20.11.04

Evasión Horizontal



Ha sido una semana realmente dura en cuestiones laborales. Exceso de curro, que se dice. Más cosas de las que uno cree puede hacer (y con el esmero que merecen) y que al final acaba haciendo. El problema es que será así hasta final de año. Pero bueno, a lo que iba. Poco a poco se ha ido incrementando mi fatiga, a la que hay que sumar las tareas domésticas y el cuidado de absencito (lo mejor del día, claro). Pues eso, que ayer por la noche me encontré estirado en el sofá sin ganas demasiadas ganas de leer y haciendo zaping. Fui a parar a La última Fortaleza, y me la miré pese a que llevaba unos minutos comenzada. La principal razón era la presencia de James Galdolfini, el actor que encarna al Soprano cabeza de familia en la estupenda serie de tv.

Vayamos por partes. No creo que sea una buena película. La cosa va de un presidio militar para marines dirigido con mano dura por Galdolfini al que llega como recluso un general prestigioso y heroico condenado en consejo de guerra por desobediencia. El general es un arrugado Robert Redford revisitando, con variantes, el cine carcelario de Brubaker (la película favorita de mis antiguos vecinos, lo digo por si acaso significa algo, qué demonios). A lo que iba, el coronel alcaide es muy malo, cruel y corrupto, algunos vigilantes también y los presos buena gente que no merecen un trato tan desproporcionado. Al fin y al cabo son marines norteamericanos y a eso apela el general degradado, todo un líder militar al estilo Bravehead que establec su particular partida de ajedrez. Un duelo de egos.

Insisto. No me pareció una buena película. Abunda en los tópicos (el preso tonto, el amoral que se ve obligado a tomar una decisión, el carcelero chungo), predecible ("a éste lo matan"), la historia hace aguas por todas partes y resulta pero que muy inverosímil (los presos, sometidos a extrema vigilancia ¡llegan a construir una catapulta!), y tiene el típico final yanqui de banderita, aquel que dice que el espíritu USA está por encima de los errores humanos. Pero saben una cosa, en la cúspide de mi fatiga semanal, hundido en el sofá, sin neuronas libres, consiguió entretenerme, me dio lo que buscaba: evasión. Y es que todo tiene su momento en esta vida y a mente plana entretenimiento plano. Especialmente en su tramo final, delirante, en el que Redford organiza a los presos como un ejército antiguo, medieval con sus catapultas o sus avances en formación clásica de las legiones romanas, protegidos de las balas por esas resistentes bandejas de comida que deben utilizar por esos lares. Nada de aluminio de hojalata. Resistente acero de Detroit. Y yo en el sofá pensando “venga, chicos, tumben el helicóptero y den su merecido a ese alcaide hijo de puta”. El sentimiento de odio hacia el villano, hermosa emoción para el consumidor de subcultura.

Al margen, también, un par de reflexiones políticas. La primera es del todo casual: un héroe de guerra enfrentado a otro que no estuvo en el frente y que es amigo de la guerra preventiva. Me suena a algo reciente (al fin y al cabo es la típica película del partido demócrata hollywoodiense). La segunda podría ser un elemento de la sociedad borderline: aquí los buenos son los presos, marines al fin y al cabo. ¿Podrían decir lo mismo de los de Abu Rais o Guantánamo? Usease: no se preocupen por lo real, mejor sufran con lo ficticio.

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