12.10.15

CRÓNICAS DE SITGES 2015 (XI): MAGGIE





La cultura popular dista de ser una ciencia exacta y Maggie un perfecto ejemplo de ello. Si uno plantea la operación matemática Arnold Schwarzenegger + película de zombis =… Muy pocos darán con el resultado correcto, que es… = ladrillo soporífero. Aquí el verdadero espíritu de Lo Zombi brilla por su ausencia, esto es un drama, aburrido y de sentimentalismo blandengue, una de esas películas cuya banda sonora es una eterna tecla de piano. La variación que introduce al subgénero es que el efecto del mordisco tarda un mes en hacer efecto (como ven, aquí hasta eso va despacio) y, como la cosa está más o menos controlada, el gobierno permite a las víctimas pasar ese tiempo con sus seres queridos (en un claro ejercicio de memez sentimental, quién puede creerse algo así). El bueno de Arnold es un granjero que tiene a la hija adolescente infectada, así que se pasa el día llorando mientras algún vecino le mira con malos ojos. No hay más, nada más, ni giro, ni tensión, solo un enorme bostezo ante una pésima entrega de melancolía zombi paterno filial. La cosa alcanza niveles atroces cuando muestra una fiesta de despedida, alrededor de una hoguera, de adolescentes infectados en lo que puede considerar una variación pocha pocha pocha del Agujero Negro de Charles Burns. Si acaso, como mucho se salva el encuentro con una niña zombi en el bosque. De momento, ocupa el primer puesto en mi ranking de lo peor de Sitges 2015. Por cierto, ya corren por ahí carteles fake con las cosillas que se encuentran a faltar.




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