14.8.12

1978 - SITGES AÑO ONCE


Reemprendo, con más retraso del que quería, la serie estival dedicada a recorrer año a año la historia del Festival de Cine Fantástico de Sitges, y que también me sirve para ir calentando motores para la edición de 2012, que espero cubrir como siempre. Para acceder a este repaso histórico, y que se inspira en las crónicas que leí de joven en revistas como Vampus o Nueva Dimensión, al final de esta entrada tienen los enlaces a entregas anteriores.

Poniéndonos en situación tras la edición anterior de 1977, no está de más recordar que se clausuró con el aviso de que podía ser la última. No fue así, pero lo cierto es que se abría un periodo incierto por razones varias. Una, el cambio político y la democracia, con unos poderes políticos en los que un festival tan pintoresco como este, dedicado al cine fantástico y de terror, no encajaba en el campo de la cultura a la que hay que prestar apoyo sólido. Eso era así especialmente por lo que se refiere a la recién nacida Generalitat de Catalunya y que de momento se mantenía al margen del certamen, como prueba su asuencia en los patrocinos públicos que constan en el catálogo conmemorativo de 1978.

El otro elemento a tener en cuenta es el momento concreto que vive el cine fantástico y de terror en esos años. Sitges nació al amparo de una moda de terror pop (Hammer, Fantaterror Español, Gótico italiano, giallo) que en 1978 ya ha sido sepultada. Son años de cambio, primero en contenidos, mucho más duros y con las películas de violación y venganza en pleno auge mientras el gore italiano está a punto de estallar. Por otro, el impacto de Star Wars y Tiburón, que marcan un cambio en modelos de producción y tendencias que ya no tendrán vuelta a trás. También es interesante mencionar que los años en que Sitges debía sortear, con mayor o menor fortuna, la censura del régimen quedaban atrás. Lo que parecía no menguar era el éxito popular, ya que la mayoría de sesiones agotaron las localidades. Algo que ya no cambiaría y que hacía cada vez más pequeños los cines de la localidad, el Retiro y el Prado.



La programación de Sitges 1978 fue muy criticada en su momento, y se tildó la edición de decepcionante. Mirando la lista de películas que se programaron, es cierto que muchos de los títulos clásicos o llamativos de ese año no pasaron por Sitges (Alien, La noche de Halloween, Zombi, La invasión de los Ultracuerpos, Piraña, Star Crash). Del mismo modo, es curioso comprobar como no hay ni rastro de las grandes productoras. Sitges es un festival modesto que, en esos años, pierde la competición Avoriaz, entonces la gran cita del género (hoy borrada del mapa). A cambio, Sitges se nutría de cinematografías exóticas, como las entonces pujantes de Australia y Checoslovaquía) y de un repertorio repleto de serie bé donde podía haber alguna sopresa (una de Mario Bava o una pieza mayor del rape & vegeance como Day of the woman, hoy más conocida como I spit on your grave o por su título español La venganza del sexo), muchos títulos ignotos (destacando las hasta tres pelis dedicadas a la naturaleza desbocada, con tarantulas, abejas y hormigas de protagonistas) y la bizarra presencia de Zé do Caixao. Los responsables de la selección fueron Luis Gasca y Rafael Ibáñez.



Palmarés
Clavel Medalla de Oro al Mejor director de largometrajes: Richard Franklin (por Patrick)
Clavel Medalla de Plata al Mejor director de cortometrajes: Gerard Collín (por La Nichee)
Clavel Medalla de Plata al Mejor guión: Mario Bava y Guiseppi Maccari (por Shock)
Clavel Medalla de Plata al Mejor actor: John Hargreaves (por Long Week-End)
Clavel Medalla de Plata a la Mejor actriz: Camille Keaton (por Day of the Woman)
Clavel Medalla de Plata a la Mejor fotografía: Jaroslav Kucera (por Adela no ha cenado todavía)
Clavel Medalla de Plata a los Mejores efectos especiales: Dan Genis (por Las abejas)
Premio de la crítica: Long Weekend de Colin Egleston, con menciones especiales para Patrick y José Mójica Marins.

Actas del jurado y de la Crítica


En términos de La Película Ganadora, que antaño funcionaba más que ahora, 1978 fue el año de Patrick, estpuendo exponente del pujante terror australiano y todo un éxito en su tiempo (hasta tuvo una falsa secuela italiana) aunque hoy está más bien olvidada. Por entonces yo tenía doce añitos y me limitaba a contemplar el Festival viendo los carteles expuestos en los cines de Sitges. Ni me planteaba ver si me dejaban entrar (no tardaría mucho), así que para ver Patrick me tuve que esperar a su estreno comercial, justo al año siguiente y la misma semana que se celebraba Sitges 1979. Por entonces ya funcionaba una curiosa dinámica en la que algunas de las películas más celebradas de la edición anterior se estrenaban durante la siguiente, supongo que para aprovechar algún tipo de empuje comercial y promocional. Abajo, anuncio a toda página en ABC en octubre de 1979, y destacando los premios del filme en Sitges y Avoriaz.



El catálogo conmemorativo de 1978 incluye un apartado, Vida Social, donde se destacan los invitados internacionales al certamen.




La presencia más destacable, al menos para mí, es la del gran Forrest J. Ackerman como presidente del jurado. Aunque en el texto de arriba no se cita (se destaca su condición de coleccionista), Ackerman era el editor de la mítica revista Famous Monster of Filmland,  madre del cordero degollado que acercó los monstruos a la infancia, es decir, la publicación clave en la gestación de un fandom de aficionados al género. He estado buscando en los números de la revista inmediatamente posteriores a Sitges si se incluyó algún reportaje o comentario sobre el certamen, pero no he encontrado ninguno. Y ya que hablamos de publicaciones, éste fue el primer año en que el Festival editó una publicación diaria. No me ha sido posible localizar ningún ejemplar (de hecho, nunca los he visto a la venta ni nada).

Forrest J. Ackerman en Sitges 1978 junto al periodista especializado Salvador Sainz (la foto está sacada del blog de éste).


De todas formas, en términos de popularidad mediática, la estrella fue el brasileño José Mójica Marins. Como cineasta ya se habían visto algunas películas suyas en ediciones anteriores, pero su aparición en Sitges, con su disfraz de Zé do Caixao, sus largas uñas, su traje de sepulturero y su sombrero de copa. Las películas tuvieron una acogida muy diversa (silbidos y pataletas incluidos) y la rueda de prensa dicen que fue memorable, tanto que hasta en ABC se destacó el asunto (de hecho fue lo único que publicó este diario sobre el certamen).

José Mójica Marins en la rueda de prensa de 1978.

Tras estos comentarios, doy paso a la tradicional selección de textos publicados en su momento sobre el certamen. Ya no encontrarán aquí artículos publicados en revistas especializadas como Vampus , terror Fantastic (porque ya no se publicaban) o Nueva Dimensión (que mantenía el boicot tras la polémica con Carlo Fabretti de unos años antes), así que hay que acudir a la prensa generalista. A continuación pueden leer (y disfrutar) de las crónicas de Juan Luis Goas para Destino (Goas contextualiza muy bien el momento del género en aquellos momentos y, poco tiempo después, se convertiría en el relevo de Antonio Rafales como director del Festival, pero ya llegaré a eso cuando toque), de Jesús Ruiz para El Correo Catalán (con una prosa muy curiosa), de J. López Español para El Mundo Deportivo (qué tiempos aquellos, en los que la prensa deportiva dedicaba las páginas finales al cine y la cultura) y de Ángeles Maso para La Vanguardia. Además de una nota de la agencia Efe. Por cierto, en la gala de la inauguración Day of the Woman provocó el desmayo de tres señoras.


Nota de la agencia Efe sobre la inauguración
Con el largometraje de EE.UU., Day of the Woman de Meir Zarchi, se inaugurará hoy el XI Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror. A esta sesión asistirá eI director Meir Zarchi. El domingo, día 8, por la noche se proyectará el filme italiano «Shock», de Mario Bava, y en le noche del lunes el director mejicano Alfredo Zacarías asistirá al estreno de su película «Las abejas asesinas». En Sitges hay mucha expectación por este Festival de Cine Fantástico y de Terror que hace que cada año se agoten las localidades. — Efe.

Bajo el signo del terror cotidiano 
Crónica de Juan Luis Goas para la revista Destino (octubre  de 1978)

Historia y metamorfosis de un género
Es curioso el fenómeno metamórfico que ha experimentado el cine fantástico y de terror. En un principio Melies -auténtico padre cine fantástico - fascinaba y atraía a un público totalmente “virgen” por lo que a nuevas sensaciones cinematográficas se refiere. Pocos años tuvieron que pasar, para que la Europa que a duras penas superaba el trauma sociopsicológico de la Primera Guerra Mundial, volviera a ser asustada por un movimiento que encabezado por Murnau y Winne fue tan genial como esporádico: el cine expresionista alemán.

