13.9.09

SPANISH PoP (SECCIÓN DE VINTAGE PARANORMAL)

Leyendo con gozo España es Sobrenatural (en breve reseña) me quedo patidifuso y extansiado ante una noticia de 1973 localizada por Grace Morales y Galactus en la Hemeroteca de La Vanguardia. Se trata del grito de alarma del carlista Centro de Estudios General Zumalacárregui ante la celebración de un congreso internacional de parapsicología y ciencias ocultas en El Escorial. El texto es tan tremendo y genial que no puedo resistir la tentación de reproducirlo a continuación. De hecho, me he acercado a la fuente original y, rebuscando un poco, descubro que tuvo réplica del Profesor Germán de Argumosa, seguida de una carta del doctor Ramón Sarró matizando su participación en otro congreso similar, apuntando algunos detalles sobre la figura de Felipe II y expresando su excepticismo ante las experiencias con psicofonías; carta que tambien tuvo respuesta del Profesor Argumosa. Les dejo todo el hilo de cartas y réplicas pues no tiene desperdicio. Eso sí, va de más a menos ya que lo del Centro de Estudios General Zumalacárregui es insuperable. Lo otro es más la curiosidad de ver como en un diario de tirada nacional, en 1973, se dicutía vivamente sobre parapsicología y psicofonías.

El Centro de Estudios Históricos y Políticos General Zumalacárregui ha hecho pública una nota en la que afirma que «se siente obligado a elevar respetuosamente a la consideración de las autoridades de la Santa Iglesia Católica y de las autoridades gubernativas y militares su profunda inquietud ante la posibilidad de qué entre los próximos días 2 y 11 de septiembre se celebre, en San Lorenzo de El Escorial, un «Congreso internacional de parapsicología y ciencias ocultas».
La nota señala en primer lugar que para este Congreso tienen anunciada su participación personal varios ocultistas, brujos, «médiums», espiritistas y parapsicólogos de todo el mundo, entre estos últimos el español don Germán de la Argumosa, y que incluso ya están organizados los viajes de los asistentes.


El Centro General Zumalacárregul afirma después en su comunicado que «es francamente sorprendente e increíble que, a 10 kilómetros de donde reposan los mártires y héroes de nuestra cruzada y bajo la sombra venerable del más grande, defensor de la cristiandad, el rey don Felipe II, se intente sorprender la buena fe de España, al organizar un Congreso transgresor de los principios fundamentales de nuestro ordenamiento jurídico, que insulta nuestro patriotismo, ofende al sagrado magisterio de la Santa Iglesia Católica, la memoria de nuestros muertos, y blasfema contra los mandamientos dé la Ley de Dios».

También se dice que en propaganda del Congreso que en el exterior realizan las agencias de viaje «según rumores de los que no tenemos confirmación oficial, se anuncia sigilosamente que entre las reuniones privadas previstas en el programa oficial se realizarán "misas negras", lo que supondría la utilización del sagrado cuerpo de Cristo para repugnantes actos de cultos satánicos».
Al final de la nota, que viene firmada por don Joaquín García de la Concha, secretario general del Centro, se informa que una copia de la misma ha sido remitida, rogando su intervención, al cardenal primado de España, doctor González Martín; al presidente de la Conferencia Episcopal, doctor Enrique y Tarancón, y al presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, doctor don Miguel Roca, — Europa Press.

Fuente: La Vanguardia, viernes, 17 agosto 1973.



