Dios
“Hasta hoy no sabía porqué Dios me ha traído al mundo. ¡Ahora lo sé: para comprar ése cómic!” (Bart). Los Simpson son los únicos dibujos de la televisión que se permiten hablar de Dios, el que se escribe con mayúsculas: desde los eufemismos de Flanders, “mamá ha tenido que irse, ahora está con Dios y pronto os reuniréis con ella”, hasta el contacto directo de Homer con Dios, que le confirma que los sermones del reverendo Lovejoy son un rollo. Por lo demás, Homer describe al Padre Eterno amigablemente, como si se tratase de un camarada: posee una dentadura perfecta, desprende un buen olor, tiene mucha clase, es decir, es un señor de verdad. En definitiva, como dice Matt Groening: alguien cuyas competencias conciernen a la religión y al significado de la vida. Ante la imposibilidad de representar al Omnipotente a través de imágenes audiovisuales, Groening recurre expresamente a la más caduca iconología (una mano gigante que sale de una nube, un dedo que lanza un rayo, es decir, un ser invisible que está arriba y todo lo ve e incluos castiga ostentoreamente) no para convertir al Señor en dibujo animado, sino para subrayar una idea de la divinidad todavía muy difundida en América.
31.5.05
30.5.05
CAZARRECOMPENSAS
Hace un par de semanas recuperé el último arco argumental de Brian Michael Bendis para Sam & Twitch, la pintoresca pereja de policias salidos de las páginas del rutinario Spawn. No se dejen engañar por su procedencia, si como a mí lo del engendro demoníaco de McFarlane dejó de interesarles hace lustros, la breve estancia de Bendis en el spin-off detectivesco merece la pena.
La Guerra de los cazarrecompensas, publicada aquí hace ya unos años en los cinco primeros números del volumen dos de Sam & Twitch de Planeta, declara en su propio título de manera diáfana de qué va. Un cruento enfrentamiento entre cazarrecompensas, gente que se gana la vida a la caza del hombre, del delincuente. No deja de ser chocante que una profesión de estas características siga viva en los Estados Unidos pese a ser herencia del salvaje Oeste. El Wanted Dead or Alive, sigue, pues, vigente, aunque quiero pensar que el Dead está arrinconado o sólo permitido en casos de defensa propia. Aún así, no deja de ser sintomático del capitalismo a ultranza borderline, una externalidad de la reducción de costes del servicio público. La verdad es que la profesión no sale muy bien parada en el tebeo: un grupo de seres a cuál más mezquino enfrentados por dinero y con un código de honor semi yakuzesco que tarda en salir a relucir.
La historia sirve también para recuperar a Alameda Jinx, la hembra cazarrecompensas que fue uno de los primeros personajes de Bendis (y de la que Alias recuperaba mucha atmósfera). Aquí pudimos conocerla en tres números de la Biblioteca Factoría de La Factoría de Ideas. Desconozco si recogían la totalidad de una serie de la que guardo un grato recuerdo pero que debería releer un día de estos. Por aquel entonces, hace cinco años, Bendis era un absoluto desconocido en el mercado español del que se hablaban maravillas allende los mares. Yo ya he insistido por aquí que me encanta este guionista. Que me interesa y atrapa y que tiendo a comprárme todo lo que lleva su firma. También es cierto que hace cinco años sus diálogos, su construcción visual de la narrativa entre viñetas y su tendencia a construir historias mediante arcos argumentales que avanzan poco a poco eran características que se nos antojaban novedosas. Ahora son marcas de fábrica y a muchos les parecen más de lo mismo. A mí aún no me pasa. Como me gusta lo que cuenta no me importa que acuda casi siempre a un mismo molde resolutivo.
En La Guerra de los Cazarrecompensas de Sam & Twitch nada se aparta del estilema Bendis. Aunque quienes se quejen de que a sus personajes no les pasan cosas saldrán decepcionados. Pasan cosas, graves y que marcarán su futuro. Se intuye algo de mala leche en Bendis para con los personajes de McFarlane, y en el papel se demuestra que el guionista salió cabreado de la Todd McFarlane Productions. “Ahí te dejo el papelón de continuar con la serie” parece decirnos. Lo cierto es que a mí no me ha interesado lo más mínimo las siguientes historias de esta pareja de policias. Nilas he leído ni comprado; y eso que los personajes me gustaban, pero desconfío enormemente de las tramas que pueda proponer el creador de Spawn. Bendis se salió con la suya. Tomó dos personajes ajenos y los hizo suyos en apenas diecinueve tebeos de grapa. Doble mérito, por la rapidez y porque quien roba al ladrón...
Simpsonario (CXCIV)
Dinero
Bart no percibe que el valor del dinero se entiende como ganancia del trabajo honesto por lo que, casi siempre, se excede en absurdas peticiones de exageradas sumas a las que Homer, con la misma paradoja, consiente rápidamente sin pestañear. No se trata sencillamente de otro gag cómico, sino del hecho de que el cabeza de familia tampoco está capacitado para valorar el dinero, hasta el punto de asumir y especular, con una actitud inmadura e infantil. La felicidad del padre al conseguir algo de calderilla gracias a la suerte, así como las cantidades alucinantes prestadas a Bart o a Lisa a fondo perdido, es una demostración de la estupidez del personaje adulto, pero también un desafio a una cuestión que obsesiona desde siempre el american way of life.
Bart no percibe que el valor del dinero se entiende como ganancia del trabajo honesto por lo que, casi siempre, se excede en absurdas peticiones de exageradas sumas a las que Homer, con la misma paradoja, consiente rápidamente sin pestañear. No se trata sencillamente de otro gag cómico, sino del hecho de que el cabeza de familia tampoco está capacitado para valorar el dinero, hasta el punto de asumir y especular, con una actitud inmadura e infantil. La felicidad del padre al conseguir algo de calderilla gracias a la suerte, así como las cantidades alucinantes prestadas a Bart o a Lisa a fondo perdido, es una demostración de la estupidez del personaje adulto, pero también un desafio a una cuestión que obsesiona desde siempre el american way of life.
27.5.05
Y EL AMOR ES MENTIRA
Como habrán podido apreciar, no ha sido esta una gran semana de textos ausentes. Un poco de descanso no viene mal y aclara ideas. El descanso del guerrero. Muchas gracias por sus entusiastas comentarios a la crónica de Made in China. La verdad es que me dio mucho trabajo. Ver la peli haciendo pausas constantes para anotarlo todo, transcribirlo a lo bruto y vuelta a empezar, meter el dvd en el ordenador e ir capturando fotos y corrigiendo textos y diálogos. Es decir, volver a ver la peli alargando de nuevo por triplicado su metraje. Pasar las imágenes de formato bmp a jpg y luego optimizar su tamaño para evitar que reviente el Hello, que supongo reventará un día de estos y ya veremos que pasa. En definitiva, un curro hecho con ganas, entrega y alegría pero que me dejó exhausto de blog y decidí tomarme un par de días libres acudiendo únicamente al simpsonario, que para eso está. Y eso que quiero apuntar algunas cosas sobre John Liu en el futuro inmediato.
Pero luego la semana se ha ido complicando de esa forma que sólo sabe complicarse una semana. Todo empezó el sábado pasado, por todo lo alto. Volver a ir a un concierto, tras unos años alejado del disfrute de la música en directo (yo era un adicto, ahora sólo me quedan los Ducados). Tras lo inesperadamente divertidos Mastretta y el gran Josele Santiago, tomarse unas copas con doña absenta y unas amigas, que con esto de la paternidad es como zamparse unos percebes. Así que nos liquidamos unos cuantos güisquis y nos fuimos a dormir a las cinco de la mañana con la felicidad del alcohólico recuperado. El problema es que a las siete nos llamaba la suegra: absencito a 39 de fiebre. El pajero de oro ya está bien, no se me espanten, que los niños ya las tienen, estas cosas. Pero claro, ni dormimos ese día ni el siguiente.
Luego está la cosa de la presidencia. Y es que esta semana me ha tocado ejercer duro mi papel de presidente de la comunidad de vecinos. Ojo, soy el primer interesado en que el tema se solucione rápido. Resulta que un piso del rellano ha sido adquirido por una peruana millonetis que lo ha cedido a una agencia de apartamentos turísticos británica. Hemos tenido despedidas de soltera británicas, que eran unas loros gritonas, altivas que creían estar en Ibiza en vez de a veinte metros de la calle Escudillers de Barcelona. Y luego un grupo de catorce japoneses. Yo, en otra época, hubiera pasado un montón del tema. Pero imagino que lo de la paternidad y sentir invadido de esta manera, y sin avisar, mi hábitat natural, ha sacado el mandril que llevo dentro. He movilizado a los vecinos de tal manera que parecen corsarios con cuchillos en la boca, he sido desagradable con los turistas como jamás pensé que podría serlo, he llamado a la Guardia Urbana para tocar los cojones, he utilizado subterfugios impropios, he machacado al administrador y lo he puesto firme, y me he sumergido en la legislación sobre el tema. El resultado ha sido un par de instancias presentadas al ayuntamiento que da gloria verlas. El tema parará, está claro, porque incumple normas pese al vacio legal, aunque falta por ver cuanto tarda el ayuntamiento en inspeccionar, prohibir y sancionar. La batalla será, pues, larga, aunque está ganada a medio plazo. Y me he sentido a gusto en la cima de mi minúscula área de poder. Un mandril orgulloso. El jefe de la manada. Y mi bolsa testicular se ha puesto firme y me pide esparcir la semilla a todas esas turistas ligeras de ropa que recorren mi ciudad y mi rellano. Aunque me temo que doña absenta no me va a dejar.