Por otra parte y cambiando de continente, Lon Chaney, Boris Karloff y Bela Lugosi se encargaban de hacer olvidar a a millones de americanos la gran depresión económica de los años 30. Y saltando más lejos aún en lo geográfico y acercándonos en la historia, el bestiario japonés (Godzilla, Raven, Camera, etc.) (sic) surge siempre después de una explosión atómica: psicología nipona antiamericana por excelencia.



Volviendo a Europa y próximos a nuestros días son dos los países que marcaron (y aún marcan) la pauta por lo que a cine fantástico y de terror se refiere: Inglaterra e Italia. El Reino Unido es, sin duda alguna, la nación que más se ha identificado con el terror, ya sea por el paisaje, por sus leyendas o simplemente por ser continua cuna de grandes realizadores. Y precisamente en Gran Bretaña surge la importante productora europea de films fantásticos y de horror: la Hammer, encabezada por el tándem Terence Fisher - Cristopher Lee, logra aterrar al mundo en la década de los sesenta y principios de los setenta.
Con la Hammer, murieron todos los mitologemas propios del género. Es ahí donde la sociedad toma el relevo por lo que a constantes terroríficas se refiere. Los asesinatos, las violaciones, los atentados ecológicos han venido a sustituir a los grandes dilemas del cine de horror. Un cine sin monstruos pero que desgraciadamente nos asusta más.



Capital del terror durante ocho días
Sitges fue el claro exponente de este terror cotidiano al que nos referimos. El Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror, que cada año se celebra en esta localidad, nos trajo en esta onceava edición gran variedad de producciones. El Festival de Sitges es uno de los pocos certámenes (junto con el de París) especializados en este género cinematográfico, y si bien en esta edición no resultó tan brillante como se esperaba, tuvimos ocasión de descubrir la gran calidad de un país casi desconocido para nosotros: Australia. Sin lugar a dudas fue su producción la más aplaudida del Festival, y contrarrestó la nota media de una edición más que mediocre. Quizás intentando crear una conciencia hacia la protección de la naturaleza y del medio ambiente nos llegaron tres producciones en las que abejas, hormigas y arañas, respectivamente, se suponía nos harán poner los pelos de punta. Ciertamente fueron espeluznantes de ver, pero no por su valor artístico sino por el gran infantilismo y ridiculez de sus argumentos. Las abejas, de Alfredo Zacarías; Tarántulas, de Stuart Hagman, y Ants (Hormigas), de Robert Scheerer, no aportaron ningún nuevo atractivo al Festival y antes aburrieron que asustaron al público asistente.


Las abejas se llevaron el Clavel Medalla de Plata a los mejores efectos especiales, ciertamente sin que nosotros hayamos observado dónde puede radicar el mérito en esta película. Más merecido fue el galardón concedido a Checoslovaquia, para la película Adela no ha cenado todavía, de Oldrich Lipsky, por su fotografía. Lipsky, que aparte de Adela... presentaba dos obras más al Festival, consiguió mantener una línea de corrección y un buen quehacer técnico muy característico del cine del Este. La aportación brasileña nos llegó de la mano de Mojica Marins, cuya presencia durante el certamen fue la principal atracción. Si bien, sus dos films presentados (Delirios de un anormal y O Estupro) fueron realmente decepcionantes, aburridos y reiterativos. El cine de Mojica Marins se puede justificar, según sus propias palabras, “por la escasa calidad de la producción brasileña en general y por la total carencia de este género en su país”. A nosotros, lejos de asustarnos, nos defraudó y el público silbó y abucheó la mención especial a este director por su aportación al cine fantástico.



Australia, esa desconocida
Sin duda alguna la estrella del Festival fue la producción australiana. Long week-end, de Colin Eggleston, y Patrick, de Richard Franklin, nos dejaron francamente sorprendidos por su exquisita calidad y su corrección y sencillez en la puesta en escena. Australia, desconocida por el público hasta hace pocas fechas, es un auténtico paraíso cinematográfico por descubrir. Sitges supo reconocer la magnífica labor de estos directores y sus obras, y así fueron las más premiadas. Long week-end recibió el premio a la mejor película del Festival y el Clavel Medalla de Plata al mejor actor, por el trabajo de John Hargreaves en el film. Patrick, por su parte, obtuvo el Clavel Medalla de Oro al mejor realizador, Richard Franklin, y una mención especial por los valores intrínsecos de esta película. Dentro de este capítulo positivo del Festival debemos incluir por derecho propio la producción italiana Shock, de Mario Bava, que consiguió el Clavel Medalla de Plata al mejor guión, así como Day of the de woman, de Meir Zarchi, cuya protagonista, Camille Keaton, logró para el film el Clavel Medalla de Plata a la mejor actriz.


Si bien fueron pocos los films destacables, no hay duda que en Sitges, año tras año, se dan cita las últimas producciones que sobre este género se realizan en todo el mundo. La calidad de las mismas puede mejorarse y esperamos que en futuras ediciones se ofrezca a todo el público que acude un criterio más equilibrado en la elección de los films.



El Terror no está en los Monstruos sino en los Hombres
Crónica de Jesús Ruiz para El Correo Catalán (18 de Octubre de 1978).
Sitges «blanc d’Espanya que enlluerna» -Carner dixit- alcanza su plenitud con las uvas maduras. Al filo de los primeros días de octubre, los dorados rosáceos de los atardeceres se tintan de violeta y en las calles estrechas, supervivencia ¡ay! del Sitges intelectual, del Sitges artístico, del Sitges pescador, cuando el turismo multitudinario no lo había arrasado casi todo, se puede respirar otra vez, tras las asfixias del verano. En estos días otoñales –mar generalmente remansado, caricia del sol en la Ribera— llega puntualmente el Terror. Por el Terror se conoce familiarmente la manifestación que lleva el nombre oficial de Festival de Cine Fantástico y de Terror y que este año ha cumplido su XI edición.



Edición en la que como en la viña del Señor, ha habido de todo. Bueno, regular, menos regular y rematadamente malo. Esto en cuanto a las películas proyectadas, puesto que en lo que a organización se refiere, no cabe ponerle peros y hasta se ha contado por vez primera con un boletín diario al estilo de los grandes festivales. Pero vayamos con las películas.


Lo primero que se advierte al hacer un somero repaso es que ha aumentado el terror y faltado la fantasía. Me explicaré: el género tenía unos soportes clásicos: Frankensteines, hombres lobos, mansiones truculentas, puertas chirriantes, oportunas ráfagas de viento, etc. Pues todo esto ha desaparecido o por lo menos, se ha alterado para adaptarse a otras constantes: el viejo adagio latino del hombre, lobo para el hombre parece informar a realizadores puestos en la tesitura del terror, que han abandonado sus recursos tradicionales para buscar otros, como la parapsicología, las mutaciones ecológicas, los poderes ocultos o simplemente, la perversidad. Esa maldad humana capaz de provocar con sus resultantes el mayor de los terrores.


La gran vencedora ha sido Australia; su cine, que sólo de muy tarde en tarde acceder a la exhibición comercial, es una cinematografía que tiene por un lado la precisión transmitida por los británicos y por el otro, sabe conjugar la penetración psicológica con un sentido del suspense y un comedido efectismo: Long Week end de Collin Eggleston, especie de mensaje ecológico con glosa al comportamiento animal y subrayado de la pequeñez humana (un joven matrimonio que decide descansar en plena Naturaleza y recibe lo que se merece por el desprecio a los valores ecológicos con que actúa) y Patrick, de Richard Franklin (los poderes parapsicológicos de un hombre sumido en coma profundo ) fueron las películas más aplaudidas y la segunda se llevó la medalla de oro.


La cinematografía norteamericana ha estado representada por películas menores (es posible que las mayores las reserven sus productores para el festival de Avoriaz, se reveló Brian de Palma). Así, Day of the woman, de Meir Zarchi (venganza de la víctima de una cuádruple violación en sus verdugos) y así, Tarántulas, de Stuart Hagman (con esos bichos en acción por culpa de un contrabando de café), que nada ha aportado a lo que podríamos clasificar como cine ecológico-terrorífico. Cine en el que cabe incluir asimismo a Las abejas, película mexicana de Alfredo Zacarías (la correspondiente invasión de abejas de picadura mortífera con los consabidos efectos especiales agrandadores y deformantes) y la norteamericana Ants, de Robert Scheerer, con hormigas (también enormes, también invasoras) en la pantalla.



En este género podría incluirse también Les raisin de la mort, una menos que mediana cinta francesa dirigida por Jean Rollin en la que el terror se alcanza mediante la exhibición de seres vivientes, medio descompuestos por causa del vino que producen uvas contaminadas por una dosis excesiva de pesticidas.
También, como ha quedado dicho, los poderes mentales y la parapsicología (¿he citado antes a Brian de Palma?) tienen su gran parte en el género terrorífico de hogaño. Si Patrick se llevó el premio mayor, otro importante le correspondió al italiano Mario Bava por su Shock, una muy buena película en la que este especialista del género consigue una variante del niño diabolizado ya conocido por La profecía, pero aquí tratado un tanto «a la italiana» y con la interpretación excepcional de Daria Nicolodi, esposa por cierto de otro grande del género: Dario Argento.



