El pasado 4 de diciembre dedicaba
mi radiofónico aporte semanal sobre historieta a recorrer algunas novedades recientes pertenecientes a la llamada Nouvelle BD y ahora, con retraso, utilizo el guión como base para declarar públicamente mi amor hacia este grupo de afrancesados franceses que hacen tebeos sin parar. Y digo yo que deben de tener algo de tirón popular entre los lectores españoles ya que en pocos años su producción (originalmente más dilatada en el tiempo, aunque déjenlos correr) se adentra a empujones en nuestras librerías. A mí ya me está bien porque me resultan adictivos. Como más les leo más me gustan y disfruto de su libertad y aparente inmediatez. Desconozco como afrontan su obra y trabajo pero me da la impresión de que se plantan en su estudio y dibujan poseídos por un impulso creativo que siempre mira hacia delante y nunca se detiene. Es curioso porque releyendo el Popeye de Segar tengo la misma sensación de vértigo y pausa. Libertad creativa en manos de gente que intuye qué hacer con ella y la dejan fluir; puro deleite.
Creo que eso les conecta con la subcultura pop, tema central de este Blog Ausente. Quizá sorprenda tamaña afirmación, pero yo la veo cargada de sentido. Acepto que son muy franceses y que cargan con la patina de lo intelectual, y no diré que no, pero dibujan y escriben con pulsión febril, como si fueran autores de bolsilibros, y ahí hay un vínculo. Ahí y en su amor por los géneros, a los que se acercan de una manera tan desvergonzada que levanta mi pasión. También lo hacían los italianos de la serie bé fílmica, así que no debería extrañar que, en parte, yo los vea así, como un vendaval creativo que no se lo piensa dos veces a la hora de ser generoso en derroche imaginativo.
Los Buscadores de Tesoros: 2. La Ciudad Fría de David B (Sins Entido)
Anda que no han tardado en publicar por aquí la segunda entrega. Compruebo que, por desgracia, no hay un tercer álbum editado al otro lado de los Pirineos y seguro que eso explica en parte el retraso. Me jode saber de una nueva larga espera y me conformo pensando que al menos obligará a una relectura de los dos álbumes. No se pueden ni imaginar lo mucho que disfruto con los dibujos de
David B. Me pierdo entre sus viñetas desbordantes de barroquismo naïf. Menudo sinsentido eso del barroquismo naïf, pero yo no sé como describir tamaño derroche visual, con todos esos montones de guerreros salidos de inexistentes bajorelieves sirios, asirios, mesopotámicos, persas, bizantinos y qué se yo. Y sí, me descubro deslumbrado ante sus viñetas mientras avanzo en a lectura de una aventura donde la magia del cuento del Medio Oriente medieval hace guiños al imaginario surrealista. Joder cuanta belleza, me cago en Dios.
Gus de Cristophe Blain (Norma)
Y me voy a seguir cagando en Dios porque el
Gus de
Blain es incomensurable. Yo a Blain ya lo admiro mucho por
Isaac el Pirata pero es que con este western me ha dejado espatarrado en el sillón orejero, y en su lectura cada dos por tres me sorprendo pensando que este tío es genial. Creo que incluso en un par de ocasiones lo he exclamado en voz alta para que doña absenta se me quede mirando (aunque me abstengo de deternerme en ella porque debo seguir leyendo). Gus es un tebeo del oeste protagonizado por el pistolero que le da título y sus dos compañeros de fechorías. Roban trenes y bancos desplegando una inusitada violencia, pero pronto esta actividad se resuelve casi elípticamente y todo gira alrededor de la camaradería de la banda, al fin y al cabo uno de los motivos preferidos del western, y también en sus aventuras sentimentales.
Y es ahí donde el asunto se vuelve tan inusual como genial. Blain imagina un salvaje oeste bucólico poblado de esposas infieles y jovencitas libertinas entre las que corretean los tres protagonistas, de cama en cama y con ese naturalismo irreal y expresionista que le es propio. De nuevo un adjetivo raro, pero ya dije que no sé muy bien como explicar estas cosas. Los tres protagonistas son pistoleros feos y malolientes que se van de ligue y se enamoran en un Oeste que casi parece la corte de Luis XIV. Descansan tumbados en prados y se aburguesan en cabañas para luego salir como posesos para soltar cuatro tiros bien dados (y bien dibujados). Y si a eso suman los dibujos de Blain, joder, es que estamos ante uno de los mejores cómics que he leído en tiempo. A mí de Blain me fasinan los ojos de sus personajes, por cierto. Bueno, en realidad me fascina todo, pero los ojos de manera especial. Joder, es que es la hostia.
Socrates el Semi Perro: 2. Ulises de Joann Sfar i Blain (sins entido)
Blain colabora con
Sfar en diversos projectes. Uno es este
Sòcrates el Semi Perro que aúna con desparpajo dos legados de la Grecia Clásica: la filosofía y la épica heroica. Argumentalmente es puro Sfar, pero Blain se deja llevar y se suelta entre esas páginas de seis viñetas habituales en la Nouvelle Bedé sfariana. El contraste entre cristalinos azules de calma chicha y oscuras tormentas es brutal, realzando un tono entre lo dicharachero y lo trágico, entre lo liviano y lo ominoso, que parece imposible de unir con tanta frescura.