Acogiéndose al derecho de replica que establece la Ley de Prensa y al posterior decreto que lo regula, el profesor don Germán de Argumosa ha dirigido al director de Europa Press, para su publicación, la siguiente nota: «Muy señor mío. Ruego a ustedes la distribución de la presente carta, como réplica a la publicada por el "Centro de Estudios Históricos y Políticos General Zumalacárregui", sobre un "Congreso de parapsicología y ciencias ocultas", que había de celebrarse en los primeros días de septiembre en El Escorial —y que fue aplazado por circunstancias personales de algunos de sus participantes—, agradeciéndole que sea enviada a cuantos diarios, semanarios, revistas y otros medios informativos en que haya sido remitida la de dicho Centro por la agencia que usted dirige.
»En todos los congresos y reuniones de parapsicología son múltiples los criterios que entran en discusión, ya que nos movemos en el terreno de la hipótesis en cuanto a las causas de lo paranormal, por lo que las diferentes opiniones deben ser escuchadas y analizadas debidamente. Así sucede en el seno de las entidades científicas a que pertenezco, como la "Asociación Internacional de Investigaciones Psicológicas, Parapsicológicas y Religiosas", de Tokio, que preside el eminente doctor Imago-Mundi, con sede en Innsbruck, cuyo secretario general, el padre jesuita profesor Resch, es catedrático, de esta disciplina en la Universidad Lateranense, de Roma.
«Fui invitado a este congreso, como tantas otrás veces —en diciembre del pasado año, por ejemplo, mantuve extensas conversaciones en el "Instituto de investigaciones Budistas", de Bangkok, que dirige el sabio catedrático de Biología, profesor Kloom Vajropala— para exponer en el campo de la Filosofía y la Parapsicología mis propias ideas —mis propias ideas que son por las que únicamente se me puede juzgar— sobre fenómenos paranormales en diferentes contextos, aceptando dicha invitación puesto que de parapsicología se iba a tratar en el mismo. Y en cuanto a que yo figurase, en lugar preferente es atención que debo a quienes así me han considerado y, dicho sea sin vanidad alguna, no constituye una excepción aunque no tenga merecimientos que justifiquen tales deferencias.

«Terminología ya superada»
En el escrito objeto de la presente réplica se habla —no sé si intencionadamente o por desconocimiento— desde una terminología ya superada, de «brujos, brujas y médiums» —paragnósticos, en general, dotados en terminología científica— con asombro de su presencia en un congreso sobre lo paranormal, ignorándose, sin duda, que los así mencionados constituyen nuestro «material» de laboratorio, siendo estudiados los fenómenos que ellos producen con el máximo rigor dentro de la metodología parapsicológica y fuera de todo contexto esotérico al que frecuentemente hemos de acudir para extraerlos. En el fondo —y ésto es lo divertido de la carta— el «Centro de Estudios Históricos y Políticos General Zumalacárregui», parece clamar por unas hogueras bien servidas de leña, aunque le ha faltado el valor para dar el último paso a un ¡quememos a los «brujos, brujas y médiums» cuando estén en El Escorial (y de paso, ¿por qué no también a Germán de Argumosa?), para dar al mundo una elevada lección de religiosidad y patriotismo dentro de un marco adecuado. Espanta pensar que tal vez alguien se hubiese querido prestar, de poder ser cierto nuestro imaginario suceso, para allegar leña exigiendo incluso que fuese seca, muy seca, al objeto de evitar que la muerte se adelantara por sofocación de las víctimas.
»La carta aquí muestra una ignorancia supina de la parapsicología, a la vez que provoca risa —así me lo han manifestado numerosos comunicantes— aunque también dé que pensar; pero lo grave, lo verdaderamente grave, es afirmar que «según rumores de los que no tenemos confirmación oficial, se anuncia; sigilosamente, que (...) se realizarán misas negras».
»Como católico apostólico romano, no puedo tolerar que se me mencione en el contexto de tales afirmaciones y protesto enérgicamente ante los medios informativos que han dado cabida a semejante difamación. Resulta verdaderamente increíble que a título de «rumores» se lance acusación tan grave. Cuando se denuncia públicamente hay que presentar pruebas, no «rumores» y anuncios hechos en sigilo. Si esas pruebas existieran yo sería el primero en atacar a los culpables. Increíble también la torpeza de tal divulgación —si de verdad se estimó cierta la sospecha de esos propósitos sacrílegos— porque, en tan absurdo supuesto, lo lógico hubiese sido haber investigado de cerca y en silencio para dar el justo castigo. Pero, es que todo hace pensar que de forma espectacular, y a la sombra de mi nombre, se ha buscado una teatral publicidad aunque fuese en grado tan efímero y pobre como el que se ha conseguido con el escrito de referencia, sin que, por otro lado, esto descarte las sospechas de que dicho Centro haya sido utilizado por quienes, con una radical ignorancia y desde el anonimato, vienen obstaculizando estos estudios en España; estudios que —pese a quien pese— han adquirido ya nivel universitario en gran parte del mundo.


