Ultraviolencia gratuita. Una interferencia en las televisiones transforma a los habitantes de una ciudad (como mínimo) en bestias violentas y agresivas. Esa es la historia, en tres partes (tantas como directores) de este filme salvaje y gratuito. Un bello prólogo remite a las trash movies setenteras, el primer capítulo recupera el tono de los primeros Cronenberg, el segundo (aunque los protagonistas no cambian y la historia prosigue su continuidad) es una negrísima comedia gore que convierte a los personajes en cartoons vivientes pero, ai, la tercera es teatral, cansina, pija a lo Sundance y no lleva a ningún sitio: no explica el origen del asunto (ni falta que hace) pero añade confusión. Una pena porque el regusto final que deja desmerece el delirio salvaje no apto para sensibles del que hace gala durante muchísimos minutos. Y sí, Lo Zombi (en sentido amplio), vuelve a hacer acto de presencia. Lo curioso es que la masa ultraviolenta conserva una extraña racionalidad que les lleva a considerar que el acto violento e injustificado es lo adecuado. Se dialoga airada y enajenadamente, pero con su lógica interna, y luego se degolla, aplasta, patea o lo que tercie. Una curiosa persepectiva para un filme tan burrote como mal resuelto
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