Buena representación de los checoslovacos, con Adela no ha cenado aún, de Jaroslav Lucera -una película auténticamente fantástica- El elixir del diablo, de Ralf Kirsten; He matado a Einstein, de Oldrich Lipsky, y Cuatro asesinatos son suficientes, del mismo realizador.


Mala la inglesa, con la imposible Prey, de Norman J. Barren, donde el mito del hombre-lobo se mezcla con el extraterrestre arrancado de las películas de ciencia-ficción y no falta la nota erótica y el numerito lésbico. Killer’s Moon, de Alan Birkinshaw, no pasó de discreta.



Manicomial la brasileña, a cargo de José Mojica Marins, que con su presencia -capa negra, barba idem y sombrero de copa- amenizó el festival, artífice de O estupro y Delirios de un anormal, estrepitosamente silbadas y pateadas por el respetable.



Estas fueron las cintas más reseñables del festival, además de algunas otras -alemana, coreanas- de puro relleno.



El punto final estuvo a cargo de la canadiense Black out, de Edy Matalon, presentada fuera de concurso, que incide en el tema de la maldad humana personificada por unos criminales huidos de la cárcel- como fuente de terror. Un terror que imponen en los diferentes apartamentos de un edificio neoyorquino aprovechando un apagón que sume en la oscuridad a la ciudad de los rascacielos.


Tras la angustia provocada por las efectistas imágenes de esta cinta, el paseo por las calles de Sitges a la salida del Retiro, convertido por seis días en palacio del festival bastaba para devolver la tranquilidad tras tanta superdosis de terror. Un año más para el Festival y como dijo su director, señor Rafales, en el speach final, hasta el próximo.



La película australiana Patrick triunfadora.
Crónica de J. López Español para El Mundo Deportivo (Viernes, 20 de octubre de 1978) 

Como anualmente sucede desde hace once temporadas, del 7 al 14 del actual mes de octubre se ha celebrado en Sitges el Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror que patronea y dirige desde sus inicios Antonio Rafales y gracias a cuyo esfuerzo y el de sus colaboradores ha logrado un alto prestigio y reconocimiento internacional entre los certámenes fílmicos especializados. Este año esta habitual «Mostra del Cine de Horror» convocó además de a críticos y comentaristas cinematográficos de los medios de información a diversas personalidades artísticas y relacionadas con el séptimo arte nacionales y extranjeras.

Películas participantes
En general se ha mantenido un aceptable nivel medio en todos los films proyectados. Abrió el certamen la producción estadounidense «The day of fha woman» dirigida por Meir Zarchi y protagonizada por Camille Keaton, hija del famoso cómico Búster Keaton. Película violenta y áspera en torno a la cuádruple violación de una muchacha causó tanto impacto que provocó el desmayo de tres espectadoras.



Italia participó con «Shock» del maestro del género Mario Bava que tiene como intérprete principal a Daria Nocolodi esposa de Darío Argento y ofrece una trama argumental interesante en la línea de los poderes paranormales; y con el film de Franco Prosperi «La settima donna» que intenta provocar el suspense y el horror por los caminos de la violencia al narrar la trágica peripecia de unas muchachas que se enfrentan a unos forajidos que tras atracar un banco se refugian en el chalet ocupado por aquellas. Tiene por protagonista a Florinda Bolkan.


En esta misma línea se encuentran también la cinta inglesa de Alan Birkshaw «Killer’s Moon» en la que cuatro criminales psicópatas escapados de un hospital se adueñan de un colegio femenino siendo las pobres muchachas juguetes de sus apetencias y delirios e incluso la producción canadiense que cerró el Festiva y se proyectaba fuera de concurso «Blackout» de Eddie Matalon que se centra en el famoso apagón que experimentó la ciudad de Nueva York, circunstancia que aprovechan unos malhechores para huir del coche policial que los conducía y realizar toda clase de fechorías y salvajadas.


El tema del terror que busca su raíz en la actuación de insectos arácnidos y otros animalitos similares estuvo representado por «Tarántulas» del norteamericano Stuart Hagman; «Ants» (hormigas) del también norteamericano Robert Scheerer y «Las abejas asesinas», del mejicano Alfredo Zacarías interpretada por John Saxon, Angel Tompkins, John Carradine y Alicia Encinas y que es el film de mejor calidad de los tres.


De Alemania Federal se proyecté «Magdalena», de Michael Walter; de Checoslovaquia «Adela no ha cenado aún», de Oldrich Lipsky; de Hong-Kong «The obsesed», de Mak Pang Chin; y de Corea «Woman with butterflay tattoo», de Kim Key Yong. España estuvo representada por «Un vino espeso y fuerte», de José Antonio Barrero. Francia por «Les raisins de la mort», de Jean Rollin; Inglaterra por «Pray», de Norman J. Warren. Y Australia que fue la triunfadora por «Long week-end», de Colin Eggleston, y «Patrick», de Richard Franklin e interpretada por Robert Helpmann y Susan Penhaligon que plantea desde la óptica de la parapsicología y la fantasía el problema de las relaciones entre un enfermo -al que sólo le funciona el cerebro (al estilo de «Johnny cogió su fusil»)- y la enfermera que lo cuida. Brasil intervino con dos films de José Mojica Marins: «Delirio de un anormal» y «El estupro», que fueron los más controvertidos. J. LOPEZ ESPAÑOL



Crónicas en La Vanguardia
Enviada especial: Ángeles Maso

«Shock» de Mario Bava, un maestro en el género
(martes, 10 de octubre)

En Sitges se dan cita anual los admiradores del cine de terror tratando de demostrar que no se trata de un subgénero.

El Festival, inaugurado el pasado sábado, se desarrollará del 7 el 14 de octubre. Hasta el momento la mejor película presentada al certamen de Sitges es «Shock», de Mario Bava, maestro en terrores. Suspense, angustia, los convenientes contrapuntos de espanto, y en conjunto —de la segunda parte hasta el final— una lección de cine de terror a cargo de un cineasta italiano del que aplaudimos en un pasado festival su «Ecología del delito». Ahora la trayectoria argumental es más sutil, más a tono con la moda. Bava ha pedido prestadoa a los que han renovado el género con posesos, médiums, reencarnados y otros sujetos de fenómenos paranormales o parapsicológicos; una raíz argumental, perfectamente alimentada y sostenida.


Dora vuelve a su casa después de siete años de ausencia con su niño y un segundo esposo. La mujer ha tenido que ser tratada en un hospital por perturbaciones psíquicas y también intoxicación a causa de la droga. En aquel lugar se ha suicidado su primer marido. Desde el primer momento Marco, que cuenta siete años, desarrolla extraños poderes que van tomando un inquietante aumento y rompen la paz de lo que parecía ser un hogar estable. Un clima de angustias y pesadillas perfectamente logrado por Mario Bava del que puede decirse que domina el manejo de todos los instrumentos de terror. El equipo artístico está por completo a la altura del técnico con John Steiner, Daria Nicolodi y David Colin, jr. Los efectos especiales sin grandes truculencias, pero muy elocuentes se deben a María Luisa Jilll. La fotografía qua dirige Giuseppe Maccari, supone un excepcional trabajo.



En la inauguración, un terror de actualidad.
No es nuevo el tema: una muchacha violada por cuatro hombres que la asaltan, la maltratan hasta decidir una muerte que no llega a realizarse por indecisión de uno del grupo, se venga con sadismo y eficacia de los violadores. La película es norteamericana y se titula «The Day of Tha Woman». La dirige Mario Zarchi y cuenta con un buen equipo de intérpretes, a la cabeza Camilla Keaton que realiza una estimable labor.
Los ingleses han participado con «Prey» de Norman J. Warren, con Sally Faulkner, Barry Stokes y Glory Annen, una cinta que tiene en cuenta el sentido del humor y que queda como un producto más del género.
Creo qus merece una mención especial «Le motard da l'Apocalypse», un cortometraje belga de Richard Olivier realizado con excelente técnica e imaginación. Dos factores importantes para el cine que se presenta en Sitges.



«Las abejas» (Méjico) y «Tarántulas» (Estados Unidos), entre artrópodos anda el juego
Jueves, 12 de octubre de 1978. Sitges: XI Festival de Cine Fantástico y de Terror

El terror se viste de fantasía en las últimas películas que se han proyectado en Sitges cuando faltan todavía cuatro jornadas para que el festival finalice. En Sitges pueden verse cinco películas, si el tiempo lo permite. (No el meteorológico, por supuesto.) Secciones competitiva, informativa y retrospectiva que tienen como temática el terror o la fantasía.

Hemos visto «Las abejas», de Méjico, en versión inglesa y subtítulos en español. El director es Alfredo Zacarías, que también ha escrito e! guión. Y los intérpretes de tan singular producción mejicana son John Saxon, Angel Tompkins, John Carradine y Alicia Encinas.



