6.1.08

¿DÓNDE ESTÁ EL NEGRO?


El la iglesia italiana de San Apolinar Nuevo se encuentra uno de los primeros frescos en los que se representa a los Reyes Magos (que primero fueron magos, luego reyes y finalmente reyes magos). Como ven Baltasar es blanco. El evangelio nada dice de razas (ni de número). Me explica doña absenta que, en un principio, sus imágenes representaban simbólicamente las tres edades del hombres: juventud, madurez y vejez.



Tampoco Giotto, en la Capilla de los Scrovegni, les otorgaba raza alguna. Por cierto, fue Giotto quien introdujo la representación icónica de la estrella de Belén, inspirado por el impacto que supuso entonces el paso del Cometa Halley.


En este cuadro de El Bosco, la Epifania (nombre cristiano del momento en que los Magos adoran y ofrecen) ya incluye al Baltasar negro. ¿Por qué un Mago Negro? ¿Sentido común dado su origen africano? Bueno, según la tradición (que siempre hay que coger con pinzas) procede de Alejandría. ¿Una primitiva muestra de corrección política? Esta idea me gusta, la de incluir discriminación positiva por razón de raza en una iconografía tan añeja como la cristiana. La razón, pero, es bastante más mercantilista: la presencia de una imagen de raza negra adorando al Jesús cristiano se consideró óptima para fomentar la exportación del cristianismo más allá de sus fronteras occidentales. Buena muestra de ellos es que algunos retablos portugueses, como el de la Catedral de Viseu, convirtieron a Baltasar en nativo sudamericano. Por desgracia, no he encontrado imágenes.

5.1.08

YO VÍ LA LUZ



Pepo recupera la aparición de Uri Geller en el número 133 de la colección de Daredevil. Aquí arriba les dejo el origen de sus poderes explicados en clave superheroica. Los vínculos de Uri Geller con la PoP Culture son infinitos. Bueno, Uri Geller es puro pOp, y si no que nos lo pregunten a la generación de españolitos que nos fuimos a dormir, con toda la vajilla paterna doblada, la noche que Iñigo lo llevó a Televisión Española. Por aquí ya apareció su vínculo pulp con los Halcones de Spectra y le tuvimos de secundario de lujo en una de mis Vidas Ajenas favoritas.



ACTUALIZACIÓN: Convertido en superhéroe, Geller también hizo sus pinitos como icono publicitario para productos viriles. (Dénle las gracias al gran C. Rancio)

B-ART: MANEELY ENTRE TUMBAS, ESPECTROS Y ESQUELETOS

Retomo la vindicación de Joe Maneely con una primera selección de portadas de horror donde el muerto resucitado y su hábitat natural, el camposanto, tienen el protagonismo que le corresponde. De hecho, es una de las grandes temáticas de la ilustración pulp de los tebeos de los 50. Admírense con ese cadáver de la morgue que no deja huir a su víctima, con esa piel humana convertida en guante, con la danza a la que se obliga a una jamona morenaza, con el extraño aplastamiento, con el cadáver paciente y con el resto de impactante dibujos. Como propina una portada con una temática muy poco habitual en el comic book de la época: el espeiritismo. Todas juntas conforman una bellísima galería que demuestra las aptitudes de Maneely para el impacto del horror, su atmósfera siniestra, el humor negro, la podredumbre (no sólo de los muertos). Así como su entintado que es pulcro y nervioso al mismo tiempo.

Mystic 28 cov

Mystic 29 cov

Adventures Into Weird Worlds 25 cov

Adventures Into Weird Worlds 29 cov

Journey Into Unknown Worlds 19 cov

Mystery Tales 12 cov

Mystic 9 cov

Marvel Tales 120 cov_WEB

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4.1.08

GODZILLA CONTRA LOS ZOMBIS

Disculparán ustedes el título absolutamente exploit de este post. Sé que ni los italianos ni los distribuidores de derribo pidieron jamás perdón por sus trolas subculturales. Pero es que aquí ni hay Godzilla ni zombis; y aunque la analogía está ahí, tampoco se enfrentan entre ellos. De hecho, lo que les dejo es uno de los tres tutubos más vistos del año pasado, que se dice pronto. Es, por tanto, un contenido atípico por aquí, pero que imagino enlazado hasta la saciedad en otros lugares, por mucho que yo llegara a él hace a penas un par de días.