Y con el calorcito que empieza a hacer me doy cuenta que el aire acondicionado, ese gran invento, está en la sala y no en el despacho. Y el cuerpo me pide poner un poco de orden porque busco cosas y no las encuentro, y pierdo el tiempo revolviendo entre las pilas. Así que me parece que durante unas semanas no actualizaré tanto el blog. Y es que llevaba un ritmo demasiado frenético. Pero no se preocupen. Los mandriles somos animales de costumbres y acabamos pelándonosla y rascándonos el colorado trasero antes de lo previsto. Así que seguro que mañana o pasado vuelvo a soltar el rollo, seguro. La lista de cosas que quería comentar por aquí de manera inmediata no deja de crecer. Links, tebeos para que no me expulsen de los tebelogs... Y ahora debería acabar el Godzilla que tengo a medias, o ponerme a leer y preparar el texto que no me va a dar tiempo a acabar y voy quedar de puta pena. Pero me parece que me voy a la cama a regodearme en la nada.
26.5.05
B-ART : Las portadas de Crumb para Weirdo
Vía la indispensable PCL LinkDump llego a esta galería en la que se recogen las portadas que Robert Crumb hizo para Weirdo, el magazine underground por excelencia de los 80, primero editado por el propio Crumb y luego por Peter Bagge. Las portadas, pese a que es obvio decirlo, son estupendas, y como muestra las dos que acompañan este post y que he seleccionado porque estas sucias redondeces abstractas (y esa temática ocular muy del gusto ausente) siempre me remiten a otro maestro al que me encanta reivindicar siempre que tengo ocasión: el gran Basil Wolverton. Seria feliz con una lujosa edición castellana que reunira sus Weird Tales y demás colaboraciones para los comics de horror de la Atlas preMarvel. Ven, ya se me ha ido la olla, y en un texto dedicado a las portadas de Crumb para una revista underground he acabado pegando el rollo sobre tebeos de horror de los 50. Si es que no se puede ser pajero.
Simpsonario (CLCIII)
Diferencia
“Me toman el pelo porque soy un poco diferente de los demás” (Lisa).
“No soy lo bastante popular para ser diferente” (Homer).
“Me toman el pelo porque soy un poco diferente de los demás” (Lisa).
“No soy lo bastante popular para ser diferente” (Homer).
25.5.05
Simpsonario (CXCII)
Diez
"Bart es siempre Bart. ¡Tiene diez años, ha cumplido diez años más de diez veces seguidas!" (Matt Groening).
"Bart es siempre Bart. ¡Tiene diez años, ha cumplido diez años más de diez veces seguidas!" (Matt Groening).
24.5.05
Simpsonario (CXCI)
Dickens, Charles
El célebre escritor que describía perfectamente las miserias de las clases bajas londinenses del siglo XIX es una referencia importante para Matt Groening. Algunos de sus personajes, especialmente Burns, parecen traernos a la memoria la conocida figura del millonario avaro y huraño. Dickens también es recordado, en el episodio El heredero de Burns, cuando un muchacho inglés le contesta al viejo: “Señor, hoy es Nochebuena” repitiendo la frase del Cuento de Navidad que tiene como protagonista al malvado Scrooge.
El célebre escritor que describía perfectamente las miserias de las clases bajas londinenses del siglo XIX es una referencia importante para Matt Groening. Algunos de sus personajes, especialmente Burns, parecen traernos a la memoria la conocida figura del millonario avaro y huraño. Dickens también es recordado, en el episodio El heredero de Burns, cuando un muchacho inglés le contesta al viejo: “Señor, hoy es Nochebuena” repitiendo la frase del Cuento de Navidad que tiene como protagonista al malvado Scrooge.
22.5.05
EL CHINO JOHN LIU EN: KARATE A MUERTE EN PLAYA DE ARO
Hace un par de días John Liu cumplió 61 años. Artista marcial emigrado a Europa, dirigió, escribió, produjo y protagonizó una subcoproducción entre España y Hong Kong: Made in China. Ya conocen la Ley del Circulo. De tan mala es buena. En este caso Obra Maestra. Sin paliativos. Encabeza mi particular lista de La Peor Película de la Historia. Para celebrar el 61 aniversario de su creador, El Blog Ausente ha unido esfuerzos con Spaulding. Él se encargará del comentario crítico en su blog. Yo me limito a explicar el argumento. Eso sí, con pelos y señales, porque lo merece y porque se trata de un filme no demasiado conocido. Sin duda, el megapost más largo y ambicioso que he escrito hasta la fecha, más de sesenta imágenes, los mejores diálogos transcritos literalmente tras dos nuevos visionados del filme. La intención es que ustedes se sientan como en el cine. Pónganse cómodos. Asegúrense de tener las palomitas a mano. Desconecten los teléfonos móviles. Se apagan las luces. Empieza la peor película de la historia.
Una sobreimpresión nos informa de que estamos en Hong Kong. En lo alto de un edificio se reúnen un chino y una china. Entre ellos se establece un escueto diálogo:
- El ruso llega hoy.
- ¿A qué hora?
- Sobre las dos de la tarde.
- ¿Dónde?
- En la Bahía de las Langostas.
La banda sonora inicia el tenso devenir funqui-exploitation (seguramente ufanado) que nos acompañará durante buena parte del metraje. Una voz en Off informa muy rápido, más que Urdaci leyendo un comunicado de la cécéoo: “1981. California. Estados Unidos. El coronel ruso ha desertado en busca de la libertad”. Dejando de lado que primero dicen estar en Hong Kong y a los 20 segundos en California, al fin y al cabo el caos geográfico es total a lo largo del filme, nos encontramos ante una agreste y pequeña bahía a la que llega un barco de pescadores. Allí aguarda un grupo de chinos comandados por un occidental calvete y de gafas oscuras. “No quiero fallos”. He inmediatamente elaboran lo que parece el símbolo físico de su operación: puños cerrados, pulgares alzados y nuevos puños que se cierran sobre éstos.
Por otro lado de la playa llegan los dos chinos del principio. Del barco desciende alguien a quien no vemos la cara y de quien se despiden muy contentos los tripulantes. “Adios, Adios” gritan y saludan con la mano como quien se despide de la Tía Enriqueta. Se inicia entonces un confuso tiroteo y un poco de karate entre los dos grupos de chinos. La acción se congela y aparecen los títulos de crédito, a balazos la palabra China se transforma en CIA. Empieza... Made in China!!
El Tío Bill y El General se encuentran en un restaurante chino. Intercambio de microfilms. El Tío Bill, siempre con sus bolitas de relax en la mano, es un chino cincuentón. El General, de quien nunca sabremos el nombre, está interpretado por José María Blanco. “Es usted un buen amigo de la CIA”. El Tío Bill lo deja bien claro: “Yo sólo trabajo por dinero”. El microfilm y unos dólares se los pasan de tapadillo con el plato de la factura. La factura, por cierto, es del restaurante La Gran Muralla de Barcelona, al que fui en ocasiones de pequeño.
Inmediatamente saltamos a un lujoso chalet de S’agaró (población cercana a Playa de Aro), aunque una voz en off informa: “Cuartel general de la CIA”. En su interior, una estancia paupérrima decorada con una bandera norteamericana y una foto de Nixon, se desarrolla una conversación con el ruso huido.
- Ustedes los de la KGB practican un sistema especial.
- Practicamos todos los sistemas de defensa corporal que se utilizan en el mundo. Lo dirige un chino especializado. Ustedes, la CIA, no representan ninguna amenaza en ese aspecto.
- ¿Se refiere a las artes marciales chinas?
- Sí. El chino es John Liu. Fue capturado por los nazis. Su especialidad se llama Zen Kwon Do. Tengo una copia para ustedes con toda la información.
Llama la atención la gratuita referencia a los nazis, que no cuadra ni de coña con la edad del instructor. Se despiden muy contentos pero en las puertas del Cuartel General de la CIA, tras unas macetas, se ocultan un par de pistoleros. Que los jardines de la CIA estén decorados por característicos macetones mediterráneos o que ahí puedan apostarse alegremente asesinos a sueldo son detalles sin importancia. La cosa es que disparan al ruso y lo liquidan. Sus últimas palabras antes de expirar serán “¿Por Qué? Estamos en EE.UU.”
El Teniente Anders mantiene una reunión. La estancia, de nuevo, ridícula, destacando la tumbona realmente bajita en la que se sienta el militar. Realmente, la CIA está en horas bajas.
- Teniente, éste es el informe del arte de matar de la KGB. Hay que averiguar quiénes son los que lo conocen este arte.
- ¿Opina usted que nos hace falta “eso” para los entrenamientos?
- Desde luego, porque en la lucha personal no podemos competir con ellos.
- ¿Está usted diciendo que no soy competente en mi trabajo?
- Tranquilo, Teniente. Es una orden. Háble con Tío Bill
Cambio de escena. El teniente Anders avanza por un cesped. Un gordo en chandal y un gafudo trajeado le impiden el paso. Se inicia una pelea ridícula en la que el militar utilizará el viejo truco.
-¡Eh usted! Por aquí no se puede pasar
- Ui, sí, perdone; sujéteme las gafas.
