6.7.05

Vidas Ajenas (II)



Florentina Llopis siempre quiso ser esteticién. Realizó varios cursos por correspondencia pero su sueño profesional se vio interrumpido al conocer al que sería su esposo, Agustino Atapuerca, gerente de una empresa de fabricacion y distribucion de tuercas, tornillos y remaches para metales. Un hombre de carácter adusto, muy tradicional y veinte años mayor que ella. Florentina llevó a partir de entonces una silenciosa e ingrata vida de ama de casa. Su máxima distracción era ver películas de Sisí Emperatriz los sábados por la tarde, mientras Agustino hacía la siesta. Admiraba la triste figura de Elisabeth de Baviera. El día del suicidio de Rommy Schneider llamaron a la puerta de su hogar. Era Óscar, repartidor de bombonas de butano de prominente mandíbula. Cautivada por el enorme atractivo y la masculinidad de éste, se entregó a él con un desenfreno carnal que nunca pensó tener. Descubrió, así, su capacidad multiorgásmica. Tras varios encuentros sexuales con Óscar, fue pillada in fraganti por su marido el día en que éste firmó un suculento contrato con una empresa austriaca que les obligaba a trasladarse a Viena. Tras un largo proceso de separación matrimonial que para Florentina fue una auténtica liberación, en la actualidad lleva una vida tranquila pese a cierta penuria económica y se gana la vida ejerciendo de peluquera a domicilio de amigas y conocidas. “En mi oficio es muy importante estar al día en prensa del corazón” y “Ángel Acebes es actualmente mi ideal masculino” son los mensajes que desea transmitir a los internautas españoles.

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