30.11.05
B-ART : DRACULA 73
Este primero es británico y es una variación del oficial de la Hammer, apaisado y a colores. Si no figura aquí es porque no lo he encontrado con el tamaño y calidad que se merece. Creo recordar que lo tenía por casa, pero no lo he encuentrado para escanearlo. La ilustración es idéntica pero en blanco y negro contrastada en bitono rojo de fondo. Se reúnen aquí algunos elementos que se irán repitiendo en las sucesivas variaciones: la imagen del vampiro con cara de enajenado, chicas ligeras de ropa, el cáliz donde se realizará la mezcla de sangre con las cenizas de Drácula y un coche deportivo supermolón. Chicas, coches y vampiros. ¡Yujú! Y Que conste en acta que ese modelo de vehículo no aparece, para nada, en el filme, y quienes lo busquen durante el visionado deberán conformarse con el Dos Caballos lila de Jessica Van Helsing.
Este es el cartel español de la época. La imagen de Christopher Lee enajenado preside la función. Vemos el coche, se mantiene la cara orgiástica de Caroline Munro pero se sustituyen las chicas en peligro ligeras de ropa por una bailarina y un guitarrista de fondo, quizá para dar más relumbrón a la estupenda frase promocional: "El siniestro conde ataca de nuevo... ¡Y ahora en el Londres de las minifaldas y la música pop!" Y es que la España yeyé sin duda iba a acudir en masa.
La variación italiana tampoco es que tenga más chicha y es casi idéntica, pero me hace gracia que añadan más gente al dúo bailarina y guitarrista, le da mayor desenfreno sicodélico.
Desconozco la procedencia, y a tenor del título pudiera ser español pese a los desnudos femeninos, quizá un restreno en plena fiebre "S". A mi juicio es estupendo y marcadamente pop. El toque matálico en el rostro y la configuración discotequera del título es más tardo setentero (aumentando las sospechas de cartel de reestreno) y hay un erotismo mucho más marcado gracias a esas hembras casi desnudas. El coche sigue presente como símbolo de la modernidad del filme: "aquí no hay carruajes".
El cartel alemán también resulta la mar de majo. A la cara del vampiro enajenado se le añade un chorro de sangre que recorre la composición, manchando el título. ¡Y qué decir de esas piernas coronadas en una minifalda roja!
Otro de los carteles italianos, y una variación total de los elementos que hasta ahora venían repitiendose. Eso sí, el Conde Drácula y las chicas en pleno frenesí que no falten. Es lógico. De eso va la película. Por cierto, es el único sin vehículo deportivo.
El cartel francés, realmente bonito, es el que más se desvía del modelo original británico manteniendo las constantes. Pura ilustración pop muy de tebeo. La idea central "Chicas, coches y vampiros " continúa por todo lo alto (Yujú!) pero aquí la chica está más desnuda, atada a un coche delicioso y sobre la que se alza la mano del Conde. Una delicia.
Y para acabar, el australiano, un fontomontaje alargado de bitonos sonrosados y amarillos, como era habitual en las antípodas. Entre las dos hembras de la función, enseñando cacha, se sitúa el ubícuo coche y se alza Christopher Lee.
ACTUALIZACIÓN: este B-ART ha tenido una ampliación con dos carteles más.
Simpsonario (CCCXXXVIII)
Dos inquietantes extraterrestres de aspecto bastante repugnante (verdes, babeantes y provistos de tentáculos, un único ojo y colmillos afilados) aparecen en la mayoría de episodios especiales de Halloween La Casa-árbol del Terror, ya sea como secundarios o como parte fundamental de la historia; en un episodio, por ejemplo, se presentan a las elecciones a presidente de los EE.UU. con lemas tan subersivos como "Aborto para algunos, banderas americanas para el resto". Hermanos, macho y hembra, procedentes de Rigel IV y de religión presbiteriana quántica, su presencia en la serie no es otra que demostrar el amor de Groenning por la ciencia-ficción y la serie B más pulp. Así, por ejemplo, su aspecto es idéntico al de los aliens que aparecen en el filme de 1959 El submarino atómico mientras que sus nombres proceden de dos villanos de la serie clásica de Star Trek.
29.11.05
BRUCE LEE, MITO INTEGRADOR Y CAMINO HACIA LA SOCIEDAD BORDERLINE
La noticia me llega vía el Profesor Mentalo pero no podía dejar de comentarla por aquí: una hermosa estatua fue descubierta el domingo en la balcánica ciudad de Mostar. A tamaño natural y en un acto multitudinario presidido por los embajadores chino y alemán. ¿Y qué coño tiene que ver el Pequeño Dragón con una de las ciudades que más sufrió la llamada limpieza étnica (una de esas denominaciones propias del neutralismo correcto que tanto proliferan)? Buena pregunta.