«Centro de todas las ciencias»
»En el reciente «Congreso Nacional de Parapsicología», de Barcelona, ilustres representantes de la ciencia físico-natural —como los doctores Sarró, Puncernau y Linares de Muía, profesores de universidad, y otras personalidades, entre las que he de mencionar al señor Roca Muntañola, doctor Rovatti y señor Codina— se sumaron a esa magnífica constelación de sabios que, desde el siglo pasado, han venido ocupándose de las investigaciones parapsicológicas, convencidos de que, según palabras del célebre biólogo y filósofo Hans Driesch, «algún día la parapsicología será el centro de todas las ciencias y dé la filosofía, el fundamento real de lo que nosotros llamamos ideología». Recordemos a algunos de esos sabios, entre los que encontraremos varios Premios Nobel. Sir William Crookes, William James, Schiaparei, Fr. Myers, Zolner, A. de Rochas, Ochorewicz, Morselli, sir William Barrett, Ed Gurney, Camilo Flammarion, Bergson, matrimonio Curie, Richet, Jung y hasta, Freud y que, en sus últimos anos, confesó al editor norteamericano Carrington: «Si yo volviese a nacer me dedicaría a la parapsicología y no al psicoanálisis».
»No me es posible, por razón de espacio, entrar más a fondo en las cuestiones planteadas, aunque deje al margen de todo comentario esas incongruentes referencias a «los mártires y héroes de nuestra Cruzada», al rey don Felipe II, a los principios fundamentales de nuestro ordenamiento jurídico, al sagrado magisterio de la Santa Iglesia Católica, «a la memoria de nuestros muertos», a los Mandamientos de la Ley de Dios y al «ideario creador de la contrareforma tridentina y de los principios que engendraron nuestro Alzamiento Nacional del 18 de julio». A todo esto ataca la investigación de los fenómenos paranormales, según la comunicación del repetido «Centro de Estudios Históricos y Políticos General Zumalacárregul».
»Le reitero mi deseo de que se haga pública la presente carta, acogiéndome a la Ley de Prensa e imprenta, dé 18 de marzo de 1966, y el decreto del día 31 del mismo mes y año, mediante el que se regula el derecho de réplica.
»Le saluda atentamente, Germán de Argumosa». —Europa Press.

Fuente: La Vanguardia, jueves 30 agosto de 1973.



