28.2.07
TRESCIENTOS TREINTA Y TRES DISCOS PARA AGITAR EL BOOGALOO ENCEFÁLICO # 020/333
Lo recuerdo. Fui a parar a esta inconmensurable joya repasando la lista de los mejores discos de 1994 publicada en el respectivo Rock de Lux. La encabezaba este disco de extraña portada lynchiana. Esa mujer difusa entre focos, con la mirada perdida y una mancha de ¿sangre? cayendo por la mejilla. Quizá un cadáver a punto de levantarse para arrancarnos las entrañas. No sé exactamente qué diría la reseña, pero su lectura me hizo sospechar que ese disco me iba a gustar. Las previsiones resultaron bajas: Dummy me abdujo como antes lo hizo Doolittle(extremos diferentes, sí, pero así es la cosa). Me veo en la obligación de anotar en el haber de esa polémica revista el descubrimiento de uno de los discos más grandiosos que puedo mentar. Lo he escuchado miles de veces y en los últimos quince días he regresado a sus siniestros vericuetos en más de veinte ocasiones, y los he disfrutado en mi interior. Portishead apelan al lado más encefálico del boogaloo con esa amalgama que bautizarón como trip hop y que acabó, como corriente, deslizándose hacia terrenos amables. Pero Dummy no es disco gentil. No. Accesible sí, claro, y a su éxito me remito; pero hay una perversidad terrible en su escucha, en esa amalgama de hipnóticos ritmos, de escratches malsanos, de riffs melódicamente hirientes (que en una balada de hard rock nos repatearían los cojones, todo hay que decirlo), de samplers perversamente ralentizados, de percusiones repetitivas y campanas sintetizadas. Pianos Rhodes y órganos Hammond. Theremines, fuzz y violines. Melancólica maldad y soundtracks criminales por encima de las cuales se impone Beth Gibbons, una crooner no muerta y subterránea. Dummy es un disco que debe disfrutarse en la soledad de una madrugada sin luna, a la hora de las brujas y con espíritu impuro. Pruébenlo. El inicio de Mysterions asciende con sus escratches y sus theremines iniciando el transporte del escucha hacia territorios oscuros que yo no había visitado hasta entonces. El disco cool por excelencia, plagado de maravillas como Sour Times (y su majestuoso sampler Schiffriano), Numb (con sus gongs y sus efectos sci-fis) o ese Glory Box que nos despide de la escena del crimen.
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