SIBILA, EL PLANETA DE LAS MUJERES DESALMADAS (bueno, como todas)

“Estas mujeres no tienen alma” “Ah, como todas” Tamaño diálogo acontece en El Planeta de las Mujeres Invasoras, primero de los filmes de sci-fi mexicana proyectados en la Filmoteca de Catalunya dentro del ciclo que ya anuncié hace unos días. Doña absenta y yo mismo vestimos nuestras mejores galas, desafiamos a los gélidos elementos que azotaron ayer la Ciudad Condal y nos acercamos a disfrutar de tamaño evento. No hace falta decir que fuimos los que reímos con más intensidad en una sala poblada más por curiosos que por gourmets del mad mex sicotrónico.

La película es una buena muestra de inocente space opera mexicana, muy influenciada por los seriales pulp norteamericanos, de entrañables efectos especiales y bajo presupuesto sin complejos. La cosa va de un grupo de humanos (un boxeador, su novia, los mafiosos que los persiguen y una anónima familia) abducidos por un grupo de hembras curvilineas y alinígenas que habitan en un planeta sin noche, de intenso sol en el que sin protección adecuada (una triste visera transparente de casco de moto) la ceguera es tan segura como rápida. Las alienígenas parece (no se explica) que quieren abandonar su planeta e instalarse en el nuestro; para ello necesitan pulmones humanos de los que extraer un adaptador orgánico. La raza está regentada por una cruel reina que tiene una hermana gemela de carácter bondadoso. Los humanos, es su defensa, acabarán propiciando un alegre genocidio, como muy bien indica Viruete en su blog. Hasta aquí la sinopsis, pero entenderán que no pueda resistirme a comentar algunos aspectos en concreto.

“¡Pero que mal aparca los ovnis esta gente!”. El comentario, jocoso y entre carcajadas, lo soltó doña absenta en medio de la proyección. Es cierto. Los platillos volantes (y el cohete, no lo olvidemos) no sólo muestran sin descaro los hilos de los que cuelgan, siguiendo una tradición que encontramos gozosa, sino que aterrizan de manera abrupta e incluso quedan mal puestos, inclinados, en difíciles equilibrios así en la Tierra como en el planeta. Ya que estamos con los objetos que vuelan, merece la atención ausente el método seguido por las invasoras para la abducción de humanos que llevar a la sala de “experiencias” (que no “experimentos”). Aterrizan directamente en un parque de atracciones una de cuyas instalaciones es un falso platillo. Ni cortas ni perezosas liquidan a los operarios (no se entiende porque no los secuestran si ese es su objetivo), sustituyen el falso ovni por el suyo propio y dejan, aleatoriamente, que suban a la falsa atracción unos cuantos desdichados. Cuando está lleno, venga, para casa, ante el estupor de los visitantes del parque de atracciones.

En la sinospis no me he referido a un par de personajes de crucial importancia: el científico y astronauta Daniel Wolf y el manager del boxeador Taquito King. A Taquito lo conoce enseguida el espectador. Cuando presencia la partida del platillo abductor, no pasa ni un plano para verle en compañía del científico relatando el suceso. El profesor Wolf pose cámaras a lo largo de la galaxia y más allá. Sólo así se entiende que por una pantalla de televisión haga un seguimiento del viaje del ovni secuestrador y que incluso lo vea aterrizar en el planeta de destino. “¡Han aterrizado en Sibila, el planeta brillante!” exclamará gozoso. “Vamos a preparar el cohete”. Como es lógico, cuando uno debe ir al rescate se lleva al manager pugilístico consigo como astronauta copiloto. Insisto, la lógica es aplastante.

La estancia del grupo de abducidos también merece algún comentario. Y las habitantes también. El boxeador, claro, es el héroe de la función. Y Lorena Velázquez encarna a la pérfida reina Adastrea. Cuando se tiene en el elenco actoral a una estrella de la serie B mexicana como ésta, de grandes dotes interpretativas (ejem) nada mejor que darle dos papeles vía hermana gemela bondadosa, Almunia o algo parecido, que campa a sus anchas ayudando a los humanos y aunque eso suponga el fin de su peculiar especie, formada por jamonas mexican style de voluptuosos traseros que se exhiben sin complejos en trajes bien ceñidos, para regocijo del público masculino charro de la época. No son más de una docena y sobre su forma de reproducción nada se dice, aunque son sensibles a la galantería de los humanos.

Éstos, los humanos, quieren escapar del planeta,de su mortal y eterno día, de los pérfidos experimentos (que incluirán el secuestro de un nutrido grupo de inocentes niños: sus pulmones son mejores), el agobiante escenario (siempre estamos ante el mismo decorado: un pasillo con vestíbulo y dos puertas), las lanzas necrolumínicas que porta la guardia pretoriana (con un casco de lo más curioso), o esa extraña confianza que lleva a que las puertas de las celdas estén siempre abiertas.

También quieren, claro, eliminar el rayo de la muerte desde el que pueden liquidar, uno a uno (y no en masa, la eficiencia es un concepto extraño), a los habitantes de nuestro planeta. El rayo de la muerte, de claro referente mongoliano (de Mongo, el planeta al que viajó Flash Gordon) no es más que un foco adaptado para la ocasión que utiliza un satelite artificial para rebotar su mortal láser. Ante la imagen de una peonza en una pantalla de televisor el inteligente profesor Wolf esclamará “¡Un satélite artificial!”. También me hizo mucha gracia que la hermana buena envie a su criada en un platillo hacia la Tierra en pos de socorro justo después de comentar a los secuestrados que no pueden regresar porque no saben pilotarlo. Supongo que captan la incongruencia: ¿por qué coño no los lleva consigo la criada? Ésta apunta en un papel un importante mensaje: es necesario llevar viseras transparentes. Y se va directa a casa del Profesor Wolf (auqnue prefiero no revelar como acaba la cosa, me muerdo la lengua pues).

Mención especial merecen los ridículos mafiosos. El jefe tiene una extraña tendencia a darse golpes contra las puertas. Quizá el momento cinematográficamente más interesante sea verle darse trompazos en segundo término, tras la acción principal, y en pantallas de televisión. Un alto recurso humorístico que sorprende en el despropósito generalizado y kitsch de la función. El jefe, por cierto, acabará aliado con la pérfida invasora y cediendo su chalé(t) “repleto de comodidades y que les será muy útil cuando viajen a La Tierra” (sic).

Hay muchos más detalles hilarantes, pero prefiero dejárselos a ustedes. Para terminar, una breve referencia al misterio de Gigantes Planeterios. Película con el mismo elenco y, atención, personajes, estrenada un par de meses antes. Se dice por ahí que los actores filmaron dos cintas sin saberlo. Tras el pase de ayer se me hace algo difícil aceptar esa versión de los hechos. El argumento y la historia es inocente y repleto de incongruencias, pero no parece un conjunto de retales. Me inclino a pensar que Alfredo B. Crevenna (quien poco después dirigiría la mítica Santo contra la invasión de los marcianos) y su equipo rodaron ambas películas al mismo tiempo, aprovechando decorados, paisajes, efectos especiales, platillos volantes, cohetes y, claro, personajes protagonistas, a saber: el profesor Wolf, Silvia, el boxeador Marcos Godoy y su mánager Taquito King. Sin Lorena Velazquez y Maura Monti, eso sí. Aunque la cosa está difusa y merecería una futura investigación zetosa.