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En diversas ocasiones he comentado por aquí mi afición infantil por los tebeos de horror. Eran los 70 y los quioscos españoles eran generosos con el tema. A mi padre y a mis tíos les gustaban, por lo que corrían por casa y yo los devoraba encantado. Una de las revistas que más me gustaba era Fantom, editada por Vértice allá por 1972. Y en su número dos había una historieta que me encantaba. La Venganza del Fantasma. En ella un traficante de cabezas reducidas, manufacturas por los jívaros utilizando a sus enemigos como materia prima, masacraba una aldea y se quedaba la mercancia sin pagar un duro. Pero las cabezas cobraban vida y atacaban al ladrón occidental. A mordiscos. Pequeñas cabezas caníbales.
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Qué hermosos e inmediatos cuentos de horror. Ciertamente explícitos y salvajes. Con el tiempo he descubierto que esa historieta pertenecía a The Clutching Hand número 1 y se llamaba The Tiny Heads. El descubrimiento no deja de tener un enorme interés de cara a saber de qué contenidos se nutría Fantom. Hasta ahora sabía que en su mayoría procedían de las revistas de horror de la Atlas y de la Charlton de los 50. Que no es moco de pavo. Pero a esas habrá que sumar a ACG, editora del tebeo en cuestión. Tebeos de horror granguiñolesco que poco tenían que envidiar a los míticos tebeos de la EC.
Quizás por esa lectura infantil, las cabezas reducidas del Amazonas siempre han llamado mi atención. En el Clásicos Bélicos número 1 de Planeta se incluye la historieta Muerte Jívara procedente del Two-Fisted Tales número 19. Dibujada nada menos que por el gran Harvey Kurtzman. En ella el huido delincuente Harry “El Escurridizo” terminaba en manos de la tribu amazónica. La tensión del tebeo se centraba aquí en la lente espera hacia una inapelable última viñeta. La cabeza reducida del protagonista en una tienda de recuerdos peruana.
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Como pajero amigo de coleccionar objetos afirmo que el merchandaising jívaro le da mil vueltas a mis peluches de Godzilla o mis bustos de la Universal y de la Marvel. Cuando conozca un friki que tiene en su casa una cabeza reducida le rendiré pleitesía. Mientras tanto, seguiré admirando el Museo Pajero de Tones pero en mi interior sabré que puede ser superado.
Para que se hagan una idea visual de lo decorativas que resultan, siempre pueden darse un paseo por una web dedicada al tema, Head-Hunter.com, aquí les dejo un enlace directo a su breve pero intensa galería. Y si son ustedes aficionados a Bricomanía y optan por la siempre más económica vía del “hágalo usted mismo”, me permito copypastear este breve manual de instrucciones que he sacado de aquí. Por si se animan.
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“Mi primer gran error era pensar que se reducía el cráneo. No es así, el hueso no se reduce. Sólo lo hace la piel. Veamos la receta.
Lo primero -obviamente- es cortar la cabeza al enemigo. A continuación con un cuchillo se hace un corte desde la nuca hacia abajo. Se tira de la piel y se desprende del cráneo. Inmediatamente se mete en agua hirviendo durante quince minutos.
Un detalle: hay que poner a hervir la piel de la cabeza casi inmediatamente después de cortada pues en caso contrario se cae el pelo.
Otro detalle: no hervir más de quince minutos pues en ese caso queda demasiado blanda y no hay forma de que no se pudra.
Una vez hervida durante quince minutos, hemos conseguido una reducción del 50%, que no es suficiente. Se saca del agua y se la pone a secar. Cuando ya tiene una cierta consistencia, se raspa la piel por dentro para quitar las impurezas. Este es un paso muy importante, pues si no se hace bien quedan restos de carne que se pudren y producen un mal olor espantoso.
A continuación se cosen los ojos y la incisión que hemos hecho en la nuca para poder sacar el hueso. Las únicas aberturas que quedan son el cuello y la boca.Por el cuello se introducen unas piedras calientes, su misión es que la cabeza se haga un poco más pequeña y que no se deforme.
A continuación se afeitan los pelos del rostro.
Ahora viene el último paso, se cose el cuello y por la boca se mete arena caliente. Es esa arena la que produce la última reducción de tamaño.Ya sólo queda vaciar la arena, coser los labios y teñir la piel de negro. Sí, sí, se tiñe la piel de negro. Esas cabecitas que has visto en los museos, tan negras, no es que fueran de negros-negros-negros ni que la piel, con el tratamiento, se haga negra, es que la tiñen. ¿Para qué la tiñen? Ten en cuenta que reducen la cabeza de los enemigos. Atrapan su alma en su propia cabeza. Le cosen los ojos para que no pueda ver, y la tiñen de negro, por lo mismo: para que sólo vea el negro del infierno."