El domingo doña absenta y yo fuimos al cine. Puede que a ustedes les parezca la actividad más normal del mundo pero para la familia ausente no es así. Absencito, que es un primor y un magnífico orador monosilábico (especialmente si se le pregunta qué hace un babau), ya gatea e incluso consigue ponerse de pié unos instantes si tiene donde agarrarse. Sería (es) muy divertido si no fuera porque exige recorrer el suelo aproximadamente 14 horas al día. Es un ultracuerpo dulce que te señala con el dedo y emite un gritito normalmente agradable hasta que entra en modo taladro. Comienza a interactuar con el mundo a gritos, que es como se interactua con el mundo, con el inconveniente de que de momento el mundo somos sus padres. En definitiva, que nuestro tiempo se reduce a marchas forzadas y nos imposibilita muchas cosas, entre ellas ir al cine. Este blog ausente también se va a ver afectado a corto plazo. Es impepinable.
Las abuelas están para algo, sí, pero a menudo cuando colocamos a la criatura nuestro primer impulso es estirarnos en el sofá. El domingo no fue así. Aprovechamos la vacacional estancia costera para acercarnos a una sala y visionar Million Dollar Baby, el oscarizado último Eastwood. Qué cosa esa de la butaca, los trailers previos, el no saber colocar mis piés y olvidarse de apagar el móvil.
La película está muy bien, claro. Emociona en ambas partes y la química entre Clint y Morgan Freeman es importante. A mí es que me gusta mucho el señor Eastwood. Me ha gustado toda la vida. Películas como El fuera de la Ley o Infierno de cobardes siempre me han parecido la hostia y se encuentran en lo más alto de mis preferencias zinéfilas. Las mamé, una y otra vez, en los cines de programa doble que eran alimento para mi espíritu. Nada tienen que envidiar, ambos filmes, a los del venerado Eastwood actual. Luego está Sin Perdón, que me parece una joya incomensurable. La escena en que los dos ex pistoleros asesinos sufren y les cuesta horrores disparar sobre un tio cagando me parece de una humanidad tremenda. Es como la escena de Uno de los nuestros (sí, ya, es de Scorsese) en que preparan la salsa de los espaguetis en prisión y cortan el ajo finísimo. El tipo de escena que se queda grabada por siempre en mi maltrecha memoria. Million Dollar Baby no ralla a tan alto nivel pero es que eso es pedir mucho. Reconozco que yo soy un poco bruto y un poco básico a veces. Las hostias que suelta la Hilary Swank en su ascenso hacia la cumbre fueron los momentos en que más disfruté. También es cierto, y, ojo, pequeño espoiler hasta final de párrafo, que el Eastwood de hace veinte años nos hubiera dedicado un final memorable de venganza para con la Osa Azul. El entrenador tomando justicia por mandato divino para regocijo de las masas a las que pertenezco. Que es un poco lo que hace Morgan Freeman cuando le atiza el puñetazo al negro que está machando al bueno de Peligro, gran personaje secundario, por cierto, de aquellos que engrandecen un guión.
Como ven, he nombrado la palabra espoiler. Con Million Dallar Baby he tenido el sexto sentido muy atento y casi me he librado de que me estropearan la película. Digo casi porque cuando te dicen “ojo que no te chafen el final” ya sabes que algo pasa y mi cerebro inquieto es incapaz de dejar de hacer cábalas. Pero nada grave, al fin y al cabo. Me pasa incluso con las películas que ni tienen giro, ni sorpresa, ni nada. Normalmente las resoluciones más estrafalarias pasan por mi mente. Tenía un familiar, un tipo sobradamente peculiar, al que le gustaba entrar a las películas cuando éstas ya llevaban media hora comenzadas. Decía que así le sorprendían más. E intentaba imaginar la media hora inicial. Luego, cuando las volvía a ver íntegras, decía que esa media hora siempre era muy decepcionante. Que los principios que imaginaba eran mucho mejores. Que es lo que suele pasar siempre pero al revés. Con los finales. Qué gran tipo mi tío.
Clint Eastwood es junto a John Carpenter el último reducto del cine clásico. Cuando hablo de cine clásico hablo de la forma visual con que se narra la película. En estos tiempos de manierismo visual exacerbado hacer películas en las que la presencia de la cámara pasa desapercivida resulta hasta rompedor. Qué cosas. La venganza de la gramática invisible. Otra cosa que me gusta del señor Eastwood es esa parte oscura de su filmografía. La existencia de filmes como Firefox o Duro de pelar y su secuela son las que le hacen más grande y más maestro.
Esta tarde, por cierto, absencito ha vuelto a estar colocado externamente un par de horas. Podríamos haber aprovechado e ir al cine de nuevo. Life Aquatic es la película que más me atrae en estos momentos. Pero... ¿saben una cosa?. Al final nos hemos tumbado en el sofá. Poco rato. La cuna debía ser sometida a bricolages varios para evitar el salto al vacio con nocturnidad y alevosía. Qué textos más tontos me salen cuando me pongo tierno hablando de Clint Eastwood.
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