tanto me incomodan. Y luego está el hecho que buena parte transcurra en el interior del cerebro humano. En la memoria, tan cercana al mundo onírico. La duda dickiana sobre la realidad de la realidad es más grande trasladada al recuerdo. La mente humana tiene una capacidad enorme para perfeccionar el pasado. Por eso en el presente (del filme) se quiere borrar lo reciente y, una vez sumergidos en el recuerdo, se desea su permanencia. También hay mucho de sueño lúcido. Por cierto, me encanta el personaje de Elijah Wood. Menudo hijo de puta. Ayer hablábamos del uso del hipnotismo para ligar. Pues recurrir al recuerdo ajeno no es moco de pavo.

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