27.5.08

WE WANT THE AIRWAVES #09/08




Valentina Tomo 1 de Guido Crepax (Norma)
Conocí a Valentina en el Tótem, pero allí y entonces, más allá de ver una chica mona en pelotas, no entendía nada. Otros contenidos (Moebius, Druillet, Pratt) llamaban más mi atención, y la fragmentación episódica de la obra de Crepax añadían más confusión a mi lectura. Han pasado treinta años y hoy me descubro absorto y maravillado ante el majestuoso tomo que acaba de editar Norma. Valentina es puro pop, con todo el caos que eso conlleva. Mafiosos con metralletas, carreras de coches, viajes al centro de la Tierra (¡Subterránea!), anacrónicas cosacas zaristas, poderes sobrenaturales, símbolos zodiacales y surrealistas referencias políticas. Un mejunje que puede atragantar pero que ahora me enamora: los años le sientan bien. La edición reconstruye las peripecias de la fotógrafa vamp no por fecha cronológica de publicación, sino por el orden (teórico) en el que suceden las aventuras, cosa que al principio confunde (los flashbacks de la infancia están demasiado relacionados con acontecimientos futuros) y luego resulta gozoso por poner patas arriba el caos argumental con que trabajaba Crepax; por ejemplo: un personaje como Anton, émulo del cineasta Eisenstein, se presenta a los lectores dos veces, en páginas fechas en el '65 y el '68 respectivamente. Qué más da, Crepax retuerce figuras y viñetas mientras juega con el tiempo narrativo de manera puramente intuitiva. Suelta referencias intelectuales, a menudo pedantes, propias de la Izquierda Exquisita, pero acude al pulp puro y duro. Coño, si el héroe masculino se llama Neutrón. Valentina cautivó a los intelectuales del ’68, pero ahora veo que lo que realmente les gustaba era el sadomasoquismo light, las referencias a Sade, la fusta y el liguero, el fetichismo de la ropa interior femenina y los uniformes de féminas soviets, el bondage, la heroína que pasa de la sumisión erótica a ejercer de dominatrix. Hoy Valentina sería juzgada de otra manera y esos intelectuales renegarían de la pulsión sensual que ejerce sobre ellos. Yo sólo puedo decir que he gozado con el grafismo inigualable, pero también con el caos narrativo de las historias. Un clásico imprescindible.

Jana 1 de Purita Campos y Andries Brandt (Glénat)
En diversas ocasiones me he declarado converso a Purita Campos. Me seduce esa estética adolescente y romántica, esa tono camp para niñas, del todo justificado, y la inmediatez del culebrón de Ester. Jana, la pelirroja, es su otra gran creación, realizada no para la IPC sino para Holanda, y en los 80s. Jana es una chica de acción, más aventurera. El estilo de Pura es como más suelto, menos pulido, con un entintado más inmediato; me recuerda a Luís Bermejo. Sigue ahí la intrascendencia, la sencillez, la frescura, el encanto. La estructura de página es diferente por ese formato ancho, casi cuadrado, del magazine holandés original. En la primera aventura de las dos que incluye este primer volumen (de una colección no cronológica, sino una selección de sus mejores historietas) gira sobre la búsqueda de la estatuilla de un ídolo precolombino (e introduce elementos fantásticos inimaginables en Ester), mientras que la segunda, más costumbrista, es una divertida historia sobre antipática ancianas que engañan a las chicas. Divertido.

Aya de Yopougon 2 de Marguerite Abouet y Clément Oumbrarie (Norma)
Abouet, escritora de Costa de Marfil afincada en París, se asocia a los sfarianos dibujos de Oubrerie para traernos un Africa que no conocemos, un África feliz y casi mediterránea (aunque Costa de Marfil sea atlántica), un oasis alejado del hambre y la violencia. La frescura de la primera entrega me dejó un grato recuerdo que se confirma en esta segunda. Aya es un alegre culebrón hiper coral poblado de romances furtivos e hijos ilegítimos, de líos amorosos, equívocos y secretos familiares. Desconozco hasta que punto es una recreación ideal, casi a la casi napolitana por el jolgorio y el bullicio, de la población de Yopougon, pero pienso regresar a ella, en papel, siempre que tenga ocasión. Además, por diferentes que sean algunas de sus costumbres culturales, hay algo tan tremendamente cercano en los personajes de Abouet que uno los hace suyos sin remisión. Será que la clase media marfileña nos es bastante similar. Muy recomendable.

Tina Modotti, Una mujer del siglo XX de Ángel de la Calle (Sins Entido)
Aprovecho está inmersión en cómics con título homónimo de fémina para leer la biografia de Tina Modotti realizada por Ángel de la Calle. Enseguida se revela como una excelente lectura. La figura de Modotti es ciertamente fascinante, actriz del cine mudo, artista y fotógrafa, su estancia en el México revolucionario de los años 20 la transmuta en activista de izquierda, en una conversa del partido y de los soviets que vagará por la Europa de entreguerras, en ocasiones como aventurera espia soviética, y en otras como mujer entregada a la causa del Socorro Rojo. Angel de la Calle recorre de manera apasionada el México revolucionario, la Alemania de Weimar, el Moscú de Stalin o la Espeña en guerra, y Tina, con sus aciertos y debilidades, con sus relaciones sentimentales con tipos más o menos siniestros, con su devoción casi fundamentalisma al partido y a Stalin, se convierte en una figura histórica de enorme interés. Ángel de la Calle se acerca a ella con el espíritu del Maus de Spiegelman, y se implica en la historia como un narrador fascinado durante años por el personaje. Hay mucho amor, mucho trabajo, mucha declaración de principios. Muy recomendable.

Nota: esta entrada es una variación del guión para el Cabaret Elèctric emitido el pasado 13 de mayo y cuyo mp3 se puede descargar aquí.

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