Mientras el gordo sostiene las gafas zunda zunda al otro, luego se las pide al gordo y tras la entrega zunda zunda de nuevo. El teniente Anders sigue avanzando mientras le van saliendo enemigos. En plan susto. El momento cumbre es cuando tras una pared aparece un tipo trajeado con gafas de sol y una voz en off exclama “¡Bruce Lee!”. Se me escapa el sentido de la escena. Y más cuando el teniente Anders le suelta un mamporro y murmura "bah, es falso". Parecerse no se parece, eso está claro. Por no ser, ni es chino.
Al final llega al lugar en que Tío Bill se ditrae con el hobby de la jardineria, cortando flores. Junto a él una pareja de adolescentes toman el sol en unas tumbonas. La conversación es breve. El Tío Bill le pondrá en contacto con un experto en Zen-Kwon.
Imágenes de John Liu en su academia de París practicando la meditación. Un pase de diapositivas en la sede de la CIA. Vemos diversas portadas de revistas de Karate y fotos promocionales. Una voz en off explica: “John Liu. Ciudadano estadounidense. Campeón de kárate en el 66 y el 67. Rehusó servir en Vietnam. Tiene un hermano gemelo llamado James. Militar y héroe de guerra. Actualmente se recupera de una herida en unas maniobras de la OTAN”.
Saltamos al encuentro entre los hermanos John y James en la piscina de un chalet. James está en una silla de ruedas. Toda la conversación se desarrolla con los contertulios separados por unos veinte metros de distancia (al fin y al cabo el actor es el mismo y de alguna manera hay que solucionar la escena). James en la esquina más alejada de la piscina. John en lo alto de una terraza del chalet.
La conversación que mantienen, siempre en la distancia, es tan ridícula como todas las anteriores:
- James...
- Hola hermano. ¿Qué te trae por aquí?
- Perdona, debería haber venido a verte hace mucho tiempo.
- Tienes razón, deberías haberlo hecho. Tu eres libre. Te envidio. Yo soy un soldado. La muerte me persigue. Ya ves como estoy. Yo no valgo tanto como tú.
(risas)
- John, hemos estado separados desde niños pero sipuedo ayudarte en algolo haré. Sólo estoy herido, no podrán conmigo.
De nuevo unas risas y se despiden con saludo militar. Siempre alejados veinte metros y nunca, claro, en el mismo plano.
Una maciza sale del supermercado, lleva una caja de cava Freixenet. Se produce un intento de violación. El gordo de antes, aunque ahora lleva traje y gafas de sol. John Liu aparece al rescate. “¡Estos gamberros me están molestando, señor!”. Así que zunda zunda y se larga a tomar unas cocacolas con la titi. Pero en un momento de distracción ésta pone pastillas en uno de los vasos. Luego, en la piscina, la morena neumática se insinua y se exhibe en biquini. Tanta es su concentración en las artes bruttas de la seducción que no se percata que el listo de John Liu cambia los vasos. John Liu también es un caballero:
- Tienes un cuerpo estupendo.
- Es que hago mucho deporte- responde ella.
La cosa es que al final la tipa se marea y desmaya. "Querías engañarme" murmura el intrépido karateka cuando irrumpe en escena el Teniente Anders de la CIA. Quieren que sea instructor, a lo que John Liu se niega. La conversación va acompañada de pequeños toques karatekas entre ellos. Se están marcando.
- No quiero verme mezclado en asesinatos políticos.
- Pues si se niega le arrestaremos. ¿Recuerda que no fue a Vietnam? ¿Quiere ir a la cárcel?
- Eso es jugar sucio.
- Nos trae sin cuidado lo que piense siempre que colabore con nosotros.
Así que John Liu llega al campo de entrenamiento de la CIA. Lo primero que llama la atención del espectador es el patético aspecto de los reclutas. La mayoría chinos escualidos y melenudos con gorras que les van pequeñas. También hay un Sargento gordo, que habitualmente conduce el jeep, acostumbra a llevar el casco mal puesto, ladeado, y la camisa desabrochada enseñando pecho. Es el aspecto del típico sargento español y chusquero. El Teniente Anders le va mostrando el lugar y presentando gente, aunque comunica que se va destinado a África. Forma parte del delirio geográfico que sustenta todo el filme. Más adelante veremos que se refieren al lugar al que ha llegado John Liu como el Campo de Entrenamiento de Zambia. El lugar, por cierto, es una especie de mediterránea fortaleza amurallada, seguramente Ampúrias. A John Liu, que obviamente se interpreta a sí mismo intentando dotar a su estampa de un pasado misterioso al más puro estilo clon de Bruce Lee, lo llaman siempre John Liu. Con nombre y apellido. Nada de señor Liu o un cariñoso John por parte de sus inminentes ligues. Siempre John Liu. Es por eso que a partir de ahora su nombre aparecerá en esta crónica todo junto, JohnLiu, al formar un todo indisociable.
El Doctor Smith (interpretado por el sinpar Victor Israel) le presenta a Caroline (Mirta Miller), encargada de informaciones y computadoras. También conoce al Coronel Fu-Shin (nombre que sufre sutiles variaciones a lo largo del metraje: Fu-shen, funshin), otro oriental con una pinta de chungo que espanta. Así de golpe, sin respiro, pasamos a una escena en la que el Coronel Fu-Shin tortura con electrodos en el cráneo a un chino de generosa media melena, con un walkie talkie de control mental en la mano.
- Wong, contésta. ¿Por qué escapaste?
- Quería ver a mi madre, está enferma.
- Nadie puede escapar vivo de este campo. Nadie. Recuérdalo. Y ahora te ordeno que aprendas mucho del nuevo entrenador.
La escena va acompañada por los típicos sonidos ululantes y misteriosos. Sonarán siempre que el hipnotismo y el control mental hagan acto de presencia (ya verán, ya). Descubrimos que JohnLiu lo observa y escucha todo tras una cortina roja que es un claro precedente del cine de David Lynch. Las estancias de la CIA, como ven, dan pena y no son nada discretas.
En el primer entrenamiento a johnliu le llama la atención que los soldados vayan descalzos. “Si llevaran zapatos intentarían escapar”. Luego llama la atención de Wong. “Córtese el pelo que parece una chica”.
De inmediato saltamos a una escena en la que Wong intenta escapar. Tras muchos visionados del filme hemos concluido que no es un nuevo intento de fuga sino un pésimo y confuso uso del flashback. A Wong, interpretado por Casanova Wong, le van saliendo contrincantes hasta que da con Tio Bill. A su lado los adolescentes que antes tomaban el sol juegan al ajedrez y casi ni se inmutan. “Prometió ayudarme a escapar” ruega Wong pero el Tío Bill le ofrece una pistola. “No te ayudaré ni aunque intentes matarme”. Así que Wong dispara. Tío Bill recibe el impacto, cae al suelo aparentemente muerto pero entonces se levanta y ríe mucho y ostentoriamente mientras le enseña el trucaje para balas de fogueo. La imagen se congela.
Tras algunas escenas de entrenamiento marcial pasamos a una nueva y delirante escena de control mental protagonizada por Raquel Evans, la Mayor Susan, y Victor Israel. Ella lleva puestos auriculares y está siendo sometida al pase de imágenes violentas. Victor Israel, aka Doctor Smith (bueno, ahora lo llaman Stone, pero antes era Smith) lleva una túnica negra y gruesos medallones y anillos. A su lado la cabeza de un maniquí con sombrero y alfileres. Más tarde le veremos con una calavera que culmina un perchero con chaquetilla de mariscal prusiano.
Suelta un soliloquio: “Desde 1953 he trabajado para la CIA. He hipnotizado a la gente para conocer sus pensamientos. Todos los empleados de la CIA han de pasar por mi sesión de hipnosis y de lavado de cerebro. Manteniendo sus sentidos visuales y auditivos bajo una constante contemplación de la violencia, con una hipnosis más intensa y nuestro entrenamiento para la lucha mortal, los transformamos en fríos criminales a nuestro servicio ¡Bwhajaja!”. Posteriormente se dedica a pasarle a la Teniente Susan imágenes sexuales. Ella, claro, se pone hipnóticamente cachonda y Victor Israel se aprovecha para ejecutar unos cuantos tocamintos. Es uno de los varios momentos en que el espectador tiene la sospecha de que existió una doble versión con desnudos. Por cierto, de nuevo, JohnLiu lo ve todo desde la cortina roja.
Posteriormente interrogará a Wong sobre el tema del control mental pero éste no puede contestar. Y llega la hora de entrenar a la Mayor Susan. Ligerita de ropa (es Raquel Evans, qué esperabais) y ante la atenta mirada del sargento gordinflón. La Evans, míto erótico del softcore hispano de los 80, no tiene ni idea de karate pero al menos es flexible. JohnLiu le va dando cachetes en el firme culete durante la sesión, plas plas, que acaba con un símil de estrangulamiento del sargento gordinflón. La imagen, de nuevo, se congela para cambiar de escena.
Pasamos a Caroline, es decir, la Mirta Miller, que sale de la oficina y deambula por el campamento. Se suceden varios intentos de violación por parte de diversos soldados. Al final hay un par que casi lo consiguen con los rostros ocultos tras máscaras. Dejando de lado que los intentos de violación de funcionarias de la CIA por parte de los soldados pueda ser algo tan usual, lo de las máscaras chinas es algo que se va a repetir durante toda la película. En realidad un burdo truco para disimular que los actores son siempre los mismos. JohnLiu salvará a Caroline de la violencia sexual, a patadas, y quedarán para el fin de semana.
