Estoy destrozado. Mi cerebro está seco. Los últimos días claudiqué y decidí saltarme sesiones. En Sitges hay un abuso de programación: mi ritmo de visionados ha sido elevado, pero apenas alcanza el 30% de lo programado. Lo positivo es que cada uno se monta su propio festival y, así, es difícil que las decepciones y los bostezos se agolpen. Y más cuando, como es mi caso, no me importa saltarme alguna de las películas a concurso para visitar retrospectivas, rarezas y demás secciones paralelas. En lo personal, además, me sirve para charlar con gente a la que no veo a lo largo del año, en lo que podríamos llamar el Otro Festival, el que se desarrolla fuera de las salas de cine. Así, he podido pasar bastantes horas con Eunice Spillzman (bella muchacha que en las películas de mucho miedo se arremolina inquieta), John Tones (hasta ahora nuestros encuentros siempre eran instantáneos) o Jordi Costa; ; sufrir (es un decir) el abrazo de Vigalondo o la compañía de Pumares; saludar a Kuroi Yume y Javier Moreno; o descubrir que Jordi Sanchez Navarro también es lector atento de este blog. La pena es que fueron muchos los que pasaron por allí el día de Los Cronocrímenes y que no pude conocer en persona.
Por lo que hace al certamen, es indudable que es un éxito. Las cifras dadas en la rueda de prensa eran evidentes: incrementos del 15% en recaudación y del 20% en asistencia de público (50.000 personas hasta el viernes). La nefasta etapa de Roc Vilas (donde el sopor campaba a sus anchas) está olvidada y corren buenos tiempos para un festival de cine de géneros tan populares como los que aquí se ven. Sitges vuelve a ser una cita divertida. También se ha notado la existencia de una cuarta sala, que aunque no reune las mejores condiciones da más opciones.
Respecto a los premios, dice Jordi Costa que "el heterogéneo carácter del resto del palmarés parece todo un mensaje cifrado de disensiones". Yo también lo creo. Soprendió, por ejemplo, que el jurado no se presentara al completo en la rueda de prensa. Es cierto que no hay nada que objetar a que [REC] y The Fall salgan como grandes vencedoras. Lo de la primera es inapelable: la mejor película de horror hecha en España en décadas. La segunda tenía un problema, como bien apuntó Ruggero Deodato: la plata, el mucho dinero que se ha invertido en ella. Aunque también es cierto que la mayor parte procede de los bolsillos de su director. Personalmente encuentro a faltar la revolucionaria Dai Nipponjin y Teeth (sobre la que también apunto Deodato que le sabe mal que no aparezca en el palmarés, en una especie de mención honorífica no oficial). Rogue, que me encantó, tampoco consta, al igual que Los Cronocrímenes (que hubiera preferido como Melies antes que A l'Interieur). Pero eran cosas que ya sabíamos, y a la Miriloto me remito. Consideré The Fall con escasas posibilidades precisamente por la plata que hay detrás, y miren. Tampoco ninguno de ustedes apostó por ella.
Por lo que hace a las tendencias del horror contemporáneo, el zombi y la tele-realidad salen vencedores por goleada. La explicación es sencilla: nos gusta vernos por la tele pero eso nos causa inquietud. En la tele vemos lo que realmente nos aterra, el 11-S fue televisado, y nuestra presencia en ella, como zombis que somos, da miedete.
Y eso es todo de Sitges 2007. Tan sólo queda el post que servirá de guía de todo lo subido este año. Un esfuerzo titánico por mi parte, supongo que estarán de acuerdo. Me retiro momentáneamente a mi palacio de invierno y, en cuanto mi neurona se aposente de nuevo, regresaré a la programación habitual.
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