Nos iniciamos en el relato en una estación experimental de la Unesco en Sudamérica, donde se estudia la particularidad de las abejas africanas que suelen ser terriblemente peligrosas. Por lo visto producen el doble de miel, pero también más mala uva que sus congéneres. Los estudiosos de la Unesco quieren domesticar a tales abejas, pero los representantes del organismo internacional no les hacen caso hasta que sufren las consecuencias. Las abejas, organizadas, dan un mensaje a la pareja protagonista —que son los buenos— en el sentido de que si no acaban con el abuso del medio ambiente, ellas acabarán con el hombre. Cinta de evasión realizada de un modo discreto e interpretada también correctamente por el equipo artístico, pero que no ha levantado el entusiasmo entre los asistentes al festival.


Otra de artrópodos, «Tarántulas», del norteamericano Stuart Hagman. Cine de acción y de aventura con el elemento de la fantasía como justificante de su ubicación en el festival. Las tarántulas que unos comerciantes introducen, sin quererlo, en Estados Unidos, producen víctimas en el territorio californiano. Las tarántulas no respetan a nadie. Ni siquiera la mujer del «sheriff» que no se lo pasaba del todo mal, en un parque cercano a una escuela para chicos que padecen autismo. Las tarántulas de Hagman tienen menos buena fe que las abejas asesinas de Zacarías, ya que lo que quieren es sencillamente matar y hacer de las suyas en una fábrica de clasificación y embalaje de naranjas. Puede que la película de acción tenga también su mensaje. ¿Los arácnidos pueden ser el veneno que entra en Estados Unidos de forma ideológica y siempre desde el exterior, en este caso del continente sudamericano? El hecho de buscarle siete pies a la tarántula, se debe, seguramente, a la falta de alicientes que tiene este relato en que, como en el caso de las abejas, habíamos puesto bastante confianza. •— A. M.


 El «Puzzle» brasileño de Mojica
(viernes, 13 de octubre)

Sitges, 12. — Le ha llegado el turno a la película de José Mojica Marins, «Delirios de un anormal». El hombre de cine brasileño llevaba consigo un lanzamiento promocional nada despreciable. Se nos había hablado de sus largas uñas y de que siempre va acompañado de un guardaespaldas temible. ¿Será por las posibles críticas adversas?



«Delirios de un anormal» es el primer largometraje que Mojica presenta este año. A la hora de escribir esta crónica todavía no se ha visto O estupro, programada para esta tarde. Delirios de un anormal es una cinta repetitiva, plúmbea, y de escasos valores cinematográficos. Una tercera parte de la película puede significar una labor personal de creación que respeto. Pero el resto no es más que una innecesaria reiteración. Un «puzzle» sin ordenar.




Los delirios de Hamilton, un psiquiatra que a causa da haber estudiado apasionadamente el personaje «Zé do Caixao» se convierten en unas pesadillas que tienen como centro el sadismo y todo género de fantasías. Los intérpretes de esta película son el propio Mojica, Mayna Miller, Jorge Pares Ortega y Jaime Cortez. El filme de Mojica obtuvo silbidos y aplausos del público. Algunos espectadores abandonaron la sala antes del final. Pero el espectáculo Mojica había comenzado mucho antes que su película al presentarse en el cine El Retiro con alto sombrero de copa, atuendo negro, muy adornado. Ante el público, en la breve entrevista que se convirtió en monólogo estuvo simpático y más convincente que con sus imágenes


De Olrich Lipsky (Checoslovaquia) una cinta a concurso que ha quedado como un producto discreto con un tema que parodia las historias detectivescas, protagonista Nick Carter. Fantasía, evocación de las realizaciones más populares en el terreno de las aventuras con superhéroe, el filme checoslovaco se valora por su humorismo y en cierto modo por lo original de su temática. No es la hora de hacer un balance del Festival. Pero sí que podemos adelantar que hasta el momento, hay un nivel de calidad inferior al de otros años. Podemos contar con los dedos de la mano los filmes de calidad. Entre ellos, «Shock», de Mario Bava, con reservas, «Day of the Woman», de Meir Zarchi y: acreditando la dedicación que Australia está cultivando con el cine, Long Week End, de Colin Eggleston. Una cinta bien narrada, que resulta elocuente al hablar de las relaciones del hombre con la naturaleza.





Australia da de nuevo en la diana con Patrick.
(La Vanguardia, sábado, 14 de octubre)

Sitges: XI Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror Sitges, 13. — Otra vez aplausos para Australia en el XI Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror. Con «Patrick» de Richard Franklin que ha demostrado que el género puede tratarse bien, con dignidad, sin recurrir e las truculencias y por las rutas de un naturalismo que pide prestada la fantasía para desarrollar un filme de aventuras con suspense incluido.

El tema de la cinta gira en torno a un hombre que se halla en estado de coma profundo a causa de un accidente que él mismo ha motivado al lanzar una estufa eléctrica contra la bañera donde se hallaban su madre y el amante de ella. Pero Patrick, con una extraña clarividencia que le concedían unos poderes sobrenaturales, sabía antes de verlo lo que estaba ocurriendo en la habitación contigua. Tan sólo lo que se refiere a los poderes de Patrick entra en el terreno de la fantasía según el guión. El resto es una descripción realista en torno de la vida del hospital, el grupo médico y una joven enfermera con la que Patrick llega a comunicarse.



Franklin atiende perfectamente a los personajes, crea un clima bastante convincente y consigue que e! espectador entre en el clima de angustia que se desprenda de la famosa habitación número quince donde Patrick está inmóvil, alimentado por vía traqueal y con respiración controlada. Franklin encuentra en la nueva enfermera Kathy (Susan Penhaligon) un nexo de comunicación con el exterior y un especial afecto.
Donde se han lucido los responsables de los efectos especiales es en el lanzamiento de objetos a distancia y en el final que no se puede desvelar para dejar en suspense al posible público de «Patrick». Aunque la película se proyectó en versión inglesa con subtítulos bien pudiera ser que el mercado que supone Sitges le diera una oportunidad.

A la hora de escribir esta crónica, todavía quedan por ver algunas películas, los premios, son todavía simples conjeturas. Es seguro que España no se llevará ningún clavel medalla para largometrajes ponqué no concurre, las cintas españolas que se proyectan o son retrospectivas o cortometrajes. ¿Falta de fe en el concurso, miedo al pateo o un exponente más de la crisis de la producción de cine española? Angeles Maso.


Retrospectiva de cine fantástico español
Al margen de los títulos comentados (algunos muy brevemente) en las crónicas del Festival, la edición de 1978 también dio cobijo a una retrospectiva de cine fantástico español, compuesta por una selección de piezas de Segundo de Chomón; la serie de tres cortometrajes de Eduardo Maroto Una de fieras, Una de miedo y Una de ladrones (1934); y los largometrajes Más allá de la muerte (Benito Perojo, 1934), El sexto sentido (Nemesio Sobrevila, 1928), Los habitantes de la casa deshabitada (Gonzalo Pardo Delgras, 1946), El huesped de las tinieblas (Antonio del Amo, 1947), La corona negra (Luis Saslavsky, 1950) y títulos del fantaterror pop como La saga de los Dracula, Los ojos Azules de la muñeca rota, El refugio del miedo y La noche de los brujos.

 Una de miedo (1934)




 
Entregas de esta serie:

1967 - Sitges Año Cero
1968 - Sitges Año Uno
1969 - Sitges Año Dos
1970 - Sitges Año Tres
1971 - Sitges Año Cuatro
1972 - Sitges Año Cinco
1973 - Sitges Año Seis
1974 - Sitges Año Siete

1975 - Sitges Año Ocho
1976 - Sitges Año Nueve  
1977 - Sitges Año Diez

10.8.12

CARTOGRAFÍA DE LO IMPOSIBLE



Disfruté mucho viendo Prometheus. Las razones son múltiples, variadas e incluso irracionales, hasta equivocadas, pero me entregué al espectáculo, por momentos inaudito, y se ganó mi simpatía como los tripulantes de la Nostromo se ganaron la de Ash, el androide de la película fundacional, que tras ser decapitado lanzaba ese último mensaje a los humanos a los que había traicionado por imperativo de la Corporación Wayland.

Confieso que entré en la sala predispuesto a hacerla mía, a reivindicarla, a defenderla. Leyendo en diagonal una muy celebrada crítica negativa intuía que era mi obligación adoptar esa postura porque así podría protestar ante cierto  fundamentalismo con fe dogmática en el guión y la cuadratura del círculo, de un tipo de crítica espectáculo que se fundamenta en la demagogia, la falta de piedad, y no en el entusiasmo ante la maravilla, que es lo que a mí mayormente me mueve. No dejes que el guión te estropee una película, creo que la frase es de John Tones y hay que tenerla muy presente en estos tiempos mutantes en el que el cine de grandes presupuestos se aplica a producciones que antaño serían series bé. Tras ver la película he leído opiniones negativas y sí, de nuevo esa en concreto también, y me he crispado mucho, he notado furor, ira.