DE LA PARAPSICOLOGÍA A FELIPE II
Sr. Director de «La Vanguardia».
«La Vanguardia» de 30 de agosto pasado publica «in extenso» la réplica del profesor Germán de Argumosa defendiendo a los parapsicólogos españoles de los ataques de que les habían hecho objeto el Centro de Estudios Históricos y Políticos «General Zumálacárregui».
Puesto que el profesor Argumosa alude a mi asistencia —de la que ya anticipo que no me arrepiento— a algunas de las sesiones del Congreso Nacional de Parapsicología celebrado recientemente en Barcelona con notable éxito, creo no sobrará intervenga en esta polémica, que debe ser amable, sobre el crédito científico de la Parapsicología ante otras ciencias psicológicas y psicopatologicas y sobre si me parece o no procedente celebrar un Congreso de Parapsicología y Ciencias ocultas en El Escorial.
A mi juicio a la parapsicología se la debe rehusar o conceder el reconocimiento de que se trata de una ciencia según se le considere en cuanto a su objeto o en cuanto a su método. Su objeto escapa a los sentidos en tal grado que, a pesar de que ha transcurrido más de un siglo desde que aspira a constituirse como ciencia, todavía no ha logrado ser aceptada universalmente como tal.
El doctor Argumosa cita algunas cátedras y centros, y la adhesión de algunas personalidades científicas de prestigio mundial. Pero la adhesión de estos hombres eminentes a cuestiones que no pertenecen a su campo de trabajo habitual y que por otra parte rozan aunque sea de lejos las cuestiones más trascendentales de la vida humana como la inmortalidad del alma, no tiene más valor que el que puedan tener sus ideas políticas o religiosas, es decir, no demuestran absolutamente nada.
Las palabras de Freud «Si yo volviese a nacer me dedicaría a la parapsicología y no al psicoanálisis» son interpretadas equivocadamente por Argumosa. En realidad tienen un sentido irónico. Freud era positivista hasta el tuétano, y como tal consideraba la religión como una «neurosis obsesiva» y reconocía no haber experimentado jamás ni el sentimiento «oceánico» ante lo infinito ni el sentimiento de lo «insólito angustiante» ante unas presencias invisibles. La frase significa «habría tenido más éxito si en vez de dedicarme a la Ciencia lo hubiese hecho a la Magia o al Ocultismo». Freud, quizás influido por Jung (que en una etapa de su vida fue el máximo discípulo de Freud y en otra su máximo impugnador o poco menos), que siempre estuvo persuadido de la realidad de la telepatía y clarividencia trascendiendo el espacio y el tiempo, estudió en 1922 la posible aparición de fenómenos telepáticos en los sueños. No pudo convencerse de su realidad, sino únicamente de que su aparición presuponía una estrecha relación interpersonal entre el emisor y el receptor. La frase del biólogo filósofo Hans Driesch «algún día la parapsicología será el centro de todas las, ciencias y de la filosofía», tampoco puedo prestarle la adhesión que Argumosa me atribuye, porque aparte de que Driesch más bien pecó por exceso de imaginación en su propio campo biológico, su afirmación es desorbitada, en tanto la parapsicología no consiga demostrar la realidad de su objeto ante un tribunal escéptico —el de la Ciencia lo es siempre.
Con esto no pretendo negar la posibilidad de que existan los fenómenos que estudian los parapsicólogos, sino sólo indicar cuan elusivos son y cuan extraordinariamente difícil su demostración. Los parapsicólogos no lo ignoran y obran en consecuencia. En este sentido son «verdaderos hombres de ciencia». Su método aspira a ser tan riguroso como el que se emplea en la ciencia más evolucionada como por ejemplo la física. Sabe que en el pasado, hombres tan expertos en metodología científica como los que citan los parapsicólogos, fueron víctimas de fraudes reconocidos ulteriormente por los mismos médiums. Para evitarlos adoptan las máximas precauciones, calculan todas las posibilidades de error, no dejan de tener en cuenta ninguna variable que pueda falsear los resultados.
No obstante, una y otra vez se demuestra que los resultados aparentemente más inconmovibles eran falsos. Podría citar innumerables ejemplos —entre la clientela de los parapsicólogos abundan verdaderos genios del fraude—, voy a referirme sólo a la cuestión de la «psicofonía» que fue uno de los grandes éxitos del Congreso. Se trata de la impresión de la cinta de un magnetófono —mantenido abierto durante horas en el silencio de la naturaleza o en el silencio nocturno— por voces humanas desconocidas. A petición del público se presentó la prueba documental que fue escuchada con un silencio casi sobrecogedor. Todos nos convencimos de que los sonidos del magnetófono eran identificables como palabras humanas más o menos fragmentarias y confusas. ¿Qué significado atribuir a aquellas palabras sin emisor conocido? Argumosa no defendió en ningún momento la hipótesis espiritista, se limitó a aportar los hechos aplazando para el futuro su posible explicación.
Yo intervine para sugerir que la hipótesis más probable es que las palabras procedieran del mismo experimentador que las pronunciaba involuntaria y subconscientemente. Alehmann, un investigador danés de comienzos de siglo, una máxima autoridad en el análisis crítico de los fenómenos parapsicológicos, demostró experimentalmente que la transmisión del pensamiento era explicable en muchos casos por los movimientos involuntarios de los labios, así el pensamiento de una cifra incluso realizando máximos esfuerzos para no exteriorizarlo, en un 33 por ciento de casos se acompaña de un cuchicheo identificable. En una atmósfera de entusiastas de la parapsicología, mi intervención no resultó simpática, pero dicho sea en honor del público, fue escuchada con respeto. El profesor Argumosa contestó que ya había pensado en la posibilidad que yo indicaba pero que la había desechado.


