2.11.05

LOS CUENTOS DEL TÍO VÁZQUEZ



Que Vázquez es uno de los grandes (pero grandes grandes) del tebeo español es afirmación impepinable. En el Blog Ausente lo he dicho varias veces y he rescatado del olvido un par de páginas de pasatiempos y una plancha cómica sobre fontaneros. También he dicho por aquí que el mejor Vázquez, a mi gusto, es el de mediados de los 60 y principios de los 70. Es cuando crea los personajes que más me gustan, explota su estilo, entra en plenitud y hasta se atreve a experimentar con la narrativa y el grafismo de manera no tan sutil como pudiera parecer. Y mira por donde, como tantas otras obras, no existe ninguna posibilidad de recuperar esas joyas que no sea escarbar en las pilas de mercadillos y librerias de viejo en pos de añejos tebeos Bruguera de la época.

Uno de los más míticos personajes de Vázquez es, precisamente, él mismo. Su autorretrato como pícaro vividor acosado por los acreedores, embaucador de labia ágil capaz de escabullirse con las más increibles excusas, ya se intuía en 1958, en la revista Can Can número 5, en una autobiografía de una página enmarcada en su serie La historia ésa vista por Hollywood titulada El Gran Vázquez. Pero donde la autoparodia y el personaje se desarrolla y adquiere celebridad (hasta el punto de ser homenajeado como uno de los protagonistas de 13 Rué del Percebe de Ibañez) es en la maravillosa Los Cuentos del Tío Vázquez.

La serie nace en 1968 con el semanario Din Dan y aquí les dejo una muestra de las cinco historietas que aparecieron entre los números 24 y 36 (no aparecía en cada número). Se trata, por tanto, de algunas de las primeras aventuras del Tío Vazquez y tienen un indudable interés histórico. Que conste que no tengo ningún interés en atentar contra los derechos de ningún tipo sino de mostrar, con ánimo analítico e informativo, una parte olvidada y no recuperada en los últimos treinta años del tebeo español.

Además de la cabecera enteramente pop, que incluye el montaje fotográfico con el rostro del autor (el collage también aparecía en los pasatiempos recuperados por aquí no hace tanto), Los Cuentos del Tío Vazquez es un ejemplo de metalenguaje historietil ya que la estructura argumental siempre muestra una historieta dentro de una historieta. Ante el acoso de un acreedor, el Vázquez personaje improvisa las más descabelladas narraciones y consigue convencer a su perseguidor, aunque casi siempre algún detalle descalabra el montaje finalizando la historieta con la típica viñeta brugueril de persecución garrote en mano. Desde este punto de vista merece ser destacada la última de las historietas de esta muestra, la única en color, en la que Vázquez sale triunfante por vez primera, seguramente porque su acreedor no es un sastre u otro profesional que no ha cobrado los servicios prestados sino un usurero prestamista y explotador. Un poco de justicia por parte del moroso impenitente.

Otra de las características indispensables es ese mundo surrealista y absurdo en el que Vázquez desarrolla sus historias. No sólo por lo contado sino por dónde se desarrolla el cuento del Tío Vázquez. Esos desiertos y/o paisajes desolados tan propios (habituales también en Anacleto o La Abuelita Paz) sembrados de carteles indicadores y de cacharros expendedores de sinrazón. También le vemos, en la primera plancha, navegar en un barco de papel. Pero ojo, el mundo de lo absurdo no sólo está en el cuento, en la historieta dentro de la historieta, sino en la realidad del personaje. Ahí le vemos acarrear un enorme hueso, o tomar la Calle Oeste para ir, precisamente, al Oeste. Aplastante muestra de lógica ilógica.

Y de la agilidad y la maestría gráfica, qué decir, sólo hay que fijarse en la segunda página de la primera historieta, con la fila de cinco viñetas en la que Vázquez se hunde en las arenas movedizas del desierto. De narrativa, cómica, impecable. O en toda la peripecia con el hueso de dinosaurio a rastras.

Algunos de Los Cuentos del Tío Vazquez fueron recopilados en un número de la colección Ole (el 25) en 1971. Yo hace años que lo busco pero de momento debo conformarme con las pocas historietas sueltas que tengo por ahí. Y el moroso Vázquez personaje continuó una vez finiquitada la etapa Bruguera en publicaciones como Jauja y en algunas de las historietas recopiladas en la indispensable colección de seis números Vazquez by Vazquez editada por Glénat. Pero su etapa Bruguera continúa esperando una reedición digna y antológica por todo lo alto.

Desde el punto de vista del dato, siempre pueden acudir al conciso Vázquez (el dibujante y su leyenda) de Enrique Martínez Peñaranda, cuarto número de la colección Sinpalabras de Sinsentido. Lo malo es que descubrirán un montón de historietas que querrán leer y no podrán, a no ser que se dediquen a escarbar en viejas pilas de tebeos. Y ahora les dejo con esta pequeña exposición virtual de la obra de uno de nuestros grandes genios. Espero que la disfruten como se merece.



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