Llegamos, pues, al celebrado y magistral picnic en el campo. Caroline y JohnLiu juguetean y retozan para luego regalarnos una maravillosa concatenación de planos. Primero le vemos a él en suave contrapicado lateral, ejerciendo esforzadas flexiones. Luego la vemos a ella en leve picado, yaciendo en el suelo, con cara de placer, gimiendo. El curioso plano-contraplano se repite. La sensación en el espectador es obvia: están dedicándose al fornicio en plena naturaleza. Pero, ai amigos, la cámara se desplaza hacia atrás y comprobamos que él simplemente realiza ejercicios gimnásticos mientras ella... ella... a saber qué haría (algún ejercicio vaginal o similar). Les separan varios metros de distancia. Como colofón a este hilarante montaje ella le tira una sandia que johnliu destroza jubiloso con un golpe de karate. Y, de nuevo, la imagen se congela.
Mientras tanto crecen las sospechas alrededor de JohnLiu en el campamento. El coronel oriental informa al General que “quiere saber cosas del departamento de computadoras”. También le informa de que la onda de control mental esta casi terminada: “prácticamente todo el campo está ahora bajo mi control”.
En una de sus paseos por la instalación nuestro héroe se topa con la Mayor Susan, siempre ligera de ropa. “Es peligroso ir así por aquí” le comenta. Ella, siempre tan carnal, le intentará besar y se colgará de él con sus piernas como rodeando su cintura, en una nueva muestra de acoso sexual. La escena es contemplada por un grupo de soldados cachondos. “Eh! Ese entrenamiento aún no nos lo han enseñado!” y de golpe salen todos corriendo. “¡Que viene el General!”. Se produce entonces la típica situación incómoda y comprometida, con el alto mando llamando al orden a JohnLiu por sus constantes ligoteos. Algo de humor grueso nunca viene mal.
Cena romántica con Caroline aka Mirta Miller (por aqulla época amante de un Borbón muerto en trágicas circunstancias, por cierto). JohnLiu está preocupado. “Me toman por un playboy y sospechan”. Acabarán la noche haciendo el amor iluminados por potentes focos de espectáculo erótico.
Por si no lo tuvieramos bastante claro, un nuevo intento de violación en las instalaciones de la CIA. Un numeroso grupo de soldados intentan violar a la Mayor Susan. Pero ella se defiende a la perfección gracias al karate aprendido.
Y llegamos a uno de los grandes momentos de delirio del filme. Los reclutas realizan prácticas de tiro. JohnLiu interrumpe la sesión y pide permiso para hablar con Wong. Es su cumpleaños y lleva un regalo para él en una caja. El obsequio resulta ser... ¡Un conejo blanco! Wong se emociona. “Oh! Es precioso” comenta mientras lo acaricia. Pero el coronel oriental, provisto de su walkie talkie de control mental, observa desde un montículo cercano. Ordena al sargento que se duerma y obliga a Wong a enfrentarse a su apreciado instructor. Los soldados, mientras tanto, también controlados, se lanzan contra el conejo como zombis, lo destripan y comen crudo. El shock es demasiado grande para Wong, que interrumpe su pelea al grito de “¡Mi conejo! ¡Devolvédme mi conejo!” JohnLiu, poniendo caras raras, se larga. “Están todos locos” murmura.
Nuestro héroes esta harto de la situación. Caroline le informa: “Todos los que han salido del campo de Zambia han muerto”. JohnLiu, además, quiere que Wong también se vaya de allí, y así se lo comenta. A todo ésto, el coronel oriental se quiere traginar a la Mayor Susan, pero ella le confiesa que es la amante del general, que precisamente se queda con toda la copla. “Hay que vigilar al instructor” interrumpe.
JohLiu se entrena en un bosque de pinos. Wong observa escondido. En otra esquina la Mayor Susan. También anda por ahí el coronel con su walkie talkie. Ordena a ambos que apliquen todas las técnicas que les han enseñado. La mayor Susan jugueteará primero y eróticamente con un arbol mientras Wong pasa al ataque. Mientras JohnLiu prosigue con sus ejercicios y se resiste al control mental. Susan deja de toquetear el pino y pasa al ataque sexual.
Así que tenemos a John Liu en posición zen mientras Wong le hostia y la otra le mete mano y besuquea. Wong se da por vencido y la Mayor Susan pasa a practicarle una felación a nuestro sufrido protagonista, que rememora en voz en off los consejos de su maestro:
- Debes controlar la respiración y permanecer tranquilo. Pon en práctica el método respiratorio del Zen Kwon
- ¿Incluso si la tentación es sexual?
- Incluso si la tentación es sexual
Tras verdaderos esfuerzos supera la prueba y el coronel le amenaza con un Consejo de guerra. “Su controlador mental no puede con mi arte marcial”. Nueva tanda de hostias que termina ante la intimidación ocular de JohnLiu: si la lucha continua le sacará los ojos con los dedos. El rival, pues, se da por vencido.
El maestro del Zen Kwon Do pide al general irse del campamento y dejar la instrucción. Caroline lo sabe gracias a la compuadora. “Acabarán contigo y también sospechan de mí”. La situación es insostenible. Hay que escapar ya. Lo harán, llevándose “documentos importantes” en un jeep descapotable. Lo cual no impide que a medio camino les aparezcan dos chinos con máscaras en el asiento de atrás. JohnLiu se deshará de ellos y la posterior persecución, exitosa, acabará con la explosión de otro jeep en uno de los momentos de mayor dilipendio presupuestario del filme.
Un impagable plano nos sitúa en la Carnicería Maria. Bueno, Carnisseria, en catalán. Una prueba más de que se encuentran en el típico mercado de la Costa Brava, aunque teóricamente el espectador debe situarse en Zambia ¿Y los indígenas negros? Qué mas da. Los fugados se aprisionan de viandas pero asesinos de la CIA infiltrados entre los turistas les acechan y ocultan metralletas en cestos de guisantes. Se producen una par de (enésimas) peleas mientras la gente que pasaba por allí mira a la cámara y la función sin recato. E incluso podemos disfrutar de un plano en el que un montón de sandías son ametralladas sin piedad. Todo un espectáculo de acción barata.
La pareja consigue huir y de golpe, sin pausa, como es norma en esta pieza maestra, los encontramos en un velero. Caroline y JohnLiu se besan y aman hasta que les atacan un par de submarinistas. La cosa acaba trágicamente. Caroline aka Mirta Miller muere atravesada por una flecha de pistola submarina. JohnLiu cubrirá el cadaver con la bandera norteamericana y muy simbólicamente hará ondear la pirata en el mástil del barquito.
La elipsis es brutal. Reunión de la CIA. Imágenes de JohnLiu entrenando a los piés de la Torre Eiffel. Una voz en off informa: “Caso JohnLiu. Conocemos todos los detalles. Tiene un gimnasio en París y sale con una viuda rica que se llama Fanny, famosa modelo con un hijo y una hija. Entrena cada mañana al pié de la torre Eiffel. Está bajo constante vigilancia”.
Desde luego, el seguimiento no puede considerarse discreto. Allí donde está JohnLiu hay un par o más de tipos sospechosos, maldisimulando su quehacer espía. También es cierto que para ser un fugitivo, montar un gimnasio con su nombre y practicar tai-chí en pleno centro turístico no es un gran plan. Tras el entrenamiento matutino, JohnLiu está tomando café en una terraza con una niña de ojos rasgados, se supone que hija de la, como veremos, rubia Fanny. Los agentes de la CIA les atacan pero nuestro héroe da muestras de saber practicar un gran kungfú sentado en una silla. La niña jalea emocionada “¡Pega a los señores malos, Tio JohnLiu!" y luego se burlará de la derrota de los pérfidos agentes secretos haciéndoles muecas. Conviene resaltar que los actores son diferentes a los que hemos estado contemplando hasta ahora, todo el rato, eso y la localización internacional hacen pensar que se trate de restos de metraje de alguna de las producciones de bajo presupuesto que JohnLiu rodó en París. Tengo alguna por casa, así que ya les informaré al respecto en el futuro.
A continuación tenemos una escena de sexo con Fanny, rodada con la misma fotografía de puticlub rinestone que en la anterior. JohnLiu le explica: "me persiguen, tengo que huir de París". Así que quedan para luego en el gimnasio. Menudo absurdo si ya están juntos. Inmediatamente pasamos a un intento de secuestro de Fanny y su hijo en plena calle. Primero el niño se defiende la mar de bien hasta que aparecen tres jóvenes y culonas chinas que pasaban por ahí, uniformadas de azul celeste y pantalón corto, evitarán el entuerto con su karate. "Coronel, casi lo hemos logrado pero aparecieron tres chiquillas" comunicará un agente a su superior. Todo el incidente ha sido contemplado por un nutrido grupo de espectadores destremprados comprobando como se rueda un subproducto de artes marciales. Lo terrible es que la cámara también se recrea en ellos.
JohnLiu espera paciente en su gimnasio, mirando por la ventana, cuando una chica aparece corriendo
- La señorita Fanny me envía para decirle que la CIA le ha localizado.
- Me lo temía, pero... ¿Quién es usted?
- Eso no importa.
Irrumpen en el local los agentes armados con metralletas y matan a la chica. JohnLiu va esquivando balas dando volteretas y entonces aparece Fanny. El desenlace es fatal: muere de un disparo a bocajarro efectuado por el Coronel.