Yo había hecho mis cábalas sobre un radical giro bizarro hacia la normalidad: hartos de tanto monumento a la tragedia pasada y a los enfrentamientos entre serbios, bosnios y croatas, los habitantes de Mostar optaban por rendir tributo al más famoso artista marcial de la historia. El exotismo explotation pop como recurso y símbolo de avance hacia un futuro mejor. Pero la realidad no es esa. La explicación oficial es la que sigue: "seremos siempre musulmanes, serbios o croatas, pero hay una cosa que tenemos en común: Bruce Lee". Por Dios, el protagonista de Kárate a Muerte en Bangkog (aka The Big Boss) como ejemplo de integración racial. ¡Pero si era más americano que los americanos! Si se fue a rodar a Hong Kong fue porque el visionario capitoste de la Golden Harvest intuyó que un secundario norteamericano podría ser una estrella en Oriente. Pero no nos engañemos: su carrera iba a continuar en su país, los EE.UU. (y Operación Dragón es una clara muestra). Aunque, ahora que lo pienso, lo de chino integrado que regresa a reintegrarse si tiene su metáfora. ¿Acaso demasiado retorcido? La pregunta sigue en pié ¿Y por qué Bruce Lee? Otra buena respuesta es que en una sociedad tan violenta como la balcánica, las academias de artes marciales triunfan por todo lo alto y hasta el más atontado de sus habitantes se sabe la técnica de Los Cuatro Dedos de La Muerte.
Sea lo que sea, lo que está claro es que la estatua ya ha acabado como todo monumento expuesto en un lugar público: dañado por vándalos que se han ido allí a beber sus litronas. Y es que coño, esto del monumento pop tiene sus riesgos y no entiende de mensajes. El pajero de calle acostumbra a ser muy brutto. ¿no roban, al fin y al cabo y cada dos por tres, el rótulo de la Calle de AC/DC de Leganés? Pues eso. Aún así, lo de los vándalos ha hecho que docenas de personas se personaran ante la recién estrenada pero ya no reluciente estatua al grito de qué verguenza y qué brutos que somos en los Balcanes. Y es que hay lugares en los que no respetan ni a Bruce Lee.
ACTUALIZACIÓN A LAS 21:40
Veo que ayer mi amigo Raúl Sensato ya tocó el tema, y encima enlazaba a un par de fotos más del monumento. Estoy seguro de que no será la primera vez que coincidamos.
DRACULA JIPI
Sobre Dracula A.D. 1972, aquí estrenada un año más tarde como Drácula 73, he podido leer estos días, repasando mis archivos, calificativos como "nefasta", "decadente" y "reaccionaria". Ni un sólo comentario positivo; incluso, leyendo sobre su secuela Los Ritos Satánicos de Drácula, cosas como "consigue lo que parecía imposible: ser peor que su predecesora". Y saben una cosa, yo a todo eso DIGO QUE NO.
Ojo, que no estoy diciendo que sea una obra maestra, válgame Dios, pero en la revisión me pareció muy entretenida y digna. Luego, los detalles que la hacen encantadora (toda su parafernalia jipi) no sirven para justificar si algo es bueno o malo, creo. Se puede decir que podía haber sido mucho mejor (pues claro, eso se puede decir siempre), que quizás desaprovecha un buen punto de partida (traer al Drácula de la Hammer a nuestros días... bueno, a nuestros días de hace treinta años) y que es un tanto rutinaria, hecha casi como de memoria. Pero aún así tiene momentos bastante intensos: el inicio, el rito de resurrección (cuyos satánicos versos les he transcrito al inicio), el enfrentamiento final entre Peter Cushing y Christopher Lee. Además, es muy estricta y canónica en términos de vampirismo cinematográfico clásico aún esbozando una cierta posmodernidad.
La idea clave del filme ya la he comentado: ante el agotamiento del personaje tras tantas (y tan apreciables) secuelas, alguien tuvo la idea de llevar al Drácula de la Hammer a la actualidad. El goticismo decimonónico que Terence Fisher y, en menor medida, Freddie Francis, quizás pudiera parecer más de lo mismo. Quizá sonara a ya visto para una juventud lanzada a la fiesta multicolor del flower power. Así que resucitamos al vampiro en plena decadencia psicodélica del swingin' London, le relacionamos con un grupo de jóvenes modernos que coquetean con el satanismo y le enfrentamos a los descendientes de Van Helsing. Eso es lo que debieron pensar los capitostes de la mítica productora británica. Vayamos por partes.
