18.2.10

NOSOTROS SOMOS LOS MUÑECOS

En Monster World colgaron hace unos días una estupenda galería de ventrílocuos con sus muñecos. Recorriéndola con deleite hubo dos estampas que me perturbaron más de lo esperable. Los muñecos de ventrílocuo, por razones varias, acostumbran a ser inquietantes por definición. Su propia naturaleza de seres inanimados que cobran vida a través de una voz que no es suya (y cuyo origen, en cierta medida, podemos emparejar con el ilusionismo) junto a un diseño que es reflejo grotesco de nosotros mismos son causa de esa inquietud. El cine (y la televisión) ha jugado a menudo con ese aspecto siniestro, convirtiendo el muñeco terrorífico en un lugar común.

En las dos fotos que he seleccionado confluyen más factores. Por un lado, su aspecto viejuno o vintage, con sus tonos gastados o sepia. Por otro, la concepción del grupo humano, cuando lo habitual es el artista y su muñeco, aportando una visión ciertamente desviada (o no) de una institución social tan clave como es la familia.

Family

En origen, esta fotografía retrata a una pareja de manufacturando (o reparando) a sus retoños de trapo, pero el desorden con que se desperdigan por encima de la mesa la convierte en otra cosa, en una especie de despiece de criaturas que se remata con esa cabeza tirada por los suelos, recién decapitada.

Family


Pero la realmente pavorosa es esta imagen. El concepto de retrato de familia pervertido con una monstruosa descendencia de muñecos. Tampoco está muy lejos el vínculo con la célebre costumbre, alla por los albores de la fotografía, de retratarse con los muertos propios. Por eso nosotros somos los muñecos.