Desconocemos cómo escapa JohnLiu del gimnasio. Se suceden las imágenes del protagonista oculto entre muchedumbres del París más turístico. Las estampas y postales de monumentos son muchas. También los inesperados ataques que va sufriendo por las calles. Genial el uso de las estrellas puntiagudas y como un actor hace ver que le han dado en la mano sujetando una entre los dedos. También hay enfrentamiento con un agente atontado y subnormal que de tan pensoso es mejor obviar.
De pronto, una panorámica de los Campos Eliseos mientras una voz en off informa: “ciudad donde vive James Liu, California, EEUU”. ¿Recuerdan al hermano gemelo del principio? Pues ahí le tenemos estudiando los informes secretos que su hermano se llevó del campamento de entrenamiento. "John, hermano mío, eres un problema ¿Por qué no me enviaste estos informes antes. Ahora no puedo ayudarte. Voy destinado a Alemania". Cambiamos de escena. JohnLiu, que está refugiado en un playero camping, con una familia recibe una carta.
“Hermano, estoy en Párís. Este es mi pasaporte, mis gafas y mi billete para que salgas de París. De ahora en adelante serás James Liu. Sal ahora mismo hacia el aereopuerto. Yo lo arreglaré todo". Efectivamente, JohnLiu, con las gafas y un poco de algodón en la boca es clavadito a su hermano. Y así le vemos subir a un avión mientras los altavoces anuncían “Pasajeros de París a Barcelona Puerta 5”. Destaca la presencia de un señor que mira a cámara con una potente ensaimada mallorquina entre sus brazos.
El uso de las acciones paralelas, tan propio del lenguaje cinematográfico, es puro caos. Escuchamos en off una nueva carta de James, el de verdad, mientras se alterna a johnliu esperando que despegue su avión y a su hermano conducir por una carretera de la Costa Brava. "John, estoy camino de Alemania, para distraer su atención he efectuado una llmada a la embajada de los Estados Unidos y les he dicho que tengo una cosa en mi poder que demostrará la inocencia de mi hermano. Me parece que podrás tomar el avión sin ningún riesgo". Pero el hermano cae víctima de una emboscada a manos de chinos con caretas. Muere acribillado a balas, muchas balas, a cámara lenta, mientras suena el himno norteamericano. El Coronel se percata entonces: "¡Este es su hermano, James Liu!".
El descontrol continua. A JohnLiu le hacen salir del avión, que aun no ha despegado. La enésima voz en off informa de lo ocurrido: "Tenemos a su hermano en nuestro poder, salga del avión si desea que siga viviendo. Nos encontraremos en los suburbios de París". Se trata de una trampa. Descubre el cadáver de James en el interior de un coche pero se percata de que hay una granada atada a la puerta. Desactivará la engañifa y se guardará la granada en el bolsillo. Nunca se sabe. Es importante señalar que desde que vimos la escena del camping a ésta, ambas incluidas, tan sólo han transcurrido cuatro minutos de película.
Pasamos a un puerto deportivo repleto de yates con banderitas españolas. La mayor Susan se encuentra con el Coronel oriental. Hay un cierto mal rollo entre éste y el General, que se ha ido al Aeropuerto del Rin y oculta información. Aún así la Mayor Susan ordena al coronel, literalmente, “llevar un mensaje a la tienda de cerámica”. JohnLiu lo observa todo oculto, no demasiado, en un cochde allí aparcado. En un momento de distracción se cuela en el maletero del Coronel. Pasamos a la tienda de cerámicas. Cerámicas Anna, una de esas a pié de carretera típicas del interior de la costa mediterránea. El decorado es estupendo para el gran combate entre JohnLiu y el pérfido coronel. Platos de recuerdo de Playa de Aro, jarrones, macetas, carteles de toros (PAloma Linares, El niño de la Capea), platos flamencos. Todo está listo para el gran destrozo. De hecho toda la coreografía está pensada para romper como más cacharrería mejor. Los actores, en vez de pelear y darse zundas entre ellos van directos a por los jarrones, los platos, etc. JohnLiu sale victorioso aunque la cosa queda bastante anticlimática. Ahora... a por el General.
El teórico aereopuerto internacional del Rin es penoso. En realidad se trata de un pequeño recinto para avionetas de Ampuria Brava, como índica bien grande un rótulo. Los actores vuelven a ser los mismos de siempre: el gordo y el lechuguino que hemos estado viendo minutos y minutos en distintos papeles. Ahora aquí, ahora allá. Con más cara y sin, con barba postiza y sin. La aparición de JohnLiu provoca el enésimo combate. La verdad es que todo lo que aquí pasa es bastante confuso y muy difícil de explicar. El maletín va de un lado al otro. Primero lo tiene el General, luego lo recupera nuestro héroe... para volverlo a perder en la pelea. Aparecen más enemigos, en realidad los mismos de antes, el gordinflón y el lechuguino, con las ya famosas máscaras chinas. Van armados con metralletas por lo que johnliu pilla al General como rehen, granada en alto. Cualquier movimiento y salen todos volando por los aires. Y entonces, tachán, aparece Wong, que primero, gracias al control mental, peleará con johnliu, éste siempre con una mano ocupada por la granada, procurando que no explote. Pero Wong tiene dudas. Las suficientes para que entre ráfagas de tiros a johnliu le dé tiempo de pillar el maletín, sacarse un cordón del zapato y preparar una maleta trampa con la granada.
El General cae en la trampa. Pilla el maletín y secuestra una avioneta, piloto incluido, y emprende el vuelo acompañado de otro chino con máscara. A medio vuelo obliga a su rehén a lanzarse en paracaídas. Éste lo hace al grito de “¡Les demandaréeee!”. Y es entonces cuando se decide a abrir la maleta trampa. Escuchamos una gran explosión y vemos imágenes de una avioneta ardiendo estrellada contra la calzada. Hay un par de cuerpos carbonizados. Y una voz en off, veloz como Urdaci, relata: “Esta avioneta se estrelló durante el rodaje. El quipo de esta película les rinde sus máximos respetos”. Y es que, queridos lectores, como gran colofón a esta obra de arte del surrealismo casual johnliu nos ha reservado la gran zafiedad. Al parecer se produjo un accidente de avición justo al lado del lugar del rodaje, en la Costa Brava. El equipo corrió a rodar los restos y cadáveres con la sana intención de utilizarlos como material de la película. Y así fue, Si se fijan, la frase soltada por la voz en off es del todo impersonal y da a entender como si el accidente fuera d emiembros del equipo cuando se trataba de unos pobres turistas alemanes.
Como epílogo JohnLiu y Wong sobrevuelan Palamós en una avioneta.
- ¿Por qué has dejado que se llevaran el maletín, maestro?
- Porque descubrí que los docuemntos eran falsos
- ¿Murieron con la granada, Maestro?
- Fue un accidente casual, la granada era inofesiva, yo mismo la desactivé.
- Maestro... ¿A dónde vamos?
- No lo sé, pero siempre habrá un lugar para nosotros
Y con las vistas aéreas de Palamós se acaba la mayor experiencia cinéfaga que he podido disfrutar en mi vida. Espero que la hayan disfrutado.
Meneame
Una sobreimpresión nos informa de que estamos en Hong Kong. En lo alto de un edificio se reúnen un chino y una china. Entre ellos se establece un escueto diálogo:
- El ruso llega hoy.
- ¿A qué hora?
- Sobre las dos de la tarde.
- ¿Dónde?
- En la Bahía de las Langostas.
La banda sonora inicia el tenso devenir funqui-exploitation (seguramente ufanado) que nos acompañará durante buena parte del metraje. Una voz en Off informa muy rápido, más que Urdaci leyendo un comunicado de la cécéoo: “1981. California. Estados Unidos. El coronel ruso ha desertado en busca de la libertad”. Dejando de lado que primero dicen estar en Hong Kong y a los 20 segundos en California, al fin y al cabo el caos geográfico es total a lo largo del filme, nos encontramos ante una agreste y pequeña bahía a la que llega un barco de pescadores. Allí aguarda un grupo de chinos comandados por un occidental calvete y de gafas oscuras. “No quiero fallos”. He inmediatamente elaboran lo que parece el símbolo físico de su operación: puños cerrados, pulgares alzados y nuevos puños que se cierran sobre éstos.
Por otro lado de la playa llegan los dos chinos del principio. Del barco desciende alguien a quien no vemos la cara y de quien se despiden muy contentos los tripulantes. “Adios, Adios” gritan y saludan con la mano como quien se despide de la Tía Enriqueta. Se inicia entonces un confuso tiroteo y un poco de karate entre los dos grupos de chinos. La acción se congela y aparecen los títulos de crédito, a balazos la palabra China se transforma en CIA. Empieza... Made in China!!
El Tío Bill y El General se encuentran en un restaurante chino. Intercambio de microfilms. El Tío Bill, siempre con sus bolitas de relax en la mano, es un chino cincuentón. El General, de quien nunca sabremos el nombre, está interpretado por José María Blanco. “Es usted un buen amigo de la CIA”. El Tío Bill lo deja bien claro: “Yo sólo trabajo por dinero”. El microfilm y unos dólares se los pasan de tapadillo con el plato de la factura. La factura, por cierto, es del restaurante La Gran Muralla de Barcelona, al que fui en ocasiones de pequeño.
