“¡Lo tengo, lo tengo!” dijo Saúl, riendo “antes lo vi de varias maneras, pero no de la manera correcta. Él está dentro del Pentágono. Por eso es que lo construyeron con esa forma, para que él no pudiera escapar. Los Aztecas, los Nazis, y ahora nosotros…”
“Si” dijo Mavis, sombría “Por eso es que treinta mil americanos desaparecen cada año, sin dejar huellas, y sus casos terminan archivados y sin resolver. Él debe ser alimentado”.
“Un hombre, casi desnudo, en harapos” citó Saúl. “Ambrose Bierce lo sabía”.
“Y Arthur Machen” añadió Mavis. “Y Lovecraft. Pero tuvieron que escribir en código. Así y todo, Lovecraft fue demasiado lejos al mencionar el Necronomicon por su nombre. Por eso murió tan repentinamente, cuando tenía solamente cuarenta y siete años. Y su representante literario, August Derleth, fue persuadido para insertar una nota en cada reedición de los trabajos de Lovecraft declarando que el Necronomicon no existe, y que era solo una fantasía del autor”.
Fragmento de la Illuminatus Trilogy de Robert Shea y Robert Anton Wilson. Estos días estoy leyendo a RAW y, como en ocasiones anteriores, me pone el cerebro y la imaginación como una moto.