El vídeo pertenece a un género tan clásico como el documentalismo animal africano (aunque ahora que lo pienso, el mondo también juega sus bazas) y se inicia con el clásico ataque de los leones a una manada de búfalos. Hasta aquí, cosa requetevista, aunque ya de entrada hay dos cosas a destacar. La primera es que destroza el mito de que la gente miente cuando dice que lo que más le gusta de la tele son los documentales y, paradójicamente, los shares indican que no los mira nadie. Esto es un docmental y es el tercer vídeo más visto en la central de tutubos durante el 2007. La segunda es su falsa apariencia amateur, ya que se trata de un fragmento de un futuro documental de National Geographic que se estrenara este año, imagino que editado y pulido, pero que visto así, en crudo, cámara al hombro, sin montar y sin silenciar los comentarios de los testigos, acercan el género a la telerrealidad tan formalmente en boga estos días, una telerrealidad que juega a dos bandas: ficcionando la realidad o a la inversa.

Vale, hasta aquí lo normal, lo que pasa es que según transcurren los acontecimientos, el vídeo me dejó clavado ante el ordenador. Primero, por la irrupción inesperada de un invitado (el godzilla de mi título esploit) que se me antoja una especie de crossover de la naturaleza similar a aquel licántropo que de golpe aparecía en el clásico Dracula contra Frankenstein del Tito Jess. Y si eso no es suficiente, llega el must de la función, que podríamos definir como El Regreso de los Muertos Vivientes y que explica, si me permiten la comparación, que los zombis lentos imponen no por su velocidad sino porque son muchos. Vamos, que hasta el rey de la selva se acojona.

TENDENCIAS 2008 PARA EL APOCALIPSIS


El siglo XXI nos ha traído, nada más empezar, la existencia de una organización como Blackwater, la empresa privada de mercenarios más grande del mundo. Tanto su nombre como su logo la adscriben, sin complejos, en las filas del M.A.L. y de la búsqueda icónica de lo pOp como moderno ejército de sombras al servicio del Imperio. Pienso en Blackwater cuando, a través del excelente Guerra Eterna llego a estas dos estampas donde la uniformidad para la guerra cobra tintes apocalípticos, marcando las tendencias sin dudas dominantes para la que va a ser larga temporada de invierno pulp de nuestro siglo.


El soldado de las fuerzas especiales del Ministerio de Interior viste uniforme militar de clásico estampado de camuflaje, casco verde, armilla pectoral de kevlar y deportivas de tonos marrón claro, guantes negros, generosa ristras de munición y rostro enmascarado con gafas con cristal de espejo que le confieren y realzan un frío tono robótico. Como muy bien apunta Iñigo Sáenz de Ugarte, recuerda remotamente a Abe Sapien de Hellboy.

Este miembro de las milicias suníes, financiadas por EEUU, combina perfectamente la uniformidad militar con elementos propios de la cultura y la tradición de los warlords, dotando al confunto de un aire despreocupado y libre. Viste cómodo uniforme de camuflaje de tonos claros y arenosos propios de la zona, sandalias con calcetines negros, camisa, una preciosa túnica negra de tradición tribal autóctina, cinta amarilla cruzada y cubre su rostro con braga capucha a la que añade las gafas de cristal externo opaco y reflactante.


ACTUALIZACIÓN



Milveinticinco aporta el diseño, entre ratón de Disney y soldado imperial, de las máscaras de los antidisturbios de Georgia.

3.1.08

CASI IMPOSIBLE

Captain Kirk: Que otro planeta haya desarrollado una cultura como la de la Alemania nazi, con las mismas formas y símbolos de la Tierra del siglo XX, es tan raro.
Mr. Spock: Casi imposible y, a pesar de eso, las pruebas están ahí.

2.1.08

EL FANTASMA QUE ZURRA EN EL TRASERO


Curioseando por la Scan Daily de Livejournal, a donde llego porque han enlazado las imágenes del western educacional sobre sífilis de Harvey Kurtzman que escaneé hace unos meses, descubro la viñeta que les dejo arriba. Una viñeta que me encandila al instante. The Phantom, el fantasma que camina, acomete una sesión de palmadas en el trasero como forma de castigar a Sala, muchacha tentada por el lado malicioso de la vida junto a su compañera Margo. La imagen me encandila por esa mezcla de inocencia y sensualidad fetichista. El Hombre Enmascarado, siempre tan tieso, parece feliz mientras Sala, morena que viste de negro ligera de ropa, se adelanta algunos años a Betty Page. Tengan en cuenta que la viñeta es de los primeros años de la serie, de 1937. Descubro que este castigo contra el crimen que tiene mucho de juego y escarceo sexual no es un rara excepción. Sala y Margo, bautizadas como la Sky Band, reciben idéntico tratamiento en otra aventura, y no me digan que Sala, ahora de pie y de espaldas, no transmite sensualidad y sumisión SM.


Quizá fuera cosa de Lee Falk, el guionista creador del personaje, ya que colocar a la chica en el regazo del macho alfa enmascarado y someterla al cachete de nalgas y la disciplina inglesa sin fustas (y más contacto cárnico) es algo en lo que se reincide al menos en una tercera vez.
O incluso en Mandrake, el otro héroe de Lee Falk.