No obstante, y a pesar de mi respeto y admiración por el profesor Argumosa, hombre de gran talla intelectual que investiga en las fronteras de lo desconocido, yo no puedo creer que el espacio esté poblado de seres que hablan como en los casos que él citó, no de cuestiones trascendentales, sino de pequeños problemas de la administración correcta de una finca. Más que «espíritus» serían duendecillos burlones.
Otras experiencias de los parapsicólogos, como las que se refieren a la P.S.P. (percepción extrasensorial), son en cambio más difícilmente impugnables. En cuanto a los argumentos a favor de la telepatía son impresionables, aunque siempre evanescentes. Por mi parte, en medio siglo de trato con neuróticos y de analizar sus sueños, he recogido innumerables relatos de contactos telepáticos. Nunca pude convencerme de que no se trataba de fenómenos creenciales o de casualidades, pero siempre se trataba, eso sí, de las fibras más sensibles y más nobles del corazón humano.
En general los parapsicólogos son gente idealista movidos por una pasión metafísica. No quieren ser llamados ocultistas, pero esto no impide que les mueva una pasión por lo oculto.
Respecto a la celebración en El Escorial no me parece pueda ofender la memoria de Felipe II por tres razones: Primera, porque Don Felipe, según comentó Rodríguez Marín, sentía cierta predilección por la alquimia, que como la astrología pertenece a las Ciencias Ocultas. Segunda, porque uno de sus pintores predilectos era El Bosco. Gracias a su gran afición se conserva en el Prado lo mejor de su producción, en especial «El jardín de las delicias». Pues bien, hoy, por las investigaciones del historiador del arte alemán W. Fraenger, aparece, sino como seguro como muy probable, que sus enigmáticas pinturas no son una pura búsqueda de efectos insólitos como de muchos surrealistas, sino que tiene un sentido simbólico. Esta sería el de una secta adamítica que floreció en el siglo XV, «Hermanos y Hermanas del Espíritu Libre», que tenía grandes afinidades con la de los «alumbrados españoles». Esta secta tenía sobre el amor sexual ideas que condenaba la Inquisición. Imaginemos que Felipe II, por una transposición«metapsíquica» de temporalidades, hubiese conocido y aceptado la tesis de Fraenger. ¿Vamos a pensar que en vista de ello iba a destruir «El jardín de las delicias»? No creo sea temerario pensar que lo habría conservado por curiosidad intelectual y artística.
La tercera razón es la de que sabemos que a Don Felipe le gustaba asistir a las deliberaciones de los médicos de su Real Cámara cuando trataban de asuntos de interés para sus familiares o para el Reino. No creo que a su sombra augusta le disguste que en la vecindad de su monasterio que él erigió se hable de cuestiones científicamente «ça va sans diré» tan trascendentales como la parapsicología. No seamos, pues, más papistas que el Papa.
Ramón SARRÓ

Fuente: La Vanguardia, sábado 8 septiembre de 1973.