Drácula 73 tiene un prólogo excelente. Una pelea sobre un caruaje entre el Conde y el Val Helsing original. La muerte del vampiro tiene su gracia, que alguien guarde las cenizas para resucitarlo cien años más tarde también. El plano en el que la cámara mira hacia el cielo y vemos volar un avión es un buen salto adelante en el tiempo. Ya estamos en 1972. Y la banda sonora funkosa (que es simpática pero que también chirría en un filme de la Hammer) está ahí para demostrarlo, y las panorámicas en ojo de pez también.
Como he dicho, uno de los encantos de la película es su tremebundo look setentero. Ya de entrada nos plantamos en medio de una fiesta de la clase alta aristocrática invadida por un grupo de jipis mientras un grupo toca en directo, los Stoneground, y dos canciones nada menos. Hay mucho de ridículo en esa escena que recrea el típico contraste british entre una sociedad clasista y una juventud dispuesta a saltarse barreras. Y luego están los peinados afro, los trajes de colorines, los bailes sicalípticos. Hay algo de actitud prepunk en ese contraste. De hecho, el malo de la función, el heredero de las cenizas del vampiro, con su gorro cordobés y su camisa de ribetes floreados tiene mucho de estética glam, en aquellos momentos a punto de explotar. Será este personaje, Johnny Alucard, el que proponga el rito satánico de resurrección. Al fin y al cabo es descendiente de la familia que conserva las cenizas del vampiro.
De todas formas, no se crean que estamos ante un ejemplo de producción Hammer de segunda generación repleta de sexo. No van a ver ni una mísera tetita, pero si generosos escotes y el erotismo intrínseco del vampirismo. La idea de llamar la atención del público joven sobrevuela todo el filme pero genera un curioso autocontrol argumental. En algunos momentos casi parece una producción Disney. Me explico...
Por un lado, lo deja todo mascadito a partir de las largas, pero ágiles, conversaciones entre Van Helsing (un Peter Cushing tan sobrio y metido en su papel como siempre) y el detective de Scotland Yard encargado de investigar el origen de los cadáveres sin sangre y con mordiscos que van apareciendo por Chelsea. En estas conversaciones se explican todas las reglas vampíricas que han ido rigiendo el vampirismo made in Hammer. El seguidor habitual ya las sabe, así que lo lógico es suponer que la productora y sus guionistas esperaban recibir un público nuevo que no sabía nada del tema.
Por otro lado, el llamativo autocontrol sexual. Los jipis protagonistas, excepto Alucard, resultan ser, a la práctica, gente mucho más remilgada de lo aparente. Jessica Van Helsing, por ejemplo, ¡es virgen! ¡Tampoco toma drogas! Como ven, algo del todo inaudito. Por mucho que se reúnan en The Cavern, el florido grupo resulta ser mucho más normalito, recatado, y lo del satanismo les da miedo a las primeras de cambio. Relacionar satanismo y jipiosidad era habitual en la exploitation pop de la época (y a la Familia Manson me remito) pero intuyo que la Hammer pensó que a las salas acudirian muchos tardoadolescentes modernos y no quiso apretar las tuercas. Solo así me explico un grupo de jipis que a ratos están más cerca de Los Cinco que de la generación del LSD y el Amor libre. La película, en ese aspecto, da bandazos, ya que los pinta de una manera al principio y luego los va desdibujando. Y no siempre: el rito de resurrección del vampiro es bastante potente, siendo de lo mejor del filme. Y luego está Caroline Munro, claro.
Antes de dejarles con una breve selección de escenas (comentadas a la tradicional manera ausente) y emplazarles al B-art de los (jugosos) carteles, no quiero dejar de indicar que se percibe que Christopher Lee ya estaba hasta los mismísimos de su papel de Conde Drácula. Supongo que ya saben que el actor reniega del icónico papel que le dio fama. Cualquier pregunta relacionada con el personaje de Bram Stoker finiquita entrevistas, por ejemplo. Yo creo que eso se nota en este filme. Su presencia se reduce al máximo, apenas tiene líneas de diálogo (algo terrible para un actor de raigambre shakespiriana) y se limita a prestar su imponente planta mientras pone caras de vampiro fiero y enseña los dientes. Eso sí, no crean que hay decadencia o autoparodia, de hecho, como dije, la película es muy digna y estricta en las normas vampíricas autoimpuestas por la Hammer. Drácula no sale en ningún momento al exterior y vive recluido en una iglesia desacralizada. No le verán menear el cuerpo por discotecas a la caza de presas noctámbulas. El Conde sigue siendo un ente sobrenatural nada mundano (es decir, nada humano) y esa evolución propia del vampiro ochentero y del posmoderno de los noventa está encarnada, con acierto, en el interesante personaje de Johnny Alucard, auténtico nexo amoral con el devenir futuro del género.