Y así, a base de tortas en el culete, llego a esta selección de viñetas colgadas en lo que parece la página oficial del club del cachete trasero de Chicago y de la que no puedo dejar de destacar estas tres imágenes: Spirit educando las escuetas nalgas de Ellen Dolan;


Superman aplicándose contra una rubia en saten negro, cuya parqueo corporal y rostro sumiso realza la violencia de la imagen;


y finalmente, Santo, el Enmascarado de Plata mexicano en la portada de un cómic que es de todo menos sutil y que casi parece emanar de un comic de SM vintage de los 50, en la que se destacan los tacones de una hembra que parece feliz ante el castigo.

¡QUE ME ASPEN!


Descubrí a Popeye en la edición de Buru Lan de mediados de los 70 y ya entonces quedé prendado de aquellas aventuras que tan poco tenían que ver con sus dibujos animados. Allí no habían espinacas y sí un universo absolutamente original e inigualable, plagado de brujas marinas, monarcas enajenados y tipos peculiares. Y eso sin mencionar al extraño Jeep o a Pilón, que tanto me recordaba a mi tío, aunque éste en vez de hamburguesas buscaba chupitos de anís. Era un mundo imposible donde el humor de garrotazo era sólo una parte de un extraño concepto de la aventura que me cautivaba tanto como un inigualable grafismo que luego reencontré en Makoki o el primer Crumb. Más tarde descubrí que el Popeye de Buru Lan no era de Segar sino de su yerno y ayudante Bud Sagendorf, y quizás también de Bela Zaboly, primer encargado de continuar Thimble Theatre, la tira de prensa que cobijaba tamaño universo y que nunca perdió su título en favor de Popeye, siendo así fiel a su espíritu absolutamente coral. Porque el Popeye original, el dibujado e impreso, el de Segar, no es el a menudo minúsculo universo de tres personajes (Olivia, Brutus y el marinero tuerto), un alimento (las espinacas) y un único concepto (el puñetazo) con el que Fleischer hizo maravillas animadas. El Popeye original es un mundo riquísimo y nada infantil, plagado como pocos de personajes estrafalarios y donde la imaginación gráfica y argumental no tiene límites.



El Popeye de Segar nos fue negado a los lectores españoles, y eso explica su no presencia en la lista de tebeos favoritos que estos días han sido propuestos en Con C de Arte. Los tres librillos que Eseuve sacó en los 90 fueron nada, un miserable bocado que me abrió un apetito jamás saciado. La injusticia puede ser corregida gracias a la antología que Planeta acaba de iniciar con un primer volumen de seis. Adapta correctamente la celebrada recuperación a cargo de Fantagraphics y yo sólo puedo decirles que su lectura ha supuesto uno de mis más intensos éxtasis como lector de tebeos. Y lo mejor es que es sólo el principio y la cosa no hace sino mejorar. El tomo de Popeye me ha acompañado estos días por toda la casa, y sí, no es una lectura físicamente cómoda dado su (necesario) tamaño, aunque el formato se aligera gracias a su contenido.

Popeye nació cuando Thimble Theatre llevaba ya diez años en marcha. Su irrupción, en mitad de una aventura, es la explosión definitiva del inigualable mundo creado por Segar. Como les digo, no hay espinacas, sino una gallina que da buena suerte cuando se le rasca la cabeza. Una gallina que despierta codicias sin fin en un lugar donde la codicia es impulso vital. Eso vuelve humano un universo que muchos definen como absurdo, aunque yo no acabo de ver en ello la mejor definición, seguramente porque es imposible de definir.

Popeye frotará la gallina y, así, sobrevivirá a una docena de disparos a bocajarro, pero sólo eso. Su mítica fuerza le viene de su condición de marino pendenciero adicto a la violencia. Y aunque tiene buen corazón, también sucumbe a la tentación de la mentira, a la negación de todo orden y a atribuirse méritos que no son suyos, y lo hace mientras va soltando puñetazos que para él todo lo solucionan. El puñetazo, en el Popeye de Segar, es mucho más que un acto de violencia, es poesía en movimiento, es la línea cinética que todo lo define, es génesis de estrellas, es la quintaesencia de la historieta. Pero, al mismo tiempo, Popeye no son sólo puñetazos. Pese a la inmediatez que define esa acción concreta, Thimble Theatre es un dechado de sutilidad, inteligencia e imaginación.



La edición integral del Popeye de Segar divide el álbum en dos partes obligadas: las tiras diarias en blanco y negro y las planchas dominicales a color. Cada formato tenía su propia continuidad y de ahí las dos partes. Las planchas dominicales son más grandes pero su temática más doméstica: el noviazgo con Olivia y la carrera de Popeye como boxeador son los dos argumentos exclusivos de las incluidas en el primer tomo. Se acompañan, en el tercio inferior, de otra genialidad de Segar, Sappo, un señor bajito que busca liberarse de la opresión de su oronda señora, siempre armada con una barra de amasar que convirtió en icono de la experiencia matrimonial. “Para qué quieres un marido si no puedes darle de vez en cuando con el rodillo”.



