
“La venerable España, que veía renacer en sus hijos emancipados de allende los mares las glorias de su raza imperecedera, declaraba aquel día fiesta nacional, y la fecha del 9 de mayo de 2003 se inscribía en letras de oro en el Salón de sesiones de las Cortes.Fragmento del relato Un viaje a la República Argentina en el siglo XXI, de Nilo María Fabra, publicado en 1889, es decir, hace 121 años. Aquí pueden leerlo online. Mi gusto por la política ficción se exalta con cosas como esta. A diez años de la Guerra de Cuba, en la que España perdió su última colonia a manos de los EEUU, el escritor imagina una utopía situada en nuestra época en la que unos EEUU superpoblados invadían el resto del continente.
(…)
Los Estados Unidos del Norte adquirieron durante la pasada centuria enorme crecimiento, hasta el punto de que su inmenso territorio apenas bastaba para contener la población, y amenazaban con un desbordamiento a costa de los países de origen latino.
Méjico, las repúblicas del centro y Colombia, como más directamente interesadas, la primera porque veía en peligro sus fronteras septentrionales, y las restantes porque so pretexto de los canales interoceánicos, el Gobierno de Washington pretendía someterlas a una tutela, que rechazaba la dignidad nacional, dieron la voz de alerta y reclamaron el auxilio de los demás estados americanos.
Las notas diplomáticas que los representantes de aquellas repúblicas dirigieron a sus hermanas fueron acogidas al principio con marcada tibieza, porque nadie creía el riesgo cercano; pero la noticia de que los anglo-americanos habían violado el territorio de Méjico, y de que pretendían enviar un ejército de ocupación a Nicaragua, Costa Rica y Panamá produjo un grito unánime desde Río Grande del Norte hasta el Cabo de Hornos. Todos los gobiernos, impulsados por el generoso y espontáneo movimiento de la opinión pública, pactaron una alianza ofensiva y defensiva, y aprestaron sus formidables huestes y sus escuadras submarinas para salvar la independencia de la América Latina y la exclusiva preponderancia en ella de la raza ibérica.
España, que no podía permanecer indiferente a una lucha gigantesca en la cual se ponía en tela de juicio el principio de raza, de lengua y de costumbres que eran las suyas propias, prestó desinteresado y noble concurso a sus hijas americanas, y de Cádiz salió la escuadra submarina que, en unión de las demás aliadas, contribuyó al desastre de la poderosa armada de los Estados Unidos.”

Nilo María Fabra (1843-1903) fue un personaje curioso que hoy es objeto de recuperación por ser nuestro principal pionero de la ciencia ficción. Hace unos años tres de sus relatos fueron incluidos en De la Luna a Mecanópolis: Antología de la ciencia-ficción española (1832-1913) (Acantilado, 1995). En 2006 la Biblioteca del Laberinto recopilaba buena parte de su obra de género con Relatos de ciencia-ficción; y ahora Berenice acaba de publicar otra antología (muy coincidente con la anterior) titulada La Guerra de España con los Estados Unidos y otros relatos.
Pese a sus ribetes decimonónicos, Nilo Maria Fabra me parece un escritor ágil gracias a su carácter de periodista profesional, del mismo modo que me interesa esa escritura del futuro por venir. Con el relato que da título a la antología de Berenice se adelanta en unos años al desastre de Cuba (aunque hierra en el final del conflicto). También predice la I Guerra Mundial en El desastre de Inglaterra de 1910 (escrito en 1885), pese a dejarse llevar por su tirria ante lo anglófilo (siempre pérfido, ambicioso y rapaz). Además de hacer historia del futuro, no deja de lado las ucronías, como en Cuatro siglos de buen gobierno (una candorosa historia de España en la que los Austrias nunca alcanzaron la Corona) y las distopías reaccionarias, que incluyen un relato tan potente como Teitán el magnífico: Cuento de lo porvenir (1895), auténtico precedente del 1984 orwelliano (aquí el pdf de su publicación original en la revista La ilustración española y latinoamericana).
Curiosamente, el hoy poco recordado Nilo María Fabra fue figura importante del periodismo español por su visión de futuro, ya que fue el fundador de nuestra primera agencia de noticias, la Agencia Fabra, germen de la Agencia Efe. Así que otro elemento interesante de sus relatos fantacientíficos y de anticipación es verle fabular con los medios de comunicación del futuro.
En el inicio de Un viaje a la República Argentina en el siglo XXI describe el Noticiero Parlante:
Sobre una mesa estaba otro fonógrafo en relación con los alambres exteriores, merced a los cuales el tren comunicaba con la red universal telefónica. En dicho aparato, que hacía las veces de periódico, se imprimían silenciosamente noticias del mundo entero, y a voluntad del viajero funcionaba para reproducirlas. Me acerqué al Noticiero parlante, que así se llamaba aquella ingeniosa máquina, y vi que tenía una serie de botoncitos, junto a cada uno de los cuales se leía en letras de metal: Europa, Asia, América, Oceanía, Bolsas, Mercados, Miscelánea.

En En el planeta Marte (1890), además de definir el telefoteidoscopio (aparato que por medio de hilos eléctricos reproduce las imágenes en un espejo, por grande que sea la distancia entre aquéllas y este) describe un audioperiódico que se preocupa de evitar la libre distribución de sus contenidos:
"Resonancia Universal es el nombre del periódico más oído del planeta Marte.
Para los suscriptores hay fonógrafos a casa hita que, sin más trabajo que oprimir un botoncito, repiten los telefonemas impresos o grabados en el peregrino confidente.
Al público en general, para enterarse de las diarias noticias, le basta depositar una moneda en aparatos que abundan en calles, plazas y caminos. Apenas cae la moneda dentro del ingenioso fonógrafo, habla éste en voz baja, a través de una reducida abertura, de modo que sólo pueda valerse de él una persona, y no resulten defraudados los interesados en la empresa."
Y para acabar, el distópico Teitán el magnífico describe la red de telecomunicaciones que usa su particular Gran Hermano:
"Inmensas redes de alambres telegráficos y telefónicos y de cables subterráneos y submarinos cruzaban en todas direcciones, y el Monarca universal regía al mundo con un ejército de electricistas, al cual estaba confiado el resorte más poderoso del Gobierno: el espionaje.
Cubiertos los techos y paredes de los edificios y pavimentos de las calles y caminos de millones de micrófonos, en comunicación con el ministerio de Policía, los sonidos, por distantes que fuesen, llegaban a él y se imprimían en aparatos telefonográficos; mientras que innumerables cámaras obscuras transmitían por medio de teleteidoscopios las imágenes lejanas que reproducía en colores, con fidelidad y exactitud notables, la telefotografía".