La fiesta jipi del principio: alta sociedas versus peinados afros y juventud desenfrenada
The Cavern, el mítico club, es uno de los escenarios reincidentes del filme. En parte, se trata de acercar la película a la realidad de sus espectadores potenciales.
Las cenizas de Drácula conservadas cien años más tarde. El cuadro del fondo es bonito, a que sí.
El dos caballos pintarrajeado de lila de Jessica Van Helsing
La ceremonia de resurrección a cargo de Johnny Alucard
Este plano me gusta: el punto de vista del espectador masculino va directo al escote de Caroline Munro.
Un cóctel explosivo: sangre mezclada con las cenizas del Conde Drácula
El vampiro se pone ciego tras cien años de sequía. Encima, la primera víctima es una jamona de impresión.
Jessica Van Helsing y su abuelo. El modelo de esta chica moderna pero cabal, como de monjita ye-yé, pega con su personalidad de jipi virgen y casta.
Alucard es, claro, un acróstico de Drácula. ¿Cómo explicarlo de manera visual? Pues mejor que esto, nada.
A los vampiros no les sienta bien la higiene
Simpsonario (CCCXXXVII)
Paradójicamente no es en casa de los Simpson donde se presume del objeto que aúna calidad con mal gusto, sino en la de los Flanders, donde, desde la decoración hasta los accesorios, expresan el triunfo de la vulgaridad americana institucionalizada comercialmente. Los autores de los Simpson trazan la escenografía del trash-kisch en su estado puro, entre ornamentos inútiles y enormes quincallerías.
28.11.05
Simpsonario (CCCXXXVI)
Gigantesco gorila protagonista de la homónima película de 1933 dirigida por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, una de las primeras y más inmediatas cult movies; en el segundo de los tres relatos que componen el especial de Halloween La Casa-Árbol del Terror III se revive la atmósfera en modo irónico con Marge en el papel de la hermosísima Fay Wray y Homer, obviamente, en el del monstruo.
27.11.05
25.11.05
B-ART : Portadas del Primer Volumen de JACK STAFF (I)
Simpsonario (CCCXXXV)
Director de El imperio contraataca, espectacular continuación de La guerra de las galaxias. Se estrena en Springfield en 1980, y Marge y Homer, que ya llevan unos 6 años de noviazgo, van a verla. Tras la sesión, Homer le dice a Marge que es tan guapa como la princesa Leia y tan lista como el Yoda. Acabarán la noche haciendo el amor en el coche y, días más tarde, Marge descubrirá que está embarazada. Al conocer la noticia, Homer le pide que se case con ella (en el episodio Me casé con Marge).
24.11.05
Simpsonario (CCCXXXIV)
Uno de los jóvenes matones de Springfield. De cabeza rapada y cuerpo rechoncho, con Jimbo Jones y Dolph forman un trío inseparable.
23.11.05
JACK STAFF: ANOTANDO AL HÉROE BRITÁNICO MÁS GRANDE DE TODOS LOS TIEMPOS
Lo de "¡el héroe británico más grande de todos los tiempos!" lo expresa en el tebeo su autor, Paul Grist, cada dos por tres. Se refiere a Jack Staff, un héroe que no existía hasta su creación hace pocos años (el primer número es de abril del 2000). En el epílogo del primer álbum publicado en nuestro país (aunque no el primero en el orden cronológico original) Grist comenta: "Por lo que a mí respecta, Jack Staff es el superhéroe británico que ha vivido entre las páginas de cómics británicos como Lion o Valiant. ¡Lo que sucede es que se mantenía sin llamar la atención!". En esta frase está la declaración de intenciones de su autor: dotar de vida anterior a alguien que no la tenía, jugar con el género superhéroico y rendir tributo al cómic británico de aventuras (aunque no sólo a éste). Y luego las intenciones tácitas de todo tebeo (o así debería ser): divertir o interesar al lector y disfrutar haciéndolo, es decir, hacer un buen tebeo. Anda que no hay sana ambición ahí. ¿Lo consigue? Yo creo que sí, y a eso voy.
Lo de divertir al lector, al menos en mi caso, lo consigue. He disfrutado mucho con la lectura de Todo Solía ser en Blanco y Negro, recopilación (bien editada) a cargo de Recerca de los doce primeros números del Jack Staff de Paul Grist. Conviene incidir en esto de los doce primeros (originalmente en blanco y negro y autoeditados) porque Recerca, hace cosa de un año, ya había sacado un par de recopilatorios con los primeros números de la serie para Image, el volumen dos y por tanto cronológicamente posterior. La lectura de estos me gustó pero no acabó de convencerme por lo abrupto y abierto, en exceso elíptico, de algunas cosas, pero claro, es que todo eso procede de lo ahora editado. Es decir: nos faltaba un buen trozo.
