Ervin Rustemagic en un fax a Joe Kubert (Fax From Sarajevo)
“Ojalá Sarajevo-Tango no hubiera existido”.
Hermann en su página web
El dibujante y guionista belga Hermann Huppen (más conocido con el Hermann a secas con el que firma sus obras) es uno de los grandes nombres del cómic de aventuras franco-belga (y eso es mucho decir). Tras las estupendas aventuras de Bernard Price (con guiones de Gregg) y ya como autor completo, desvelaba su interés por plasmar aspectos poco agradables del ser humano mostrando el poder como fuente de destrucción (en la saga Jeremiah, una especie de western futurista) o las miserias de la que posiblemente sea la Edad Media más real jamás dibujada en un cómic (Las torres de Bois-Maury).
Hermann recibió durante casi dos años los faxes de su representante y amigo Ervin Rustemagic; realizó mil trámites burocráticos para sacarlo de Sarajevo, implicándose en la tragedia. Cuando su amigo había conseguido salir de la ciudad, siguió comprobando como la guerra y el horror se prolongaba en el tiempo mientras las potencias occidentales mostraban la más terrible de las inacciones: aquella que por no hacer nada provocas el sufrimiento de miles de personas.
En octubre de 1995, harto de ver como el horror continuaba, publicó Sarajevo-Tango; envió copias de su obra a cientos de políticos, periodistas y personalidades internacionales (entre ellos el entonces presidente Felipe González o el rey Juan Carlos) y cedió todos los derechos a la agencia del en ese momento refugiado Rustemagic, la Strip Art Features.
Sarajevo-Tango no es una obra perfecta ni el mejor trabajo de Hermann. Es lógico si pensamos en la implicación personal del autor con los hechos que describe. Sale del estómago. Es un grito de rabia e indignación claro y conciso que se mueve a tres niveles muy diferentes y por ello no es todo lo compacto que se espera del creador de Las torres de Bois-Maury (y vuelvo a repetir quwe no tenía porque serlo). Por un lado, el vehículo narrativo de la historia: la aventura de un mercenario que acude a rescatar a una niña. El nudo argumental y vehículo que transporta al lector a una ciudad sitiada durante años. El héroe es, de hecho, un personaje amoral, que se mueve por dinero pero que al final reacciona. Por otro lado, la plamación del horror para sacudirnos del letargo, mostrando la limpieza étnica o la presencia de los miserables francotiradores; Hermann lo consigue gracias a sus magníficos dibujos y a sus geniales colores cargados de atmósferas impresionistas.
El tercer nivel, del que carecen el resto de obras aquí comentadas, es salvajemente paródico. Hermann se explaya y ridiculiza las fuerzas internacionales: los cascos azules llevan barretina de pitufo; la sede de la ONU es un enorme queso de Gruyere; sobre Sarajevo vuelan globos con la forma del dedo acusador del presidente de la ONU, Boutros-Ghali, globos que se deshinchan con facilidad. Mención especial merece una escultura que muestra las naciones europeas en precario equilibrio alrededor de una bandera de la UE que luce en su centro un fláccido pene (al que le faltan los cojones).
Sarajevo-Tango es un cómic que juega sus mejores bazas como vehículo de protesta. Y protesta con fuerza. Nadie escapa al ridículo por sus faltas y debilidades respecto a la tragedia, ni siquiera la clase media de las democracias occidentales (o sea, nosotros) más preocupados por reunirnos delante del televisor para ver un partido de fútbol. Desde luego, no deja indiferente y ese era el objetivo del autor. No podemos pedir más pues somos nosotros quienes hemos de aportar la reflexión que esta obra merece.
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