Inmediatamente saltamos a un lujoso chalet de S’agaró (población cercana a Playa de Aro), aunque una voz en off informa: “Cuartel general de la CIA”. En su interior, una estancia paupérrima decorada con una bandera norteamericana y una foto de Nixon, se desarrolla una conversación con el ruso huido.
- Ustedes los de la KGB practican un sistema especial.
- Practicamos todos los sistemas de defensa corporal que se utilizan en el mundo. Lo dirige un chino especializado. Ustedes, la CIA, no representan ninguna amenaza en ese aspecto.
- ¿Se refiere a las artes marciales chinas?
- Sí. El chino es John Liu. Fue capturado por los nazis. Su especialidad se llama Zen Kwon Do. Tengo una copia para ustedes con toda la información.
Llama la atención la gratuita referencia a los nazis, que no cuadra ni de coña con la edad del instructor. Se despiden muy contentos pero en las puertas del Cuartel General de la CIA, tras unas macetas, se ocultan un par de pistoleros. Que los jardines de la CIA estén decorados por característicos macetones mediterráneos o que ahí puedan apostarse alegremente asesinos a sueldo son detalles sin importancia. La cosa es que disparan al ruso y lo liquidan. Sus últimas palabras antes de expirar serán “¿Por Qué? Estamos en EE.UU.”
El Teniente Anders mantiene una reunión. La estancia, de nuevo, ridícula, destacando la tumbona realmente bajita en la que se sienta el militar. Realmente, la CIA está en horas bajas.
- Teniente, éste es el informe del arte de matar de la KGB. Hay que averiguar quiénes son los que lo conocen este arte.
- ¿Opina usted que nos hace falta “eso” para los entrenamientos?
- Desde luego, porque en la lucha personal no podemos competir con ellos.
- ¿Está usted diciendo que no soy competente en mi trabajo?
- Tranquilo, Teniente. Es una orden. Háble con Tío Bill
Cambio de escena. El teniente Anders avanza por un cesped. Un gordo en chandal y un gafudo trajeado le impiden el paso. Se inicia una pelea ridícula en la que el militar utilizará el viejo truco.
-¡Eh usted! Por aquí no se puede pasar
- Ui, sí, perdone; sujéteme las gafas.
Mientras el gordo sostiene las gafas zunda zunda al otro, luego se las pide al gordo y tras la entrega zunda zunda de nuevo. El teniente Anders sigue avanzando mientras le van saliendo enemigos. En plan susto. El momento cumbre es cuando tras una pared aparece un tipo trajeado con gafas de sol y una voz en off exclama “¡Bruce Lee!”. Se me escapa el sentido de la escena. Y más cuando el teniente Anders le suelta un mamporro y murmura "bah, es falso". Parecerse no se parece, eso está claro. Por no ser, ni es chino.
Al final llega al lugar en que Tío Bill se ditrae con el hobby de la jardineria, cortando flores. Junto a él una pareja de adolescentes toman el sol en unas tumbonas. La conversación es breve. El Tío Bill le pondrá en contacto con un experto en Zen-Kwon.
Imágenes de John Liu en su academia de París practicando la meditación. Un pase de diapositivas en la sede de la CIA. Vemos diversas portadas de revistas de Karate y fotos promocionales. Una voz en off explica: “John Liu. Ciudadano estadounidense. Campeón de kárate en el 66 y el 67. Rehusó servir en Vietnam. Tiene un hermano gemelo llamado James. Militar y héroe de guerra. Actualmente se recupera de una herida en unas maniobras de la OTAN”.
Saltamos al encuentro entre los hermanos John y James en la piscina de un chalet. James está en una silla de ruedas. Toda la conversación se desarrolla con los contertulios separados por unos veinte metros de distancia (al fin y al cabo el actor es el mismo y de alguna manera hay que solucionar la escena). James en la esquina más alejada de la piscina. John en lo alto de una terraza del chalet.
La conversación que mantienen, siempre en la distancia, es tan ridícula como todas las anteriores:
- James...
- Hola hermano. ¿Qué te trae por aquí?
- Perdona, debería haber venido a verte hace mucho tiempo.
- Tienes razón, deberías haberlo hecho. Tu eres libre. Te envidio. Yo soy un soldado. La muerte me persigue. Ya ves como estoy. Yo no valgo tanto como tú.
(risas)
- John, hemos estado separados desde niños pero sipuedo ayudarte en algolo haré. Sólo estoy herido, no podrán conmigo.
De nuevo unas risas y se despiden con saludo militar. Siempre alejados veinte metros y nunca, claro, en el mismo plano.
Una maciza sale del supermercado, lleva una caja de cava Freixenet. Se produce un intento de violación. El gordo de antes, aunque ahora lleva traje y gafas de sol. John Liu aparece al rescate. “¡Estos gamberros me están molestando, señor!”. Así que zunda zunda y se larga a tomar unas cocacolas con la titi. Pero en un momento de distracción ésta pone pastillas en uno de los vasos. Luego, en la piscina, la morena neumática se insinua y se exhibe en biquini. Tanta es su concentración en las artes bruttas de la seducción que no se percata que el listo de John Liu cambia los vasos. John Liu también es un caballero:
- Tienes un cuerpo estupendo.
- Es que hago mucho deporte- responde ella.
La cosa es que al final la tipa se marea y desmaya. "Querías engañarme" murmura el intrépido karateka cuando irrumpe en escena el Teniente Anders de la CIA. Quieren que sea instructor, a lo que John Liu se niega. La conversación va acompañada de pequeños toques karatekas entre ellos. Se están marcando.
- No quiero verme mezclado en asesinatos políticos.
- Pues si se niega le arrestaremos. ¿Recuerda que no fue a Vietnam? ¿Quiere ir a la cárcel?
- Eso es jugar sucio.
- Nos trae sin cuidado lo que piense siempre que colabore con nosotros.
Así que John Liu llega al campo de entrenamiento de la CIA. Lo primero que llama la atención del espectador es el patético aspecto de los reclutas. La mayoría chinos escualidos y melenudos con gorras que les van pequeñas. También hay un Sargento gordo, que habitualmente conduce el jeep, acostumbra a llevar el casco mal puesto, ladeado, y la camisa desabrochada enseñando pecho. Es el aspecto del típico sargento español y chusquero. El Teniente Anders le va mostrando el lugar y presentando gente, aunque comunica que se va destinado a África. Forma parte del delirio geográfico que sustenta todo el filme. Más adelante veremos que se refieren al lugar al que ha llegado John Liu como el Campo de Entrenamiento de Zambia. El lugar, por cierto, es una especie de mediterránea fortaleza amurallada, seguramente Ampúrias. A John Liu, que obviamente se interpreta a sí mismo intentando dotar a su estampa de un pasado misterioso al más puro estilo clon de Bruce Lee, lo llaman siempre John Liu. Con nombre y apellido. Nada de señor Liu o un cariñoso John por parte de sus inminentes ligues. Siempre John Liu. Es por eso que a partir de ahora su nombre aparecerá en esta crónica todo junto, JohnLiu, al formar un todo indisociable.
El Doctor Smith (interpretado por el sinpar Victor Israel) le presenta a Caroline (Mirta Miller), encargada de informaciones y computadoras. También conoce al Coronel Fu-Shin (nombre que sufre sutiles variaciones a lo largo del metraje: Fu-shen, funshin), otro oriental con una pinta de chungo que espanta. Así de golpe, sin respiro, pasamos a una escena en la que el Coronel Fu-Shin tortura con electrodos en el cráneo a un chino de generosa media melena, con un walkie talkie de control mental en la mano.
- Wong, contésta. ¿Por qué escapaste?
- Quería ver a mi madre, está enferma.
- Nadie puede escapar vivo de este campo. Nadie. Recuérdalo. Y ahora te ordeno que aprendas mucho del nuevo entrenador.
La escena va acompañada por los típicos sonidos ululantes y misteriosos. Sonarán siempre que el hipnotismo y el control mental hagan acto de presencia (ya verán, ya). Descubrimos que JohnLiu lo observa y escucha todo tras una cortina roja que es un claro precedente del cine de David Lynch. Las estancias de la CIA, como ven, dan pena y no son nada discretas.
En el primer entrenamiento a johnliu le llama la atención que los soldados vayan descalzos. “Si llevaran zapatos intentarían escapar”. Luego llama la atención de Wong. “Córtese el pelo que parece una chica”.
De inmediato saltamos a una escena en la que Wong intenta escapar. Tras muchos visionados del filme hemos concluido que no es un nuevo intento de fuga sino un pésimo y confuso uso del flashback. A Wong, interpretado por Casanova Wong, le van saliendo contrincantes hasta que da con Tio Bill. A su lado los adolescentes que antes tomaban el sol juegan al ajedrez y casi ni se inmutan. “Prometió ayudarme a escapar” ruega Wong pero el Tío Bill le ofrece una pistola. “No te ayudaré ni aunque intentes matarme”. Así que Wong dispara. Tío Bill recibe el impacto, cae al suelo aparentemente muerto pero entonces se levanta y ríe mucho y ostentoriamente mientras le enseña el trucaje para balas de fogueo. La imagen se congela.