Las características argumentales de la obra, con cierta compljidad narrativa que detallo más adelante, hicieron que una vez finalizada la lectura del tomo ahora editado me lanzara a releer esos dos álbumes aquí anteriores. Y no vean cómo ganan en la relectura y siguiendo un orden cronológico. Muchos detalles difusos se colocan en su lugar correspondiente y el rompecabezas narrativo se visiona en toda su integridad, subiendo pero que muchos muchos enteros.
Desde el punto de vista gráfico el dibujo de Paul Grist es para mí una gozada. Sencillo en sus lápices y muy claro, nada recargado, tiene una plástica que me seduce, muy dinámica. Grist concibe cada una de las páginas como un todo armónico y, al mismo tiempo, como una explosión de pop visual (que con el coloreado de Phil Elliot en el volumen dos aún luce más) y al mismo tiempo con gran lucidez narrativa. Compone la sucesión de viñetas con mucha gracia y agilidad. Y todo ello, además, con el disfrute del autor en el uso de onomatopeyas y logos con los nombres de lo personajes.
En el aspecto argumental la cosa no se queda atrás. No porque las historias a contar tengan enjundia, no, que su autor en ningún momento olvida que está jugando con el género superheroico, sino por dos de las características que dan personalidad a la serie. Por un lado su carácter totalmente coral. Que no les engañe el hecho de que la cabecera corresponda a un héroe solitario. Jack Staff está plagada de secundarios de enorme relevancia. Al menos una veintena de personajes cuya presencia o es constante o es frecuente. Luego volveré a todos ellos y los muchos homenajes que soportan sobre sus espaldas.
La otra característica ya la aludía al principio: el superhéroe tiene un pasado extenso que lo conecta con multitud de personajes que componen la historia del tebeo popular británico (siempre bajo la fórmula del homenaje referencial o hasta acudiendo directamente a ellos). Eso obliga a narrar no sólo el presente sino también ese imbricado pasado. Así, del cruce entre el múltiple protagonismo coral y la narración dividida en varias líneas temporades nace un auténtico festival del flashback y de las acciones paralelas, bases, junto a la elipsis, de la narrativa no plana. El salto de un escenario a otro es constante, imparable, frenético. Y Grist lo domina a la perfección. Eso sí, conviene advertir que es con la lectura de los arcos argumentales completos (o incluso de varios de ellos consecutivos) cuando se disfruta totalmente esta obra. Es decir, en el formato de 24 páginas mensuales la cosa debe dejar, seguro, a medio gas. Y es que se trata de un todo con menos partes de las aparentes en su periodificación en tebeos de grapa.
Es mi intención dedicar toda la parte final de esta reseña a un elemento básico de Jack Staff: el constante juego de referencias. Hay, aquí, una tremenda duda: ¿Funciona el tebeo igual de bien sin conocerlas? ¿Se disfruta igual? Yo creo que sí, al fin y al cabo siempre hay diferencias entre el referente y el personaje. Pero claro, como he ido pillando muchas de esas referencias (en parte gracias a mi total inmersión veraniega en los cómics británicos de los 60 de cara al extenso informe publicado en el Mondo Brutto 34), me temo que no soy la persona más idónea para resolver esa duda. De todas formas, y para que no se diga, voy a intentar anotar todo ese juego referencial a continuación y hasta donde yo llego, pero advierto que estoy seguro de que se me escapa mucho más. Además, el rasgo coral hace la cantidad de personajes sea considerable y no hablaré de todos. Así que vamos allá.
Jack Staff, el protagonista, pertenece a la larga estirpe de heroes abanderados. Con la bandera británica ha habido unos cuantos. Está el Capitán Britania (su etapa Alan Moore, recien reeditada por Panini, vale mucho la pena, aviso) pero en concreto el personaje de Paul Grist remite al Union Jack de la Marvel, un héroe ambientado temporalmente en la Segunda Guerra Mundial.
El marco bélico no acaba ahí sino que sólo empieza. Jack Staff también vivió el conflicto y formó parte de un grupo, Los Luchadores de la Libertad, formado por el Sargento States, Blazing Glory y Tommy Twister. Aquí la remisión es clara: la facción británica de Los Invasores de Marvel. Tengo la duda de si Twister sería una variación del Zumbador marvelita, pero lo que si está claro, es que Blazing Glory remite a Spitfire y el Sargento States al Capitán América. Para acabar de rizar el rizo, pero dejando claro todo el juego, el primer arco argumental de la serie (y, por tanto, su presentación) no deja de ser un homenaje en toda regla a una de las mejores historias del Capitán América, en su etapa a cargo de Roger Stern y John Byrne: la saga del vampírico Baron Blood (Captain America 253 y 254).
