En 1959 tres jóvenes negritos creaban uno de los himnos bailongos más imprescindibles de la historia de la humanidad. 25 años más tarde se convertirían en estandarte del lado más sinuoso y azucarado de la disco music. En ese tránsito dejaron por en medio un disco, este, que merece con creces su presencia en esta sección ausente. 1971 ya había dejado atrás el feliz 1959 y si a principios de los 60 los escarabajos beat de Liverpool habían hecho famoso el Twist and Shout de los Hermanos Isley, ahora eran ellos quienes optaban por un inusual disco de versiones de por coetáneos rockismos mayormente escritos e interpretados por músicos blandos... digo blancos. Quién me iba a decir a mí que nombres como James Taylor (glups) o Stephen Stills iban a tardar tan poco en salir por aquí (de hecho, nunca lo hubiera dicho). Pero así son las cosas, y es que los Isley Brothers no sólo hacen suyas las canciones, sino que las superan (ejemplificando aquello de que la buena copia está destinada a mejorar lo anterior).
En 1971 los vinilos estaban en plena conceptualización formal, y una de las más sencillas (pero bellas) manifestaciones de ello era la distinción estilística entre sus dos caras. No saben (o sí) las generaciones desgraciadamente digitales lo que se han dejado por el camino con la muerte del vinilo. La Cara A y la Cara B (¡bé!) son como el Love y el Hate del reverendo Powell, santos conceptos que tatuarse en los puños para combatir la mediocridad. Pues eso, que los Isley Brothers depositan tres medios tiempos en la primera cara y cuatro explosiones rítmicas en la segunda. Así, el inicio del disco es óptimo lugar para placenteros paraisos artificiales con un bootleg (ya saben, unir dos canciones en una, y recuerden que estamos en 1971, no en el siglo XXI) electrificante y desgarrado: Ohio de Hendrix y Machine Gun de Neil Young fornicando sus melodias durante nueve minutos, al que sigue Fire and Rain de James (glups) Taylor (con un final que anuncia el dub) y la fantabulosa versión del Lay Lady Lay dylaniano.
Si, vale, muy bello todo eso. Pero lo que justifica plenamente la inclusión de este disco en esta sección, o incluso diría más, lo que lo convierten en uno de los máximos exponentes del difuso y ausente concepto del boogaloo encefálico es su cara B (¡bé!). Es entonces cuando se pone irresistible con Spill the Wine, seis minutos neuronalmente virales gracias a sus luminosas y monocordes percusiones (y venciendo clamorosamente a la original de Eric Burdon & War), la descarga blaxploitation de increibles punteos guitarriles que es Nothing to Do But Today (procendente del primer álbum en solitario de Stephen Stills), el imparable r'n'blues tarantiniano Cold Bologna (con Bill Withers, el autor original, a la guitarra) y la fantástica y engrasadísima Love The One You're With (también de Stills en solitario) que cierra jovialmente un disco tan olvidado como vindicable.
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24.7.07
TRESCIENTOS TREINTA Y TRES DISCOS PARA AGITAR EL BOOGALOO ENCEFÁLICO # 024/333
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