Tras algunas escenas de entrenamiento marcial pasamos a una nueva y delirante escena de control mental protagonizada por Raquel Evans, la Mayor Susan, y Victor Israel. Ella lleva puestos auriculares y está siendo sometida al pase de imágenes violentas. Victor Israel, aka Doctor Smith (bueno, ahora lo llaman Stone, pero antes era Smith) lleva una túnica negra y gruesos medallones y anillos. A su lado la cabeza de un maniquí con sombrero y alfileres. Más tarde le veremos con una calavera que culmina un perchero con chaquetilla de mariscal prusiano.
Suelta un soliloquio: “Desde 1953 he trabajado para la CIA. He hipnotizado a la gente para conocer sus pensamientos. Todos los empleados de la CIA han de pasar por mi sesión de hipnosis y de lavado de cerebro. Manteniendo sus sentidos visuales y auditivos bajo una constante contemplación de la violencia, con una hipnosis más intensa y nuestro entrenamiento para la lucha mortal, los transformamos en fríos criminales a nuestro servicio ¡Bwhajaja!”. Posteriormente se dedica a pasarle a la Teniente Susan imágenes sexuales. Ella, claro, se pone hipnóticamente cachonda y Victor Israel se aprovecha para ejecutar unos cuantos tocamintos. Es uno de los varios momentos en que el espectador tiene la sospecha de que existió una doble versión con desnudos. Por cierto, de nuevo, JohnLiu lo ve todo desde la cortina roja.
Posteriormente interrogará a Wong sobre el tema del control mental pero éste no puede contestar. Y llega la hora de entrenar a la Mayor Susan. Ligerita de ropa (es Raquel Evans, qué esperabais) y ante la atenta mirada del sargento gordinflón. La Evans, míto erótico del softcore hispano de los 80, no tiene ni idea de karate pero al menos es flexible. JohnLiu le va dando cachetes en el firme culete durante la sesión, plas plas, que acaba con un símil de estrangulamiento del sargento gordinflón. La imagen, de nuevo, se congela para cambiar de escena.
Pasamos a Caroline, es decir, la Mirta Miller, que sale de la oficina y deambula por el campamento. Se suceden varios intentos de violación por parte de diversos soldados. Al final hay un par que casi lo consiguen con los rostros ocultos tras máscaras. Dejando de lado que los intentos de violación de funcionarias de la CIA por parte de los soldados pueda ser algo tan usual, lo de las máscaras chinas es algo que se va a repetir durante toda la película. En realidad un burdo truco para disimular que los actores son siempre los mismos. JohnLiu salvará a Caroline de la violencia sexual, a patadas, y quedarán para el fin de semana.
Llegamos, pues, al celebrado y magistral picnic en el campo. Caroline y JohnLiu juguetean y retozan para luego regalarnos una maravillosa concatenación de planos. Primero le vemos a él en suave contrapicado lateral, ejerciendo esforzadas flexiones. Luego la vemos a ella en leve picado, yaciendo en el suelo, con cara de placer, gimiendo. El curioso plano-contraplano se repite. La sensación en el espectador es obvia: están dedicándose al fornicio en plena naturaleza. Pero, ai amigos, la cámara se desplaza hacia atrás y comprobamos que él simplemente realiza ejercicios gimnásticos mientras ella... ella... a saber qué haría (algún ejercicio vaginal o similar). Les separan varios metros de distancia. Como colofón a este hilarante montaje ella le tira una sandia que johnliu destroza jubiloso con un golpe de karate. Y, de nuevo, la imagen se congela.
Mientras tanto crecen las sospechas alrededor de JohnLiu en el campamento. El coronel oriental informa al General que “quiere saber cosas del departamento de computadoras”. También le informa de que la onda de control mental esta casi terminada: “prácticamente todo el campo está ahora bajo mi control”.
En una de sus paseos por la instalación nuestro héroe se topa con la Mayor Susan, siempre ligera de ropa. “Es peligroso ir así por aquí” le comenta. Ella, siempre tan carnal, le intentará besar y se colgará de él con sus piernas como rodeando su cintura, en una nueva muestra de acoso sexual. La escena es contemplada por un grupo de soldados cachondos. “Eh! Ese entrenamiento aún no nos lo han enseñado!” y de golpe salen todos corriendo. “¡Que viene el General!”. Se produce entonces la típica situación incómoda y comprometida, con el alto mando llamando al orden a JohnLiu por sus constantes ligoteos. Algo de humor grueso nunca viene mal.
Cena romántica con Caroline aka Mirta Miller (por aqulla época amante de un Borbón muerto en trágicas circunstancias, por cierto). JohnLiu está preocupado. “Me toman por un playboy y sospechan”. Acabarán la noche haciendo el amor iluminados por potentes focos de espectáculo erótico.
Por si no lo tuvieramos bastante claro, un nuevo intento de violación en las instalaciones de la CIA. Un numeroso grupo de soldados intentan violar a la Mayor Susan. Pero ella se defiende a la perfección gracias al karate aprendido.
Y llegamos a uno de los grandes momentos de delirio del filme. Los reclutas realizan prácticas de tiro. JohnLiu interrumpe la sesión y pide permiso para hablar con Wong. Es su cumpleaños y lleva un regalo para él en una caja. El obsequio resulta ser... ¡Un conejo blanco! Wong se emociona. “Oh! Es precioso” comenta mientras lo acaricia. Pero el coronel oriental, provisto de su walkie talkie de control mental, observa desde un montículo cercano. Ordena al sargento que se duerma y obliga a Wong a enfrentarse a su apreciado instructor. Los soldados, mientras tanto, también controlados, se lanzan contra el conejo como zombis, lo destripan y comen crudo. El shock es demasiado grande para Wong, que interrumpe su pelea al grito de “¡Mi conejo! ¡Devolvédme mi conejo!” JohnLiu, poniendo caras raras, se larga. “Están todos locos” murmura.
Nuestro héroes esta harto de la situación. Caroline le informa: “Todos los que han salido del campo de Zambia han muerto”. JohnLiu, además, quiere que Wong también se vaya de allí, y así se lo comenta. A todo ésto, el coronel oriental se quiere traginar a la Mayor Susan, pero ella le confiesa que es la amante del general, que precisamente se queda con toda la copla. “Hay que vigilar al instructor” interrumpe.
JohLiu se entrena en un bosque de pinos. Wong observa escondido. En otra esquina la Mayor Susan. También anda por ahí el coronel con su walkie talkie. Ordena a ambos que apliquen todas las técnicas que les han enseñado. La mayor Susan jugueteará primero y eróticamente con un arbol mientras Wong pasa al ataque. Mientras JohnLiu prosigue con sus ejercicios y se resiste al control mental. Susan deja de toquetear el pino y pasa al ataque sexual.
Así que tenemos a John Liu en posición zen mientras Wong le hostia y la otra le mete mano y besuquea. Wong se da por vencido y la Mayor Susan pasa a practicarle una felación a nuestro sufrido protagonista, que rememora en voz en off los consejos de su maestro:
- Debes controlar la respiración y permanecer tranquilo. Pon en práctica el método respiratorio del Zen Kwon
- ¿Incluso si la tentación es sexual?
- Incluso si la tentación es sexual
Tras verdaderos esfuerzos supera la prueba y el coronel le amenaza con un Consejo de guerra. “Su controlador mental no puede con mi arte marcial”. Nueva tanda de hostias que termina ante la intimidación ocular de JohnLiu: si la lucha continua le sacará los ojos con los dedos. El rival, pues, se da por vencido.
El maestro del Zen Kwon Do pide al general irse del campamento y dejar la instrucción. Caroline lo sabe gracias a la compuadora. “Acabarán contigo y también sospechan de mí”. La situación es insostenible. Hay que escapar ya. Lo harán, llevándose “documentos importantes” en un jeep descapotable. Lo cual no impide que a medio camino les aparezcan dos chinos con máscaras en el asiento de atrás. JohnLiu se deshará de ellos y la posterior persecución, exitosa, acabará con la explosión de otro jeep en uno de los momentos de mayor dilipendio presupuestario del filme.
Un impagable plano nos sitúa en la Carnicería Maria. Bueno, Carnisseria, en catalán. Una prueba más de que se encuentran en el típico mercado de la Costa Brava, aunque teóricamente el espectador debe situarse en Zambia ¿Y los indígenas negros? Qué mas da. Los fugados se aprisionan de viandas pero asesinos de la CIA infiltrados entre los turistas les acechan y ocultan metralletas en cestos de guisantes. Se producen una par de (enésimas) peleas mientras la gente que pasaba por allí mira a la cámara y la función sin recato. E incluso podemos disfrutar de un plano en el que un montón de sandías son ametralladas sin piedad. Todo un espectáculo de acción barata.
La pareja consigue huir y de golpe, sin pausa, como es norma en esta pieza maestra, los encontramos en un velero. Caroline y JohnLiu se besan y aman hasta que les atacan un par de submarinistas. La cosa acaba trágicamente. Caroline aka Mirta Miller muere atravesada por una flecha de pistola submarina. JohnLiu cubrirá el cadaver con la bandera norteamericana y muy simbólicamente hará ondear la pirata en el mástil del barquito.
La elipsis es brutal. Reunión de la CIA. Imágenes de JohnLiu entrenando a los piés de la Torre Eiffel. Una voz en off informa: “Caso JohnLiu. Conocemos todos los detalles. Tiene un gimnasio en París y sale con una viuda rica que se llama Fanny, famosa modelo con un hijo y una hija. Entrena cada mañana al pié de la torre Eiffel. Está bajo constante vigilancia”.