El elemento vampírico llega para quedarse por partida doble. Por un lado, la reportera Betty Burdock sería uno de los escasos casos de vampiros autocontrolados (quizás el más conocido sea Hannibal King) aunque difiere mucho de todos ellos. Por cierto, el nombre de la muchacha es demasiado similar al de la hermana del Capitán Britania, Betsy Braddock, para ser casual. Por otro lado, tenemos a Bramble & Hijo, Cazadores de Vampiros, sin duda herederos de una tradición familiar a la mayor gloria de la estirpe de Van Helsing (y recordemos que no hay nada más británico que su encarnación hammeriana a cargo de Peter Cushing).
Prosigamos. Hay en Jack Staff una multiple presencia de secretas organizaciones gubernamentales, algunas más descontroladas que otras. De momento hemos conocido las Unidades D, H, Q y a S.M.I.L.E. (el Servicio Militar de Inteligencia Letal Ejecutiva). Todo este juego de letras y siglas entronca con una rica tradición del pulp británico, ya sea en muchos de los personajes de la I.P.C./Fleetway o, claro, al agente 007 de Ian Fleming.
De todas ellas destacaría la Unidad Q, formada por Harry Crane, Helen Morgan y Ben Kulmer. Hay, en su esencia de investigadores de lo extraño, mucho de la mítica serie televisiva Los Vengadores o de la tradición tebeística que encabecaría Max Audaz. Pero hay más. Helen Morgan, por ejemplo, posee un pedazo de la Valiant Stone (aquí traducida como Piedra Valiente), remitiendo directamente al Kelly, Ojo Mágico de Tom Tully y Solano López, que se publicaba, por si había alguna duda, en el semanario Valiant. Por su parte, Ben Kulmer, ahora agente gubernamental pero antes el delincuente conocido como La Zarpa (The Claw). Posée una mano metálica y se vuelve invisible con la electricidad. El paralelismo con mi querido Zarpa de Acero es obvio.
De las otras unidades poco hay que decir. La unidad D está liderada por el Comadante Hawke. Su apellido coincide con el de Maxwell Hawke (aquí Max Audaz) y posée un brazo biónico. La Unidad H, de caracter marcadamente militarista, tendría entre sus mienbros un niño que controla un ejército de juguete, un curioso cruce entre el Toymaker y Mickey Marvel's Multi-Gun, ambos personajes de los semanarios de la IPC de los 60. La Unidad H experimenta con un super soldado berseker ultra destructivo llamado Huracán. Ni más ni menos que una versión perversa del bueno del Capitán Hurricane, socarrón personaje que se despachaba los panzers alemanes a hostia limpia.
La cosa no acaba, ni mucho menos, aquí. Otro de los secundarios habituales es el robot Tom Tom, que luzca su nombre en el pecho remite directamente al Robot Archie, el padre de toda la robótica tebeíl británica; aunque hay una diferencia nada sutil entre ambos: Archie es complétamente autómata y posee una Inteligencia Artificial, cosa que no pasa con Tom Tom.
No son los citados hasta ahora las únicas referencias a los personajes de la I.P.C. El maravilloso y delirante Spider también campa a sus anchas por Jack Staff. El nombre es el mismo, aunque hay algunas diferencias entre ambas versiones: el de Paul Grist es menos engreído y surrealista, finiquita su etapa en el bando de los buenos (aquí siempre fue un criminal). Aún así, su aspecto es el de un Spider clásico envejecido, con su traje negro y sus orejas puntiagudas, y se incluyen detalles como el tener feroces jaguares en las cámaras secretas de su mansión (bueno, el de los 60 vivía en un castillo).
El escapista decimonónico Charles Raven es un émulo de Janus Stark, aunque también es cierto que en su resurrección en nuestro siglo y su sorpresa ante el avance tecnológico hay mucho de las primeras aventuras de Adam Eterno, personaje que aparece, por un instante, al final del volumen uno, cuando la sanguijuela tamporal se cruza con él en el limbo dimensional y acaba acoplándose a su cuerpo inerme.
Como pueden apreciar, el juego referencial tiene bemoles. El inspector jefe de policia Maveryck, duro y amigo de saltarse las normas, está concebido a imagen y semejanza de los muchos policías de este estilo que había en la televisión británica (y a los que se refieren en el mismo tebeo); su ayudante el detective Zipper Nolan se llama igual que el patrullero Zip Nolan, protagonista de una serie policial muy apreciada por los lectores de tebeos británicos gracias a su esquema de misterio a resolver.