Pero donde el Popeye de Segar alcanza todo su esplendor es en la tira diaria, sin duda sorprendente en su tono de aventura seriada que siempre mira hacia delante. Popeye, es, de hecho, multigenérico y lo recogido en este primer tomo es buena muestra: humor splastick con gallinas, ramalazos de humor negro, dobles sentidos (la "pizca de longitud" que busca Olivia), crónica social (la crisis del 29 todo lo impregna, pero también hay detalles referidos a los cambios en la moda femenina, por ejemplo), aventuras marítimas con islas misteriosas, ciencia ficción pulp con rayos de la muerte, misterios científicos tratados con seriedad filosófica, y hasta un imposible whodunit policial con un único sospechoso (que encima es mayordomo). Hay algo tan mágico y tan especial en ese señor barbudo que se asoma por una ventana y predice la muerte de su víctima que me deja absolutamente prendado del Thimble Theatre de Popeye, una obra maestra con casi ochenta años que no es ya que haya envejecido poco, es que no ha envejecido nada. Pero nada de nada. Es fresco, es absorbente, es un continuo no parar de genialidades, de detalles, de sorpresas. Es único, imprescindible y necesario. Y me quedo corto.

1.1.08

BIENVENIDOS AL PARAISO

DOS MIL OCHO


2008 empezó mal, a qué negarlo. El brutal atentado de París, el 11 de enero, no sólo generó barbarie y revueltas sino que también hundió el mercado hipotecario europeo y fulminó la liquidez bancaria. Jacinto Buenaventura contemplaba las escenas de pánico que vomitaba la televisión con la calma relativa que caracteriza a todo funcionario de la Agencia Tributaria. El avance de la yihad en Pakistán tampoco ayudaba demasiado a templar la situación. La masacre de las tropas españolas en Afganistán catapultó a Rajoy a la presidencia del gobierno, pero a los pocos días su incapacidad como líder era insultante, aunque para ser sinceros tampoco Bush o Sarkoszy parecían salvaguarda de nada. A mediados de mayo recibió la notificación. El vínculo que le unía al estado como trabajador a su servicio quedaba temporalmente suspendido. Temporalmente. Já. Jacinto descubrió pronto su instinto de supervivencia y los inesperados brotes de violencia de los que era capaz. Dejaba a Manuela y Guille en casa y bajaba a la calle casi contento de poder aligerar el estrés a base de hostias por comida. No tardó en asaltar el museo de armas medievales de su ciudad y hacerse con una amplia provisión de armamento. El caos lo era todo, y aumentó cuando el gobierno de Islamabad cayó en manos de los talibanes. Israel apenas tardó unos minutos en desplegar su arsenal atómico sobre Oriente Medio. Pakistán respondió, aunque, por alguna razón que se le escapaba a Jacinto, también bombardeó Pekín (y La India, claro). Putin, quizá el único lider de raza caucasiana que parecía tener cojones, cortaba el suministro energético a media Europa. Hacia el verano, Jacinto regresó de una salida de supervivencia para encontrar los cadáveres de un par de chinos en la entrada de su casa. Ningún rastro de su familia. Lo inaudito es que sus armas y buena parte de sus reservas de comida seguían intactas. Y aún más inaudito le pareció el alivio por despojarse de sus seres queridos. Fortificó como pudo el apartamento, un tercero segunda, y se dedicó a contemplar por televisión e internet el fin del mundo. Le sorprendía que siguieran funcionado y que el suministro eléctrico fuera bastante regular. Le aterrorizaba el avance de cientos de miles de subsaharianos hacia el Mediterráneo y, en especial, la cuenta atrás en distancia kilométrica que a menudo era la única programación televisiva. En otoño observó por la mirilla como un grupo de hombres violaba a una mujer en el rellano y se masturbó por primera vez en meses. Las noticias empezaron a recrearse cada vez más en casos aislados de canibalismo y entonces lo leyó en internet. Que empezaran a comerse unos a otros con rabia inusitada no era desesperación. Alguna de las muchas partes en conflicto había soltado un virus que se propagaba a mordiscos, quizás con la idea de diezmar a la humanidad por la vía rápida. Jacinto respiró aliviado. Acarició esperanzado su edición especial de Dawn of the Dead, cubrió su cuerpo con la cota de malla robada del museo, colocó ballesta y munición a su espalda, enfundó la espada y agarró, feliz, el hacha de doble filo mientras salía al exterior para acabar, de una vez por todas, con tanta tontería.