Puedo entender que Prometheus no guste, que se afirme con convicción que tiene agujeros, que es abrupta, desordenada, que se desentiende de sus personajes, que tenga momentos incluso ridículos. Puedo comprender esa decepción porque soy consciente de que Prometheus tiene mucho de accidente. Salta a la vista que el guión que ha pasado por muchas manos, que está lleno de parches, y que también ha sufrido lo suyo en la sala de montaje. Las costuras están a la vista como lo estaban las cicatrices de Frankenstein. Seguro que el símil ya lo ha escrito alguien antes, y no sólo porque la película luzca como un monstruo cosido con trozos de otros cuerpos, sino porque la referencia a la criatura de Mary Shelley está en el título, en los diálogos, en el alma confusa del asunto. Las menciones a Frankenstein incluye incluso una referencia al Frankenstein created Woman de Terence Fisher por la vía del diseño de vestuario, no sé si sin querer o queriendo, pero está ahí. Yo la veo.


Matar a quién te ha dado la vida, matar al padre. La idea se expresa en ocasiones de manera sutil y en otras de manera tosca, e incluso se revuelve y confunde con el resto de desordenada metafísica en clave pOp que inunda la película y que la estimula a mis ojos, con su exceso de preguntas sin respuesta para que ésta sea al gusto del consumidor culturalmente disperso (haciendo mío el afortunado concepto acuñado por Marc Pastor). Preguntas que probablemente no obtendrán nunca respuesta y que abren no ya puertas, sino abismos, agujeros negros. Un pupurrí desmelenado de simbologías religiosas, cristianas pero también más allá del cristianismo, con al atávico héroe solar que conforma mitos y credos primitivos. Para mi sorpresa, todo esa carga que puede pesar como una losa o atragantar (como le ha pasado muchos, sí) no impide que la película sea tremendamente divertida, que corra desbocada, en estampida, hacia el espectáculo entretenido, a la sucesión de cosas que pasan abriéndose paso a empujones, pisoteando incluso buenas ideas que se quedan ahí, espachurradas por el camino.

Prometheus es un accidente, sí. Los accidentes son muy habituales en el cine de Hollywood, y algunos pueden resultar fascinantes, hermosos, hipnóticos. Prometheus se revuelca en el barro de la metafísica, construye una incontestable catedral de fantasía visual, se balancea en el trapecio de lo pretencioso y de golpe se entrega a la serie bé de una manera tan absurda, tan desordenada, que uno contempla patidifuso como la película se lanza al vacio, sin red, y se estampa, claro, contra el suelo. La cosa es tan inaudita que yo me levanto y aplaudo, y sé que no estoy sólo, sé que no soy el único que sabrá apreciar la belleza que ahí se esconde; y también su falta de vergüenza.



Prometheus es un accidente que se descubre feliz en su condición de híbrido amorfo que se entrega con despreocupada alegría al preciosismo y a lo chorra, a la pretensión metafísica y a la fantasía barata. Acude a la ciencia-ficción de los tebeos de los 80 y de las películas de bajo presupuesto (que eran los nutrientes del primer Alien) al mismo tiempo que se quiere mirar al recto espejo de 2001, Blade Runner, Naves Silenciosas y hasta Lawrence de Arabia. Un equilibrio inviable. Prometheus es una colosal arquitectura imposible, condenada al tambaleo y al definitivo derrumbe si la ficción y la fantasía estuvieran sujetas a las leyes de la física. Afortunadamente no es así, y hay quien se dejar arrastrar por el sentido de la maravilla porque en algún momento firmó, firmamos, un contrato con lo irracional y lo asimétrico, con el círculo imposible de cuadrar. Disfrutamos del viaje y nos importan más bien poco la matemática del guión, el final perfecto y la lógica interna; de hecho, estos elementos pueden ser enemigos naturales del Sense of Wonder más hedonista.


Una cosa que me gusta mucho de Prometheus es que acuda a la vez a 2001, Lovecraft y Von Daniken. Sí, es cierto, el danés sueco proponía pseudociencia y pseudohistoria, y eso hoy está mal visto, pero le tengo cierta simpatía porque forma parte de una generación de escritores de fantaciencia que descubrieron que podían hacer ficción en forma de no-ficción, aunque el éxito acabó convirtiéndoles en charlatanes. No hay que olvidar que ese artificio, ese fake de fantasía disfrazada, nació en las revistas de ciencia-ficción que también amparaban la parte más hard, científica y, para muchos, noble de un género tan polimorfo como la ciencia-ficción. Lo que explicaba Daniken bebía directamente de Lovecraft y sus dioses cósmicos, y también lo hacia un poco 2001 con su monolito. Daniken y el monolito están de alguna forma emparentados (y también enfrentados) y la prueba, el lazo de sangre, podemos localizarlo en el Jack Kirby de la última época, en Los Eternos y en su alocada adaptación de la película de Kubrick. Si, supongo que ese Jack Kirby desmelenado está presente en Prometheus.



Y sí, es cierto, el primer Alien era otra cosa. Una obra maestra, un relato de horror perfecto, con sus puertas a lo irracional (porque eso es fundamental para el horror) pero muy bien armada de coherencia hard. Una obra maestra modesta en su encaje como película de terror y al mismo tiempo una irrepetible maravilla visual. Qué puedo decir yo, que la vi con 14 años cuando se estrenó, sin tener ni idea de lo que iba a ver. Que puedo decir yo más allá de que me volvió loco. Y siempre fui consciente de que era irrepetible.  Alien tampoco se pretendió nunca saga, y como tal siempre creció amorfa: el militarismo viril de Cameron, la aburrida metafísica de la tercera entrega o el delirio pop a lo Metal Hurlant de la cuarta (por la que siento un terrible amor, lo confieso). En Prometheus hay mucho de esas dos, pese a que es un amancebamiento contra natura. Cuando tiene miedo de ser como una se trastoca hacia la otra. Y luego está el crossover con Predator y el videojuego, una extensión para muchos corrupta. Llegados a este punto, supongo que hay quien hubiera preferido una precuela diseñada con tiralíneas, un puzzle funcional, artificial, que no moleste. Yo prefiero el rumbo inesperado y loco de Prometheus, la línea curva, el desorden. Me gusta la idea de que los ingenieros se equivoquen, se desdigan y fracasen, que pierdan el rumbo. Me parece una idea poderosa y una fuente de confusión.


El ya famoso geógrafo geólogo de la cresta, centro de tanta polémica, es un científico escéptico hasta la desesperanza. Cuando lo irracional y la superstición irrumpe ante él, cuando se topa con la existencia de los  dioses atávicos que niega con burla, se derrumba, pierde el control, sale el corriendo y se acaba perdiendo. Precisamente el geógrafo geólogo encargado de cartografiar los túneles, de trazar el mapa. No sé si es una idea casual o mal desarrollada, pero en cierta forma, junto a él salen corriendo de la película muchos espectadores que no aceptan ese extravío. Espectadores escépticos que no dan crédito y que rechazan casi como una blasfemia la idea de que sea el que dibuja el plano quien se pierda. No pueden asumir que imaginación y fantasía son territorios de cartografía imposible.


7.8.12

HEDONISTAS DEL APOCALIPSIS


Sin querer y dándole a la tecla, con mis tres últimas reseñas (contando esta) me he montado una extraña trilogía. He hablado de best-sellers distinguiendo entre el que pretende ser más que eso (caso HHhH) y el puro y duro (caso los cómics de Marini). Ahora vamos a otra cosa, a otra pata de la cultura de consumo popular. De hecho, la pata que desata mis pasiones y mi entrega, la pata que me nubla el juicio y que distingue este blog: la serie bé, la explotación, el subproducto de derribo facturado al amparo de la industria, oculto en sus resquicios, poniendo huevos y larvas en la grieta sin motivo, por puro ánimo vandálico o buscando dineros desbordados por los márgenes de la industria.

Ya estoy desvariando de nuevo. Yo venía a escribir un poco sobre Crossed, la serie de tebeos de Avatar que aquí publica Editores de Tebeos (EDT y antes Glénat). Lo de Avatar, al menos lo que por aquí va saliendo, me gusta bastante. Soy fan del sello. Fan del concepto y fan del resultado. Avatar busca el apoyo en sus guionistas. Los busca interesantes, populares y con rasgos muy concretos. Por ejemplo: Warren Ellis, Garth Ennis o David Lapham (menudo trío). Luego les pide que vomiten subcultura sin mesura y rapidito, que hay que sacar tebeos. No siempre cumplen, y cuando lo hacen es acotado por la propia dinámica industrial y de serie bé del siglo XXI, pero como los tipos elegidos dan con el perfil, la cosa a mí me funciona y me atrae. Tampoco es que sea algo nuevo o brillante; el pulp, el bolsilibro o el tebeo precode funcionaban así, aunque los tiempos han cambiado y estos tebeos de Avatar se han revolcado en el barro del punk y del nihilismo apocalíptico. Sí, eso, punk, de garaje o de imperdible, da igual. Un bajista competente y el resto de la banda una chavalada por pulir que pide tiempo y tablas. One. Two, three. Ruido y volumen, y los lectores a bailar un pogo desordenado y de breve minutaje. Todo muy inmediato, sin pulir, sin pensar, sin vergüenza.