LA PARAPSICOLOGÍA
Sr. Director de «La Vanguardia».
Con motivo de una réplica mía apareció el 9 de los corrientes en la sección «Cartas a "La Vanguardia"», una comunicación del doctor Ramón Sarró.
El doctor Sarró comienza por negar el carácter científico de la parapsicología en cuanto a su doble objeto.
En primer lugar hablar de Investigadores rigurosos de una ciencia sin objeto es algo difícil de comprender. Y en cuanto a dicho objeto, en relación con los estudiosos del mismo, el premio Nobel de Biología y gran parapsicólogo Charles Richet, se expresa así en su «Tratado de Metapsíquica»: «Hemos leído y releído, estudiado y analizado las obras que se han escrito sobre esta materia, y declaramos absolutamente inverosímil, imposible incluso, que hombres probos e ilustres se hayan dejado engañar veces y veces por impostores, a pesar de su ciencia y su vigilante atención, y que fueran todos ellos víctimas cíe una asombrosa credulidad. No es posible que todos y siempre hayan podido ser tan ciegos para no descubrir los fraudes que han debido ser burdos; tan imprudentes, que resolvieran sobre conclusiones falsas; ni tan torpes que jamás unos ni otros hubieran podido conseguir una sola experiencia irreprochable. Estos experimentos merecen meditarse seriamente, en lugar de ser rechazados con menosprecio».
El doctor Sarró sostiene que la adhesión de «estos hombres eminentes a cuestiones que no pertenecen a su campo de trabajo habitual y que por otra parte rozan aunque sea de lejos las cuestiones más trascendentales de la vida humana como la inmortalidad del alma, no tiene más valor que el que puedan tener sus ideas políticas y religiosas, es decir, no demuestran absolutamente nada».
El doctor Sarró añade que estas cuestiones «por otra parte rozan aunque sea de lejos las cuestiones más trascendentales de la vida humana como la Inmortalidad del alma», negando él, de ahí, todo su valor a la parapsicología.
La conclusión, científicamente, no me parece legítima. Si el hecho es cierto hemos de aceptarle al margen de las consecuencias que dimanen de su realidad; hemos de aceptarle aunque tales consecuencias no sean experimentables. Y aquí es donde tocamos el de facto radical de algunos científicos cuando se enfrentan con los fenómenos paranormales. Aplican a los mismos su propia metodología positiva y al no poder comprobar sus conclusiones, o al no encontrar la causa de los fenómenos en el plano ontológico de éstos, concluyen negando «a priori» su realidad, o afirmando la existencia de fraude. El doctor Sarró admite una metodología específicamente parapsicologíca, pero cuando trata de enjuiciar la parapsicología se acerca a ella con una metodología ajena a dicha disciplina.
Comentando el doctor Sarró las palabras de Freud a Carrington: «Si yo volviese a nacer me dedicaría a la parapsicología y no al psicoanálisis», afirma que han sido «interpretadas equivocadamente» por mí, que su intención era puramente «irónica».
Discutir a estas alturas la autenticidad del hecho telepático me parece del todo superfluo, pero sí me interesa en cambio aclarar la actitud de Freud ante la parapsicología con noticias de otros y con sus propias palabras. Así veremos en el contexto de éstas si pudo ser o no irónica la frase de él arriba citada; su estado de ánimo ante la posibilidad da tales fenómenos y su posterior criterio frente a la telepatía y, en general, ante la parapsicología.
Freud tuvo experiencias personales parapsicólogicas que le conmovieron dolorosamente en los años 1905 y 1915. Del temor que sintió ante los fenómenos paranormales nos habla Jung en «Recuerdos, sueños, pensamientos», al narrarnos un suceso vivido por ambos en el que Freud le «miró horrorizado». Jung comenta: «No sé qué pensaba o qué miraba». A los dos años de este hecho, el 15 de junio de 1911, le escribía: «... Después de la gran lección de la experiencia de Ferenczi me he vuelto humilde en cuestiones de ocultismo. Prometo creer todo lo que de algún modo pueda convertirse en racional. Pero no quisiera que sucediese, usted ya lo sabe. Sin embargo mi arrogancia se ha roto desde entonces. Me gustaría suponer que usted está de acuerdo con F., si uno de ustedes se propone dar el peligroso paso a la opinión pública y me imagino que ello es realizable durante el trábajo con plena Independencia...».
