4.4.05

Consumismo Ausente



Como habrán comprobado, no ha sido un fin de semana muy activo para este Blog Ausente. El frenesí posteador de Semana Santa fue la calma que precedía a la tormenta. Al fin y al cabo, si no veo películas o no leo tebeos poco puedo comentar por aquí. Es un poco falso lo que digo porque tengo unas pocas cosas en la récamara de visionados más o menos recientes, pero también que las tres películas de las que más me apetece o toca hablar están a medio ver, ahí, detenidas en un pause que se está haciendo eterno. Y de tebeos, pues un poco lo mismo. Tan sólo uno que merezca la pena reseñar en el bloque de lo leído y cientos de cosas en el de por leer. Y no exagero.

Deberían ustedes ver mi despacho. Estoy por hacer una foto. Lástima que la camara digital esté sin bateria. Prometo hacerlo. Las cosas se apilan a mi espalda y por los lados. Columnas de papeles, libros y tebeos que se inclinan a la espera de ser colocadas en su lugar. Un lugar, que, en algunos caso, no existe. O sólo existe en mi cabeza. Y el tránsito neurálgico que va de mi mente ausente a la concreción física tiene una enorme tendencia a dilatarse en el tiempo. Siempre he sido desordenado, pero dentro de un orden. La cosa se descontroló con la mudanza de hace... coño, casi tres años. Tengo cajas aún por abrir de esa terrorífica mudanza. Siempre he sido un acumulador y así sigo, acumulando.

La semana pasada me acerqué al Vips porque me avisaron de que había novelas de Pulp Ediciones saldadas. Los de esta editorial, al final, resultaron ser, por lo leído en la red, unos piratillas que editaban cosas sin tener los derechos o afanando las traducciones de otras editoriales. Me hice con un porrón de novelas. Cosas de Paul Anderson, Fritz Leiber, L. Sprague Camp o Clark Ashton Smith. De entre ellas las que más me apetecen son La calle de la cabeza perdida de Jean Ray y La Familia Vurdalak de Alexei K. Tolstoi, que además están en un mismo librito. La verdad es que lanzarme a comprar una decena de novelas es un poco una estupidez. Y quítelenle el “poco”. No tengo tiempo para leerlas. Estoy seguro que algunos de los títulos comprados no los leeré en mi vida y quedarán archivados en futuras estanterias aún por nacer hasta el día de mi muerte y más allá. ¿Por qué comprarlos entonces? Buena pregunta. Soy un tipo sin criterio carcomido por el consumismo. Si tengo dudas, no pasa nada, me los llevo todos. Aunque no llegue a fin de mes. Para algo abandoné las drogas.



Este descenso a los infiernos del comprar por tener, que no leer, continuó el domingo. Decidí acudir al mercado de San Antonio. Siempre puedo decir que sirvió para organizar un espontaneo encuentro entre miembros de la Bruttolista. Espontáneo y multitudinario, porque al final nos reunimos un nutrido grupo de entes virtuales. Yo, por mi parte, me dediqué a la busca y captura de revistas de terror de los 70, que es lo que me ha dado por comprar desde hace unos años. Vampus, Rufus, Vampirellas, Dossieres Negros, Espectros y Fantoms. Voy con mi listita y voy buscando, con calma. Aún faltan muchos. Es cosa un poco de nostalgia. En casa se compraban esas revistas, las dejaban al alcance de mis tiernas manitas y me acabé convirtiendo en un niño siniestro aficionado a Naschy, la Hammer y todos esos cuentos de horror. Y aún así, siempre encuentro historietas de interés en estas compras paulatinas. Que si una historieta del gran Basil Wolverton (cuando pasa esto doy saltos de alegría), que si otra de Wallace Wood, que cómo molaban el Auraleón o el Reed Crandall. Y eso sin contar por mi devoción por los monstruos gigantes que dibujaba Jack Kirby.



No fue lo único que adquirí en mi delirio dominguero. Completé los pocos números que me faltaban de la inconclusa y triste edición de Modesty Blaise de Planeta, me quedé a un número de terminar el Sargento Rock de Vertice, conseguí un Mortadelo Gigante de Vacaciones que incluye enterito un álbum de Bernard Prince, un bolsilibro de Silver Kane, un par de novelas de Tarzán y un retapado de Hessa, heroina del nazismo pop y una explotación erótica italiana que es pura bazofia pero que me apetece un huevo leer. Espero no tardar mucho. Pero de nuevo me encuentro en ese círculo vicioso de la falta de tiempo para abarcar tanta lectura. Y eso que estuve a punto de comprarme un par de Selecciones Vértice protagonizados por el Robot Archie. A 15 euros los venden. Que digo yo que si tienen ese precio es porque la gente los compra. Y me jode porque yo ando recopilando información sobre los héroes británicos de la IPC-Fleetway y va a ser que no. Eso sí, descubrí que conservo un extraño Anual de 1970 de esa colección que se valora a la friolera de 50 euros. Menuda reliquia y menuda estupidez coleccionista.



Luego nos fuimos todos a hacer un vermú glorioso y por el camino don Casimiro Godzilla, insigne lametón de amor que como Rigoberto Picaporte tiene mucho porte (aunque no sea solterón), me comentó que anda alucinado con el récord de Spaulding en el LameTetris que los Lametones tienen alojado en su (indispensable) blog. Maldito comentario. Soy un tipo competitivo por naturaleza, y más con Spaulding, así que me he vuelto a viciar con las fichitas de los cojones esas aunque sin demasiados resultados. Estoy bastante oxidado en ese aspecto y temo que mi legendaria agilidad mental haya pasado a mejor vida. También es cierto que ando algo confuso por la medicación que me veo obligado a consumir (ya les contaré, permitan que me guarde alguna cosa personal en la recámara, que ando mal de tiempo y a saber cuando retomo las reseñas de tebeos y cine de derribo) y así no hay quien se saque de la manga un puto high score en condiciones.

Así que ya ven, ando llorando de manera miserable por la falta de tiempo y el despilfarro pajero y me paso un par de horas dándole al puto tetris. Y por si fuera poco van y me prestan un libro. Con lo que odio que me presten libros, y más de esos difíciles de localizar. Porque luego me gustan y los quiero conseguir. Y porque me sabe mal tener cosas ajenas y debo darles prioridad. Con lo que me gusta escoger al tuntún lo que leo de entre las columnas torcidas y polvorientas del despacho (o de la habitación del fondo, bien llamada zulo). Hay que decir, pero, que en esta ocasión la pena es menor porque es el Malpertuis de Jean Ray y me apetece mucho adentrarme en este escritor francés de serie B famoso por escribir novelas a partir de la ilustración de la portada que le enviaban desde la editorial. Bueno, eso lo hacía con las aventuras de Harry Dickson y no es el caso de la novela que tengo entre manos, pero desde que C. Rancio me lo explicó que me encanta la idea.



Y mientras persigo y controlo a absencito por los suelos de la sala, me percato de que Roger Corman celebra hoy su 79 cumpleaños y no he podido currarme un post de festejos en condiciones. Y sigo sin terminar la lista de pelis que tengo en deuvedé. Y sigo sin actualizar los links del blog, y eso que tengo más de una docena (perdón, perdón, perdón). Y tengo el abezetadario de Godzilla parado desde hace un par de semanas. En fin. Que me voy a jugar al tetris.

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