Es obvio que estoy exagerando y que me pierde el estilo, pero qué más da. También es obvio, evidente, que Crossed no es más que una explotación (a la vieja usanza) de los Walking Dead de Kirkman y del aún bien alimentado (pese al empacho y por sorpresa) subgénero zombi, que es al fin y al cabo el zeitgeist pOp de nuestro tiempo, el tipo de ficción que define estos tiempos de crisis económica, de valores y de buen gusto. Un contexto ideal para que la subcultura plante huevos y larvas. Y sí, vale, los cruzados de Crossed no son muertos vivientes sino contagiados, menudo debate estéril y gañán ese. No sé ni para qué lo apostillo.


Yo me imagino la cosa un poco así, con el tipo de Avatar (ni pajolera idea de quién es, pero es un tipo, eso seguro) pidiendo algo de zombis porque lo están petando, y venga, ahí aparece el Garth Ennis y se casca los diez números que forman el primer arco (independiente, como el resto) y que aquí compiló EDT en un tomo consistente en peso, páginas y contenido. Me cae bien el Garth Ennis, es así, no lo escondo. Despierta mis simpatías. Es bruto como un arado y amigo del exceso sin mesura; se pierde, no controla y revuelca sus historias en el chiste grueso y guarro. Ofensivo si puede. Es por eso que lo prefiero a, no sé, Neil Gaiman, porque es su reverso oscuro. Uno busca la dignificación por la vía de la alta cultura inglesa, el otro se zambulle en la del proletariado sucio, maleducado, maloliente y borracho de cerveza. El humor británico, tan celebrado, también da cobijo al chiste de pedo, pis y polla en el culo. Bueno, eso también lo hacía, salvando las distancias y si me permiten, John Ford. Siempre recuerdo que en el momento cumbre de Centauros del desierto, cuando John Wayne se dispone a enfrentar su mal rollo cara a cara, va John Ford y corta la escena para enseñarnos que le están quitando una flecha del culo al general del Séptimo de caballería. Y también pienso que estoy hablando de humor inglés cuando en realidad lo de Ennis y Ford es humor irlandés.


El vínculo entre Ford y Ennis no sólo viene dado por proceder de la misma cultura. Ennis, con todo lo bruto que es, con toda su desmesura, tiene otra faceta muy evidente y a priori contradictoria. El relato, el tema central de sus historias, se alimenta totalmente de un tipo de cine muy clásico. Ennis, tras los mocos, los pedos y la salvajada epatante, cuenta la misma historia que contaban Howard Hawks, John Carpenter o Sam Peckimpah. Historias protagonizadas por un grupo humano que alcanza la épica forjando lazos que van más allá de la simple amistad. Amistad viril que dicen algunos, porque esos relatos, por contexto cultural, desatienden al personaje femenino o incluso le reservan un papel de interferencia en la relación masculina entre hombres de pelo en pecho. Afortunadamente, eso se superó un poco con el tiempo y en películas como Asalto a la comisaría del Distrito 13 (John Carpenter, 1976) ya teníamos por ahí a una chica dura, que falta hacía. Lucha de sexos al margen, son títulos como ése o como Río Bravo, El Dorado, Grupo Salvaje, Doce del Patíbulo o Los Violentos de Kelly los que alimentan las historias de Ennis. Eso es muy evidente en sus tebeos de género bélico, pero también en Predicador y hasta en The Boys.

En lo personal, sintonizo mucho con estas historias de grupo heroico. Esa épica del codo con codo, de espalda contra espalda, pueden llegar a ponerme la piel de gallina y emocionarme cosa mala. Que me ponen, vaya. Quizá por eso me gusta Ennis y le sigo la pista, porque también le va el rollo. Además, soy amigo del exceso, con lo que su otra faceta, la soez, hasta me hace gracia y todo. Ese me pasa también con Irvine Welsh, el de Transpoting o Acid House, y que también se puede conectar a Ennis. Pero volvamos a los zombis (y a los contagiados a mordiscos). Uno de los códigos usuales del subgénero es, precisamente, esa épica del grupo, de la banda. A menudo se establecen vínculos entre Río Bravo y La Noche de los muertos Vivientes (y ahí, entre ambas, Asalto a la comisaría del distrito 13 actúa como voluntario pegamento), pero es que mi película de zombis favorita, el Zombi de Romero, su primera secuela, es una película de grupo, con esos cuatro supervivientes armados, peligrosos y fortificados en un supermercado. Por resumir y acotar lo dicho hasta ahora: el subgénero zombi es muy dúctil al exceso (como bien demostró el cine de explotación italiano) y hace centro neurálgico del grupo superviviente y su mística . Resulta lógico, por tanto, que Ennis ni siquiera tenga que llevarlo a su terreno. Es su terreno. Juega en campo propio.


Decía antes que de partida Crossed es una exploit de los Walking Dead de Kirkman, que por otro lado no deja de ser un fiel y robusto desarrollo de los cánones del subgénero, sin desviarse siquiera del muerto viviente lento de Romero (al menos en el tebeo, no tanto en la serie). La principal diferencia parte de ahí. Lo de Crossed toman la variante del contagio y añaden un rasgo muy distintivo que es todo un acierto. Los contagiados de Ennis, los cruzados que dan título al tebeo, son humanos con los bajos instintos desatados hasta lo inconcebible, una incontenible e irracional masa entregada a la mayor violencia y a la mayor perversión posible. Iba a escribir que son animales pero no, nada de eso, son humanos desatados, un ejército enajenado y orgiástico entregado a lo peor de lo peor. Una promiscua legión de hedonistas del Apocalipsis. De la causa del contagio nada se explica, ni falta que hace, y se acude a lo simbólico y lo sobrenatural con la marca facial que los distingue, una cruz de sangre en el rostro. Con ese rasgo deja ir Ennis su proverbial mala leche, poniendo el símbolo cristiano por excelencia como distintivo de una horda que pervierte toda moralidad. Una provocación más, claro, pero que tiene su miga, al fin y al cabo la religión también se agarra y escarba en el lado más irracional del ser humano.


Que los contagiados de Ennis se dejen llevar por la brutalidad absoluta le viene muy bien. Acota su gusto por el exceso. Le libra del peso de sus desmanes porque puede centralizarlos en sus cruzados y librar así a sus héroes, su grupo humano protagonista, de la incontinencia de Ennis por el caca, culo, pedo, pis elevado al cuadrado. Hay detalles marca de la casa, como las balas bañadas en semen infectado o el cruzado que atiza con una polla de caballo, pero siempre a un lado del tablero, Eso le sirve para armar una historia de apocalipsis y supervivencia muy seca, dura, áspera, nada paródica, y puede llevar a sus personajes, sus humanos sin futuro ni esperanza, por terrenos incómodos y poder tocar sin bromas ni salidas de tono tabús como el asesinato despiadado de niños, que no es moco de pavo y que ensombrece a sus héroes (porque nunca serán héroes). Las historias de zombis e infectados sacan lo peor del ser humano, pero más aún cuando ante sí ya tienen a lo peor del ser humano convertido en horda insaciable.


Otro detalle que me gusta de Crossed es que se convierte en un relato (descarriado, atroz) de Nueva Frontera, ese espíritu que alimentó el mito del salvaje Oeste, que es el mito de la forja de los EEUU. Dejar atrás la civilización y adentrarse en la naturaleza indómita de desiertos y montañas para conquistar un trozo de tierra donde asentar un porvenir incierto. Eso también está en el tebeo de Kirkman y me hace gracia ver como el subgénero zombi, que hizo del encierro y la claustrofobia uno de sus códigos, haya mutado hacia al espacio abierto y la caravana de pioneros. La humanidad busca fronteras que de momento no tenemos. El tema, en realidad, es más cosa de la cultura popular norteamericana que europea, esto es así, pero es que el subgénero zombi, por mucho que la Italia eurotrash lo hiciera suyo en sus gozosos desmanes, se alimenta de otro icono de la cultura pop norteamericana: las armas de fuego, esas que guardan constitucionalmente en casa por si regresa el invasor inglés, que es como guardar estacas por si vienen los vampiros. Una superstición vestida de ideal patriótico y reformulada como negocio industrial. Esa cultura, que en la ficción pOp da lugar a una fascinante estética de la violencia, late en subgénero cuando emana de los EEUU (y sí, lo sé, Ennis es irlandés).

El arco fundacional de Crossed, pese a su conclusión falsamente abierta (como pasaba con el Zombi de Romero), dejaba el asunto concluido. Cualquier continuación con los mismos personajes sería un error; además, Ennis ya ha contado todo lo que tenía que contar. No sé cómo fue la cosa, si era obra cerrada que al funcionar se quiso continuar o ya se diseñó como franquicia, pero lo cierto es que tras Ennis los bártulos de los cruzados han pasado a manos de David Lapham.


Lapham es un tipo interesante al que respeto porque sus Balas Perdidas son una cosa muy grande, pese a estar inacabadas. De hecho, ese mismo detalle demuestra que es una obra robusta. También las dos novelas gráficas de género negro que se publicaron por aquí (Mátame, Silverfish) y tras las cuales se puso a escribir superhéroes, que es cuando le pierdo la pista, lo reconozco. No puedo decir si en esa excursión ha aguantado el tipo. Sospecho que no. En Avatar, y aquí publicado por EDT, tiene un tebeo sobre Calígula, una fantasía violenta, gore y sobrenatural, que que me dejó desconcertado, tanto que me siento incapaz de forjarme una opinión al respecto. Supongo que eso es bueno.