Para acabar este repaso anotado a los personajes homenajeados, entro en el terreno de lo místico. El Druida es obviamente el Doctor Extraño de la Marvel, además, el dibujo homenajea directamente al genial Steve Ditko y su maravillosa representación gráfica de las dimensiones mágicas (por cierto, divertidísimo el juego metalinguístico que establece con el lector y el hecho de pasar la página del tebeo). El barbudo Morlan el Místico es una caricatura del guionista Alan Moore mientras que el Señor Verde (Mister Green en el original) recuerda enormemente al The Spectre de la DC y sus apariciones dramáticas reclutando héroes para gigantescas batallas entre fuerzas del orden y el caos.
Era mi intención buscar y colgar las portadas del volumen uno, ya que (y es el único pero) el tomo de Recerca (al igual que el de Image) no las recoge. Por desgracia sólo las he encontrado aquí y no reunen la calidad suficiente para un B-Art. Y eso es todo. Si detectan alguna cosa más no duden en comunicármelo. Y como ven, el tebeo, pese a su apariencia simple y ágil, es mucho más.
ACTUALIZACIÓN DE 25 DE NOVIEMBRE
Como los comentarios de Haloscan no estarán siempre visibles, creo necesario añadir algunos referentes más aportados por los lectores, así como algún dato sobre la creación del tebeo.
- Locke y Tobago aclaran el origen de la serie. Al parecer Grist propuso a Marvel un proyecto protagonizado por Union Jack en el que se retomaría el tema vampírico de los dos episodios del Barón Blood en Captain America. El proyecto no próspero dado que Ben Raab y John Cassaday ya estaban preparando una serie limitada idéntica. Paul Grist decidió llevar a cabo el proyecto de manera independiente y autoeditada. Así nació Jack Staff.
- Locke apunta el hecho de que Tom Tom, además de remitir al Robot Archie también lo hace al Iron Man de Marvel. Estoy de acuerdo, de hecho, no sé porque no lo puse en el texto cuando yo también me había percatado de ello.
- Lo mismo me pasó con Huracán: Mors acierta al comentar que además del Captain Hurricane el personaje tiene mucho del Increíble Hulk de Marvel.
- La referencia más jugosa de todas es la del escritor Iain M. Angel. Locke apunta sus sospechas respecto a que le recuerda físicamente y por las cosas que dice al guionista Neil Gaiman. Alec Holland lo certifica cuando señala que el nombre del personaje es un acróstico del nombre del guionista de Sandman.
- También se apunta la procedencia televisiva de los Cazadores de Vampiros y de los soldados que ayudan a los Luchadores de la Libertad. Aunque en este caso se desconocen los nombres exactos de los homenajeados. Yo añado por mi parte que lo del pueblo de la campiña inglesa en el que la gente se vuelve loca me suena a episodio de Los Vengadores televisivos, aunque no puedo certificarlo.
- Tobago recuerda que en las series Marvel Excalibur y Los Caballeros de Pendragón aparecía una agencia gubernamental llamada WHO y de un policía qu eodiaba a los superhéroes (al Maveryck de Jack Staff también le pasa).
- Para acabar, al final si ha habido B-Art dedicado a las portadas de la serie. Aquí tienen la primera entrega.
Simpsonario (CCCXXXIII)
En el episodio Cuando Flanders fracasó Bart se inscribe a un cursillo de artes marciales. Sin embargo las prácticas orientales le interesan mayormente en el plano virtual, y acaba por saltarse las clases para poder ir a un salón de máquinas a ejercitarse en un nuevo y psicodélico videojuego de karate.
22.11.05
LA GRAN CONSPIRANOIA CUMPLE AÑOS
El 22 de noviembre de 1963, hoy hace 42 años, el descapotable presidencial giraba en Dealey Plaza y encarrilaba Elm Street, la calle de Freddy Krueger. La muerte de John F. Kennedy ("Jack" para los amigos) supuso el nacimiento de la gran conspiranoia. Castristas, anticastristas, la mafia, Lee Harvey Oswald, Aristóteles Onassis, Marilyn Monroe, el Clan Sinatra, la televisión, el Super 8 de Zapruder, la Comisión Warren, Nixon, Jaqueline, Jack Ruby, Vietnam, Bahía de Cochinos, la Unión Soviética, Robert Kennedy, el cerebro desaparecido y congelado, Walt Disney, la carrera espacial, el falso viaje a la luna, la religión católica, el Watergate, la crisis de los misiles, la bomba atómica, la CIA, los Estados Unidos de América. La madre del correro de la Segunda Mitad del Siglo XX. El momento en que el magnicidio histórico se cruza con el PoP. La gran paranoia. El nacimiento de la imagen como gran ente mediático y todopoderoso. La televisión. La verdad está en los Mass Media y en los Underground Media. Les invito a una pequeña y breve guía pop ausente visual comentada.