En mi ya aludido escrito que dio ocasión a la carta objeto de estos comentarios, yo citaba la siguiente frase del biólogo y filósofo Hans Driech: «Algún día la parapsicología será el centro de todas las ciencias y de la filosofía». El doctor Sarró estima que la frase es desorbitada «en tanto la parapsicología no consiga demostrar la realidad de su objeto ante un tribunal escéptico —el de la Ciencia lo es siempre—». Lo que quiere decir que no es desorbitada para quienes opinamos que los fenómenos paranormales se dan auténticamente. Que sea, pues, excesiva o no la frase, no es para el doctor Sarró en función de los fenómenos en sí, sino de que éstos —repito— sean o no verdaderos. Pero, ¿cómo sabremos si son auténticos? No hace mucho me preguntaron qué había que hacer para creer en la parapsicología. Mi respuesta fue: Investigar personalmente, si es que se niega todo crédito a cuantos sabios han estudiado estos fenómenos antes que nosotros. El doctor Sarró alude al tribunal de la Ciencia, pero resulta que la ciencia oficial, a la que yo supongo que él se refiere, ha estado siempre en oposición a las conquistas más avanzadas, aunque fuesen después esas conquistas las que engrosasen la ciencia oficial.
En el ya citado Primer Congreso Nacional de Parapsicología, celebrado recientemente en Barcelona, entre las investigaciones personales que presentó figuraban mis experiencias psicofónicas. El doctor Sarró alude a ellas en su carta. Recuerdo que estas extrañas voces de origen desconocido que se graban en cintas magnetofónicas le causaron tal impresión que exclamó: «¡Estamos ante fenómenos que de ser ciertos, ciertos son, pero que según la interpretación que se les dé modifican nuestra concepción del universo, pudiendo llegar a cambiar nuestra concepción del orden natural y del sobrenatural incluso!»
Ante todo he de decir que son muchos los teólogos que no comparten esta inquietud referida a lo sobrenatural. En cuanto a las palabras del doctor Sarró nuevamente nos encontramos aquí con la típica y conocida reacción que venimos observando con tanta frecuencia y a la que podemos acercarnos repitiendo lo que ya dije anteriormente: si el dato es auténtico no resulta científico querer invalidarle o minimizarle desde las posibles consecuencias del mismo por el temor que éstas nos produzcan. Pero, ¿son verdaderas esas extrañas voces? El doctor Sarró dijo entonces, y repite ahora, que se trata de auténticos fonemas aunque la hipótesis más probable «es que las palabras procedan del mismo experimentador que las pronunciaba involuntaria y subconscientemente».
Varias son las experiencias que de manera radical destruyen dicho supuesto, pero la falta de espacio no me permite exponerlas. Sí añadiré la opinión del eminente profesor Hans Bender, médico y psicólogo, catedrático en la Universidad de Friburgo de Brisgovia y director del Instituto de Parapsicología adscrito a esa Universidad que, una vez más, me confirmó hace unos días en Madrid su convicción de que «el fenómeno psicofónico es el más significante entre todos los paranormales».
El doctor Sarró concluye así su comentario sobre las grabaciones que presenté en el repetido Congreso de Barcelona: «Yo no puedo creer que el espacio esté poblado de seres que hablan, como en los casos que él citó (se está refiriendo a mí) no de cuestiones trascendentales sino de pequeños problemas de la administración de una finca».
Estoy completamente seguro de que el doctor Sarró olvidó cuanto escuchó, a excepción de esa voz que hace referencia a lo que él dice.
También el doctor Sarró reduce la telepatía, en un gran número de casos, «a movimientos involuntarios de los labios». Lo primero, pues, que cabe preguntar es qué explicación da a los restantes.
«En general —opina el doctor Sarró- los parapsicólogos son gente idealista movidos por una pasión metafísica. No quieren ser llamados ocultistas, pero esto no impide que les mueva una pasión por lo oculto.» Ante todo un parapsicólogo puede ser metafísico sin que ello constituya una estimación negativa, sino todo lo contrario, y puede apasionarle «lo oculto» —en el sentido de lo aun no desvelado— sin ser ocultista, puesto que lo que la parapsicología estudia son los fenómenos sacados del ocultismo para su investigación científica. Pero es que además tal generalización es a todas luces indebida. Ahí tenemos a la parapsicología rusa que marcha a la cabeza de estas investigaciones. Tampoco para el resto de Europa y América es válida dicha opinión con la amplitud expresada.
Germán DE ARGUMOSA (Madrid)

Fuente: La Vanguardia, miércoles 03 de octubre de 1973.

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