Con Lapham al cargo de Crossed, EDT lleva publicados aquí tres tebeos, cada uno de ellos compilando arcos o historias independientes entre sí. Valores familiares es el primero, y el mejor. Una muy digna continuación del universo atroz creado por Ennis. Esa vertiente de Nueva Frontera, de western apocalíptico, es aún más evidente, caballos incluidos. También mantiene el tipo en cuanto a violencia desatada, imágenes desagradables y comportamientos aberrantes y lenguaje profusamente explícito. Y siendo un relato aún más americano que su precedente (la portada que referencia el American Gothic está muy bien puesta) conecta, curiosamente, con el modo italiano de entender al zombi y el tipo de horror que encarna. No pienso sólo en el gore brutal, también en la religión. Los protagonistas de Valores familiares son una familia criada en el fundamentalismo cristiano, el Tea Party rural que no atiende a razones; pero en su interior anidan perversiones incestuosas y pederastas, ahí queda eso. Lapham contrapone así la horda de los cruzados viciosos y perversos, el bajo instinto liberado y llevado al límite irracional, con un horror que no tiene la justificación del contagio y que, encima, es real, un monstruo que habita entre nosotros, a cobijo de la tradición, el mesianismo y la salvaguarda de su torcida moral.


Religión al margen, la idea del monstruo de verdad reaparece en Psicópata, tercer gran arco (independiente, insisto) y que reincide más o menos en lo mismo. Entre el grupo de supervivientes se oculta un psicópata, un ser humano que no necesita llevar la cruz de los cruzados para ser abyecto, subrayando la metáfora que justifica Crossed y su brutalidad: que el virus (o lo que sea) tan sólo ha liberado algo terrible que está ahí, en nosotros. Aunque la lectura se me hizo algo larga, es de alabar el tono oscuro y cómo Lapham hila un relato que incomoda y no da asideros. Aquí no hay Nueva Frontera sino un tebeo de mal rollo que el dibujante cordobés Raulo Cáceres se encarga de vestir con ultragore chorreante y explícito.
La idea de mezclar psicópatas y zombis (infectados) siempre me ha gustado. La utilizó Kirkman en Walking Dead y también la solventaba muy bien, y de pasada, Ennis en el primer arco. Me gusta porque enmarca aquello del Psycho in / zombi out que desarrollamos en una de las Reflexiones de Repronto (esta): de cómo muchos telediarios se construyen a partir de esa dualidad: noticias de psicópatas en lo nacional y de zombis en lo internacional. Tenemos el psicópata dentro y la horda zombi fuera, y así construimos nuestros miedos en esta época de crisis total.


No les he dicho que entre Valores Familiares y Psicópata se coloca un número extra, especial y pintoresco: Crossed 3D. Lo cierto es que se lo pueden ahorrar porque es el peor de la serie, una cosa infame. Tiene la gracia, sí, de ser un tebeo en 3D a la vieja usanza, para leer con gafas, y un poco para reivindicar el ánimo de subproducto de serie bé que late en los tebeos del sello Avatar. Pero la resolución gráfica del experimento es atroz por sobrecarga, y yo no sé si es por eso o porque la historia de Lapham en esta ocasión fracasa, pero la lectura se convirtió en un auténtico sufrimiento y me desentendí cosa mal. Se lo pueden ahorrar si no son ustedes completistas o les pica la curiosidad, pero lo cierto es que desluce lo que Crossed ofrece en el resto de la saga: subcultura sin domesticar y sin pulir, violencia gratuita, vandalismo, mal gusto. pOp de Derribo.

6.8.12

BEST SELLER, BE DE, FOLLETÍN Y SANDALIAS

En la entrada anterior, dedicada a la novela HHhH de Laurent Binet, decía que los best-sellers pueden dividirse en dos grupos. El puro y duro, que sólo busca gancho comercial y entretener al personal (en ocasiones muy dignamente) y el que se pretende de mayor calidad literaria. La novela sobre el nazi Heydrich y el atentado sufrido a manos de la resistencia checoslovaca se alineaba voluntariamente en el segundo grupo, y lo hacía gracias al hábil e interesante uso de tres perspectivas distintas mezcladas con gracia: la narración de los hechos, los comentarios sobre la documentación manejada y el relato del personal vínculo sentimental del escritor con la historia que nos cuenta.

Curiosamente, en la novela de Binet se habla o mencionan cómics al menos en dos ocasiones. Una, a raíz de una entrevista a Marjane Satrapi, la autora de Persépolis, en la que dice que no se cree al Kundera que escribe de París y sí al que lo hace sobre Praga, un comentario que preocupa al escritor porque él es de París y no de Praga, donde suceden los hechos de HHhH. La otra es cuando se imagina la estación central de Praga de 1942, y lo hace pensando en un dibujo de Enki Bilal y sus fríos grises del este europeo.
Estas menciones al cómic en un libro de estas características pueden sorprender, pero en realidad no tanto si se tiene en cuenta que se trata de una obra escrita y pensada para el mercado francés (aunque el éxito haya acabado siendo internacional). Pocos países, si los hay, tratan la historieta, la Be De, con tanto mimo, prestigio y respaldo de ventas. En la BeDe francófona son muchos los ejemplos de Best Sellers, y además compiten con el libro tradicional en la listas, sin que haya reparos en la mezcla. Aquí el sólo hecho soliviantaría a más de un escritor de prestigio. Y, volviendo al inicio, con los best sellers del cómic francés podemos hacer la misma distinción entre el puro y duro y el que tiene vocación de trascendencia cultural. De hecho, tanto Satrapi como Bilal pueden catalogarse también en el segundo grupo. Satrapi como exponente del movimiento de la Nouvelle BD y con una obra, Persépolis, cuyo éxito resulta clave y trascendente. Con Bilal lo mismo, aunque en este caso podemos decir que pertenece a la vieja escuela, pero aún así de clara voluntad autoral, e incluso con una obra reflexiva y experimental pese a ser ciencia-ficción de tradición Metal Hurlant.

Y luego está la otra bedé, la del best-seller puro y duro, con vocación de entretenimiento pero también respaldado por guiones sólidos y efectivos (no siempre, claro) y un dibujo primoroso, trabajado y espectacular. De nuevo, pocas industrias como la francófona países dejan a sus dibujantes tanto margen de tiempo para el preciosismo y el detalle, siempre en clave realista. Cosa que hoy, por cierto, empieza a apreciarse menos que antes porque, afortunadamente, también hay cada vez más cómics de dibujo no realista y libertad gráfica a raudales, con maravillosos resultados (en lo creativo y en lo comercial). Satrapi sería una muestra. Bilal se mueve entre ambos mundos (más por lo que cuenta que en sus últimos títulos que por cómo lo dibuja).

La verdad es que no sé a qué viene tanto rollo si yo lo que quería era comentar que he estado leyendo tebeos de Enrico Marini este fin de semana. Es que me pongo a escribir y no hay quien me pare y, ai, quien me marque, porque tamaña disertación para introducir un breve apunte sobre un autor tan alejado de la reflexión autoral como Marini es un contrasentido. Bueno, la cosa iba de best sellers, así que no me he pasado tanto, porque pocos dibujantes actuales pueden tener la consideración de autenticas estrellas en ventas de la Be De. Marini dibuja que te cagas para los cánones de la vieja escuela, es tan espectacular como un blockbuster de Hollywood y supone una cierta modernidad porque, primero, no esconde influencias niponas (Otomo es omnipresente), y segundo, sabe cuando hay que poner una hembra fornicando a cuatro patas. Es por eso que se le compara con Manara, aunque sus jamonas voluptuosas están lejos de la delicadeza sensual de las del autor del Click, del mismo modo que éste trasciende la mera factura de best-seller industriales. Manara sería un poco como Bilal, de la vieja escuela pero con voluntad autoral (y guiños a la vieja y decadente Izquierda Exquisita, tan dada al fetichismo visual).


Bueno, pues como les decía, que este fin de semana me he pegado un pequeño atracón Marini. La cosa ha empezado mal, con la novena entrega de El Escorpión, ese folletín de capa y espada que arrasa más de lo que merece. Lo cierto es que me ha parecido un horror, con los personajes deambulando en una trama que no deje de dar vueltas sobre sí misma sin sentido ni emoción. Luego nos quejamos de que los japoneses también alargan sus series, pero joder, esto ya es un exceso de por sí. La sensación que me queda es que Marine y Desberg, el guionista, están alargando la historia porque es demasiado rentable y supone poco esfuerzo a estas alturas. Una cosa rutinaria que esperemos acabe pronto. El Escorpión empezó siendo un folletín muy divertido, repleto de acción, con sus mozas despampanantes, sus intrigas de palacio, sus espadachines enmascarados, sus monjes guerreros y sus obispos perversos... hasta que en algún momento dejó de serlo y se transformó en un rutinario sinsentido.