El semiperro parlanchín tiene un evidente paralelismo con el gato del rabino, aunque aquí el personaje al que servir como Pepito Grillo es Heracles, arquetipo del machote brusco sobre el que se reflexionaba mucho y bien en la primera entrega. En esta segunda se atreven con una genial secuela de la Odisea en la que Ulises entra en crisis, cae víctima del aburrimiento y abandona de nuevo a su familia en pos del viaje aventurero y la añoranza del sexo entre hombres viriles. La tragedia griega también hace acto de presencia, así como un cíclope vengativo y una predestinación del líder heroico que es una maldición.
La Mazmorra – Amanecer: -84. Despues de la lluvia de Sfar, Trondheim i Blain (Norma)
Aprovecho mi voluntaria inmersión para atacar mi arco preferido de La Mazmorra, serie sobre la que
ya escribí. Poco puedo añadir más allá de insistir en lo mucho que me gusta este folletín de capa y espada que es
Amancer. Tan sólo apuntar que se saltan unas cuantas entregas (de la –97 a la –84) sin que se note y reafirmando mi idea de que el impulso creativo con el que trabajan les obliga a tener siempre la vista hacia delante, sin mirar atrás. Y también apuntar lo mucho que me gusta esa siniestra ciudad que Blain dibuja, plagada de torres y escaleras que caracolean entre nieblas y oscuridades expresionistas.
Las increíbles Aventuras sin Lapinot: 10. Las Aventuras del Universo de Lewis Trondheim (Norma)
Esta lectura, en cambio, me ha dejado a medio gas. Desconocía que nada tenía que ver con
Lapinot, cuya última aventura me dejó maravillado. Pensaba, iluso de mí, que la cosa retomaría al grupo de amigos y, en cambio, me encuentro con el ya conocido Trondheim autobiográfico y reflexivo, que sí, que vale, que está bien verle desnudar sus contradicciones y su aparente antipatía, pero que para eso
La Maldición del Paraguas es mucho mejor por ser menos anecdótica. Además, el retraso con el que nos llega esta serie le hace mucho daño pues sus apuntes sobre una actualidad que tiene más de un lustro, y que es localista, resta enteros y envejece mal. Además, qué coño, metido como estoy en los reinos de la imaginación este aterrizaje no me venía de gusto.
Las Olivas Negras: 2. Adán Harishon de Emmanuel Guibert i Sfar (Kraken)
Guibert es el encargado de ondear el estandarte de la linea clara entre las huestes de la Nueva bedé, aunque su magistral trabajo en
El Fotógrafo aportaba mucho más que eso. La historia de Sfar reincide en abordar el judaísmo, esta vez en clave mucho más histórica, ambientada en la Judea ocupada por el Imperio Romano. Mira con sorna viejas tradiciones culturales y persiste el tono de aventura casual y cotidiana que tan bien domina. Uno no puede evitar pensar en La Vida de Brian al ver al grupo rebeldes judíos que luchan como pueden contra la invasión. Es un buen tebeo, pero estar rodeada de genialidades le hace algo de daño, a qué negarlo. Eso sí, la magia persiste y está ahí.
El Minúsculo Mosquetero de Sfar (Norma)
Reconozco que el primer álbum del mosquetero menguado y trasladado a una dimensión diminuta me dejó con la sensación de obra menor. Tenía su gracia ver como se enfocaba el asunto desde una perspectiva peculiarmente satirírica sobre el machismo inherente a todo héroe que entre duelo y espadazo ejerce el salto de cama vestido de época (cosa que emparejaba con el primer Semiperro). Y así, con ese recuerdo, me enfrento a los ábumes segundo y tercero y me quedo sin palabras. El segundo,
La filosofía en la Bañera, es la hostia. Sfar se desparrama visualmente y sus viñetas empequeñecen como el protagonista para narrar una serie de aventuras que aúnan fábulas submarinas, gorgonas, jamonas cosacas y hembras que sólo entregan su amor ante la labia filosófica. Es impresionante y desde ya uno de mis Sfar favoritos. El tercero,
Con el Amor no se juega, mantiene el tono estupendamente con una historia en la que el protagonista emula a Crusoe y pracitica el surf y el sexo con nativas caprichosas. La libertad, la frescura, el dejar fluir la aventura siguen ahí, para gozo y disfrute del adicto en el que me he convertido.
Y es aquí donde retomo mi introducción. Les hablaba de escarbar en la nueva bedé para localizar subcultura pop. Una idea arriesgada, pero sólo hay que pasar lista: gorgonas, pistoleros con gabardina, encapuchados con capa y espada, mosqueteros, cíclopes, califas, cosacos, héroes mitológicos, monstruos, náufragos, legionarios romanos, sortilegios y sexo. Todos desfilan ante nosotros como quien no quiere la cosa y pensando en sus cosas, sin límites porque la imaginación no los tiene, y sacudidos por la pulsión creativa de sus creadores. Como Godzilla. Como las vampiras de la Hammer. Como los argonautas de Harryhausen.