Los debates televisivos entre Richard Nixon y JFK forman parte de la historia de la televisión. Se desarrollaron a lo largo de octubre de 1960, fueron los primeros en emitirse en directo, arrasaron audiencias y dieron un giro a las encuestas, que entonces daban ventaja a Nixon. Según los expertos, el sudor del candidato republicano fue la clave de todo. La democracia encarrilaba su transformación mediática catódica. Nixon sería, al final, presidente y acabaría dimitiendo por el Watergate. Nixon era el presidente cuando mi consciencia televisiva empezaba a tomar forma. El final del Vietnam y su dimisión se arrejuntan en mi memoria como algo muy lejano e hipnótico. Fue mi primer Joker real televisivo.
El matrimonio mediático entre el pueblo norteamericano y su joven presidente, el único de religión católica, fue total. Aquí tenemos una bonita estampa familiar en la que la clase media contempla embobada el mensaje presidencial en plena crisis de los misiles. Se supone que muy cerca hay una trampilla que lleva directamente al bunker de protección atómica. El pijama a topos del varón primogénito es hermoso y, quien sabe si este mozalbete dejaría crecer su pelo, llevaría camisas con amebas y tomaría LSD diez años más tarde.
Mr. Zapruder andaba por ahí con su Super 8. Un magnicidio en vivo y en directo y un celuloide analizado hasta la saciedad. Número de disparos que se escuchan, gente que hace extraños movimientos, trayocteria de la(s) bala(s). La instantánea en que se ve el cerebro de Kennedy salir disparado es un ejemplo de gore histórico. La frase "levantar la tapa de los sesos" aplicada a un mandatario. Y en plena Elm Street. Menuda pesadilla para la niña que paseaba por el césped.
Maniquí que reproduce la autopsia de JFK. Para la comisión Warren fue obra de un sólo proyectil. El cerebro, por cierto, desapareció. En la actualidad es posible que siga vivo conectado a cables, como una gran omnimente. O quizás descanse congelado junto al de Disney. UBIK.
La tumba de un presidente de los Estados Unidos de América. Desconozco si la de su hermano Robert ("Bob" para los amigos), asesinado unos pocos años más tarde tras declararle la guerra a la mafia, está cerca.
La tumba de un presunto magnicida. Tan sólo el primer apellido. Sin fechas. Sin nombres. Como una marca. La marca del Mal Media.
Marilyn Monroe en una foto en la que siempre me ha parecido preciosa. Presunta amante del presunto promiscuo JFK. Presuntamente presentada al presidente por un miembro del clan Sinatra. Presunta suicida quince meses antes del asesinato del presidente al que le cantó aquello del Happy Birthday . 60-90-60.
Muñeca a imagen y semejanza de Jackie Kennedy, la novia de América. Esposa de presunto infiel. Futura viuda. Futura archimillonaria.
Portada de la revista Life en la que vemos a Jacqueline cuando aún se apellidaba Bouvier. Luego fue Kennedy. Acompañaba a su esposo en el descapotable presidencial. Casada en segundas nupcias con el multimillonario griego (naviero y presunto traficante de armas) Aristóteles Onassis. Hay quien cree que fue éste el cerebro detrás del crimen. Un acto de caballerosidad.
Lee Harvey Oswald con su fusil en la célebre portada de la revista Life. Un arma en manos de un desiquilibrado emocional. Hermosa metáfora sobre los EE.UU y su derecho a vivir armados para proteger su hogar. Ex-marine. Vivió en la URSS, donde conoció a Marina Alexandrovna Nikolayevna Medvedeva Prusakova. Presunto magnicida. Asesinado dos días más tarde por Jack Ruby. Su cuerpo fue exhumado en 1981 para continuar con las investigaciones.
Una de las fichas policiales de Jack Ruby. Asesino de magnicida. Mafioso de tercera categoría. Regente de tiñosos clubs de striptease. Conoció a Al Capone, Marilyn y Fidel Castro. Hay quien dice que le iban los caniches.
La célebre instantánea en la Jack Ruby liquida a Lee Harvey Oswald. La cara, el gesto, el rictus del agente federal que acompaña al magnicida siempre me ha fascinado enormente. Hay, en ese instante corporal toda una historia. Conspiranoia.