La decepción, no por esperada, no me detuvo para agarrar los tres álbumes de Las águilas de Roma, otra serie de Marini ambientada en los tiempos del Imperio romano y, esta vez, haciéndose él mismo cargo de los guiones. De hecho, que la novena entrega de El Escorpión me haya parecido un horror me impulsa a agarrar la serie de Marini, no tanto por guardar esperanzas o borrar el recuerdo, sino porque tengo los tres álbumes sin leer y tendré que tomar una decisión económica, que bastante generoso he sido acaparándolos a ciegas. Por cierto, entiendo la decisión de Marini de prescindir de guionistas. Al fin y al cabo, el truño argumental de Desberg secunda que hace lo correcto (y encima no hay que repartir). Y lo cierto es que me zampo los tres álbumes en una sentada, por lo que puedo decir que el objetivo se cumple. Y el objetivo no es otro que entretener, evadir, y alegrar la vista con un arte espectacular, de la vieja escuela y sin riesgos. Reconozco que me lo he pasado bien y que al cerrar un álbum iba a por el siguiente, dejándome seducir por los cantos de sirena del best seller puro, duro y funcional, por los legionarios en sandalias, los bárbaros del Norte, la decadencia de los nobles romanos, las orgías, las traiciones, las intrigas, los malos pérfidos de toda la vida y las ardorosas jamonas de la corte del emperador Augusto. No ha sido para tirar cohetes y seguro que me olvidaré de todo antes de que se publique la siguiente entrega, pero vamos, que eso ya sabía yo que iba a ser así. Me lo pasé bien con el Gladiator de Ridley Scott y disfruté bastante con las dos temporadas de la Roma de HBO, así que este tebeo completa un extraña trilogía en mi cabeza.



5.8.12

HIMMLERS HIRN heisst HEYDRICH



El cerebro de Himmler se llama Heydrich. Esa es la traducción de la frase que se esconde tras HHhH, el extraño título que se esconde tras la novela de Laurent Binet, ganadora del premio Goncourt 2010, galardón muy celebrado entre las letras y los lectores franceses.
“En todos los años que llevo con este libro dentro de mí, no he pensado en ningún momento titularlo de otro modo que Operación Antropoide (y si éste no es el título que figura en la portada que el lector puede leer, es porque cedí ante el editor, a quien no le gustaba en absoluto: le parecía demasiado ciencia-ficción, demasiado Robert Ludlum...)”.
La declaración del escritor puede parecer que procede de una de las múltiples entrevistas dadas. Una cualquiera, tomada al azar, donde se le pregunta por enésima vez por el extraño título; pero no es así, es una frase tomada de la misma novela, y viene muy bien para describir su curioso desarrollo narrativo (y de estilo), además de citar el meollo del asunto.

En la histórica Operación Antropoide un comando de dos paracaidistas checoeslovacos, amparados por su gobierno en el exilio, el ejército británico y las debilitadas fuerzas de la Resistencia checa atentó contra la vida de Reinhard Heydrich por las calles de la ocupada Praga.
“Heydrich, el hombre más peligroso del Tercer Reich, el verdugo de Praga, el carnicero, la bestia rubia, la cabra, el hombre de corazón de hierro, la peor criatura jamás forjada por el fuego vivo de los infiernos, el hombre más feroz jamás salido de un útero femenino”.

De nuevo acudo a la novela para perfilar a su centro neurálgico, Reinhard Heydrich, cuya mano ejecutora también está detrás de la Noche de los cuchillos largos, la Noche de los cristales rotos y el diseño de la Solución Final, la maquinaria industrial que tenía por objetivo el genocidio total y a gran escala de los judíos europeos. La célebre eficiencia germánica puesta al servicio de una buscada masacre étnica.

Reinhard Heydrich, el nazi perfecto, y dos paracaidistas (checo y eslovaco) que encarnan también el ideal de la Resistencia. ¡Viva la Resistencia! La épica y la mítica, los héroes y los supervillanos, y un suceso que como deja bien claro Laurent Binet a lo largo del libro, le fascinaba y obsesionaba desde hacía muchos años. El libro es un best-seller de facto, aquí lleva unas cuantas ediciones, pero por otro lado rehuye su condición desmarcándose en su forma del best-seller al uso, del “demasiado Robert Lundlum” que llevó al cambio de título. Buscando pertenencia al reducido grupo de los grandes ventas que se pretenden algo más que eso. Todo muy francés, por cierto.

Lo distintivito de HHhH es su voluntaria y muy bien llevada condición de mezcla entre novelización de un hecho real (tan épico como un atentado de la Resistencia contra el nazi perfecto), manejo de documentación exhaustiva (sobre la vida de sus tres protagonistas y el contexto histórico inmediato o lejano) y el sentimiento personal e incluso autobiográfico del escritor embarcado en la tarea. Toda la narración se salpica con frecuencia con las reflexiones del escritor que bucea en los hechos, e incluso en sus vínculos sentimentales con la historia. Busca explicación por la fascinación que siente por el mal absoluto (Heyndrich lo es) y comenta todo tipo de detalles relacionadas con otras obras de ficción que tratan el mismo hecho histórico o incluso contextos similares.
“De repente, lo veo claro: Las benévolas es «Houellebecq entre los nazis», así de sencillo.”
Es curioso porque esa construcción del relato del autor frente a su obra, que se pregunta de dónde sale un dato en un texto ajeno o que apostilla con desmesura si un diálogo es real o teatralizado, es la parte más afectada, teatral y novelizada. Una decisión de estilo arriesgada y, ciertamente, no exenta de cierta pretenciosidad, que en ocasiones se rebaja con saltos de línea de voluntad cómica (siempre referenciados a sí mismo y a su obsesión, nunca hacia el hecho histórico. Pero la gracia está ahí porque funciona, porque tiene un objetivo, desnudar, por contraste, de efectos teatrales la historia de verdad. O de simularlos. Y funciona porque sus últimas cien páginas, cuando se pone ya en la labor de describir la Operación Antropoide la cosa tira que da gusto y te zampas la lectura como si fueran palomitas. Nouvelle Palomitas, es cierto, pero el efecto está ahí y es uno de esos gozos que como lector busco y aprecio. Meterme dentro y ver cómo la página 125 es de pronto, en un santiamén de suspenso temporal, la 180. Ayuda mucho la organización en capítulos breves, en ocasiones minúsculos, que hacen adictivo el avance en la lectura, y la frase corta y directa que domina el relato histórico (y no el otro).



Me acerqué a HHhH porque alguien me dijo o escribió que valía la pena; y no una sola persona sino varias. Tampoco sin mucho detalle sobre lo que iba a encontrar. Luego, con la llegada del verano, me pareció bien escoger una lectura de la Segunda Guerra Mundial, con sus nazis malos y sus heroicos resistentes. Y he disfrutado bastante, esto es así y así lo digo.

 

3.8.12

MALDITO EDISON

La entrada dedicada a perfilar al inventor Thomas Alba Edison como supervillano y genio del mal ha sido secundada por aquí y por allá con diversos comentarios y datos que viene bien recopilar con esta entrada anexa y complementaria.

Mickey Rooney + Thomas Edison : combo diabólico.

Por ejemplo, varas personas me han enlazado a Oatmel y una genial tira dedicada al combate geek entre Edison y Tesla, que tuvo una réplica en Forbes seguida de una contrarréplica de nuevo en la web de origen. Todo hace dos meses y una prueba más de que el cambio de paradigma en el carácter benefactor del inventor de la bombilla está ahí, vivo, latiendo. No he tenido tiempo, por otro lado, de repasar su aparición en la genial Planetary de Warren Ellis, del mismo modo que Santiago García me recuerda su papel en el clásico La Eva futura de Villiers de l'Isle Adam. También Javier Rodríguez llevaba sospechando la verdad hace tiempo.

Edison inspiración (diabólica) para la juventud, cómic (auto)editado por la General Electric en 1939


Lo cierto es que profundizar en las mil patentes y proyectos de este supervillano que inventó el siglo XX uno encuentra proyectos como las casas prefabricadas, una máquina para hablar con los muertos (eso es muy de mad doctor, sí) o su creación más rematadamente pOp, que no es otra que la silla eléctrica. Calpurnio, el creador del genial El bueno de Cutlass, me enlazaba un video de su creación en el que jugaba con una grabación de la Edison en la que promocionaba, precisamente, ese avance tecnológico aplicado a la pena de muerte.




Ahora bien ¿Quieren una verdadera prueba del carácter desalmado de Edison? ¿Algo que una para siempre su nombre con Fu-Manchú o Lex Luthor? Nada mejor que la electrocución del elefante Topsy en un experimento básico (ejem) para nuestra futurista civilización actual.




Galería de Interventores Famosos. Un día descubriremos que todos ellos eran illuminatis aficionados a la alquímia que competían entre ellos para conseguir el CAOS del SIGLO XXI. Me temo que lograron su objetivo.

Y ya para acabar: Warren ELlis ya lo dijo antes (como siempre): Edison Hate Future.