Desde luego, el seguimiento no puede considerarse discreto. Allí donde está JohnLiu hay un par o más de tipos sospechosos, maldisimulando su quehacer espía. También es cierto que para ser un fugitivo, montar un gimnasio con su nombre y practicar tai-chí en pleno centro turístico no es un gran plan. Tras el entrenamiento matutino, JohnLiu está tomando café en una terraza con una niña de ojos rasgados, se supone que hija de la, como veremos, rubia Fanny. Los agentes de la CIA les atacan pero nuestro héroe da muestras de saber practicar un gran kungfú sentado en una silla. La niña jalea emocionada “¡Pega a los señores malos, Tio JohnLiu!" y luego se burlará de la derrota de los pérfidos agentes secretos haciéndoles muecas. Conviene resaltar que los actores son diferentes a los que hemos estado contemplando hasta ahora, todo el rato, eso y la localización internacional hacen pensar que se trate de restos de metraje de alguna de las producciones de bajo presupuesto que JohnLiu rodó en París. Tengo alguna por casa, así que ya les informaré al respecto en el futuro.
A continuación tenemos una escena de sexo con Fanny, rodada con la misma fotografía de puticlub rinestone que en la anterior. JohnLiu le explica: "me persiguen, tengo que huir de París". Así que quedan para luego en el gimnasio. Menudo absurdo si ya están juntos. Inmediatamente pasamos a un intento de secuestro de Fanny y su hijo en plena calle. Primero el niño se defiende la mar de bien hasta que aparecen tres jóvenes y culonas chinas que pasaban por ahí, uniformadas de azul celeste y pantalón corto, evitarán el entuerto con su karate. "Coronel, casi lo hemos logrado pero aparecieron tres chiquillas" comunicará un agente a su superior. Todo el incidente ha sido contemplado por un nutrido grupo de espectadores destremprados comprobando como se rueda un subproducto de artes marciales. Lo terrible es que la cámara también se recrea en ellos.
JohnLiu espera paciente en su gimnasio, mirando por la ventana, cuando una chica aparece corriendo
- La señorita Fanny me envía para decirle que la CIA le ha localizado.
- Me lo temía, pero... ¿Quién es usted?
- Eso no importa.
Irrumpen en el local los agentes armados con metralletas y matan a la chica. JohnLiu va esquivando balas dando volteretas y entonces aparece Fanny. El desenlace es fatal: muere de un disparo a bocajarro efectuado por el Coronel.
Desconocemos cómo escapa JohnLiu del gimnasio. Se suceden las imágenes del protagonista oculto entre muchedumbres del París más turístico. Las estampas y postales de monumentos son muchas. También los inesperados ataques que va sufriendo por las calles. Genial el uso de las estrellas puntiagudas y como un actor hace ver que le han dado en la mano sujetando una entre los dedos. También hay enfrentamiento con un agente atontado y subnormal que de tan pensoso es mejor obviar.
De pronto, una panorámica de los Campos Eliseos mientras una voz en off informa: “ciudad donde vive James Liu, California, EEUU”. ¿Recuerdan al hermano gemelo del principio? Pues ahí le tenemos estudiando los informes secretos que su hermano se llevó del campamento de entrenamiento. "John, hermano mío, eres un problema ¿Por qué no me enviaste estos informes antes. Ahora no puedo ayudarte. Voy destinado a Alemania". Cambiamos de escena. JohnLiu, que está refugiado en un playero camping, con una familia recibe una carta.
“Hermano, estoy en Párís. Este es mi pasaporte, mis gafas y mi billete para que salgas de París. De ahora en adelante serás James Liu. Sal ahora mismo hacia el aereopuerto. Yo lo arreglaré todo". Efectivamente, JohnLiu, con las gafas y un poco de algodón en la boca es clavadito a su hermano. Y así le vemos subir a un avión mientras los altavoces anuncían “Pasajeros de París a Barcelona Puerta 5”. Destaca la presencia de un señor que mira a cámara con una potente ensaimada mallorquina entre sus brazos.
El uso de las acciones paralelas, tan propio del lenguaje cinematográfico, es puro caos. Escuchamos en off una nueva carta de James, el de verdad, mientras se alterna a johnliu esperando que despegue su avión y a su hermano conducir por una carretera de la Costa Brava. "John, estoy camino de Alemania, para distraer su atención he efectuado una llmada a la embajada de los Estados Unidos y les he dicho que tengo una cosa en mi poder que demostrará la inocencia de mi hermano. Me parece que podrás tomar el avión sin ningún riesgo". Pero el hermano cae víctima de una emboscada a manos de chinos con caretas. Muere acribillado a balas, muchas balas, a cámara lenta, mientras suena el himno norteamericano. El Coronel se percata entonces: "¡Este es su hermano, James Liu!".
El descontrol continua. A JohnLiu le hacen salir del avión, que aun no ha despegado. La enésima voz en off informa de lo ocurrido: "Tenemos a su hermano en nuestro poder, salga del avión si desea que siga viviendo. Nos encontraremos en los suburbios de París". Se trata de una trampa. Descubre el cadáver de James en el interior de un coche pero se percata de que hay una granada atada a la puerta. Desactivará la engañifa y se guardará la granada en el bolsillo. Nunca se sabe. Es importante señalar que desde que vimos la escena del camping a ésta, ambas incluidas, tan sólo han transcurrido cuatro minutos de película.
Pasamos a un puerto deportivo repleto de yates con banderitas españolas. La mayor Susan se encuentra con el Coronel oriental. Hay un cierto mal rollo entre éste y el General, que se ha ido al Aeropuerto del Rin y oculta información. Aún así la Mayor Susan ordena al coronel, literalmente, “llevar un mensaje a la tienda de cerámica”. JohnLiu lo observa todo oculto, no demasiado, en un cochde allí aparcado. En un momento de distracción se cuela en el maletero del Coronel. Pasamos a la tienda de cerámicas. Cerámicas Anna, una de esas a pié de carretera típicas del interior de la costa mediterránea. El decorado es estupendo para el gran combate entre JohnLiu y el pérfido coronel. Platos de recuerdo de Playa de Aro, jarrones, macetas, carteles de toros (PAloma Linares, El niño de la Capea), platos flamencos. Todo está listo para el gran destrozo. De hecho toda la coreografía está pensada para romper como más cacharrería mejor. Los actores, en vez de pelear y darse zundas entre ellos van directos a por los jarrones, los platos, etc. JohnLiu sale victorioso aunque la cosa queda bastante anticlimática. Ahora... a por el General.
El teórico aereopuerto internacional del Rin es penoso. En realidad se trata de un pequeño recinto para avionetas de Ampuria Brava, como índica bien grande un rótulo. Los actores vuelven a ser los mismos de siempre: el gordo y el lechuguino que hemos estado viendo minutos y minutos en distintos papeles. Ahora aquí, ahora allá. Con más cara y sin, con barba postiza y sin. La aparición de JohnLiu provoca el enésimo combate. La verdad es que todo lo que aquí pasa es bastante confuso y muy difícil de explicar. El maletín va de un lado al otro. Primero lo tiene el General, luego lo recupera nuestro héroe... para volverlo a perder en la pelea. Aparecen más enemigos, en realidad los mismos de antes, el gordinflón y el lechuguino, con las ya famosas máscaras chinas. Van armados con metralletas por lo que johnliu pilla al General como rehen, granada en alto. Cualquier movimiento y salen todos volando por los aires. Y entonces, tachán, aparece Wong, que primero, gracias al control mental, peleará con johnliu, éste siempre con una mano ocupada por la granada, procurando que no explote. Pero Wong tiene dudas. Las suficientes para que entre ráfagas de tiros a johnliu le dé tiempo de pillar el maletín, sacarse un cordón del zapato y preparar una maleta trampa con la granada.
El General cae en la trampa. Pilla el maletín y secuestra una avioneta, piloto incluido, y emprende el vuelo acompañado de otro chino con máscara. A medio vuelo obliga a su rehén a lanzarse en paracaídas. Éste lo hace al grito de “¡Les demandaréeee!”. Y es entonces cuando se decide a abrir la maleta trampa. Escuchamos una gran explosión y vemos imágenes de una avioneta ardiendo estrellada contra la calzada. Hay un par de cuerpos carbonizados. Y una voz en off, veloz como Urdaci, relata: “Esta avioneta se estrelló durante el rodaje. El quipo de esta película les rinde sus máximos respetos”. Y es que, queridos lectores, como gran colofón a esta obra de arte del surrealismo casual johnliu nos ha reservado la gran zafiedad. Al parecer se produjo un accidente de avición justo al lado del lugar del rodaje, en la Costa Brava. El equipo corrió a rodar los restos y cadáveres con la sana intención de utilizarlos como material de la película. Y así fue, Si se fijan, la frase soltada por la voz en off es del todo impersonal y da a entender como si el accidente fuera d emiembros del equipo cuando se trataba de unos pobres turistas alemanes.
Como epílogo JohnLiu y Wong sobrevuelan Palamós en una avioneta.
- ¿Por qué has dejado que se llevaran el maletín, maestro?
- Porque descubrí que los docuemntos eran falsos
- ¿Murieron con la granada, Maestro?
- Fue un accidente casual, la granada era inofesiva, yo mismo la desactivé.
- Maestro... ¿A dónde vamos?
- No lo sé, pero siempre habrá un lugar para nosotros
Y con las vistas aéreas de Palamós se acaba la mayor experiencia cinéfaga que he podido disfrutar en mi vida. Espero que la hayan disfrutado.
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