7.3.06
VIDAS AJENAS (XIV)
Educado durante catorce años en un muy estricto colegio católico, Jesús María Ostiarra Cristovarría “Cristechu” vivía obsesionado con el milagro de la transubstanciación, es decir, la conversión del pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo durante la eucaristía. Su incapacidad para relacionarse con otras personas le sumergen en un mundo hermético dedicado al estudio de la teología del fenómeno. Pasa meses encerrado en su pequeño apartamento dedicado al estudio del Iv Concilio de Letrán (1215), los escritos de San Ignacio Mártir y San Cirilo, las teorías de Hildeberto de Tours, la metafísica tomista y las epístolas de los apóstoles Mateo y Pablo a todo tipo de etnias del Oriente Medio. El día antes de la lectura pública de su tesis doctoral en la Universidad de Teología de Navarra resbala en la ducha, se golpea en la nuca y queda en coma durante cuatro largos años. Aunque aparentemente su cerebro no tiene actividad clínica, lo cierto es que durante esos años su memoría revive segundo a segundo, una y otra vez, todas las terribles vejaciones y humillaciones de las que había sido objeto en el colegio durante su infancia y adolescencia por parte de algunos sacerdotes díscolos y desviados. Por algún motivo, esos abusos habían sido olvidados por una amnesía autodefensiva y el shock del accidente en la ducha y el coma posterior los habían revivido. Para sorpresa del equipo médico del Hospital de Santa Teresa de Jesús en el que se halla internado, Jesús María despierta súbitamente el 7 de marzo de 1968, justo en el exacto momento en que, a miles de quilómetros de distancia, Mao Tse Tung firma su célebre directiva sobre el Gran Plan Estratégico de la Revolución Cultural Proletaria. Lo primero que hace es renegar del catoliscismo y convertirse primero al luteranismo, seducido por la teoría de la consusbstanciación, luego pasa por diversas corrientes protestantes más radicales, cae en el ateismo y finalmente en las peores herejías gracias a la lectura del tratado alquímico El Omoplato de Salomón. Decide proceder a una autosubstantación, una aberración teológica impensable y sacrílega, para la cual somete a su cuerpo a todo tipo de automutalizaciones, coprofagias y perversiones de las que es mejor no entrar al detalle. Al final sólo consigue transformarse en mota de polvo y flotar durante un par de décadas convertido en lo que podríamos definir como La Casi Nada. “Necesito desodorante” es el mensaje que desea enviar a los internautas de habla hispana tras su renacimiento en forma de “espuma de humúnculo con crema de alcachofas” en la cocina de uno de los restaurantes españoles más reputados internacionalemente.
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