13.11.05

SUNDAY MONSTERS : LA TELEVISIÓN

En el número tres de Fantom (Vértice, 1972) aparecía la historieta que he seleccionado para la intermitente sección dominguera de este blog dedicada al tebeo de miedo. El título de la de hoy lo dice todo: El Diablo en Tú Televisión. Por desgracia se desconoce su procedencia original y sus autores. Es una historieta precode, de principios de los 50, publicada en algún comic book de horror de la Atlas o de la ACG. Personalmente me inclino por lo segundo, aunque no sé muy bien porqué. Pero entremos en materia.

En la década de los años 50 se produce la entrada del aparato de TV en los hogares de clase media. Imaginen ustedes el síncope doméstico. La literatura de masas de serie B siempre anda a la caza de lo que pueda resultar nuevo (el miedo al futuro y al avance científico es el gran tema de la fantaciencia de la época) para luego producir desarrollos inverosímiles. Y es lo que sucede aquí. Sin duda estamos ante una de las primeras historietas que dan un tratamiento sorprendente y temeroso ante el nuevo invento: Ojito con la televisión, que puede ser diabólica.

Argumentalmente, si leen las seis planchas que vienen a continuación, encontrarán un punto de partida tan habitual en la historieta de horror y suspense de la época como son los celos, en este caso profesionales, y el acto de venganza que conllevan. La maldad humana. Tampoco era raro mezclar ésta con la maldad sobrenatural. Lo curioso del caso es que nos encontramos ante un diablo, Mordo, con ánimo renovador que pretende modernizar el mundo de los espíritus maléficos a partir del nuevo invento catódico, y para eso requiere del secuestro de humanos que le ayuden a llevar a cabo su plan. Así, nos encontramos, por ejemplo, con la idea de un Hades a modo de plató televisivo. O con un aparato a colores que funciona sin electricidad.

Por otro lado, estas historietas basaban todo su guión en la búsqueda de un pretendido final sorpresa. Un final que debía ser pavoroso, con moraleja e inimaginable para el lector. Esta necesidad a menudo daba lugar a muchos absurdos y cierto surrealismo casual. En el caso que nos ocupa, tras numerosos vericuetos, la idea final no deja de llevar consigo otra todavía latente (o quizás ya certificada): la televisión convierte al televidente en un zombi sin alma. La televisión es un monstruo y eso se explica a traver de una narrativa propia de los años 50. No deja ser hermoso, al menos para mí.

Gráficamente, pese a algunos detalles en el dibujo un tanto amateur o forzados, especialmente el algunos rostros, las prisas de la serie bé, ya se saben, incluye un montón de viñetas poderosas repletas de gusto pulp: un cierto clasicismo en las poses de la figura femenina, torbellinos pop dimensionales, un parde puñetazos bien dados, cierta agilidad momentanea y encanto. Mucho encanto.

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